Frases de Adolf Hitler

Adolf Hitler[b]​ fue un político, militar, pintor y escritor alemán, de origen austrohúngaro; canciller imperial desde 1933 y Führer —líder— de Alemania desde 1934 hasta su muerte. Llevó al poder al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán o Partido Nazi,[c]​ y lideró un régimen totalitario durante el período conocido como Tercer Reich o Alemania nazi. Además, fue quien dirigió a Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, que inició con el propósito principal de cumplir sus planes expansionistas en Europa.

Hitler se afilió al Partido Obrero Alemán, precursor del Partido Nazi, en 1919, y se convirtió en su líder en 1921. En 1923, tras el pronunciamiento en la cervecería Bürgerbräukeller de Múnich, Hitler intentó una insurrección, conocida como el Putsch de Múnich, tras cuyo fracaso fue condenado a cinco años de prisión. Durante su estancia en la cárcel redactó la primera parte de su libro Mi lucha , en el que expone su ideología junto con elementos autobiográficos. Liberado ocho meses después, en 1924, Hitler obtuvo creciente apoyo popular mediante la exaltación del pangermanismo, el antisemitismo y el anticomunismo, sirviéndose de su talento oratorio apoyado por la eficiente propaganda nazi y las concentraciones de masas cargadas de simbolismo.

Fue nombrado canciller imperial en enero de 1933 y, un año después, a la muerte del presidente Paul von Hindenburg, se autoproclamó líder y canciller imperial , asumiendo así el mando supremo del Estado germano. Transformó la República de Weimar en el Tercer Reich y gobernó con un partido único basado en el totalitarismo y la autocracia de la ideología nazi.

El objetivo de Hitler era establecer un Nuevo Orden basado en la absoluta hegemonía de la Alemania nazi en el continente europeo. Su política exterior e interior tenía el objetivo de apoderarse de Lebensraum para los pueblos germánicos. Promovió el rearme de Alemania y tras la invasión de Polonia por la Wehrmacht el 1 de septiembre de 1939, se inició la Segunda Guerra Mundial. Con estos actos, Hitler violó el Tratado de Versalles de 1919, que establecía las condiciones de la paz tras la Primera Guerra Mundial.[1]​

Bajo la dirección de Hitler, las fuerzas alemanas y sus aliados ocuparon en 1941 la mayor parte de Europa y África del Norte. Esas conquistas territoriales decrecieron paulatinamente después de la batalla de Stalingrado, hasta 1945, cuando los ejércitos aliados derrotaron al ejército alemán. Por motivos raciales, Hitler causó la muerte de diecisiete millones de personas,[2]​ incluyendo una cifra en torno a seis millones de judíos[3]​ y entre medio y millón y medio de gitanos, en lo que posteriormente se denominó «Holocausto».[4]​

En los últimos días de la guerra, durante la batalla de Berlín en 1945, Hitler se casó con su antigua amante, Eva Braun. El 30 de abril de 1945 los dos se suicidaron en el búnker de la Cancillería, para evitar ser capturados por el Ejército Rojo. Posteriormente, sus cadáveres fueron quemados.[5]​ Wikipedia  

✵ 20. abril 1889 – 30. abril 1945
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Obras

Mi lucha
Mi lucha
Adolf Hitler
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Frases célebres de Adolf Hitler

Esta traducción está esperando su revisión. ¿Es correcto?
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“Mañana muchos maldecirán mi nombre.”

Verificadas

Frases de hombres de Adolf Hitler

“Dejando a un lado la cuestión de la genialidad de los representantes del pueblo, considérese simplemente el carácter complejo de los problemas pendientes de solución, aparte de los ramos diferentes de actividad en que deben adoptarse decisiones, y se comprenderá entonces la incapacidad de un sistema de gobierno que pone la facultad de la decisión final en manos de una asamblea, entre cuyos componentes sólo muy pocos poseen los conocimientos y la experiencia requeridos en los asuntos a tratar. Pues así como las más importantes medidas en materia económica resultan sometidas a un foro cuyos miembros, en sus nueve décimas partes, carecen de la preparación necesaria. Lo mismo ocurre con otros problemas, dejando siempre la decisión en manos de una mayoría compuesta de ignorantes e incapaces, pues la organización de esa institución permanece inalterada, al paso que los problemas que en ella son tratados se extienden a todos los ámbitos de la vida pública. Es completamente imposible que los mismos hombres que tratan de asuntos de transportes se ocupen, por ejemplo, de una cuestión de alta política exterior. Sería preciso que todos fuesen genios universales, los que tan sólo de siglo en siglo aparecen. Infelizmente, se trata no de verdaderas "cabezas" pero sí de diletantes, tan vulgares que incluso están convencidos de su valor. De ahí proviene también la ligereza con que frecuentemente estos señores deliberan y resuelven cuestiones que serían motivo de honda reflexión aun para los más esclarecidos talentos. Allí se adoptan medidas de enorme trascendencia para el futuro de un Estado como si no se tratase de los destinos de toda una nacionalidad, sino solamente de una partida de naipes, que es lo que resultaría más propio de tales políticos. Sería naturalmente injusto creer que todo diputado de un parlamento semejante se halle dotado de tan escasa noción de responsabilidad. No. De ningún modo. Pero, el caso es que tal sistema, forzando al individuo a ocuparse de cuestiones que no conoce, lo corrompe paulatinamente. Nadie tiene allí el valor de decir: "Señores, creo que no entendemos nada de este asunto; yo al menos no tengo ni idea". Esta actitud tampoco modificaría nada porque, aparte de que una prueba tal de sinceridad quedaría totalmente incomprendida, no por un tonto honrado se resignarían los demás a sacrificar su juego. Quien, además, conoce a los hombres, comprende que en una sociedad tan ilustre nadie quiere ser el más tonto y, en ciertos círculos, honestidad es siempre sinónimo de estupidez. Así es como el representante aún sincero es obligado forzosamente al camino de la mentira y de la falsedad. Justamente la convicción de que la reacción individual poco o nada modificaría, mata cualquier impulso sincero que por ventura surja en uno u otro. A fin de cuentas, se convencerá de que, personalmente, lejos está de ser el primero entre los otros y que con su colaboración tal vez impida males mayores.”

Mi Lucha

Adolf Hitler: Citas de tendencias

Adolf Hitler Frases y Citas

“La vida no perdona la debilidad.”

De su Testamento Político

“Lucho por lo que amo, amo lo que respeto, y a lo sumo respeto lo que conozco.”

Fuente Mein Kampf, Parte primera, Capítulo 3.
Citas de Mein Kampf

“¡Dios sabe que yo quise la paz!”

En respuesta a la negativa de Winston Churchill de establecer una paz negociada poco antes de la invasión a Polonia.

“Con humanidad y democracia nunca han sido liberados los pueblos.”

Fuente: El enemigo de los pueblos, párrafo 6º.

“Soy un nacionalista, pero no soy un patriota”

Mein Kampf http://www.fundacionburke.org/wp-content/uploads/2008/01/patriotismo.pdf

“Es necesario exterminar sin piedad a los instigadores de este linaje”

refiriéndose al Marxismo
Mein Kampf, página 185.
Citas de Mein Kampf

“El judío ahuyenta por la fuerza a todos sus competidores.”

Citas de Mein Kampf

“Leningrado, Ucrania y Crimea en primer lugar; y Moscú antes del invierno.”

1941, respecto a la Operación Barbarroja.
Había leído en la historia que el soldado español era el mejor del mundo, y ahora, viéndolos en el frente ruso, lo he comprobado. La División Española lucha en primera línea sin interrupción, en uno de los sectores más difíciles y de decisiva importancia para los combates defensivos. De este modo la División Azul ha hecho el más alto honor a su patria en la gran lucha anticomunista. Cuando la División Azul regrese a España tendremos que expresar tanto a ella como a su bravo general el reconocimiento debido a una lealtad y una valentía llevadas hasta la muerte".

“La autoridad del Estado no puede ser un fin en sí misma, porque ello significaría consagrar la inviolabilidad de toda tiranía en el mundo. Si por los medios que están al alcance de un gobierno se precipita una nacionalidad en la ruina, entonces la rebelión no es sólo un derecho, sino un deber para cada uno de los hijos de ese pueblo. La pregunta: "¿cuándo se presenta este caso?", no se resuelve mediante disertaciones teóricas, sino por la acción y por el éxito. Como todo gobierno, por malo que sea y aún cuando haya traicionado una y mil veces los intereses de una nacionalidad, reclama para sí el deber que tiene de mantener la autoridad del Estado, el instinto de conservación nacional en lucha contra un gobierno semejante tendrá que servirse, para lograr su libertad o su independencia, de las mismas armas que aquél emplea para mantenerse en al mando. Según esto, la lucha será sostenida por medios "legales" mientras el poder que se combate no utilice otros; pero no habrá que vacilar ante el recurso de medios ilegales si es que el opresor mismo se sirve de ellos. En general, no debe olvidarse que la finalidad suprema de la razón de ser de los hombres no reside en el mantenimiento de un Estado o de un gobierno: su misión es conservar su Raza. Y si esta misma se hallase en peligro de ser oprimida o hasta eliminada, la cuestión de la legalidad pasa a un plano secundario. Entonces poco importará ya que el poder imperante aplique en su acción los mil veces llamados medios "legales"; el instinto de conservación de los oprimidos podrá siempre justificar en grado superlativo el empleo de todo recurso. Sólo así se explican en la Historia ejemplos edificantes de luchas libertarias contra la esclavitud (interna o externa) de los pueblos. En este caso el derecho humano se impone sobre el derecho político. Si un pueblo sucumbe sin luchar por los derechos del hombre, es porque al haber sido pesado en la balanza del Destino resultó demasiado débil para tener la suerte de seguir subsistiendo en el mundo terrenal. Porque quien no está dispuesto a luchar por su existencia o no se siente capaz de ello es que ya está predestinado a desaparecer, y esto por la justicia eterna de la Providencia. ¡El mundo no se ha hecho para los pueblos cobardes!”

Mi Lucha

“Siguiendo el ejemplo de Francia, se podría restringir artificialmente la natalidad y de este modo evitar una superpoblación. La Naturaleza misma suele oponerse al aumento de población en determinados países o en ciertas razas, y esto en épocas de hambre o por condiciones climáticas desfavorables, así como tratándose de la escasa fertilidad del suelo. Por cierto que la Naturaleza obra aquí sabiamente y sin contemplaciones; no anula propiamente la capacidad de procreación, pero sí se opone ala conservación de la prole al someter a ésta a rigurosas pruebas y privaciones tan arduas, que todo el que no es fuerte y sano vuelve al seno de lo desconocido. El que entonces sobrevive, a pesar de los rigores de la lucha por la existencia, resulta mil veces experimentado, fuerte y apto para seguir generando, de tal suerte que el proceso de la selección puede empezar de nuevo. Actuando de ese modo brutal contra el individuo y llamándolo de nuevo momentáneamente a desaparecer, por no ser capaz de resistir la tempestad de la vida, la Naturaleza mantiene la Raza, la propia especie vigorosa y la hace capaz de las mayores realizaciones. La disminución del número implica así la vigorización del individuo y con ello, finalmente, la consolidación de la Raza. Otra cosa es que el hombre, por sí mismo, se empeñe en restringir su descendencia. Aquí es preciso considerar no sólo el factor natural, sino también el humano. El hombre cree saber más que esa cruel Reina de toda la sabiduría, la Naturaleza. Él no limita la conservación del individuo, sino la propia reproducción. Eso le parece a él (que siempre se ve a sí mismo y nunca a la Raza) más humano y más justificado que lo otro. Infelizmente, las consecuencias son también inversas. En cuanto a la Naturaleza, liberando la generación, somete, entre tanto, la conservación de la especie a una prueba de las más severas, escogiendo dentro de un gran número de individuos los que juzga mejores, y sólo a éstos preserva para la perpetuación de la especie; el hombre limita la procreación y se esfuerza denodadamente para que cada ser, una vez nacido, se conserve a cualquier precio. Esta corrección de la voluntad divina le parece ser tan sabia como humana, y él se alegra más de una vez por haber sobrepujado a la Naturaleza y hasta haber demostrado la insuficiencia de la misma. Y el hijo de Adán no quiere ver ni oír hablar que, en realidad, el número es limitado, pero a costa del abatimiento del individuo. Siendo limitada la procreación, por disminución del número de nacimientos, sobreviene, en lugar de la natural lucha por la vida (que sólo deja en pie al más fuerte y al más sano), como lógica consecuencia, el prurito de "salvar" a todo trance también al débil y hasta al enfermo, cimentando el germen de una progenie que irá degenerando progresivamente, mientras persista ese escarnio de la Naturaleza y sus leyes. El resultado final es que un pueblo tal perderá algún día el derecho a la existencia en este mundo, pues el hombre puede, durante un cierto tiempo, desafiarlas leyes eternas de la conservación, pero la venganza vendrá, más tarde o más temprano. Una generación más fuerte expulsará a los débiles, pues el ansia por la vida, en su última forma, siempre romperá todas las corrientes ridículas del llamado espíritu de humanidad individualista. En su lugar aparecerá una Humanidad natural, que destruirá la debilidad para engendrar la fuerza.”

Mi Lucha

“Bajo el concepto de lectura, concibo cosas muy diferentes de lo que piensa la gran mayoría de los llamados intelectuales. Conozco individuos que leen muchísimo, libro tras libro y letra por letra, y sin embargo no pueden ser tildados de "lectores". Poseen una multitud de "conocimientos", pero su cerebro no consigue ejecutar una distribución y un registro del material adquirido. Les falta el arte de separar, en el libro, lo que es de valor y lo que es inútil, conservar para siempre en la memoria lo que en verdad interesa, pudiendo saltarse y desechar lo que no les comporta ventaja alguna, para no retener lo inútil y sin objeto. La lectura no debe entenderse como un fin en sí misma, sino como medio para alcanzar un objetivo. En primer lugar, la lectura debe auxiliar la formación del espíritu, despertar las inclinaciones intelectuales y las vocaciones de cada cual. Enseguida, debe proveer el instrumento, el material de que cada uno tiene necesidad en su profesión, tanto para simple seguridad del pan como para la satisfacción de los más elevados designios. En segundo lugar, debe proporcionar una idea de conjunto del mundo. En ambos casos, es necesario que el contenido de cualquier lectura no sea aprendido de memoria de un conjunto de libros, sino que sea como pequeños mosaicos en un cuadro más amplio, cada uno en su lugar, en la posición que les corresponde, ayudando de esta forma a esquematizarlo en el cerebro del lector. De otra forma, resulta un bric-á-brac de materias memorizadas, enteramente inútiles, que transforman a su poseedor en un presuntuoso, seriamente convencido de ser un hombre instruido, de entender algo de la vida, de poseer cultura, cuando la verdad es que con cada aumento de esa clase de conocimientos, más se aparta del mundo, hasta que termina en un sanatorio o como político en un parlamento.”

Mi Lucha

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