Frases sobre ducha

Una colección de frases y citas sobre el tema del ducha, vida, agua, vida.

Frases sobre ducha

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“No soy un genio, hay ideas que se me ocurren en la ducha.”

Adrian Newey (1958)

Fuente: “No soy un genio, hay ideas que se me ocurren en la ducha” http://deportes.elpais.com/deportes/2012/11/22/actualidad/1353609901_440359.html. El País, 23 de noviembre de 2012.

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“La muerte podía estar en una bolsa de cacahuetes, en un trozo de carne que se te atravesara, en el siguiente paquete de cigarrillos. Siempre te andaba rondando, de guardia en todas las estaciones de control entre lo mortal y lo eterno. Agujas infectadas, insectos venenosos, cables mal aislados, incendios forestales. Patines que lanzaban a intrépidos chiquillos a cruces muy transitados. Cada vez que te metes en la bañera para darte una ducha, Oz te acompaña: ducha para dos.

Cada vez que subes a un avión, Oz lleva tu misma tarjeta de embarque. Está en el agua que bebes y en la comida que comes. «¿Quién anda ahí?», gritas en la oscuridad cuando estás solo y asustado, y es él quien te responde: Tranquilo, soy yo. Eh, ¿cómo va eso? Tienes un cáncer en el vientre, qué lata, chico, sí que lo siento. ¡Cólera! ¡Septicemia! ¡Leucemia! ¡Arteriosclerosis! ¡Trombosis coronaria! ¡Encefalitis! ¡Osteomielitis! ¡Ajajá, vamos allá!

Un chorizo en un portal, con una navaja en la mano. Una llamada telefónica a medianoche. Sangre que hierve con ácido de la batería en una rampa de salida de una autopista de Carolina del Norte. Puñados de píldoras: anda, traga. Ese tono azulado de las uñas que sigue a la muerte por asfixia; en su último esfuerzo por aferrarse a la vida, el cerebro absorbe todo el oxígeno que queda en el cuerpo, incluso el de las células vivas que están debajo de las uñas.

Hola, chicos, me llamo Oz el Ggande y Teggible, pero podéis llamarme Oz a secas. Al fin y al cabo, somos viejos amigos. Pasaba por aquí y he entrado un momento para traerte este pequeño infarto, este derrame cerebral, etcétera; lo siento, no puedo quedarme, tengo un parto con hemorragia y, luego, inhalación de humo tóxico en Omaha.


Y la vocecita sigue gritando: «¡Te quiero, Tigger, te quiero! ¡Creo en ti, Tigger! ¡Siempre te querré y creeré en ti, y seguiré siendo niña, y el único Oz que habitará en mi corazón será ese simpático impostor de Nebraska! Te quiero…».


Vamos patrullando, mi hijo y yo…, porque lo que importa no es el sexo ni la guerra, sino la noble y terrible batalla sin esperanza contra Oz, el Ggande y Teggible.”

Pet Sematary

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“A decir verdad, Jackson nunca había compartido totalmente el culto fálico de sus pares. Cuando tenía más o menos ocho años, una niña lo sorprendió mientras él meaba entre los arbustos, y chilló casi con el mismo espíritu de horror reflexivo con que lo acababa de hacer Carol. Es de suponer que aquella niña nunca había visto un pene, y que no le causó buena impresión. «Puaj, qué basto eres. ¿Qué es esa cosa? ¡Es repugnante!», gritó al salir corriendo. Y después aquella otra vez, en el gimnasio del colegio donde cursó los primeros años de secundaria. Jackson apenas había entrado en la pubertad; todavía mojado tras pasar por la ducha, sintió frío. No obstante, un chico mucho más corpulento que él se burló: Parece que estés envolviendo una zanahoria baby y un par de habichuelas. A partir de ese día los chicos lo apodaron «el Vegetariano», mote tan inocente a oídos de los profesores que protegía a sus compañeros de un posible castigo por acoso escolar. En realidad, la palabra «pene» siempre había sonado algo tonta y banal, y a poca cosa. Desde que tenía memoria, su quinto apéndice le había parecido algo sutilmente ajeno a él, algo aparte y capaz de traicionarlo. Y fue la sensación de que eso que le sobresalía no era del todo parte de su cuerpo lo que pudo permitirle experimentar con ella.

El experimento había fallado. Es posible que Jackson nunca hubiera comprendido muy bien por qué a las mujeres un pene podía resultarles atractivo, con su piel como apergaminada y demasiado fina, los testículos colgantes y esas matas de vello, el sombrerete en la punta, como si fuese un hongo… Podía decirse que, en cierto modo, no era una forma que la carne humana debiera asumir. Cuando estaba en posición de descanso parecía asustado y deprimido; en estado de alerta, impertinente, aunque inseguro, moviéndose de un lado para el otro e intentando llamar la atención como un fanfarrón que quisiera hacer una demostración de sus habilidades.”

Lionel Shriver (1957) escritora estadounidense

So Much for That

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“San Francisco, creo, tiene el clima y el lugar más desagradable de cualquier ciudad del mundo. Si el invierno no es inusualmente húmedo, hay cierto tiempo encantador que disfrutar. Si es así, estás anegado, y la temporada de lluvias se cierra para dar lugar a lo que se llama equivocadamente verano, una temporada tan fría que requieres más ropa de lo que necesitaste en enero; tan húmedo que las brumas y nieblas te penetran hasta la médula; tan ventoso que si estás en el exterior por la tarde es una lucha continua. Tus ojos están cegados, tus dientes ajustados al borde, y toda tu persona tan incómoda por la arena que se ha introducido en tu ropa, que no puedes concebir que puedas sentir una sensación de comodidad que no sea un baño caliente y una ducha… Qué tipo de final pueden esperar los desgraciados que pasan allí sus vidas, en tales circunstancias, no se prevé fácilmente.”

Eliza Farnham (1815–1864) médica estadounidense

Original: «San Francisco, I believe, has the most disagreeable climate and locality of any city on the globe. If the winter be not unusually wet, there is some delightful weather to be enjoyed. If it be, you are flooded, and the rainy season closes to give place to what is miscalled summer — a season so cold that you require more clothing than you did in January; so damp with fogs and mists that you are penetrated to the very marrow; so windy that if you are abroad in the afternoon it is a continual struggle. Your eyes are blinded, your teeth set on edge, and your whole person made so uncomfortable by the sand that has insinuated itself through your clothing, that you could not conceive it possible to feel a sensation of comfort short of a warm bath and shower... What sort of end the unfortunates, who spend their lives there, can expect under such circumstances, one does not easily foresee».
Fuente: [Farnham], Eliza. California, In-doors and Out: Or, How We Farm, Mine, and Live Generally in the Golden State. Editor Dix, Edwards, 1856, p. 77.
Fuente: California, In-doors and Out (California, desde dentro y desde fuera) (1856).