“¡La laguna de Flint! Nuestra nomenclatura es pobre. ¿Qué derecho tenía el sucio y estúpido granjero, cuya granja lindaba con esta agua celestial, a darle su nombre tras haber desnudado sin piedad sus riberas? No es para mi el nombre de un avaro que prefería la resplandeciente superficie de un dólar o de un centavo nuevo, en la que podía ver su propia cara dura; que consideraba intrusos a los mismos patos salvajes que anidaban allí y cuyos dedos habían crecido hasta convertirse en garras curvas y callosas por el hábito de agarrar las cosas como una arpía. No voy allí a ver ni a oír hablar de alguien que nunca ha 'visto' (palabra enfatizada en cursiva) la laguna, ni se ha bañado en ella, ni la ha amado, ni protegido, ni pronunciado una palabra a su favor, ni agradecido a Dios que la creara. Démosle más bien el nombre de los peces que nadan en ella, de las aves salvajes o los cuadrúpedos que la frecuentan, de las flores silvestres que crecen en sus orillas o de algún hombre o niño salvaje cuya historia se haya entretejido con la de la laguna, no el de aquel que no podría mostrar otro título que el hecho de que otro vecino de mentalidad semejante o la cámara legislativa se lo hayan otorgado a él, que sólo pensaba en su valor monetario y cuya presencia ha sido nefasta para la orilla, que esquilmó la tierra a su alrededor y habría agotado el agua, que lamentaba que no fuera una pradera de heno inglés o de arándanos. A su parecer, nada había que salvar en la laguna y la habría drenado y venido por el légamo del fondo. La laguna no movía su molino ni era, para él, un privilegio contemplarla. No respeto su trabajo ni su granja, donde todo está tasado. Ese hombre sería capaz de llevar el paisaje y a su Dios y al mercado si pudiera obtener algo a cambio; su Dios es el mercado, por eso va allí; nada crece libremente en su granja: sus campos no dan cosechas, sus prados no dan flores, sus árboles no dan fruto, sino dólares. No ama la belleza de sus frutos; sus frutos no están maduros para él hasta que se convierten en dólares.”

—  Henry David Thoreau , libro Walden

Walden

Última actualización 22 de mayo de 2020. Historia

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“La derecha se encuentra disuelta en la izquierda, es lo mismo con otro nombre.”

Gustavo Bueno (1924–2016) filosófo español (1924-2016)

Fuente: Gutenberg Martinez Ocamica. La palabra y los pensamientos. Editorial Encrucijada, 2005. ISBN 9789568542009. p. 64.
Fuente: El mito de la izquierda: las izquierdas y la derecha, página 127. Crónica actual. Autor Gustavo Bueno. Ediciones B, 2003. ISBN 9788466611091.

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“Ciertamente, es agradable ver estampado el propio nombre; un libro es siempre un libro, aunque no contenga nada.”

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Fuente: Del Caballo del Comisario al coche del Gobernador. Autor Lasanta Tito <<Peté>> Ignacio. Editorial Dunken, 2013. ISBN 9789870265214, p. 213.

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