Frases sobre guardado

Una colección de frases y citas sobre el tema del guardado, vida, secreto, vida.

Frases sobre guardado

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“¡Primer amor!… Noble orgullo de sentirnos amados: sacrificio dulce de todo lo que antes nos era caro a favor de la mujer querida: felicidad que comprada para un día con las lágrimas de toda una existencia, recibiríamos como un don de Dios; perfume para todas las horas del porvenir; luz inextinguible del pasado; flor guardada en el alma y que no es dado marchitar a los desengaños; único tesoro que no puede arrebatarnos la envidia de los hombres; delirio delicioso… inspiración del cielo… ¡María! ¡María! ¡Cuánto te amé! ¡Cuánto te amara!”

María
Variante: ¡Primer amor! Noble orgullo de sentirse amado; sacrificio dulce de todo lo que antes nos era caro a favor de la mujer querida; felicidad que, comprada
para un día con las lágrimas de toda una existencia, recibiríamos como un don de Dios; perfume para todas las
horas del porvenir: flor guardada en el alma que no es dado marchitar a los desengaños: único tesoro que no puede
arrebatarnos la envidia de los hombres, delirio delicioso..., inspiración del Cielo...¡María!¡María! ¡Cuánto te amé!¡Cuánto te amara!

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“La bondad era tibia y sin consistencia, olía a carne cruda guardada mucho tiempo.”

Clarice Lispector (1920–1977) escritora ucraniana-brasileña

Cerca del corazón salvaje (1944)
Variante: La bondad era tibia y sin consistencia, olía a carne cruda guardada durante mucho tiempo.

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“Si quieres que tu secreto sea guardado, guárdalo tú mismo.”

Lucio Anneo Seneca (-4–65 a.C.) filósofo, político, orador y escritor romano

Fuente: [Sebastián Arribas] (2010), p. 415.

Francesco Mario Pagano Foto

“Seamos libres, ciudadanos: gocemos de la libertad, pero recordemos que la libertad se asienta sobre el escabel de las armas, de los impuestos y de la virtud, y que no se puede fundar una República sin combatir, sin sacrificios y sin grandes virtudes. En el brillo y alegría de vuestras miradas veo ¡oh jóvenes! vuestro entusiasmo por la libertad; pero oid los consejos de un hombre encanecido, mas por el pensamiento de la patria y por los sufrimientos pasados en las cárceles, que por los años: corred á las armas y guardad en ellas severa disciplina. Todas las virtudes son necesarias a la República; pero la mas espléndida se muestra en los campos de batalla. La ciencia y la elocuencia hacen progresar al Estado; pero el valor guerrero lo conserva. Las repúblicas de los pueblos primitivos, porque el sistema republicano fue el primero rigió la sociedades humanas, eran groseras é ignorantes; pero su sostuvieron por las armas. Las repúblicas cultas, pero corrompidas, pronto caen, aunque abunden en buenas leyes y estatutos, en oradores y hombres de ingenio: por eso en vosotros mas que en nosotros se funda la esperanza de esta República: el gobierno provisional, legítimamente constituido, atiende desde este momento á sus deberes: atended vosotros al vuestro ¡oh jóvenes! corriendo á alistaros en la bandera republicana, para sostener bien alto la bandera tricolor.”

Francesco Mario Pagano (1748–1799)

Discurso de Mario Pagano después del establecimiento de la República Partenopea.
Fuente: Fernando Garrido, Historia de las persecuciones políticas y religiosas ocurridas en Europa: tomo 5, Imprenta y librería de Salvador Manero, 1865

“Nuestra iglesia ya no quema herejes, apenas imparte anatemas, ha rebajado el nivel de confrontación con la ciencia y las costumbres, pero se ha guardado las llaves de la vida y de la muerte. En ese peaje exige un tributo.”

Manuel Vicent (1936) escritor español

Fuente: [Vicent], Manuel. «Visionarios.» 16 de septiembre de 2019. https://elpais.com/diario/2001/09/16/ultima/1000591201_850215.html El País. Consultado el 13 de noviembre de 2019.

Celeste Carballo Foto

“Busco los rastros de mi pasado. No encuentro nada, lo tengo olvidado. Busco los rastros de mi pasado, en mi propia sangre lo llevo guardado.”

Celeste Carballo (1956) Cantante y Compositora Argentina

Grito Gigante. Mi voz renacerá(1983)
Atribuidas

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“Las urnas están bien guardadas.”

Leopoldo Galtieri (1926–2003) cuatrigésimo primer presidente de la República Argentina (de facto)

pronunciado en 1981. Fuente http://www.bernardoneustadt.org/contenido_488.htm.

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“A menudo me he interrogado sobre la razón y el sentido de mis rabietas. Creo que se explican en parte por una vitalidad fogosa y por un extremismo al cual nunca he renunciado del todo. Llevaba mis repugnancias hasta el vómito, mis deseos hasta la obsesión; un abismo separaba las cosas que me gustaban de las que no me gustaban. No podía aceptar con indiferencia la caída que me precipitaba de la plenitud al vacío, de la beatitud al horror; si la consideraba fatal, me resignaba; nunca me enojé contra un objeto. Pero me negaba a ceder a esa fuerza impalpable: las palabras; lo que me
sublevaba es que una frase lanzada al descuido: "Debes hacerlo… no debes hacerlo", arruinara en un instante mis empresas y mis alegrías. Lo
arbitrario de las órdenes y de las prohibiciones contra las que chocaba denunciaba su inconsistencia; ayer pelé un durazno: ¿por qué no esa ciruela?, ¿por qué dejar mis juegos justo en este minuto? En todas partes encontraba obligaciones, en ninguna parte su necesidad. En el corazón de la ley que me abrumaba con el implacable rigor de las piedras, yo entreveía
una ausencia vertiginosa: me sumergía en ese abismo, la boca desgarrada por gritos. Aferrándome al suelo, pataleando, oponía mi peso de carne al aéreo poder que me tiranizaba; lo obligaba a materializarse; me encerraban en un cuarto oscuro entre escobas y plumeros; entonces podía golpear con los pies y las manos en muros verdaderos, en vez de debatirme contra inasibles voluntades. Yo sabía que esa lucha era vana; desde el momento en que mamá me había sacado de las manos la ciruela sangrienta, en que Louise había guardado en su bolsa mi pala y mis moldes, yo estaba vencida; pero no me rendía. Cumplía el trabajo de la derrota. Mis sobresaltos, las lágrimas que me cegaban, quebraban el tiempo, borraban el espacio, abolían a la vez el objeto de mi deseo y los obstáculos que me separaban de él. Me hundía en la noche de la impotencia; ya nada quedaba salvo mi presencia desnuda y ella
explotaba en largos aullidos.”

Simone de Beauvoir (1908–1986) escritora, intelectual, filósofa existencialista, activista política, feminista y teórica social francesa

Memoirs of a Dutiful Daughter
Variante: A menudo me he interrogado sobre la razón y el sentido de mis rabietas.
Creo que se explican en parte por una vitalidad fogosa y por un extremismo
al cual nunca he renunciado del todo. Llevaba mis repugnancias hasta el
vómito, mis deseos hasta la obsesión; un abismo separaba las cosas que me
gustaban de las que no me gustaban. No podía aceptar con indiferencia la
caída que me precipitaba de la plenitud al vacío, de la beatitud al horror;
si la consideraba fatal, me resignaba; nunca me enojé contra un objeto.
Pero me negaba a ceder a esa fuerza impalpable: las palabras; lo que me
sublevaba es que una frase lanzada al descuido: "Debes hacerlo... no debes
hacerlo", arruinara en un instante mis empresas y mis alegrías. Lo
arbitrario de las órdenes y de las prohibiciones contra las que chocaba
denunciaba su inconsistencia; ayer pelé un durazno: ¿por qué no esa
ciruela?, ¿por qué dejar mis juegos justo en este minuto? En todas partes
encontraba obligaciones, en ninguna parte su necesidad. En el corazón de la
ley que me abrumaba con el implacable rigor de las piedras, yo entreveía
una ausencia vertiginosa: me sumergía en ese abismo, la boca desgarrada por
gritos. Aferrándome al suelo, pataleando, oponía mi peso de carne al aéreo
poder que me tiranizaba; lo obligaba a materializarse; me encerraban en un
cuarto oscuro entre escobas y plumeros; entonces podía golpear con los pies
y las manos en muros verdaderos, en vez de debatirme contra inasibles
voluntades. Yo sabía que esa lucha era vana; desde el momento en que mamá
me había sacado de las manos la ciruela sangrienta, en que Louise había
guardado en su bolsa mi pala y mis moldes, yo estaba vencida; pero no me
rendía. Cumplía el trabajo de la derrota. Mis sobresaltos, las lágrimas que
me cegaban, quebraban el tiempo, borraban el espacio, abolían a la vez el
objeto de mi deseo y los obstáculos que me separaban de él. Me hundía en la
noche de la impotencia; ya nada quedaba salvo mi presencia desnuda y ella
explotaba en largos aullidos.

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