Frases de belleza
Una colección de frases y citas sobre el tema del belleza.
Temas relacionadosUn total de 549 citas de belleza, filtro:

„Saber apreciar la belleza no es lo mismo que sentir debilidad.“
— Suzanne Collins, libro En llamas
Catching Fire

„Mucha gente a lo largo de los siglos ha atribuido a Dios la belleza y la complejidad de la naturaleza que, en su tiempo, parecían no tener explicación científica. Pero así como Darwin y Wallace explicaron cómo el diseño aparentemente milagroso de las formas vivas podía aparecer sin la intervención de un Ser Supremo, el concepto de multiuniverso puede explicar el ajuste fino de las leyes físicas sin necesidad de un Creador benévolo que hiciera el universo para nuestro provecho.“
— Stephen Hawking, libro El gran diseño
The Grand Design

„Y Sadie… todo sirve a un propósito. Nos lo enseñaste tú. Nosotros elegimos creer en la Maat. Creamos orden a partir del caos, belleza y sentido a partir del feo azar. En eso consiste Egipto. Por eso su nombre, su ren, sobrevive a los milenios. Si nos desesperamos, triunfa el caos.“
— Rick Riordan, libro La pirámide roja
The Red Pyramid

„Los amantes y los locos tienen desbocado el seso, y son dados a forjar fantasías que abarcan más de lo que la razon alcanza a comprender.
El lunático, el amante y el poeta, nada son sino imaginación. El uno ve más diablos que lo que el vasto infierno puede contener: ése es el loco. El amante, con parejo frenesí, ve la belleza de Helena en una ceja de gitana. El ojo del poeta, inmerso en su furor divino, Pasea la mirada del cielo a la tierra, y de la tierra al cielo, y cuando la imaginación da cuerpo a cosas desconocidas, su pluma las convierte en formas, y de la nada aérea sale un lugar de habitación y hasta un nombre.
Son tantas las trampas que pone la imaginación febril que si llegare a suponer una alegría imaginará una fuente para dicha alegría; o si en la noche temiere algún daño, la primera zarza le parecerá un oso.“
— William Shakespeare, El sueño de una noche de verano
Sueño de una noche de verano

„El camino no elegido Dos caminos divergieron en un bosque dorado, y yo sufrí por no poder viajar por ambos. Siendo un viajero solitario, permanecí ahí por un largo rato y miré por uno lo más lejos y con algo de arrebato, hasta donde se sesgaba en la espesura. Pero luego tomé el otro, igual al primero en belleza, y me parece que tal vez elegí con certeza, porque en él la hierba era tupida y anhelaba ser pisada a pesar de que en aquella encrucijada, el paso de otros los había desgastado casi de la misma forma. Y aquella mañana los dos yacían casi igual, a las hojas el paso no las había ennegrecido de forma total. ¡Pero dejé el primero para otro día! Y sabiendo cómo el camino nos lleva por la vida, dudé si alguna vez regresaría. Diré esto con un suspiro a siglos y siglos del camino; dos caminos se separaron en un bosque, y yo… yo tomé el menos transitado, y eso hizo toda la diferencia.“
— Robert Kiyosaki 1947
Padre rico. Padre pobre (Nueva edición actualizada). Qué les enseñan los ricos a sus hijos acerca del dinero, ¡que los pobres y la clase media no!

„No quiero la belleza, quiero la identidad.“
— Clarice Lispector escritora ucraniana-brasileña 1920 - 1977

„Si la razón, hija del cielo, pudiera opinar de belleza, la única fealdad sería la enfermedad. F-759“
— Georg Christoph Lichtenberg científico y escritor alemán 1742 - 1799
Fuente: Aforismos.

„Cuando volví a verlo, cuando iniciamos esta segunda amistad que espero no terminará ya nunca, dejé de pensar en toda forma de ataque. Quedó resuelto que no le hablaría jamás de Inés ni del pasado y que, en silencio, yo mantendría todo aquello viviente dentro de mí. Nada más que esto hago, casi todas las tardes, frente a Roberto y las caras familiares del café. Mi odio se conservará cálido y nuevo mientras pueda seguir viviendo y escuchando a Roberto; nadie sabe de mi venganza, pero la vivo, gozosa y enfurecida, un día y otro. Hablo con él, sonrío, fumo, tomo café. Todo el tiempo pensando en Bob, en su pureza, su fe, en la audacia de sus pasados sueños. Pensando en el Bob que amaba la música, en el Bob que planeaba ennoblecer la vida de los hombres construyendo una ciudad de enceguecedora belleza para cinco millones de habitantes, a lo largo de la costa del río; el Bob que no podía mentir nunca; el Bob que proclamaba la lucha de los jóvenes contra los viejos, el Bob dueño del futuro y del mundo. Pensando minucioso y plácido en todo eso frente al hombre de dedos sucios de tabaco llamado Roberto, que lleva una vida grotesca, trabajando en cualquier hedionda oficina, casado con una mujer a quien nombra “mi señora”; el hombre que se pasa estos largos domingos hundido en el asiento del café, examinando diarios y jugando a las carreras por teléfono.
Nadie amó a mujer alguna con la fuerza con que yo amo su ruindad, su definitiva manera de estar hundido en la sucia vida de los hombres. Nadie se arrobó de amor como yo lo hago ante sus fugaces sobresaltos, los proyectos sin convicción que un destruido y lejano Bob le dicta algunas veces y que sólo sirven para que mida con exactitud hasta donde está emporcado para siempre.
No sé si nunca en el pasado he dado la bienvenida a Inés con tanta alegría y amor como diariamente le doy la bienvenida a Bob al tenebroso y maloliente mundo de los adultos. Es todavía un recién llegado y de vez en cuando sufre sus crisis de nostalgia. Lo he visto lloroso y borracho, insultándose y jurando el inminente regreso a los días de Bob. Puedo asegurar que entonces mi corazón desborda de amor y se hace sensible y cariñoso como el de una madre. En el fondo sé que no se irá nunca porque no tiene sitio donde ir; pero me hago delicado y paciente y trato de conformarlo. Como ese puñado de tierra natal, o esas fotografías de calles y monumentos, o las canciones que gustan traer consigo los inmigrantes, voy construyendo para él planes, creencias y mañanas distintos que tienen luz y el sabor del país de juventud de donde él llegó hace un tiempo. Y él acepta; protesta siempre para que yo redoble mis promesas, pero termina por decir que sí, acaba por muequear una sonrisa creyendo que algún día habrá de regresar al mundo de las horas de Bob y queda en paz en medio de sus treinta años, moviéndose sin disgusto ni tropiezo entre los cadáveres pavorosos de las antiguas ambiciones, las formas repulsivas de los sueños que se fueron gastando bajo la presión distraída y constante de tantos miles de pies inevitables.“
— Juan Carlos Onetti Escritor uruguayo 1909 - 1994
Cuentos completos

„En la "mujer interesante", la belleza es secundaria, irrelevante y así mismo, indeseable. La belleza interesa en los primeros quince días; y muere enseguida, en un insoportable aburrimiento visual. Seria necesario que alguien fuese, de mujer en mujer, anunciando: - "Ser linda no interesa. Se interesante!“
— Nélson Rodrigues 1912 - 1980

„El amor es siempre tímido ante la belleza, al paso que la belleza anda siempre detrás del amor.“
— Gibran Jalil Gibran poeta libanés 1883 - 1931
Fuente: [Sarmiento], J. M. Mil y un frases célebres. Planet House Editorials, 2016.

„La geografía me impide estar con ustedes, pero mi abrazo sí puede, y aquí va. Celebro la publicación de esta obra que confirma, una vez más, tu voluntad de justicia y tu voluntad de belleza.
Y confirma que vos sos dos en uno, el artista y el político que dentro tuyo existen, crean, charlan y muchas veces se pelean, porque no es nada fácil la vida en pareja y mucho menos cuando la pareja habita un solo cuerpo.
No es nada cómodo vivir así, ya sé, pero aguantate, qué más remedio, y además me consta que te gusta esa pelea simultánea por la solidaridad y contra la mediocridad.
La hinchada, agradecida.
Dedicatoria de Eduardo Galeano a Pino Solanas por su libro Causa Sur:“
— Eduardo Galeano escritor uruguayo 1940 - 2015

„No veo la miseria que hay, sino la belleza que aún queda.“
— Anne Frank víctima del Holocausto y autora de un diario 1929 - 1945

„En una bandada de blancas palomas, un cuervo negro añade más belleza incluso que el candor de un cisne.“
— Giovanni Boccaccio escritor y humanista italiano 1313 - 1375

„(…) Vivimos en una sociedad sombría. Lograr el éxito, ésta es la enseñanza que, gota a gota, cae de la corrupción a plomo sobre nosotros.
Digamos, sin embargo, que eso que se llama éxito es algo bastante feo. Su falso parecido con el mérito engaña a los hombres. Para la muchedumbre, el triunfo tiene casi el mismo aspecto que la supremacía. El éxito, este artificio del talento, tiene una víctima a quien engañar: la historia. Juvenal y Tácito son los únicos que protestan. En nuestros días, ha entrado como sirviente en casa del éxito una filosofía casi oficial, que lleva la librea de su amo y le rinde homenaje en la antecámara. Hay que tener éxito: ésa es la teoría. La prosperidad supone capacidad. Ganen la lotería y ya serán capaces. El que triunfa es objeto de veneración. Todo consiste en nacer de pie. Tengan suerte, lo demás ya llegará; sean felices, y los considerarán grandes. Fuera de cinco o seis excepciones importantes, que constituyen la luz de un siglo, la admiración contemporánea no es más que miopía. Lo dorado es considerado oro. No importa ser un cualquiera, si se llega el primero. El vulgo es un viejo Narciso que se adora a sí mismo y que celebra todo lo vulgar. Esa facultad enorme, por la cual el hombre se convierte en Moisés, Esquilo, Dante, Migue Ángel o Napoleón, la multitud la concede por unanimidad y por aclamación a quien logra su objetivo, sea quien fuere. Que un notario se transforme en diputado; que un falso Corneille haga el Tiridate; que un eunuco llegue a poseer un harén; que un militar adocenado gane por casualidad la batalla decisiva de una época; que un boticario invente las suelas de cartón para el ejército del Sambre-et-Meuse y obtenga, con aquel cartón vendido como cuero, una renta de cuatrocientos mil francos; que un buhonero contraiga matrimonio con la usura, y tenga de ella por hijos siete y ocho millones, de los cuales él es el padre y ella, la madre; que un predicador llegue a obispo por la gracia de ser gangoso; que un intendente de buena casa, al dejar el servicio, sea tan rico que lo nombren ministro de Hacienda; no importa: los hombres llaman a eso Genio, tal como Belleza a la figura de Mousqueton, y Majestad al talante de Claudio, confundiendo así con las constelaciones del abismo las huellas estrelladas que dejan en el lodo blando las patas de los gansos.“
— Victor Hugo, libro Los miserables
Les Misérables

„Porque posee usted la más maravillosa juventud, y la juventud es lo más precioso que se puede poseer.
–No lo siento yo así, lord Henry.
–No; no lo siente ahora. Pero algún día, cuando sea viejo y feo y esté lleno de arrugas, cuando los pensamientos le hayan marcado la frente con sus pliegues y la pasión le haya quemado los labios con sus odiosas brasas, lo sentirá, y lo sentirá terriblemente. Ahora, dondequiera que vaya, seduce a todo el mundo. ¿Será siempre así?… Posee usted un rostro extraordinariamente agraciado, señor Gray. No frunza el ceño. Es cierto. Y la belleza es una manifestación de genio; está incluso por encima del genio, puesto que no necesita explicación. Es uno de los grandes dones de la naturaleza, como la luz del sol, o la primavera, o el reflejo en aguas oscuras de esa concha de plata a la que llamamos luna. No admite discusión. Tiene un derecho divino de soberanía. Convierte en príncipes a quienes la poseen. ¿Se sonríe? ¡Ah! Cuando la haya perdido no sonreirá… La gente dice a veces que la belleza es sólo superficial. Tal vez. Pero, al menos, no es tan superficial como el pensamiento. Para mí la belleza es la maravilla de las maravillas. Tan sólo las personas superficiales no juzgan por las apariencias. El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo que no se ve… Sí, señor Gray, los dioses han sido buenos con usted. Pero lo que los dioses dan, también lo quitan, y muy pronto. Sólo dispone de unos pocos años en los que vivir de verdad, perfectamente y con plenitud. Cuando se le acabe la juventud desaparecerá la belleza, y entonces descubrirá de repente que ya no le quedan más triunfos, o habrá de contentarse con unos triunfos insignificantes que el recuerdo de su pasado esplendor hará más amargos que las derrotas. Cada mes que expira lo acerca un poco más a algo terrible. El tiempo tiene celos de usted, y lucha contra sus lirios y sus rosas. Se volverá cetrino, se le hundirán las mejillas y sus ojos perderán el brillo. Sufrirá horriblemente… ¡Ah! Disfrute plenamente de la juventud mientras la posee. No despilfarre el oro de sus días escuchando a gente aburrida, tratando de redimir a los fracasados sin esperanza, ni entregando su vida a los ignorantes, los anodinos y los vulgares. Ésos son los objetivos enfermizos, las falsas ideas de nuestra época. ¡Viva! ¡Viva la vida maravillosa que le pertenece! No deje que nada se pierda. Esté siempre a la busca de nuevas sensaciones. No tenga miedo de nada… Un nuevo hedonismo: eso es lo que nuestro siglo necesita. Usted puede ser su símbolo visible. Dada su personalidad, no hay nada que no pueda hacer. El mundo le pertenece durante una temporada… En el momento en que lo he visto he comprendido que no se daba usted cuenta en absoluto de lo que realmente es, de lo que realmente puede ser. Había en usted tantas cosas que me encantaban que he sentido la necesidad de hablarle un poco de usted. He pensado en la tragedia que sería malgastar lo que posee. Porque su juventud no durará mucho, demasiado poco, a decir verdad. Las flores sencillas del campo se marchitan, pero florecen de nuevo. Las flores del codeso serán tan amarillas el próximo junio como ahora. Dentro de un mes habrá estrellas moradas en las clemátides y, año tras año, la verde noche de sus hojas sostendrá sus flores moradas. Pero nosotros nunca recuperamos nuestra juventud. El pulso alegre que late en nosotros cuando tenemos veinte años se vuelve perezoso con el paso del tiempo. Nos fallan las extremidades, nuestros sentidos se deterioran. Nos convertimos en espantosas marionetas, obsesionados por el recuerdo de las pasiones que nos asustaron en demasía, y el de las exquisitas tentaciones a las que no tuvimos el valor de sucumbir. ¡Juventud! ¡Juventud! ¡No hay absolutamente nada en el mundo excepto la juventud!“
— Oscar Wilde, libro El retrato de Dorian Gray
The Picture of Dorian Gray