“¿Será, entonces, que pertenezco a los cielos?
¿Por qué, si no, persistirían los cielos
en clavar en mí su azul mirada,
instándome, y a mi mente, a subir
cada vez más, a penetrar en la bóveda celeste,
tirando de mí sin cesar hacia unas alturas
muy por encima de los humanos?
¿Por qué, cuando se ha estudiado a fondo el equilibrio y se ha calculado el vuelo hasta sus últimos detalles de manera a eliminar todo elemento aberrante:
por qué, con todo, ese afán de remontarse
ha de parecer, en sí mismo, tan próximo a la locura?”