Frases sobre explotador

Una colección de frases y citas sobre el tema del explotador, explotado, gobierno, hombre.

Frases sobre explotador

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“Ahora la palabra indio me parece que ya tiene un sustento más justo, un contenido más justo; indio ya quiere decir hombre, económica y socialmente explotado y, en ese sentido, no solamente todos somos indigenistas en el Perú, todos somos indios de un pequeño grupo de explotadores”

José María Arguedas (1911–1969) escritor y antropólogo peruano

Encuentro de Narradores Peruanos, 1968
Fuente: [Arguedas, José María] y otros. Primer Encuentro de Narradores Peruanos. Latinoamérica Editores. Lima 1968. Op. Cit. Pág. 243.

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“Pedir que este Gobierno concluya una paz democrática equivale a predicar virtud al explotador de un burdel.”

Lenin (1870–1924) político ruso, teórico comunista, líder de la facción bolchevique del Partido Obrero Socialdemócrata de Rus…

12 de marzo de 1917.

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“Pero aún rechazando la autoridad absoluta, universal e infalible de los hombres de ciencia, nos inclinamos voluntariamente ante la autoridad respetable, pero relativa, muy pasajera, muy restringida, de los representantes de las ciencias especiales, no exigiendo nada mejor que consultarlos en cada caso, y muy reconocidos por las indicaciones preciosas que quieran darnos, a condición de que ellos quieran recibirlas de nosotros sobre cosas y en ocasiones en que somos más sabios que ellos; y en general, no pedimos nada mejor que ver a los hombres dotados de un gran saber, de una gran experiencia, de un gran espíritu y de un gran corazón sobre todo, ejercer sobre nosotros una influencia natural y legítima, libremente aceptada, y nunca impuesta en nombre de alguna autoridad oficial cualquiera que sea, terrestre o celeste. Aceptamos todas las autoridades naturales, y todas las influencias de hecho, ninguna de derecho, y como tal oficialmente impuesta, al convertirse pronto en una opresión y en una mentira, nos impondría infaliblemente, como creo haberlo demostrado suficientemente, la esclavitud y el absurdo. En una palabra, rechazamos toda legislación, toda autoridad y toda influencia privilegiadas, patentadas, oficiales y legales, aunque salgan del sufragio universal, convencidos de que no podrán actuar sino en provecho de una minoría dominante y explotadora, contra los intereses de la inmensa mayoría sometida. He aquí en qué sentido somos realmente anarquistas.”

Citas de sus libros, Dios y el estado
Fuente: Sobre la ciencia. https://books.google.es/books?id=lZuxDQAAQBAJ&pg=PT22&dq=Pero+a%C3%BAn+rechazando+la+autoridad+absoluta,+universal+e+infalible+de+los+hombres+de+ciencia,+nos+inclinamos+voluntariamente+ante+la+autoridad+respetable,+pero+relativa,+muy+pasajera,+muy+restringida&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwjVmvqS847gAhVBUxoKHatUA_sQ6AEIKDAA#v=onepage&q=Pero%20a%C3%BAn%20rechazando%20la%20autoridad%20absoluta%2C%20universal%20e%20infalible%20de%20los%20hombres%20de%20ciencia%2C%20nos%20inclinamos%20voluntariamente%20ante%20la%20autoridad%20respetable%2C%20pero%20relativa%2C%20muy%20pasajera%2C%20muy%20restringida&f=false

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“No hay tercera posición entre explotadores y explotados.”

Mario Roberto Santucho (1936–1976) Guerrillero de ideología marxista argentino.

En referencia a la "tercera posición" de Juan Perón.

Piotr Kropotkin Foto
Piotr Kropotkin Foto

“Nos vamos pareciendo a Israel: dos naciones en un mismo territorio, una explotadora y la otra explotada.”

comentario respecto a la desigualdad imperante en México.

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“Hoy esos hombres y mujeres van a Tailandia, a Filipinas, a Botswana, a Bolivia y a cualquier parte donde esperan encontrar gentes que necesitan con desesperación un trabajo. Van a esos países con la intención deliberada de explotar a los desdichados, a seres que tienen hijos desnutridos o famélicos, que viven en barrios de chabolas y que han perdido toda esperanza de una vida mejor; que incluso han dejado de soñar en un futuro. Esos hombres y mujeres salen de sus fastuosos despachos de Manhattan, de San Francisco o de Chicago, se desplazan entre los continentes y los océanos en lujosos jets, se alojan en hoteles de primera categoría y se agasajan en los mejores restaurantes que esos países puedan ofrecer. Luego salen a buscar gente desesperada.
Son los negreros de nuestra época. Pero ya no tienen necesidad de aventurarse en las selvas de África en busca de ejemplares robustos para venderlos al mejor postor en las subastas de Charleston, Cartagena o La Habana. Simplemente reclutan a esos desesperados y construyen una fábrica que confeccione las cazadoras, los pantalones vaqueros, las zapatillas deportivas, las piezas de automoción, los componentes para ordenadores y los demás miles de artículos que aquéllos saben colocar en los mercados de su elección. O tal vez prefieren no ser los dueños de esas fábricas, sino que se limitan a contratar con los negociantes locales, que harán el trabajo sucio por ellos.
Esos hombres y mujeres se consideran gente honrada. Regresan a sus países con fotografías de lugares pintorescos y de antiguas ruinas, para enseñárselas a sus hijos. Asisten a seminarios en donde se dan mutuas palmadas en las espaldas e intercambian consejos sobre cómo burlar las arbitrariedades aduaneras de aquellos exóticos países. Sus jefes contratan abogados que les aseguran la perfecta legalidad de lo que ellos y ellas están haciendo. Y tienen a su disposición un cuadro de psicoterapeutas y otros expertos en recursos humanos, para que les ayuden a persuadirse de que, en realidad, están ayudando a esas gentes desesperadas.
El esclavista a la antigua usanza se decía a sí mismo que su comercio trataba con una especie no del todo humana, a cuyos individuos ofrecía la oportunidad de convertirse al cristianismo. Al mismo tiempo, entendía que los esclavos eran indispensables para la supervivencia de su propia sociedad, de cuya economía constituían el fundamento. El esclavista moderno se convence a sí mismo (o a sí misma) de que es mejor para los desesperados ganar un dólar al día que no ganar absolutamente nada. Y además se les ofrece la oportunidad de integrarse en la más amplia comunidad global. Él o ella también comprenden que esos desesperados son esenciales para la supervivencia de sus compañías, y que son los fundamentos del nivel de vida que sus explotadores disfrutan. Nunca se detienen a reflexionar sobre las consecuencias más amplias de lo que ellos y ellas, su nivel de vida y el sistema económico en que todo eso se asienta están haciéndole al planeta, ni sobre cómo, finalmente, todo eso repercutirá en el porvenir de sus propios hijos.”

Confesiones de un gángster económico

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