Frases sobre centímetro

Una colección de frases y citas sobre el tema del centímetro, ser, cada, humana.

Frases sobre centímetro

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“Ningún incidente en mi carrera científica es más ampliamente conocido que la participación que tomé hace muchos años en ciertas investigaciones psíquicas. Treinta años han pasado desde que publiqué un informe de los experimentos que demostraron que fuera de nuestro conocimiento científico existe una fuerza ejercida por la inteligencia que difiere de la inteligencia común de los mortales comunes. Este hecho en mi vida es, por supuesto, bien entendido por aquellos que me han honrado con la invitación para convertirme en su presidente. Tal vez entre mi audiencia haya algunos que puedan sentir curiosidad por saber si he de hablar o callar. Yo elijo hablar, aunque brevemente… Pasar por alto el tema sería un acto de cobardía - un acto de cobardía que no siento la tentación de cometer.
Detenerse poco en cualquier investigación que asuste por ensanchar las puertas del conocimiento, recular ante el temor a la dificultad o la crítica adversa, es traer el reproche a la ciencia. No hay nada que el investigador deba hacer sino ir de frente, "explorar de arriba a abajo, centímetro a centímetro, con el filo de la razón, seguir la luz dondequiera que pueda conducir, incluso en caso de que a veces se asemeje a una quimera. No tengo nada de que retractarme. Me adhiero a mis declaraciones ya publicadas. De hecho, podría añadir mucho a esto. Lamento sólo una cierta crudeza en los planteamientos iniciales que, sin duda con justicia, militaban contra de su aceptación por el mundo científico. Mi propio conocimiento en ese momento apenas se extendía más allá del hecho de que ciertos fenómenos nuevos para la ciencia se habían producido con certeza, y fueron atestiguados por mis propios sentidos sobrios y, mejor aún, registrados de modo automático. Yo era como un ser de dos dimensiones, que podría estar situado en un punto singular de una superficie de Riemann, y por lo tanto encontrarse a sí mismo en contacto infinitesimal e inexplicable con un plano de existencia que no es el suyo propio.
Me parece ver un poco más lejos ahora. Tengo atisbos de algo así como la coherencia entre los fenómenos esquivos extraños; de algo así como la continuidad entre esas fuerzas inexplicables y las leyes ya conocidas. Este avance se debe principalmente a los trabajos de otra asociación, de la cual tengo también este año el honor de ser presidente - la Sociedad para la Investigación Psíquica. Y se me presentan ahora por primera vez estas preguntas al mundo de la ciencia que debe elegir un punto de partida diferente al de antaño. Sería bueno comenzar con la telepatía, con la ley fundamental, ya que creo que lo sea, que los pensamientos y las imágenes pueden ser transferidos de una mente a otra sin la intervención de los órganos reconocidos de los sentidos - que el conocimiento puede entrar en la mente humana sin ser comunicado en cualquier forma hasta ahora conocida o reconocida.”

William Crookes (1832–1919)

Disertación ante la British Association for the Advancement of Science (1898)

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“Pero ¿no te das cuenta de que la noción de la muerte entre nosotros es muy poca cosa, Claire? —susurró.

Mis manos se cerraron contra su pecho. No, no pensaba que fuera poca cosa.

—Todo el tiempo, cuando me dejaste después de Culloden, estuve muerto, ¿no es así?

—Creí que estabas muerto. Por eso…

—Dentro de doscientos años seguro que estaré muerto, Sassenach —dijo sonriendo—. A causa de los indios, los animales salvajes, una plaga, la cuerda de la horca o sólo por la bendición de una edad avanzada, pero estaré muerto.

—Sí.

—Y mientras tú estabas allí, en tu propio tiempo… yo estaba muerto, ¿no?

Asentí sin palabras. Incluso ahora puedo mirar hacia atrás y ver el abismo de desesperación en el que aquella partida me sumió y del que salí trepando penosamente centímetro a centímetro.

—«El hombre es como la hierba del campo —citó, frotando mis manos—. Hoy florece; mañana se seca y se tira al horno.»

Levantó el penacho verde y se lo llevó a los labios, para luego pasarlo por mi boca.

—Estaba muerto, Sassenach, y sin embargo todo ese tiempo te amé.

Cerré los ojos sintiendo la leve picazón de la hierba en mis labios.

—Yo también te amaba —susurré—. Siempre lo hice.

—Mientras mi cuerpo y el tuyo vivan, seremos una sola carne —susurró.

Sus dedos me tocaron el pelo, la barbilla, el cuello y los pechos; respiré su aliento y lo sentí en mis manos.

—Y cuando mi cuerpo perezca, mi alma todavía será tuya, Claire. Juro por mi esperanza de ganarme el cielo que no seré separado de ti. Nada se pierde, Sassenach; sólo se transforma.

—Eso es la primera ley de la termodinámica —dije secándome la nariz.

—No —respondió—. Eso es fe.”

Drums of Autumn

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“Siempre aquellos ojos y aquella voz que te envolvía. Dormido o despierto, trabajando o comiendo, en casa o en la calle, en el baño o en la cama… no había escapatoria. Lo único que te pertenecía eran los pocos centímetros cúbicos del interior de tu cráneo.”

1984
Variante: Siempre aquellos ojos y aquella voz que te envolvía. Dormido o despierto, trabajando o comiendo, en casa o en la calle, en el baño o en la cama... no había escapatoria. Lo único que te pertenecía eran los pocos centímetros cúbicos del interior de tu cráneo

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“Furia la sorprendió tomándola entre sus brazos y pegándola a su cuerpo. Le suplicó al oído:
—Rafaela, no quiero que mañana se arripienta de ser mi mujer. Deténgame aura si mañana sentirá asco de mí.
La sonrisa suave de Rafaela lo desarmó. No recordaba haberla visto tan tranquila ni dueña de sí. Lo que ella expresó a continuación, le arrancó lágrimas, a él, que desde la muerte de sus padres no había vuelto a derramarlas.
—Lo amo, señor Furia, así como es usted, mal hablado, pendenciero, con argollas en la oreja, con un genio que hace honor a su apellido y hasta con olor a caballo. Lo amo como nunca amé a nadie porque nunca conocí a nadie con su nobleza, su pasión por el trabajo y su respeto por el prójimo. Lo admiro por su coraje, señor Furia, y por su orgullo sin vanidad. Lo amo porque usted es de las pocas personas que le mostró
cariño a Mimita. Pero sobre todo lo amo porque a su lado no tengo miedo.
—¡Rafaela! —exclamó, enloquecido, y la abrazó con fiereza, sacudiéndola como si se tratase de una muñeca rellena de estopa en su codicia por conquistar con la boca y las manos cada centímetro de su cuerpo.
Ella siguió hablándole, con el aliento entrecortado, con la cabeza echada hacia atrás y el cuello expuesto a los besos, los mordiscos y a la intemperancia del gaucho.
—No lo conozco. Poco sé de su vida y de su índole. Sin embargo, confío, confío ciegamente en usted, señor Furia.”

Florencia Bonelli (1971) escritora argentina

Me llaman Artemio Furia

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“Dado que Imre era un refugio para la música y el teatro, quizá penséis que yo pasaba mucho tiempo allí, pero nada podría estar más lejos de la verdad. Solo había estado en Imre una vez. Wilem y Simmon me habían llevado a una posada donde tocaba un trío de hábiles músicos: laúd, flauta y tambor. Pedí una jarra de cerveza pequeña que me costó medio penique y me relajé, dispuesto a disfrutar de una velada con mis amigos…
Pero no pude. Apenas unos minutos después de que empezara a sonar la música, casi salí corriendo del local. Dudo mucho que podáis entender por qué, pero supongo que si quiero que esto tenga algún sentido, tendré que explicároslo.
No soportaba oír música y no formar parte de ella. Era como ver a la mujer que amas acostándose con otro hombre. No. No es eso. Era como…
Era como los consumidores de resina que había visto en Tarbean. La resina de denner era ilegal, por supuesto, pero había partes de la ciudad en que eso no importaba. La resina se vendía envuelta en papel encerado, como los pirulís o los tofes. Mascarla te llenaba de euforia. De felicidad. De satisfacción.
Pero pasadas unas horas estabas temblando, dominado por una desesperada necesidad de consumir más, y esa ansia empeoraba cuanto más tiempo llevabas consumiéndola. Una vez, en Tarbean, vi a una joven de no más de dieciséis años con los reveladores ojos hundidos y los dientes exageradamente blancos de los adictos perdidos. Le estaba pidiendo un «caramelo» de resina a un marinero, que lo sostenía fuera de su alcance, burlándose de ella. Le decía a la chica que se lo daría si se desnudaba y bailaba para él allí mismo, en medio de la calle.
La chica lo hizo, sin importarle quién pudiera estar mirando, sin importarle que fuera casi el Solsticio de Invierno y que en la calle hubiera diez centímetros de nieve. Se quitó la ropa y bailó desenfrenadamente; le temblaban las pálidas extremidades, y sus movimientos eran patéticos y espasmódicos. Entonces, cuando el marinero rio y negó con la cabeza, ella cayó de rodillas en la nieve, suplicando y sollozando, agarrándose desesperadamente a las piernas del marinero, prometiéndole que haría cualquier cosa que le pidiera, cualquier cosa…
Así era como me sentía yo cuando oía tocar a unos músicos. No podía soportarlo. La ausencia diaria de mi música era como un dolor de muelas al que me había acostumbrado. Podía vivir con ello. Pero no soportaba ver cómo agitaban delante de mí el objeto de mi deseo.”

The Name of the Wind

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“A pesar de ser baja en calorías es capaz de satisfacer al más goloso, y por ello es ideal como bocado para quienes están cuidando los centímetros de más.”

Usos médicos del nopal: Tratamientos para la diabetes, el colesterol y el sistema inmunológico

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Esta frase esperando revisión.
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