
“Sobre los dioses no puedo saber ni que existen ni que no existen.”
Por este comienzo del libro fue desterrado conforme a la legalidad ateniense y quemaron sus libros en el ágora siendo confiscados, bajo la autoridad de un heraldo, a cada uno de sus propietarios.
Fuente: Diógenes Laercio, IX, 50-56.