Frases sobre súplica

Una colección de frases y citas sobre el tema del súplica, ser, puede, dios.

Frases sobre súplica

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“Una palabra serena a un hombre sensato vale más que un año de súplicas a un tonto.”

Noah Gordon (1926) escritor estadounidense

El Médico

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“El honor nacional requiere un esfuerzo. El jefe de la escuadra debe hacer y hará su deber. Si el éxito es favorable, todo irá bien; pero si es desgraciado, suplico se salve mi nombre y el honor de mi familia.”

Guillermo Brown (1777–1857) alimrante argentino-irlandés

Parte del 4 de marzo de 1826; fechado en La Colonia, a bordo de la corbeta 25 de Mayo.
Fuente: Fráses célebres del Almirante Guillermo Brown http://www.ara.mil.ar/pag.asp?iditem=43 Armada Argentina. Consultado el 26 de octubre de 2012.

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“¿Qué, no le gustan mis poemas? -preguntó Iván con curiosidad.
-No, nada, en absoluto.
-¿Los ha leído?
-¡No he leído nada de usted! -exclamó nervioso el desconocido.
-¿Entonces, por qué lo dice?
-¡Es lógico! -respondió- ¡Como si no conociera a los demás! Claro, puede ser algo milagroso. Bueno, estoy dispuesto a creerle. Dígame, ¿sus versos son buenos?
-¡Son monstruosos! -respondió Iván con decisión y franqueza.
-No escriba más -le suplicó el visitante.
-¡Lo prometo y lo juro! -dijo muy solemne Iván. Refrendaron la promesa con un apretón de manos.”

The Master and Margarita
Variante: ¿Qué, no le gustan mis poemas? -preguntó Iván con curiosidad.
-No, nada, en absoluto.
-¿Los ha leído?
-¡No he leído nada de usted! -exclamó nervioso el desconocido.
-¿Entonces, por qué lo dice'
-¡Es lógico! -respondió- ¡Como si no conociera a los demás! Claro, puede ser algo milagroso. Bueno, estoy dispuesto a creerle. Dígame, ¿sus versos son buenos?
-¡Son monstruosos! -respondió Iván con decisión y franqueza.
-No escriba más -le suplicó el visitante.
-¡Lo prometo y lo juro! -dijo muy solemne Iván. Refrendaron la promesa con un apretón de manos.

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“Ayúdalo a entender que “nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales” (Efesios 6:12). Oro para que esté fuerte en el Señor y que se ponga toda la armadura de Dios, para que pueda hacer frente a las artimañas del diablo en el día malo. Ayúdalo a ceñir sus lomos con el cinturón de la verdad y protegerse con la coraza de justicia, calzados sus pies con la disposición de proclamar el evangelio de la paz. Ayúdalo a tomar el escudo de la fe, con el cual pueda apagar todas las flechas encendidas del maligno. Oro para que tome el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, la cual es la Palabra de Dios, orando siempre en el Espíritu con toda oración y súplica, vigilando y manteniéndose”

Stormie Omartian (1942) escritora estadounidense

El Poder de la Esposa que Ora
Variante: Ayúdalo a entender que “nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales” (Efesios 6:12). Oro para que esté fuerte en el Señor y que se ponga toda la armadura de Dios, para que pueda hacer frente a las artimañas del diablo en el día malo. Ayúdalo a ceñir sus lomos con el cinturón de la verdad y protegerse con la coraza de justicia, calzados sus pies con la disposición de proclamar el evangelio de la paz. Ayúdalo a tomar el escudo de la fe, con el cual pueda apagar todas las flechas encendidas del maligno. Oro para que tome el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, la cual es la Palabra de Dios, orando siempre en el Espíritu con toda oración y súplica, vigilando y manteniéndose fuerte hasta el fin (Efesios 6:13-18).

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“Ante la Ley hay un guardián. Hasta ese guardián llega un campesino y le ruega que le permita entrar a la Ley. Pero el guardián responde que en ese momento no le puede franquear el acceso. El hombre reflexiona y luego pregunta si es que podrá entrar más tarde. —Es posible —dice el guardián—, pero ahora, no. Las puertas de la Ley están abiertas, como siempre, y el guardián se ha hecho a un lado, de modo que el hombre se inclina para atisbar el interior. Cuando el guardián lo advierte, ríe y dice: —Si tanto te atrae, intenta entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda esto: yo soy poderoso. Y yo soy sólo el último de los guardianes. De sala en sala irás encontrando guardianes cada vez más poderosos. Ni siquiera yo puedo soportar la sola vista del tercero. El campesino no había previsto semejantes dificultades. Después de todo, la Ley debería ser accesible a todos y en todo momento, piensa. Pero cuando mira con más detenimiento al guardián, con su largo abrigo de pieles, su gran nariz puntiaguda, la larga y negra barba de tártaro, se decide a esperar hasta que él le conceda el permiso para entrar. El guardián le da un banquillo y le permite sentarse al lado de la puerta. Allí permanece el hombre días y años. Muchas veces intenta entrar e importuna al guardián con sus ruegos. El guardián le formula, con frecuencia, pequeños interrogatorios. Le pregunta acerca de su terruño y de muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y al final le repite siempre que aún no lo puede dejar entrar. El hombre, que estaba bien provisto para el viaje, invierte todo —hasta lo más valioso— en sobornar al guardián. Este acepta todo, pero siempre repite lo mismo: —Lo acepto para que no creas que has omitido algún esfuerzo. Durante todos esos años, el hombre observa ininterrumpidamente al guardián. Olvida a todos los demás guardianes y aquél le parece ser el único obstáculo que se opone a su acceso a la Ley. Durante los primeros años maldice su suerte en voz alta, sin reparar en nada; cuando envejece, ya sólo murmura como para sí. Se vuelve pueril, y como en esos años que ha consagrado al estudio del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de pieles, también suplica a las pulgas que lo ayuden a persuadir al guardián. Finalmente su vista se debilita y ya no sabe si en la realidad está oscureciendo a su alrededor o si lo engañan los ojos. Pero en aquellas penumbras descubre un resplandor inextinguible que emerge de las puertas de la Ley. Ya no le resta mucha vida. Antes de morir resume todas las experiencias de aquellos años en una pregunta, que nunca había formulado al guardián. Le hace una seña para que se aproxime, pues su cuerpo rígido ya no le permite incorporarse. El guardián se ve obligado a inclinarse mucho, porque las diferencias de estatura se han acentuado señaladamente con el tiempo, en desmedro del campesino. —¿Qué quieres saber ahora? –pregunta el guardián—. Eres insaciable. —Todos buscan la Ley –dice el hombre—. ¿Y cómo es que en todos los años que llevo aquí, nadie más que yo ha solicitado permiso para llegar a ella? El guardián comprende que el hombre está a punto de expirar y le grita, para que sus oídos debilitados perciban las palabras. —Nadie más podía entrar por aquí, porque esta entrada estaba destinada a ti solamente. Ahora cerraré.”

Ante la ley

“Furia la sorprendió tomándola entre sus brazos y pegándola a su cuerpo. Le suplicó al oído:
—Rafaela, no quiero que mañana se arripienta de ser mi mujer. Deténgame aura si mañana sentirá asco de mí.
La sonrisa suave de Rafaela lo desarmó. No recordaba haberla visto tan tranquila ni dueña de sí. Lo que ella expresó a continuación, le arrancó lágrimas, a él, que desde la muerte de sus padres no había vuelto a derramarlas.
—Lo amo, señor Furia, así como es usted, mal hablado, pendenciero, con argollas en la oreja, con un genio que hace honor a su apellido y hasta con olor a caballo. Lo amo como nunca amé a nadie porque nunca conocí a nadie con su nobleza, su pasión por el trabajo y su respeto por el prójimo. Lo admiro por su coraje, señor Furia, y por su orgullo sin vanidad. Lo amo porque usted es de las pocas personas que le mostró
cariño a Mimita. Pero sobre todo lo amo porque a su lado no tengo miedo.
—¡Rafaela! —exclamó, enloquecido, y la abrazó con fiereza, sacudiéndola como si se tratase de una muñeca rellena de estopa en su codicia por conquistar con la boca y las manos cada centímetro de su cuerpo.
Ella siguió hablándole, con el aliento entrecortado, con la cabeza echada hacia atrás y el cuello expuesto a los besos, los mordiscos y a la intemperancia del gaucho.
—No lo conozco. Poco sé de su vida y de su índole. Sin embargo, confío, confío ciegamente en usted, señor Furia.”

Florencia Bonelli (1971) escritora argentina

Me llaman Artemio Furia

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“Te amo -le dijo Buttercup-. Sé que esto debe resultarte sorprendente, puesto que lo único que he hecho siempre ha sido mofarme de tí, degradarte y provocarte, pero llevo ya varias horas amándote, y cada segundo que pasa te amo más. Hace una hora, creí que te amaba más de lo que ninguna mujer ha amado nunca a un hombre; media hora más tarde, supe que lo que había sentido entonces no era nada comparado con lo que sentí después. Mas al cabo de diez minutos, comprendí que mi amor anterior era un charco comparado con el mar embravecido antes de la tempestad. A eso se parecen tus ojos, ¿lo sabías? Pues sí. ¿Cuántos minutos hace de eso? ¿Veinte? ¿Serían mis sentimientos tan encendidos entonces? No importa. -Buttercup no podía morarlo. El sol comenzó a asomar entonces a sus espaldas y le infundió valor -. Ahora te amo más que hace veinte minutos, tanto que no existe comparación posible. Te amo mucho más en este momento que cuando abriste la puerta de tu choza. En mi cuerpo no hay sitio más que para tí. Mis brazos te aman, mis orejas te adoran, mis rodillas tiemblan de ciego afecto. Mi mente te suplica que le pidas algo para que pueda obedecerte. ¿Quieres que te siga para el resto de tus días? Lo haré. ¿Quieres que me arrastre? Me arrastraré. Por tí me quedaré callada, por tí cantaré, y si tienes hambre, deja que te traiga comida, y si tienes sed y sólo el vino árabe puede saciarla, iré a Arabia, aunque esté en el otro confín del mundo, y te traeré una botella para el almuerzo. Si hay algo que sepa hacer por tí, lo haré; y si hay algo que no sepa, lo aprenderé. Pero recuera, por favor, que ella es vieja y tiene otros intereses, mientras que yo tengo diecisiete años y para mí sólo existes tú. Mi querido Westley… nunca te había llamado por tu nombre, ¿verdad…? Westley, Westley, Westley, Westley… querido Westley, adorado Westley, mi dulce, mi perfecto Westley, dime en un susurro que tendré la oportunidad de ganarme tu amor.”

The Princess Bride

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“Te necesito —le suplicó —eres todo lo que no soy.”

Flat-Out Love

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“Intervención del Sr. Franco del Corral. Y es bien claro, señores diputados, que un país empobrecido, y para el que no ha habido auxilio alguno, no puede pagar las obligaciones que contra sí tiene, y que á los Ayuntamientos, por más esfuerzos que han hecho, no les corresponde proceder de un modo ejecutivo contra sus convecinos, persuadidos de la imposibilidad en que se hallan para el pago. Y como por otro lado las mismas corporaciones se hallan conminadas con formación de causa por lo que llaman su desobediencia, evidente es que no les queda otro recurso más que dimitir de sus cargos para verse libres de los perjuicios y disgustos consiguientes. Para evitar, pues, estos males y los disturbios que de ellos nacen, yo suplico por el bien del país donde vivo, por el deseo que la Revolución se consolide, que el señor ministro de Hacienda tenga en cuenta el estado precario de mi provincia, y especialmente de los Ayuntamientos que componen los partidos de Sahagun, Valencia de Don Juan y gran parte del de la Bañeza; pues de no hacerlo así, preveo perjuicios de consideración para la consolidación de lo que todos tenemos interés en conservar, cual es, la libertad ganada tan gloriosamente en el mes de septiembre.”

Lesmes Franco del Corral Político progresista español del siglo XIX

Vibrante discurso del diputado Lesmes, en el que pide al Congreso una moratoria en el pago de impuestos ante la crisis de subsistencia que sufre nuestra comarca, acentuada por la pérdida de cosechas de los dos años anteriores. "La Iberia", 10 de julio de 1869.

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“El Feminismo Moderno tiene dos caras distintas: (1) un lado un político y económico que abarca las demandas de los llamados derechos; y (2) un lado sentimental que insiste en una acentuación de los privilegios e inmunidades los cuales han crecido, no articuladamente o como resultado de demandas definidas, sino como la consecuencia de una súplica sentimental. En este sentido, sin embargo, se estableció una opinión pública que se expresa en un favoritismo sexual en la ley y aún más en su impartición, a favor de las mujeres y contra los varones.”

Ernest Belfort Bax (1854–1926) Escritor, periodista y filósofo socialista británico

The Fraud of Feminism (1913)
Original: «Modern Feminism has two distinct sides to it: (1) an articulate political and economic side embracing demands for so-called rights; and (2) a sentimental side which insists in an accentuation of the privileges and immunities which have grown up, not articulately or as the result of definite demands, but as the consequence of sentimental pleading in particular cases. In this way, however, a public opinion became established, finding expression in a sex favouritism in the law and even still more in its administration, in favour of women as against men».
Fuente: Capítulo 1: Historical.
Fuente: https://en.wikisource.org/wiki/The_Fraud_of_Feminism/Chapter_1 Capítulo 1

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