Citas sobre la amistad y las relaciones.

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“Aún hoy sé que en el mundo no hay nada más delicioso que una amistad leal y verdadera entre hombres.”

Hermann Hesse (1877–1962) literato alemán

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“Por medio de la intuición venceremos la hostilidad aparentemente irreductible que separa nuestra carne humana del metal de los motores.”

Filippo Tommaso Marinetti (1876–1944) poeta y editor

Fuente: "Manifiesto técnico de la literatura futurista", 11 de mayo de 1912.

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“No dejes crecer la hierba en el camino de la amistad.”

Platón (-427–-347 a.C.) filósofo griego clásico que creo la teoría de las ideas

Fuente: [Percy], Allan. Platón para soñadores (Genios para la vida cotidiana): Cápsulas de filosofía cotidiana para hacer realidad tus mejores ideas. Penguin Random House Grupo Editorial España, 2017. ISBN 9788466337526.

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“La amistad es un árbol que nos cobija.”

Samuel Taylor Coleridge (1772–1834) escritor inglés

Fuente: Citado en Swindoll, Charles R.Decirlo bien: Cómo conmover a otros con sus palabras. Editorial Patmos, 2017. ISBN 9781588029126.

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“La confidencia corrompe la amistad; el mucho contacto la consume; el respeto la conserva.”

Cicerón (-106–-43 a.C.) jurista, político, filósofo, escritor y orador romano
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“Si mi niña no se rebela, ella no seria mi niña”

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“El amor sin admiración sólo es amistad.”

George Sand (1804–1876) escritora francesa

Fuente: Ortega Blake, Arturo. El gran libro de las frases célebres. Editorial Penguin Random House Grupo Editorial México, 2013 ISBN 978-60-7311-631-2.

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“Mimi era una mujer encantadora y con un carácter que entonaba muy bien en las aficiones plásticas y poéticas de Rodolphe. Tenía veintidós años, era baja de estatura, menuda, mimosa. El rostro parecía el apunte de una cara aristocrática, pero los rasgos, bastante delicados y a los que parecía prestar un dulce resplandor el fulgor de los ojos azules y límpidos, tenían, en algunos momentos de contrariedad o de mal humor, un aspecto brutal, casi feroz, en el que un fisiólogo habría descubierto quizá el indicio de un hondo egoísmo o de una gran insensibilidad. Pero se le veía casi siempre un rostro adorable, de sonrisa joven y lozana, de mirada tierna o rebosante de imperiosa coquetería. La sangre joven le corría, cálida y rápida, por las venas y le teñía de tonos sonrosados la piel translúcida, blanca como las camelias. Aquella belleza enfermiza seducía a Rodolphe y, por las noches, pasaba con frecuencia muchas horas coronando de besos la frente pálida de su amante dormida, cuyos ojos húmedos y cansados brillaban, entornados, bajo la cortina de la espléndida cabellera morena. Pero lo que contribuyó a que Rodolphe se enamorase locamente de la señorita Mimi fueron sus manos, que, pese a los trabajos del hogar, sabía conservar más blancas que las de la diosa Ociosidad. Pero aquellas manos tan frágiles y tan bonitas, tan suaves bajo los labios que las acariciaban, aquellas manos de niña entre las que había depositado Rodolphe el corazón, otra vez en flor, aquellas manos blancas de la señorita Mimi no iban a tardar en mutilarle el corazón al poeta con sus uñas de color de rosa.”

Henri Murger (1822–1861) escritor francés

Escenas de la vida bohemia