
„Los directores de este tipo gritaban y maldecían a las orquestas, montaban escenas, amenazaban con despedir al clarinete principal por llegar tarde. Y la orquesta, obligada a aguantarlo, replicaba contando cosas a espaldas del director, historias que lo definían como un "auténtico personaje". Después llegaban a creer lo que creía este emperador de la batuta: que sólo tocaban bien porque los estaban azotando. Se apelotonaban en un rebaño masoquista, de vez en cuando soltaban un comentario irónico entre sí, pero esencialmente admiraban a su guía por su nobleza y su idealismo, por la meta que se había propuesto y su capacidad de visión, más amplia que la de quienes se limitaban a raspar y soplar delante de sus atriles. Por muy áspero que pudiese ser por necesidad cada cierto tiempo, el maestro era un gran dirigente al que debían seguir. Ahora, ¿quién continuaría negando que una orquesta era un microcosmos de la sociedad?“
— Julian Barnes, libro The Noise of Time
The Noise of Time