“Parábola de la inconstante

Antes cuando me hablaba de mí misma, decía:
Si yo soy lo que soy
Y dejo que en mi cuerpo, que en mis años
Suceda ese proceso
Que la semilla le permite al árbol
Y la piedra a la estatua, seré la plenitud.

Y acaso era verdad. Una verdad.

Pero ay, amanecía dócil como la hiedra
A asirme a una pared como el enamorado
Se ase del otro con sus juramentos.

Y luego yo esparcía a mi alrededor, erguida
En solidez de roble,
La rumorosa soledad, la sombra
Hospitalaria y daba al caminante
-A su cuchillo agudo de memoria-
El testimonio fiel de mi corteza.

Mi actitud era a veces el reposo
Y otras el arrebato,
La gracia o el furor, siempre los dos contrarios
Prontos a aniquilarse
Y a emerger de las ruinas del vencido.

Cada hora suplantaba a alguno; cada hora
Me iba de algún mesón desmantelado
En el que no encontré ni una mala bujía
Y en el que no me fue posible dejar nada.

Usurpaba los nombres, me coronaba de ellos
Para arrojar después, lejos de mi, el despojo.

Heme aquí, ya al final, y todavía
No sé qué cara le daré a la muerte.”

Última actualización 18 de enero de 2019. Historia

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“Nuestra alma no es por sí misma inmortal, sino mortal. Pero es también capaz de la inmortalidad. Si no conoce la verdad, muere y se disuelve con el cuerpo, pero resucita luego y juntamente con el cuerpo, en la consumación del mundo, para recibir como castigo una muerte inmortal.”

Taciano (120–180) escritor sirio

Sin fuentes
La explicación que ofrece referente al alma resulta confusa. No está muy claro qué quiso indicar con tales palabras. Posiblemente al tiempo que se aferraba a algunas doctrinas bíblicas, trataba también de ganarse las simpatías de sus contemporáneos con ideas filosóficas paganas.

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