Frases sobre taller

Una colección de frases y citas sobre el tema del taller, mismo, ser, veces.

Frases sobre taller

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“Dios os llama a servirle en y desde las tareas civiles, materiales, seculares de la vida humana: en un laboratorio, en el quirófano de un hospital, en la cátedra universitaria, en la fábrica, en el taller, en el hogar de familia y en todo el inmenso panorama del trabajo, Dios nos espera cada día.”

Josemaría Escrivá de Balaguer (1902–1975) sacerdote y santo católico español, fundador del Opus Dei

De una homilía pronunciada en el campus de la Universidad de Navarra, 8 de octubre de 1967.[Sin fuentes]
Fuente: Amar al mundo apasionadamente.
Fuente: Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, Rialp, Madrid, 2002, n. 114.

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“Blanca, en cambio, se había acostumbrado a vivir sola. Terminó por encontrar paz
en sus quehaceres de la gran casa, en su taller de cerámica y en sus Nacimientos de
animales inventados, donde lo único que correspondía a las leyes de la biología era la
Sagrada Familia perdida en una multitud de monstruos. El único hombre de su vida era
Pedro Tercero, pues tenía vocación para un solo amor. La fuerza de ese
inconmovible sentimiento la salvó de la mediocridad y de la tristeza de su destino.
Permanecía fiel aun en los momentos en que él se perdía detrás de algunas ninfas de
pelo lacio y huesos largos, sin amarlo menos por ello. Al principio creía morir cada vez
que se alejaba, pero pronto se dio cuenta de que sus ausencias duraban lo que un
suspiro y que invariablemente regresaba más enamorado y más dulce. Blanca prefería
esos encuentros furtivos con su amante en hoteles de cita, a la rutina de una vida en
común, al cansancio de un matrimonio y a la pesadumbre de envejecer juntos
compartiendo las penurias de fin de mes, el mal olor en la boca al despertar, el tedio
de los domingos y los achaques de la edad. Era una romántica incurable. Alguna vez
tuvo la tentación de tomar su maleta de payaso y lo que quedaba de las joyas del
calcetín, e irse con su hija a vivir con él, pero siempre se acobardaba. Tal vez temía
que ese grandioso amor, que había resistido tantas pruebas, no pudiera sobrevivir a la
más terrible de todas: la convivencia. Alba estaba creciendo muy rápido y comprendía
que no le iba a durar mucho el buen pretexto de velar por su hija para postergar las
exigencias de su amante, pero prefería siempre dejar la decisión para más adelante.
En realidad, tanto como temía la rutina, la horrorizaba el estilo de vida de Pedro
Tercero, su modesta casita de tablas y calaminas en una población obrera, entre
cientos de otras tan pobres como la suya, con piso de tierra apisonada, sin agua y con
un solo bombillo colgando del techo. Por ella, él salió de la población y se mudó a un
departamento en el centro, ascendiendo así, sin proponérselo, a una clase media a la
cual nunca tuvo aspiración de pertenecer. Pero tampoco eso fue suficiente para Blanca.
El departamento le pareció sórdido, oscuro, estrecho y el edificio promiscuo. Decía que
no podía permitir que Alba creciera allí, jugando con otros niños en la calle y en las
escaleras, educándose en una escuela pública. Así se le pasó la juventud y entró en la
madurez, resignada a que los únicos momentos de placer eran cuando salía
disimuladamente con su mejor ropa, su perfume y las enaguas de mujerzuela que a
Pedro Tercero cautivaban y que ella escondía, arrebolada de vergüenza, en lo más
secreto de su ropero, pensando en las explicaciones que tendría que dar si alguien las
descubría. Esa mujer práctica y terrenal para todos los aspectos de la existencia,
sublimó su pasión de infancia, viviéndola trágicamente. La alimentó de fantasías, la idealizó, la defendió con fiereza, la depuró de las verdades prosaicas y pudo convertirla
en un amor de novela.”

The House of the Spirits

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“Cuando oímos, como hace pocos meses, a los hombres encargados por el pueblo de reformar la carta magna de la Nación clamar con inconsciente suficiencia que la misión de la mujer es la guardia del hogar y la procreación de los hijos; pensábamos con amargura en el hogar de las sirvientas como nosotras mujeres; pensábamos en los miles de mujeres que, a la par del hombre, pero con menos salario que él trabajan de sol a sol, en las fábricas y en los talleres; en las innumerables empleadas que de pie cruelmente obligadas a ello por un mezquino sueldo, pasan encerradas en los talleres; en otras más miserables aún que, al precio de un salario de hambre, cosen catorce y dieciséis horas para los registros; en las telefonistas, que con quince faltas en el plazo de trece meses pierden la efectividad de su empleo y nos preguntábamos qué salvaje ironía o qué obtusa inconsciencia inspiraban las palabras de aquellos constituyentes que no tuvieron reparo en negar a la mujer el derecho a la vida ciudadana, en nombre del más sagrado de todos los deberes; pero que, a estas esclavas del hambre, siquiera en nombre de la maternidad humillada, no saben proteger como legisladores, ni muchas veces saben respetar como hombres.”

Paulina Luisi (1875–1950) médica, profesora y activista feminista uruguaya

Fuente: Nuestro Programa. Acción Femenina, no. 1, julio de 1917.[ref. insuficiente, y cita demasiado larga]

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“las cosas son creadas dos veces: primero en el taller de la mente y después en la realidad.”

El monje que vendió su Ferarri: Una fábula espiritual

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“Que se abran a la mujer las puertas de todas las cátedras, de todos los talleres y de todas las escuelas especiales, para que en ellas puedan reparar su porvenir, cada una según su vocación.”

Matilde García del Real (1856–1932) autor español

Fuente: Fragmento del artículo:Lo que piensan las mujeres acerca de los problemas de su educación, publicado en “Escuela Moderna” nº 25 del 8 de abril de 1893.
Fuente: Las mujeres en el sistema educativo. García Blanco, Miriam ; Olmo Campillo, Gemma del ; Boix Teruel, Montserrat ; Gil Novoa, Natalia ; Grañeras Pastrana, Montserrat. Unidad editora: Secretaría General Técnica. Centro de Publicaciones. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. 2001. ISBN:84-699-7156-5

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