Frases sobre prohibición

Una colección de frases y citas sobre el tema del prohibición, ser, todas, mismo.

Frases sobre prohibición

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“Tan tiránica resulta la exigencia de placer como la prohibición del mismo”

Valérie Tasso (1969) escritora y sexóloga francesa

Citas de Antimanual de sexo

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“Yo creo que, poco después del descubrimiento del LSD, fue reconocido como de gran valor para el psicoanálisis y la psiquiatría. No se consideraba una vía de escape. Fue un descubrimiento muy importante en ese momento, y durante quince años pudo ser utilizado legalmente en tratamientos psiquiátricos y para el estudio científico de los seres humanos. Durante ese tiempo, Delysid, el nombre que se daba al LSD, fue utilizado de forma segura, y fue objeto de miles de publicaciones en la literatura profesional. De hecho, la semana pasada, tuve visitantes de la Fundación Albert Hofmann, a quienes les di toda la documentación original, que había sido almacenada en los laboratorios Sandoz. Estos primeros trabajos estuvieron muy bien documentados, y muestran la buena investigación que se hizo con LSD hasta que pasó a formar parte del mundo de las drogas en la década de 1960. Así, de formar parte inicialmente de la farmacopea terapéutica, el LSD se convirtió en una droga de calle e inevitablemente fue declarada ilegal. Debido a esta reputación, dejó de estar disponible para el campo de la medicina, por lo que la investigación, que había sido muy abierta, se detuvo. Ahora parece que esta investigación puede comenzar de nuevo. La importancia de estas investigaciones parece ser reconocida por las autoridades sanitarias, por lo que es mi esperanza que, finalmente, la prohibición esté llegando a su fin, y que el campo de la medicina pueda regresar a las exploraciones que se vieron obligados a dejar hace treinta años.”

Albert Hofmann (1906–2008) químico suizo

Entrevista en MAPS (1998)

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“Conclusión A lo largo de estas páginas, hemos visto cómo se desarrollan los procesos perversos en algunos contextos, pero es evidente que nuestra lista no es exhaustiva y que estos fenómenos van más allá del mundo de la pareja, de la familia o de la empresa. Los volvemos a encontrar en todos los grupos en donde los individuos pueden establecer rivalidades, especialmente en las escuelas y en las universidades. La imaginación humana no tiene límites cuando pretende aniquilar la buena imagen que el otro tiene de sí mismo; sirve para enmascarar las propias debilidades y para colocarse en una posición de superioridad. La cuestión del poder atañe a toda la sociedad. En todas las épocas ha habido seres carentes de escrúpulos, calculadores y manipuladores, y para los que el fin justifica los medios. Sin embargo, la multiplicación actual de los actos de perversidad en las familias y en las empresas es un indicador del individualismo que domina en nuestra sociedad. En un sistema que funciona según la ley del más fuerte, o del más malicioso, los perversos son los amos. Cuando el éxito es el valor principal, la honradez parece una debilidad y la perversidad adopta un aire de picardía. Con el pretexto de la tolerancia, las sociedades occidentales renuncian poco a poco a sus propias prohibiciones. Pero, al aceptar demasiado, como lo hacen las víctimas de los perversos narcisistas, permiten que se desarrollen en su seno los funcionamientos perversos. Numerosos dirigentes o políticos, que ocupan no obstante una posición de modelo para la juventud, no muestran ninguna preocupación moral a la hora de liquidar a un rival o de mantenerse en el poder. Algunos de ellos abusan de sus prerrogativas y utilizan presiones psicológicas, y razones y secretos de Estado, para proteger su vida privada. Otros se enriquecen gracias a una delincuencia astuta hecha de abusos de bienes sociales, de estafas o de fraudes fiscales. La corrupción se ha convertido en una moneda corriente. Ahora bien, basta con que un grupo, una empresa o un gobierno cuenten con uno o con varios individuos perversos para que todo el sistema se vuelva perverso. Si esta perversión no se denuncia, se extiende subterráneamente mediante la intimidación, el miedo y la manipulación. Efectivamente, para atar psicológicamente a un individuo, basta con inducirlo a la mentira o a ciertos compromisos para convertirlo en cómplice del proceso perverso. Sin ir más lejos, ésta es la base del funcionamiento de la mafia o de los regímenes totalitarios. Tanto en las familias como en las empresas y los Estados, los perversos narcisistas se las arreglan para atribuir a los demás los desastres que provocan, se presentan luego como salvadores y se hacen así con el poder. En lo sucesivo, para mantenerse en él, les basta con no tener escrúpulos. La historia nos ha mostrado hombres que se niegan a reconocer sus propios errores, que no asumen sus responsabilidades, y que falsean las cosas y manipulan la realidad a fin de borrar las huellas de sus fechorías. Más allá del aspecto individual del acoso moral, se nos plantean dilemas más generales. ¿Cómo restablecer el respeto entre los individuos? ¿Qué límites debemos poner a nuestra tolerancia? Si los individuos no pueden detener por sí mismos estos procesos destructivos, la sociedad deberá intervenir y establecer una legislación. Recientemente, se ha presentado un proyecto de ley que proponía instituir un delito de novatada para reprimir cualquier acto degradante y humillante en el ámbito escolar y socioeducativo. Si no queremos que nuestras relaciones humanas acaben completamente reglamentadas por leyes, es esencial prevenir a los niños.”

El acoso moral: El maltrato psicológico en la vida cotidiana

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“Tenemos que ser muy conscientes de que debajo de cada enfermedad hay una prohibición. Una prohibición que viene de una superstición.”

Alejandro Jodorowsky (1929) escritor y director de cine chileno-francés, de ascendencia judeo-ucraniana

Psychomagic: The Transformative Power of Shamanic Psychotherapy (2010)

“Los proyectos, las iniciativas y la motivación reemplazan la prohibición, el mandato y la ley.”

Byung-Chul Han (1959) filósofo surcoreano

Fuente: La sociedad del cansancio.
Fuente: Han, Byung-Chul. La sociedad del cansancio: Segunda edición ampliada. Herder Editorial, 2017.

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“La prohibición sazona los manjares.”

Michel De Montaigne (1533–1592) biografía, filósofo y político francés del Renacimiento

Sin fuentes

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“Las prohibiciones morales no pueden ejercerse más que en épocas en las que la razón se halla sometida.”

Friedrich Nietzsche (1844–1900) filósofo alemán

El caminante y su sombra (1879)

“No es asunto nuestro establecer prohibiciones, sino llegar a convenciones… En la lógica no hay moral alguna. Cada uno tiene la libertad de construir su propia lógica, esto es, su propio lenguaje, tal como prefiera. Todo lo que se requiere de él es que, si desea discutirlo, debe establecer sus métodos con claridad, y proporcionar reglas sintácticas en lugar de argumentos filosóficos.”

Rudolf Carnap (1891–1970) filósofo alemán

La sintaxis lógica del lenguaje, 51-52(1937).
Fuente: Harre, Rom; Sagüillo, José Miguel. El movimiento antimetafísico del siglo XX. Volumen 48 de Historia del pensamiento y la cultura. Ediciones AKAL, 2001. ISBN 9788446014706. p. 56.

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“¿Me parece casi inconcebible que incluso individuos inteligentes puedan aún, en contra de toda evidencia, creer en el hombre y en la mayoría, chocando una y otra vez con el mismo obstáculo. ¿Cómo puede uno negar incluso en la actual situación que el ser humano es posible sólo cuando otros seres humanos con más visión le imponen disciplina y prohibiciones, le oprimen para impedir que satisfaga sus impulsos destructivos, que se suicide? ¿Cómo puede uno justificar la democracia? No está suficientemente claro que a no ser que el hombre, el mundo occidental, gane en humildad y prudencia, arrasará y rapiñará con seguridad el globo hasta dejarlo en sus huesos, sin importar que pueda reutilizar los productos químicos o cambiar los métodos de producción de energía? ¿Cómo se puede ignorar que si nos aferramos al dominio del hombre sobre la naturaleza y mantenemos el valor que la vida humana tiene en el mundo occidental, esto nos llevará de cabeza al agujero negro de la extinción? ¿Cómo puede alguien estar tan enfermo como para afirmar que toda vida humana tiene el mismo valor y que la humanidad debe regirse por esta moral, sin tomar en consideración los números? Para mí está claro que cada vez que un niño nace, el valor de la vida decrece ligeramente. Me resulta obvio que la moral que rige en estos tiempos de explosión demográfica es completamente diferente a la que se aplicaba cuando el hombre era una especie escasa y noble, en sus comienzos.”

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“Ante la Ley hay un guardián. Hasta ese guardián llega un campesino y le ruega que le permita entrar a la Ley. Pero el guardián responde que en ese momento no le puede franquear el acceso. El hombre reflexiona y luego pregunta si es que podrá entrar más tarde. —Es posible —dice el guardián—, pero ahora, no. Las puertas de la Ley están abiertas, como siempre, y el guardián se ha hecho a un lado, de modo que el hombre se inclina para atisbar el interior. Cuando el guardián lo advierte, ríe y dice: —Si tanto te atrae, intenta entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda esto: yo soy poderoso. Y yo soy sólo el último de los guardianes. De sala en sala irás encontrando guardianes cada vez más poderosos. Ni siquiera yo puedo soportar la sola vista del tercero. El campesino no había previsto semejantes dificultades. Después de todo, la Ley debería ser accesible a todos y en todo momento, piensa. Pero cuando mira con más detenimiento al guardián, con su largo abrigo de pieles, su gran nariz puntiaguda, la larga y negra barba de tártaro, se decide a esperar hasta que él le conceda el permiso para entrar. El guardián le da un banquillo y le permite sentarse al lado de la puerta. Allí permanece el hombre días y años. Muchas veces intenta entrar e importuna al guardián con sus ruegos. El guardián le formula, con frecuencia, pequeños interrogatorios. Le pregunta acerca de su terruño y de muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y al final le repite siempre que aún no lo puede dejar entrar. El hombre, que estaba bien provisto para el viaje, invierte todo —hasta lo más valioso— en sobornar al guardián. Este acepta todo, pero siempre repite lo mismo: —Lo acepto para que no creas que has omitido algún esfuerzo. Durante todos esos años, el hombre observa ininterrumpidamente al guardián. Olvida a todos los demás guardianes y aquél le parece ser el único obstáculo que se opone a su acceso a la Ley. Durante los primeros años maldice su suerte en voz alta, sin reparar en nada; cuando envejece, ya sólo murmura como para sí. Se vuelve pueril, y como en esos años que ha consagrado al estudio del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de pieles, también suplica a las pulgas que lo ayuden a persuadir al guardián. Finalmente su vista se debilita y ya no sabe si en la realidad está oscureciendo a su alrededor o si lo engañan los ojos. Pero en aquellas penumbras descubre un resplandor inextinguible que emerge de las puertas de la Ley. Ya no le resta mucha vida. Antes de morir resume todas las experiencias de aquellos años en una pregunta, que nunca había formulado al guardián. Le hace una seña para que se aproxime, pues su cuerpo rígido ya no le permite incorporarse. El guardián se ve obligado a inclinarse mucho, porque las diferencias de estatura se han acentuado señaladamente con el tiempo, en desmedro del campesino. —¿Qué quieres saber ahora? –pregunta el guardián—. Eres insaciable. —Todos buscan la Ley –dice el hombre—. ¿Y cómo es que en todos los años que llevo aquí, nadie más que yo ha solicitado permiso para llegar a ella? El guardián comprende que el hombre está a punto de expirar y le grita, para que sus oídos debilitados perciban las palabras. —Nadie más podía entrar por aquí, porque esta entrada estaba destinada a ti solamente. Ahora cerraré.”

Ante la ley

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“A menudo me he interrogado sobre la razón y el sentido de mis rabietas. Creo que se explican en parte por una vitalidad fogosa y por un extremismo al cual nunca he renunciado del todo. Llevaba mis repugnancias hasta el vómito, mis deseos hasta la obsesión; un abismo separaba las cosas que me gustaban de las que no me gustaban. No podía aceptar con indiferencia la caída que me precipitaba de la plenitud al vacío, de la beatitud al horror; si la consideraba fatal, me resignaba; nunca me enojé contra un objeto. Pero me negaba a ceder a esa fuerza impalpable: las palabras; lo que me
sublevaba es que una frase lanzada al descuido: "Debes hacerlo… no debes hacerlo", arruinara en un instante mis empresas y mis alegrías. Lo
arbitrario de las órdenes y de las prohibiciones contra las que chocaba denunciaba su inconsistencia; ayer pelé un durazno: ¿por qué no esa ciruela?, ¿por qué dejar mis juegos justo en este minuto? En todas partes encontraba obligaciones, en ninguna parte su necesidad. En el corazón de la ley que me abrumaba con el implacable rigor de las piedras, yo entreveía
una ausencia vertiginosa: me sumergía en ese abismo, la boca desgarrada por gritos. Aferrándome al suelo, pataleando, oponía mi peso de carne al aéreo poder que me tiranizaba; lo obligaba a materializarse; me encerraban en un cuarto oscuro entre escobas y plumeros; entonces podía golpear con los pies y las manos en muros verdaderos, en vez de debatirme contra inasibles voluntades. Yo sabía que esa lucha era vana; desde el momento en que mamá me había sacado de las manos la ciruela sangrienta, en que Louise había guardado en su bolsa mi pala y mis moldes, yo estaba vencida; pero no me rendía. Cumplía el trabajo de la derrota. Mis sobresaltos, las lágrimas que me cegaban, quebraban el tiempo, borraban el espacio, abolían a la vez el objeto de mi deseo y los obstáculos que me separaban de él. Me hundía en la noche de la impotencia; ya nada quedaba salvo mi presencia desnuda y ella
explotaba en largos aullidos.”

Simone de Beauvoir (1908–1986) escritora, intelectual, filósofa existencialista, activista política, feminista y teórica social francesa

Memoirs of a Dutiful Daughter
Variante: A menudo me he interrogado sobre la razón y el sentido de mis rabietas.
Creo que se explican en parte por una vitalidad fogosa y por un extremismo
al cual nunca he renunciado del todo. Llevaba mis repugnancias hasta el
vómito, mis deseos hasta la obsesión; un abismo separaba las cosas que me
gustaban de las que no me gustaban. No podía aceptar con indiferencia la
caída que me precipitaba de la plenitud al vacío, de la beatitud al horror;
si la consideraba fatal, me resignaba; nunca me enojé contra un objeto.
Pero me negaba a ceder a esa fuerza impalpable: las palabras; lo que me
sublevaba es que una frase lanzada al descuido: "Debes hacerlo... no debes
hacerlo", arruinara en un instante mis empresas y mis alegrías. Lo
arbitrario de las órdenes y de las prohibiciones contra las que chocaba
denunciaba su inconsistencia; ayer pelé un durazno: ¿por qué no esa
ciruela?, ¿por qué dejar mis juegos justo en este minuto? En todas partes
encontraba obligaciones, en ninguna parte su necesidad. En el corazón de la
ley que me abrumaba con el implacable rigor de las piedras, yo entreveía
una ausencia vertiginosa: me sumergía en ese abismo, la boca desgarrada por
gritos. Aferrándome al suelo, pataleando, oponía mi peso de carne al aéreo
poder que me tiranizaba; lo obligaba a materializarse; me encerraban en un
cuarto oscuro entre escobas y plumeros; entonces podía golpear con los pies
y las manos en muros verdaderos, en vez de debatirme contra inasibles
voluntades. Yo sabía que esa lucha era vana; desde el momento en que mamá
me había sacado de las manos la ciruela sangrienta, en que Louise había
guardado en su bolsa mi pala y mis moldes, yo estaba vencida; pero no me
rendía. Cumplía el trabajo de la derrota. Mis sobresaltos, las lágrimas que
me cegaban, quebraban el tiempo, borraban el espacio, abolían a la vez el
objeto de mi deseo y los obstáculos que me separaban de él. Me hundía en la
noche de la impotencia; ya nada quedaba salvo mi presencia desnuda y ella
explotaba en largos aullidos.

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Javier Cercas Foto

“Se ha argumentado a menudo que teólogos, moralistas, comisarios políticos e intolerantes y fanáticos de todos los signos han recelado siempre de la novela, y siguen haciéndolo, por la misma razón por la que todas las dictaduras y sistemas totalitarios han procurado prohibirla o mantenerla bajo control: porque no hay novela digna de tal nombre que no entrañe un gesto de insumisión, una forma de rebeldía o protesta o desobediencia, una impugnación de la realidad, en la medida en que, a través de la ficción, la novela postula una realidad distinta a la de la experiencia diaria, no sometida a las constricciones e imperativos de ésta; todo lo anterior me parece válido, pero yo añadiría que los recelos y deseos de prohibición y de control que a lo largo de su historia han perseguido a la novela no guardan sólo relación con ello, sino también (y quizá principalmente) con el hecho de que las ambigüedades, ironías, equívocos y certezas huidizas y contradictorias que constituyen el nervio de las novelas —y en especial de las novelas del punto ciego, que son las que giran por completo en torno a ellas— irritan y desconciertan a los dogmáticos, los sublevan porque sienten o intuyen con razón que representan una ofensiva en toda regla contra las certidumbres sin fisuras y las verdades eternas con las que se sostienen. Antes”

Javier Cercas (1962) escritor y periodista español

El punto ciego: Las conferencias Weidenfeld 2015

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Alejandro Jodorowsky Foto

“Debajo de la enfermedad, está la prohibición de hacer algo que deseamos o la orden de hacer algo que no deseamos. Toda curación exige la desobediencia a esta prohibición o esa orden. Y para desobedecer es necesario perder el miedo infantil a dejar de ser amado; es decir, abandonado.”

Alejandro Jodorowsky (1929) escritor y director de cine chileno-francés, de ascendencia judeo-ucraniana

Fuente: Jodorowsky, Alejandro. Manual de Psicomagia: Consejos para sanar tu vida. Editorial Siruela, 2012. ISBN 9788498419702.

Taslima Nasrin Foto

“Cada prohibición y censura duele. Pero el destierro duele más. El destierro quitó el suelo de debajo de mis pies. Lo que más necesito ahora es un pie firme para pararme en algún lugar para luchar por la libertad de expresión. Fui desterrada de Bengala Oriental y Occidental.”

Original: «Every ban and censorship hurt. But banishment hurts the most. Banishment took away the ground from beneath my feet. What I need now most is a firm footing to stand up somewhere to fight for the freedom of expression. I was banished from both East and West Bengal.»
Fuente: Taslima Nasrin, Inteview with Firstpost, [1 http://www.firstpost.com/living/taslima-nasrin-on-being-a-writer-in-exile-bans-and-censorship-hurt-but-banishment-hurt-the-most-3136796.html (2016).]

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“Conducir es sólo una de las prohibiciones que sufrimos las mujeres saudíes. No es la más grave, pero es un símbolo porque cuando las mujeres tengamos derecho a conducir será porque el sistema de tutela se está quebrando.”

Manal al-Sharif (1979) activista de los derechos de las mujeres de Arabia Saudita

Fuente: Manal Al Sharif, la mujer que desafía las leyes en Arabia Saudí. http://www.rtve.es/noticias/20161025/manal-sharif-redes-sociales-son-motor-del-cambio-arabia-saudi/1429740.shtml

“Simplemente, el dinero viene y se queda aquí porque se puede irse si así lo quiere. Si tratáramos de rodearlo de prohibiciones, se iría y no podríamos detenerlo; y no volvería jamás.”

John James Cowperthwaite (1915–2006) funcionario británico

Inversión extranjera y movimiento de capitales
Fuente: Official Report of Proceedings of the Hong Kong Legislative Council, March 29, 1967, page 253.

Alberto Jiménez Ure Foto

“«Te ahogan el discurso insurreccional que contraría la sumisión social y prohibiciones de ghetto a ninguneados: hieren tu personalidad soberbia»”

Fuente: https://www.poeticous.com/alberto-jimenez-ure/es-contra-ti-aporofobo?locale=es

Alberto Jiménez Ure Foto

“«El movimiento socio-político-filosófico-cultural hippie fue una regia bofetada contra la glorificación del fratricidio e inútil prohibición del consumo de drogas heroicas»”

Fuente: https://logicaycriticadeldiscurso.wordpress.com/2022/03/06/descarga-el-pdf-de-catarsis/