Frases de Héctor Aguilar Camín

“A veces la culpa quiere que aquel a quien se castiga decida su propia condena. Y no es infrecuente que el amor herido quiera ser herido de más.”

“Pienso que las dos versiones son ciertas, adversariamente verdaderas. Se contradicen sólo en el pasado impenetrable y nebuloso de donde surgen, pero se funden y se completan en la simultaneidad del presente, donde puedo entender que todos tenían razón y que la verdad no existe sino en la suma de las razones encontradas, pues la verdad es siempre el resto opaco de las cosas”

“El olvido es ahora la especialidad de su memoria.”

“También es la historia frecuente, a su manera canónica, del hombre que teme, que no quiere arrebatar lo suyo, que no quiere fricciones con los otros y está dispuesto a entregarse porque no está dispuesto a pelear. Miedo a pelear, el secreto mejor guardado de la masculinidad en trance de ser puesta a prueba, la renuncia previa a la victoria por miedo de pelear.”

“Sabemos que no hay inicios de los tiempos; los tiempos son un continuo que la memoria marca para darse un orden y otorgar un sentido a lo que no tiene sentido.”

“porque las mujeres quieren mucho tiempo después de que han dejado de respetar lo que quieren.”

“Quizá Héctor tiene dentro de sí la ilusión por excelencia del bien amado. El bien amado quiere seguirlo siendo: quiere agradar, no rozarse de más con el mundo. Adquiere tempranamente la costosa pasión de quedar bien, de no dar pleitos, de ser querido por todos. La piedra imán de este delirio es la creencia infantil de que el mundo será siempre pródigo con él, y de que lo que tiene no puede acabarse, pues vendrá otra buena oleada. Puede desperdiciar la que le llega, administrar la pérdida, incluso la desgracia, pues ni la desgracia ni la pérdida existen en el fondo para él.”

“Acaso la juventud es sólo eso: un trance de creer, un asentimiento a la promesa. Entonces todo es una promesa que el mundo ocupa luego con su verdad.”

“La caravana de prensa: el largo festejo de información y dinero con que la nación inventaba cada seis años a su presidente en la campaña presidencial. Siete u ocho meses para amplificar voz y voluntad, rostro y gestos del candidato, su inocencia en el desastre precedente, su patriotismo en el arreglo que vendrá, su paso triunfal por cada pueblo, registrado en cada periódico, en cada emisora radial, en cada pantalla televisiva, hasta formar con la suma la gran efigie mayor, nuevamente mitológica, del presidente de México.”

“La suerte se regala todos los días a las cinco de la mañana en el trabajo”.”