“Ella se marchó y la frialdad de la partida fue su regalo final. Lo haría con una hojuela de obsidiana. Él mismo le había enseñado cómo. Más afilada que el acero. El borde de un grosor de átomo. Y ella llevaba razón. No había argumentos. Innumerables noches pasadas en vela debatiendo los pros y los contras de la autodestrucción con la seriedad de unos filósofos encadenados al muro de un manicomio. Por la mañana el chico no dijo nada de nada y cuando tuvieron el equipaje hecho y estuvieron listos para echarse a la carretera se volvió y miró hacia donde habían acampado la víspera y dijo: Se ha marchado, ¿verdad? Y él dijo: Sí.”

The Road

Última actualización 21 de mayo de 2020. Historia

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“Levántate. Tengo tres cosas para ti. Es lo justo.
Me puse en pie y Auri me tendió una cosa envuelta en un trozo de tela. Era una vela gruesa que olía a lavanda.
—¿Qué hay dentro? —pregunté.
—Sueños felices. Los he puesto ahí para ti.
Di vueltas a la vela en mis manos, y una sospecha empezó a formarse en mi mente.
—¿La has hecho tú misma?
Auri asintió con la cabeza y sonrió feliz.
—Sí. Soy tremendamente lista.
Me guardé la vela con cuidado en uno de los bolsillos de la capa.
—Gracias, Auri.
—Ahora —dijo ella poniéndose seria— cierra los ojos y agáchate para que pueda darte tu segundo regalo.
Cerré los ojos, desconcertado, y me doblé por la cintura preguntándome si también me habría hecho un sombrero.
Noté las manos de Auri a ambos lados de mi cara, y entonces me dio un beso suave y delicado en la frente.
Abrí los ojos, sorprendido. Pero Auri ya se había apartado varios pasos, y, nerviosa, se cogía las manos detrás de la espalda. No se me ocurrió nada que decir.
Auri dio un paso adelante.
—Eres especial para mí —dijo con seriedad y con gesto grave—. Quiero que sepas que siempre cuidaré de ti. —Estiró un brazo, vacilante, y me secó las mejillas—. No, nada de eso esta noche.
»Este es tu tercer regalo. Si te van mal las cosas, puedes quedarte conmigo en la Subrealidad. Es un sitio agradable, y allí estarás a salvo.
—Gracias, Auri —dije en cuanto pude—. Tú también eres especial para mí.
—Claro —dijo ella con naturalidad—. Soy adorable como la luna.”

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“una muchacha en llamas al borde de la noche.”

Alejandra Pizarnik (1936–1972) poeta argentina

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