Frases sobre huésped

Una colección de frases y citas sobre el tema del huésped, muerte, hombres, hombre.

Frases sobre huésped

Catón el Joven Foto
Barbara Ward Foto

“Nos hemos olvidado de ser buenos huéspedes, de cómo caminar ligeramente sobre la Tierra como hacen sus otras criaturas.”

ref. incompleta
Fuente: Barbara Ward: The Stockholm Conference: Only One Earth (1972), 24.

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“Los vicios vienen como pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan como amos.”

Confucio (-551–-479 a.C.) filósofo chino

Citas sin referencias
Fuente: [Palomo Triguero], Eduardo. Cita-logía. Editorial Punto Rojo Libros, S.L. ISBN 978-84-16068-10-4, p. 289.

Patrick Rothfuss Foto

“Volvía a ser de noche. En la posada Roca de Guía reinaba el silencio, un silencio triple.
El primer silencio era una calma hueca y resonante, constituida por las cosas que faltaban. Si hubiera habido caballos en los establos, estos habrían piafado y mascado y lo habrían hecho pedazos. Si hubiera habido gente en la posada, aunque solo fuera un puñado de huéspedes que pasaran allí la noche, su agitada respiración y sus ronquidos habrían derretido el silencio como una cálida brisa primaveral. Si hubiera habido música… pero no, claro que no había música. De hecho, no había ninguna de esas cosas, y por eso persistía el silencio.
En la posada Roca de Guía, un hombre yacía acurrucado en su mullida y aromática cama. Esperaba el sueño con los ojos abiertos en la oscuridad, inmóvil. Eso añadía un pequeño y asustado silencio al otro silencio, hueco y mayor. Componían una especie de aleación, una segunda voz.
El tercer silencio no era fácil reconocerlo. Si pasabas una hora escuchando, quizá empezaras a notarlo en las gruesas paredes de piedra de la vacía taberna y en el metal, gris y mate, de la espada que colgaba detrás de la barra. Estaba en la débil luz de la vela que alumbraba una habitación del piso de arriba con sombras danzarinas. Estaba en el desorden de unas hojas arrugadas que se habían quedado encima de un escritorio. Y estaba en las manos del hombre allí sentado, ignorando deliberadamente las hojas que había escrito y que había tirado mucho tiempo atrás.
El hombre tenía el pelo rojo como el fuego. Sus ojos eran oscuros y distantes, y se movía con la sutil certeza de quienes saben muchas cosas.
La posada Roca de Guía era suya, y también era suyo el tercer silencio. Así debía ser, pues ese era el mayor de los tres silencios, y envolvía a los otros dos. Era profundo y ancho como el final del otoño. Era grande y pesado como una gran roca alisada por la erosión de las aguas de un río. Era un sonido paciente e impasible como el de las flores cortadas; el silencio de un hombre que espera la muerte.”

The Name of the Wind

Amin Maalouf Foto

“No somos huéspedes en este planeta, nos pertenece tanto como pertenecemos a él, su pasado nos pertenece, como su futuro.”

Original: «We are not guests on this planet, it belongs to us as much as we belong to it, its past belongs to us, as does its future»
Fuente: The first century after Beatrice. Autores Amin Maalouf, Dorothy S. Blair. Editorial George Braziller, 1995. ISBN 9780807613429. Página 47.

“La inmigración es la forma más innoble de dar respuesta al gesto maternal de nuestra bondadosa Pachamama que nos ofrece alimento y vivienda sin atender a líneas fronterizas, al color de piel o credo de sus huéspedes.”

Fuente: "Lecciones y moralejas por escrito en gotas de cariño".
Pinceladas con poesía, con pedagogía, con filantropía por la vida.
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“Los soberanos huéspedes de ojos llenos de destino.”

Novalis (1772–1801) poeta alemán

Sin fuentes

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Rafael Argullol Foto

“En 1794 el escritor saboyano, aunque ruso de adopción, Xavier de Maistre escribió un delicioso relato, Viaje alrededor de mi habitación, en el que se describe de modo autobiográfico la vida de un oficial que, obligado por una convalecencia a permanecer 42 días encerrado en su cuarto, viaja con su imaginación por un territorio riquísimo en referencias y en pensamientos. El protagonista del texto es un verdadero cosmopolita, un ciudadano del mundo en el sentido literal, a pesar de que está recluido entre cuatro paredes. Me acuerdo con frecuencia del libro de Xavier de Maistre cuando escucho los balances que muchos hacen de sus travesías del mapamundi en viajes organizados, y en los que se plantea una situación inversa a la del argumento literario de aquél: recorren vastos espacios pero su imaginación —o su falta de imaginación— los atrapa en un territorio pobrísimo, tanto en referencias como en pensamientos. Consumen grandes cantidades de kilómetros aunque, como viajeros, atesoran una escasa experiencia de sus viajes. Son, por así decirlo, la vanguardia de los provincianos globales y, en ningún caso, al contrario del oficial convaleciente de Xavier de Maistre, son cosmopolitas ni aspiran a serlo.

El provinciano global es una figura representativa de una época, la nuestra, que empuja al cosmopolita hacia una suerte de clandestinidad. El cosmopolita, personaje en extinción, o quizá provisionalmente retirado a las catacumbas del espíritu, es alguien que desea habitar la complejidad del mundo. Es un amante de la diferencia, ansioso siempre de explorar lo múltiple y lo desconocido para volver a casa, si es que vuelve, con el bagaje de los sucesivos saberes que ha adquirido. El cosmopolita, al no soportar la excesiva claustrofobia de la identidad propia, busca en el espacio absorto de lo ajeno aquello que pueda enriquecer su origen y sus raíces. El hijo pródigo de la parábola bíblica encarna a la perfección ese anhelo: el conocimiento de los otros es finalmente el conocimiento de uno mismo. El cosmopolita quiere saber.

El provinciano global quiere acumular mientras, simultáneamente, elimina o aplana las diferencias. Hay muchos signos en nuestro tiempo que señalan en esa dirección, sin que se adivine cómo el que todavía posee la vieja alma del cosmopolita pueda oponerse. Por su espectacularidad y por su carácter reciente el turismo de masas es, sin duda, uno de esos signos. Cada vez se elevan más voces proclamando el carácter pandémico de un fenómeno que, paradójicamente, en sus inicios se consideró liberador porque el igualitarismo del viaje parecía la continuación lógica de la creencia ilustrada en el igualitarismo de la educación. Sin embargo, cualquiera que se pasee por las antiguas ciudades europeas o, con otra perspectiva, por las zonas aún consideradas exóticas del planeta, puede percibir con facilidad el alcance de una plaga que está solo en sus comienzos. Los centros históricos de las urbes ya son casi todos idénticos, como idénticos son los resorts en los que se albergan los huéspedes de los cinco continentes. La diferencia ha sido aplastada, dando lugar al horizonte por el que se mueve con comodidad el provinciano global.”

Rafael Argullol (1949) Escritor
Alberto Vázquez-Figueroa Foto

“— ¡Capitán…! ¡Capitán…! ¿Qué broma es ésta? ¿Dónde se han metido?
Una sombra oscura nació de entre las sombras de la cocina. Era un targuí alto, muy delgado, con un oscuro "lithan" cubriéndole el rostro, un fusil en una mano y una larga espada en la otra.
Se detuvo bajo el porche.
— Están muertos -dijo.
Le observó incrédulo.
— ¿Muertos…? -repitió estúpidamente-. ¿Todos…?
— Todos.
— ¿Quién los mató?
— Yo.
Se aproximó sin dar crédito a lo que estaba oyendo.
— ¿Tú…? -inquirió agitando la cabeza como para desechar la idea-.
¿Pretendes decirme que tú, sin ayuda de nadie, has matado a doce soldados, un sargento y un oficial…?
Asintió con naturalidad:
— Dormían.
Abdul-el-Kebir, que había visto morir a miles de personas, que había ordenado ejecutar a muchas, y que aborrecía a todos y cada uno de sus carceleros, experimentó sin embargo una insoportable sensación de angustia y vacío en la boca del estómago, y se apoyó levemente en el poste de madera que soportaba el porche para no perder el equilibrio.
— ¿Los has asesinado mientras dormían? -inquirió-. ¿Por qué?
— Porque ellos asesinaron a mi 1huésped. -Hizo una pausa-. Y porque eran demasiados. Si uno daba la voz de alarma, hubieras muerto de viejo entre estas cuatro paredes…
Abdul-el-Kebir le observó en silencio y agitó la cabeza afirmativamente, como si comprendiese algo que se le antojó oscuro en un principio.
— Ahora te recuerdo… -admitió-.
Eres el targuí que nos dio hospitalidad… Te vi cuando me llevaban.
— Sí -asintió. Soy Gacel Sayah, eras mi huésped, y tengo la obligación de llevarte al otro lado de la frontera.
— ¿Por qué?
Le miró sin comprender. Por último, señaló:
— Es la costumbre… Pediste mi protección y debo protegerte.
— Matar a catorce hombres por protegerme resulta excesivo, ¿no crees…?
El targuí no se dignó responder y echó a andar en dirección a la abierta puerta.
— Traeré los camellos… -dijo-.
Prepárate para un largo viaje.
Le observó mientras se alejaba, perdiéndose de vista”

Tuareg

Noah Gordon Foto
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