Ramiro Ledesma Ramos:
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Ramiro Ledesma Ramos era filósofo, escritor y político español.
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Ramiro Ledesma Ramos:
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“La política separatista se propone realizar sus fines en tres etapas. Una, la actual, encaramándose a los puestos de influencia en Cataluña y desde ellos educar al pueblo en los ideales traidores. Otra, intervenir en la gobernación de España, en el Poder central, con el propósito firme y exclusivo de debilitar, desmoralizar y hundir la unidad de nuestro pueblo. Por eso decíamos hace quince días, que no hay que prestar sólo atención a lo que los catalanes pretendan y quieran para Cataluña, sino más aún a lo que pretendan y quieran para España. Su segunda etapa consistirá, pues, en debilitar nuestro ejército, esclavizar nuestra economía, enlazar a sus intereses las rutas internacionales, propulsar los nacionalismos de las regiones haciéndoles desear más de lo que hoy desean, lograr, en fin, que un día su voluntad separatista no encuentre en el pueblo hispánico, hundido e inerme, la más leve protesta. La tercera etapa, cumplida en el momento oportuno, consistirá en la separación radical.”
“Hay dos Españas indudables en la pugna, a las que sólo el confusionismo puede hoy unir en la pelea. A un lado, la vieja España liberal, agotada y setentona, leguleya y miope, para quien las dificultades actuales se resuelven de plano en unas Cortes constituyentes. Enfrente está la España joven, nacida ya en el siglo XX, bien poco sensible a expansiones jurisperitas y retóricas. Fiel, por tanto, a su época, representada en su coraje y en sus puños. Los jóvenes serán comunistas o fascistas, no lo sabemos, pero sí auténticamente hispanos y actuales.”
“Una vez vencido el marxismo, las mayores dificultades se le presentan al fascista por el lado liberal, demoburgués, donde se apiñan, no esas pobres añoranzas de la libertad perdida, como pretenden los plumíferos llorones de la democracia, sino el frente oligárquico capitalista; es decir, los dueños de los grandes periódicos, los directores de los grandes Bancos, todos los magnates, en fin, que ofrece en sus diversas formas el gran capitalismo moderno. Generalmente, todos ellos se muestran partidarios de la democracia liberal, apetecen un régimen de libertad política. Pues son, en efecto, los representantes feudalistas, quienes equivalen en nuestra época al régimen feudal de los grandes señores antiguos, mostrándose hoy enemigos de la prepotencia y de la pujanza del Estado, como sus antecesores lo eran ayer de la soberanía de los monarcas. El fascismo sabe que la democracia parlamentaria es el régimen ideal para que predominen, del modo más descarado, las peores formas de feudalismo moderno.”