Frases sobre chiquillada

Una colección de frases y citas sobre el tema del chiquillada.

Frases sobre chiquillada

Virginia Woolf Foto

“[…] las cosas por las que se nos conoce son simples chiquilladas. Por debajo, todo está oscuro, todo se extiende, todo es insondablemente profundo; pero de cuando en cuando salimos a la superficie y por eso se nos conoce. A la señora Ramsay su horizonte le parecía no tener límites. Estaban todos los lugares que no había visto; las llanuras de la India; también se veía apartando la gruesa cortina de cuero de una iglesia romana. El núcleo de oscuridad podía ir a cualquier sitio, porque nadie lo veía. Nadie podía detenerlo, pensó, exultante. Allí estaba la libertad, allí estaba la paz, allí estaba —bien más precioso que ningún otro— la posibilidad de recogerse, de descansar sobre una plataforma de estabilidad. De acuerdo con su experiencia, nunca se encontraba descanso en tanto que uno mismo (aquí realizó una maniobra muy hábil con las agujas), pero sí como cuña de oscuridad. Al perder la personalidad se perdía la preocupación, la prisa, la agitación; y siempre le subía hasta los labios alguna exclamación para expresar su triunfo sobre la vida cuando las cosas confluían en aquella paz, aquel descanso, aquella eternidad; y, haciendo una pausa, volvió la vista para encontrarse con el destello del faro, el destello largo, el último de los tres, que era su destello; porque, siempre, al contemplar las cosas con aquel estado de ánimo a aquella hora del día, resultaba inevitable sentirse especialmente atraída por una de ellas; y aquella cosa, aquel destello largo, era su destello.”

To the Lighthouse

Isabel Allende Foto
Robert Walser Foto

“La verdad es que nunca he sido niño y por eso estoy convencido de que en mi quedará siempre un componente infantil. He crecido en edad y estatura, pero la esencia no ha variado. Hacer mataperradas me produce exactamente el mismo placer que hace años, aunque en realidad nunca llegué a hacer mataperradas. Una vez, de pequeño, le hice a mi hermano un agujero en la cabeza, pero aquello fue un incidente, no una mataperrada. Cierto es que he cometido miles de diabluras y chiquilladas, pero la idea me interesaba siempre más que la cosa en sí. Desde muy temprano fui descubriendo en todo, incluso en las mataperradas, un sentido profundo. No me he desarrollado. Esto, naturalmente, es sólo una idea mía. Tal vez nunca llegue a echar ramas ni hojas. De mi esencia y mis orígenes emanará algún día quién sabe qué perfume, me convertiré en flor y exhalaré un ligero aroma, como para mi propio placer, y luego inclinaré la cabeza, esa que Kraus denomina cabezota necia y presuntuosa. Mis brazos y mis piernas se irán debilitando extrañamente, mi espíritu, mi orgullo, mi carácter, todo, todo se quebrará y marchitará, y yo estaré muerto; bueno, no exactamente, muerto sólo en cierto modo, y tal vez siga viviendo y vegetando así durante sesenta años. Me haré viejo. Pero no me tengo ni me infundo miedo a mí mismo. Tampoco siento el menor respeto por mi Yo, me limito a mirarlo y él me deja totalmente frío. ¡Oh, entrar en calor! ¡Qué maravilla! Siempre seré capaz de entrar en calor, pues nada personal ni egoísta me impedirá jamás interesarme, apasionarme o ser partícipe. ¡Qué feliz soy de no poder descubrir nada digno de consideración o estima en mi persona! Ser humilde y seguir siéndolo. Y si alguna mano, una circunstancia, una ola me levantasen y llevasen hasta las alturas donde imperan el poder y la influencia, yo mismo destrozaría las circunstancias que me hubieran favorecido y me arrojaría a las tinieblas de lo bajo e insignificante. Sólo puedo respirar en las regiones inferiores.”

Jakob von Gunten
Variante: La verdad es que nunca he sido niño y por eso estoy convencido de que en mi quedará siempre un componente infantil. He crecido en edad y estatura, pero la esencia no ha variado. Hacer mataperradas me produce exactamente el mismo placer que hace años, aunque en realidad nunca llegué a hacer mataperradas. Una vez, de pequeño, le hice a mi hermano un agujero en la cabeza, pero aquello fue un incidente, no una mataperrada. Cierto es que he cometido miles de diabluras y chiquilladas, pero la idea me interesaba siempre más que la cosa en sí. Desde muy temprano fui descubriendo en todo, incluso en las mataperradas, un sentido profundo. No me he desarrollado. Esto, naturalmente, es sólo una idea mía. Tal vez nunca llegue a echar ramas ni hojas. De mi esencia y mis orígenes emanará algún día quién sabe qué perfume, me convertiré en flor y exhalaré un ligero aroma, como para mi propio placer, y luego inclinaré la cabeza, esa que Kraus denomina cabezota necia y presuntuosa. Mis brazos y mis piernas se irán debilitando extrañamente, mi espíritu, mi orgullo, mi carácter, todo, todo se quebrará y marchitará, y yo estaré muerto; bueno, no exactamente, muerto sólo en cierto modo, y ta}l vez siga viviendo y vegetando así durante sesenta años. Me haré viejo. Pero no me tengo ni me infundo miedo a mí mismo. Tampoco siento el menor respeto por mi Yo, me limito a mirarlo y él me deja totalmente frío. ¡Oh, entrar en calor! ¡Qué maravilla! Siempre seré capaz de entrar en calor, pues nada personal ni egoísta me impedirá jamás interesarme, apasionarme o ser partícipe. ¡Qué feliz soy de no poder descubrir nada digno de consideración o estima en mi persona! Ser humilde y seguir siéndolo. Y si alguna mano, una circunstancia, una ola me levantasen y llevasen hasta las alturas donde imperan el poder y la influencia, yo mismo destrozaría las circunstancias que me hubieran favorecido y me arrojaría a las tinieblas de lo bajo e insignificante. Sólo puedo respirar en las regiones inferiores.