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Luego de ser condenado a morir fusilado, exigiendo que no se le vendaran los ojos durante su ejecución.
Fuente: Agustín Agualongo y su tiempo. Volumen 61 de Biblioteca Banco Popular. 2ª edición. Editorial Banco Popular, 1974. p. 538.
“Sólo vale la pena vivir por lo que se está dispuesto a morir”
“No me mataréis como un cordero sólo moriré donde yo quiero.”