Dicen que cuando el Conde de Romanones fue propuesto para la Real Academia, le sugirió alguien que hiciese una visita de cortesía a todos los miembros de la Institución encareciéndoles su apoyo, porque esa era la costumbre. Así es que venciendo el natural pudor cumplimentó ese requisito y todo el mundo le aseguró que su voto sería para él. El día de la votación se acercó su secretario y en un aparte le dijo: Excelencia, traigo malas noticias: no hemos salido. ¿Cómo es posible? -preguntó perplejo- Pero si tenía garantizada la elección... El funcionario se encogió de hombros. Pero entonces ¿cuántos votos he tenido?- quiso saber. Ninguno, Excelencia- musitó el secretario con un hilo de voz. El político se quedó unos instantes pensativo y luego cabeceando ligeramente se volvió hacia su ayudante: ¡Joder, qué tropa!,- concluyó.
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