Arturo Pérez-Reverte: Citas de tendencias (página 5)

“En aquella ciudad, donde a menudo lo ilegal es convención social y forma de vida --es herencia de familia, dice un corrido famoso, trabajar contra la ley--, Teresa Mendoza fue durante algún tiempo una de esas jóvenes, hasta que cierta ranchera Bronco negra se detuvo a su lado, y Raimundo Dávila Parra bajó el cristal tintado de la ventanilla y se la quedo mirando desde el asiento del conductor. (p. 26 en LA REINA DEL SUR)”

“También ésta es la historia de mi vida, pensó, o parte de ella: buscar un taxi de madrugada, oliendo a mujer o a noche perdida, sin que una cosa contradiga la otra.”

“Quien sólo se interesa por los libros no necesita a nadie, y eso me da miedo.”

“Así, tras haber tenido buen número de amantes, una mujer debe considerarse afortunada si sabe convertir a alguno de ellos, el más inteligente, en un fiel y leal amigo.”

“El hombre tortura y mata porque es lo suyo. Le gusta.”

“Déjennos volver a España y que cada chucho se lama su propio órgano, mesié, dicho en fino, o sea.”

“Con rusos y con mujeres nunca se sabe.”

“Y es verdad que cualquier detalle puede cambiar la vida: un camino que se toma, por ejemplo, o que se tarda en tomar a causa de una conversación, de un cigarrillo, de un recuerdo.”

“de vez en cuando el género humano necesite irse un rato al carajo. Irse bien ido, y que alguien dé un empujoncito para facilitar el viaje. Tal”

“Era usted un buen fotógrafo porque fotografiar es encuadrar, y encuadrar es elegir y excluir. Salvar unas cosas y condenar otras. No todo el mundo puede hacer eso: erguirse juez de cuanto pasa alrededor. Nadie que ame de verdad puede dictar esa clase de sentencias.”

“… conocía de sobra… los motivos simples por los que un hombre con las dosis adecuadas de fanatismo, rencor o ánimo de lucro mercenario podía matar indiscriminadamente.”

“Que a perro flaco todo son pulgas, y los españoles no necesitamos a nadie para arruinarnos, pues siempre dominamos bien sobrados el finibusterre de hacerlo solos”

“Estoy harto de este matasiete de salón, con su cordón rojo y su desvergüenza camuflada tras una seca cortesía que a nadie engaña. Si me anda buscando, es hora de que me encuentre.”

“Una biblioteca no es algo por leer, sino una compañía —dijo, tras dar unos pasos más—. Un remedio y un consuelo.”

“No me digan que no es vergonzoso para la especie humana haber medido la distancia de la Tierra al Sol, haber pesado todos los planetas cercanos, y no haber descubierto las leyes fecundas que hacen la felicidad de los pueblos.”

“Después de todo, qué sería de nosotros sin nosotros mismos, pensaba. La vida es un naufragio, y cada uno echa a nadar como puede.”

“En cuanto a mí, sólo sé que no sé nada. Y cuando quiero saber busco en los libros, a los que nunca falla la memoria.”

“El teléfono estaba sobre la colcha, pequeño, negro y siniestro. Lo miró sin tocarlo. Bip-bip. Aterrada. Bip-bip. Su zumbido iba mezclándose con las palabras de la canción, como si formase parte de ella. Porque los contrabandistas, seguían diciendo los Tigres, ésos no perdonan nada. El Güero había usado las mismas palabras, riendo como solía hacerlo, mientras le acariciaba la nuca y le tiraba el teléfono encima de la falda. Si alguna vez suena, es que me habré muerto. Entonces, corre. Cuanto puedas, prietita. Corre y no pares, porque ya no estaré allí para ayudarte. Y si llegas viva a donde sea, échate un tequila en mi memoria. Por los buenos ratos, mi chula. Por los buenos ratos.”

“Así podrá instruirse y estudiar leyes para sangrar de su último maravedí a los pleiteantes; como hacen vuestras mercedes los abogados, escribanos y otras gentes de mal vivir.”