Simone de Beauvoir: Citas de tendencias (página 2)

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“En sí, la homosexualidad está tan limitada como la heterosexualidad: lo ideal sería ser capaz de amar a una mujer o a un hombre, a cualquier ser humano, sin sentir miedo, inhibición u obligación.”

Fuente: Mis padres no lo saben. Autores: Marce Rodríguez, Mariola Cubells. Editorial Penguin Random House Grupo Editorial España, 2010. ISBN 9788401390371. Capítulo XI.

“Es absolutamente imposible encarar problema humano alguno con una mente carente de prejuicios.”

Fuente: Los Grandes Escritores: Vidas, obras y estilos de los más influyentes autores de la historia. Autor y editor Borja Loma Barrie, 2017. https://books.google.es/books?id=0lsqDQAAQBAJ&pg=PT227&dq=Es+absolutamente+imposible+encarar+problema+humano+alguno+con+una+mente+carente+de+prejuicios&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwi5-9aF6cDfAhW2TxUIHXcLB8MQ6AEINDAC#v=onepage&q=Es%20absolutamente%20imposible%20encarar%20problema%20humano%20alguno%20con%20una%20mente%20carente%20de%20prejuicios&f=false

“La belleza es aún más difícil de explicar que la felicidad.”

Fuente: Katz, Mónica. Más que un cuerpo: Cómo descubrir tu verdadera belleza. Editorial Penguin Random House Grupo Editorial Argentina, 2015. ISBN 9789877351132.

“Las arrugas de la piel son ese algo indescriptible que procede del alma.”

Fuente: Diéguez García, Jesús. Los cuadernos del recuerdo. Editorial Vision Libros, 2018. ISBN 9788417405069. p. 67.
Fuente: El segundo sexo, dedicatoria.

“Las personas felices no tienen historia.”

Fuente: Gallotti, Alicia. El Arte de Ser Mujer. Ediciones Robinbook, 2008. ISBN 9788496746251. Página 23. https://books.google.es/books?id=nF2ocCmdppwC&pg=PA23&dq=Las+personas+felices+no+tienen+historia.+Simone+de+Beauvoir&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwiIxvmV78DfAhWBsXEKHdrGC2MQ6AEIOTAD#v=onepage&q=Las%20personas%20felices%20no%20tienen%20historia.%20Simone%20de%20Beauvoir&f=false

“Lo más escandaloso que tiene el escándalo es que uno se acostumbra.”

Fuente: Segundo Congreso Nacional Derechos Humanos: 22-23-24 de octubre de 1982, 1967-17 de junio-decimo quinto aniversario. Colaborador Asociación de Abogados Latinoamericanos para La Defensa de la Derechos Humanos. Editor Asociación de Abogados Latinoamericanos para la Defensa de los Derechos Humanos, Filial Paraguay, 1983. Página 57.

“Me parecía que la tierra no hubiera sido habitable si no hubiese tenido a nadie a quien admirar.”

Fuente: Estudios: Filosofía, historia, letras, números 83-85. Colaborador Instituto Tecnológico Autónomo de México. Departamento Académico de Estudios Generales. Editorial Departamento Académico de Estudios Generales, ITAM, 2007. p. 161.

“No hay muerte natural: nada de lo que sucede al hombre es natural puesto que su sola presencia pone en cuestión al mundo. La muerte es un accidente, y aún si los hombres la conocen y la aceptan, es una violencia indebida.”

Variante: No existe muerte natural: nada de lo que sucede al hombre es natural puesto que su sola presencia cuestiona al mundo. Todos los hombres son mortales: pero para todos los hombres la muerte es un accidente y, aunque la concozca y la acepte, es una violencia indebida.
Fuente: Une mort très douce (Una muerte muy dulce). Volumen 3 de Pocket Edhasa. Simone de Beauvoir. Traducido por María Helena Santillán. 2ª edición, reimpresa. Editorial Edhasa, 2003. ISBN 9788435015035.

“¿Qué es un adulto? Un niño inflado por la edad.”

Fuente: Ortega Blake, Arturo. El gran libro de las frases célebres. Editorial Penguin Random House Grupo Editorial México, 2013 ISBN 978-60-7311-631-2.

“A menudo me he interrogado sobre la razón y el sentido de mis rabietas. Creo que se explican en parte por una vitalidad fogosa y por un extremismo al cual nunca he renunciado del todo. Llevaba mis repugnancias hasta el vómito, mis deseos hasta la obsesión; un abismo separaba las cosas que me gustaban de las que no me gustaban. No podía aceptar con indiferencia la caída que me precipitaba de la plenitud al vacío, de la beatitud al horror; si la consideraba fatal, me resignaba; nunca me enojé contra un objeto. Pero me negaba a ceder a esa fuerza impalpable: las palabras; lo que me
sublevaba es que una frase lanzada al descuido: "Debes hacerlo… no debes hacerlo", arruinara en un instante mis empresas y mis alegrías. Lo
arbitrario de las órdenes y de las prohibiciones contra las que chocaba denunciaba su inconsistencia; ayer pelé un durazno: ¿por qué no esa ciruela?, ¿por qué dejar mis juegos justo en este minuto? En todas partes encontraba obligaciones, en ninguna parte su necesidad. En el corazón de la ley que me abrumaba con el implacable rigor de las piedras, yo entreveía
una ausencia vertiginosa: me sumergía en ese abismo, la boca desgarrada por gritos. Aferrándome al suelo, pataleando, oponía mi peso de carne al aéreo poder que me tiranizaba; lo obligaba a materializarse; me encerraban en un cuarto oscuro entre escobas y plumeros; entonces podía golpear con los pies y las manos en muros verdaderos, en vez de debatirme contra inasibles voluntades. Yo sabía que esa lucha era vana; desde el momento en que mamá me había sacado de las manos la ciruela sangrienta, en que Louise había guardado en su bolsa mi pala y mis moldes, yo estaba vencida; pero no me rendía. Cumplía el trabajo de la derrota. Mis sobresaltos, las lágrimas que me cegaban, quebraban el tiempo, borraban el espacio, abolían a la vez el objeto de mi deseo y los obstáculos que me separaban de él. Me hundía en la noche de la impotencia; ya nada quedaba salvo mi presencia desnuda y ella
explotaba en largos aullidos.”

Memoirs of a Dutiful Daughter
Variante: A menudo me he interrogado sobre la razón y el sentido de mis rabietas.
Creo que se explican en parte por una vitalidad fogosa y por un extremismo
al cual nunca he renunciado del todo. Llevaba mis repugnancias hasta el
vómito, mis deseos hasta la obsesión; un abismo separaba las cosas que me
gustaban de las que no me gustaban. No podía aceptar con indiferencia la
caída que me precipitaba de la plenitud al vacío, de la beatitud al horror;
si la consideraba fatal, me resignaba; nunca me enojé contra un objeto.
Pero me negaba a ceder a esa fuerza impalpable: las palabras; lo que me
sublevaba es que una frase lanzada al descuido: "Debes hacerlo... no debes
hacerlo", arruinara en un instante mis empresas y mis alegrías. Lo
arbitrario de las órdenes y de las prohibiciones contra las que chocaba
denunciaba su inconsistencia; ayer pelé un durazno: ¿por qué no esa
ciruela?, ¿por qué dejar mis juegos justo en este minuto? En todas partes
encontraba obligaciones, en ninguna parte su necesidad. En el corazón de la
ley que me abrumaba con el implacable rigor de las piedras, yo entreveía
una ausencia vertiginosa: me sumergía en ese abismo, la boca desgarrada por
gritos. Aferrándome al suelo, pataleando, oponía mi peso de carne al aéreo
poder que me tiranizaba; lo obligaba a materializarse; me encerraban en un
cuarto oscuro entre escobas y plumeros; entonces podía golpear con los pies
y las manos en muros verdaderos, en vez de debatirme contra inasibles
voluntades. Yo sabía que esa lucha era vana; desde el momento en que mamá
me había sacado de las manos la ciruela sangrienta, en que Louise había
guardado en su bolsa mi pala y mis moldes, yo estaba vencida; pero no me
rendía. Cumplía el trabajo de la derrota. Mis sobresaltos, las lágrimas que
me cegaban, quebraban el tiempo, borraban el espacio, abolían a la vez el
objeto de mi deseo y los obstáculos que me separaban de él. Me hundía en la
noche de la impotencia; ya nada quedaba salvo mi presencia desnuda y ella
explotaba en largos aullidos.