Frases sobre mercado
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“Es fácil hacer corresponder a cada sociedad distintos tipos de máquinas, no porque las máquinas sean determinantes sino porque expresan las formas sociales capaces de crearlas y utilizarlas. Las viejas sociedades de soberanía manejaban máquinas simples, palancas, poleas, relojes; pero las sociedades disciplinarias recientes se equipaban con máquinas energéticas, con el peligro pasivo de la entropía y el peligro activo del sabotaje; las sociedades de control operan sobre máquinas de tercer tipo, máquinas informáticas y ordenadores cuyo peligro pasivo es el ruido y el activo la piratería o la introducción de virus. Es una evolución tecnológica pero, más profundamente aún, una mutación del capitalismo. Una mutación ya bien conocida, que puede resumirse así: el capitalismo del siglo XIX es de concentración, para la producción, y de propiedad. Erige pues la fábrica en lugar de encierro, siendo el capitalista el dueño de los medios de producción, pero también eventualmente propietario de otros lugares concebidos por analogía (la casa familiar del obrero, la escuela). En cuanto al mercado, es conquistado ya por especialización, ya por colonización, ya por baja de los costos de producción. Pero, en la situación actual, el capitalismo ya no se basa en la producción, que relega frecuentemente a la periferia del tercer mundo, incluso bajo las formas complejas del textil, la metalurgia o el petróleo. Es un capitalismo de superproducción. Ya no compra materias primas y vende productos terminados: compra productos terminados o monta piezas. Lo que quiere vender son servicios, y lo que quiere comprar son acciones. Ya no es un capitalismo para la producción, sino para el producto, es decir para la venta y para el mercado.”

Gilles Deleuze (1925–1995) filósofo francés
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“La mejor empresa pública es la que no existe… más libertad de empresa, más mercado, más desregulación y más competencia.”

Gerardo Díaz Ferrán (1942) Empresario español

Declaraciones sobre la intervención estatal
Fuente: Periódico Diagonal, 6/06/2007 http://www.diagonalperiodico.net/spip.php?article4174

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“Creo en la libertad de mercado, pero en la vida hay coyunturas excepcionales. Se puede hacer un paréntesis en la economía de libre mercado.”

Gerardo Díaz Ferrán (1942) Empresario español

Declaraciones sobre la intervención estatal
Fuente: El País, 18/09/2008 http://www.elpais.com/articulo/economia/CEOE/reclama/parentesis/libre/mercado/atajar/crisis/elpepieco/20080918elpepieco_16/Tes

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“No es lo mismo una persona que tenga un inmigrante en su casa de servicio y viva en Sarrià o Pedralbes, que quien vive en un bloque y no puede vender su piso a precio de mercado porque cada día van más inmigrantes a comprar en la tienda de al lado.”

Josep Antoni Duran i Lleida (1952) político español

Declaraciones contra inmigrantes y andaluces
Fuente: Público http://www.publico.es/399728/duran-i-lleida-hay-mas-inmigracion-de-la-que-deberia-haber, 4 de octubre de 2011.

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“[Para el liberalismo] los únicos derechos deben ser aquellos que se consiguen en el mercado laboral (…) Las únicas oportunidades están en la cárcel o en el mercado laboral, sea lo que sea lo que allí puedas ganar.”

Noam Chomsky (1928) lingüista, filósofo y activista estadounidense

Fuente: [Chomsky], Noam. Lucha de clases: conversaciones con David Barsamian. Traducido por Lara Vilà Tomàs. Editorial Grupo Planeta (GBS), 2014. ISBN 9788498926514, p. 26.
Fuente: Lucha de Clases. Conversaciones con David Barsamian, 1996.

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“Aquellos que toman decisiones en la economía y en el mercado deben “jugarse la piel en ello” y ser responsables de la falta de sus equivocaciones, no meros espectadores.”

Nassim Taleb (1960)

Cinco reglas para “prosperar en un mundo desordenado”
Fuente: Al cierre: Francia es 'sólo' la siguiente pieza del 'dominó soberano' http://www.bolsamania.com/noticias-actualidad/pulsos/Al-cierre-Francia-es-solo-la-siguiente-pieza-del-domino-soberano--0720121120175048.html. Sara Carbonell, Bolsamanía, 20 de noviembre de 2012. Consultado el 21 de noviembre de 2012.

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“Hoy esos hombres y mujeres van a Tailandia, a Filipinas, a Botswana, a Bolivia y a cualquier parte donde esperan encontrar gentes que necesitan con desesperación un trabajo. Van a esos países con la intención deliberada de explotar a los desdichados, a seres que tienen hijos desnutridos o famélicos, que viven en barrios de chabolas y que han perdido toda esperanza de una vida mejor; que incluso han dejado de soñar en un futuro. Esos hombres y mujeres salen de sus fastuosos despachos de Manhattan, de San Francisco o de Chicago, se desplazan entre los continentes y los océanos en lujosos jets, se alojan en hoteles de primera categoría y se agasajan en los mejores restaurantes que esos países puedan ofrecer. Luego salen a buscar gente desesperada.
Son los negreros de nuestra época. Pero ya no tienen necesidad de aventurarse en las selvas de África en busca de ejemplares robustos para venderlos al mejor postor en las subastas de Charleston, Cartagena o La Habana. Simplemente reclutan a esos desesperados y construyen una fábrica que confeccione las cazadoras, los pantalones vaqueros, las zapatillas deportivas, las piezas de automoción, los componentes para ordenadores y los demás miles de artículos que aquéllos saben colocar en los mercados de su elección. O tal vez prefieren no ser los dueños de esas fábricas, sino que se limitan a contratar con los negociantes locales, que harán el trabajo sucio por ellos.
Esos hombres y mujeres se consideran gente honrada. Regresan a sus países con fotografías de lugares pintorescos y de antiguas ruinas, para enseñárselas a sus hijos. Asisten a seminarios en donde se dan mutuas palmadas en las espaldas e intercambian consejos sobre cómo burlar las arbitrariedades aduaneras de aquellos exóticos países. Sus jefes contratan abogados que les aseguran la perfecta legalidad de lo que ellos y ellas están haciendo. Y tienen a su disposición un cuadro de psicoterapeutas y otros expertos en recursos humanos, para que les ayuden a persuadirse de que, en realidad, están ayudando a esas gentes desesperadas.
El esclavista a la antigua usanza se decía a sí mismo que su comercio trataba con una especie no del todo humana, a cuyos individuos ofrecía la oportunidad de convertirse al cristianismo. Al mismo tiempo, entendía que los esclavos eran indispensables para la supervivencia de su propia sociedad, de cuya economía constituían el fundamento. El esclavista moderno se convence a sí mismo (o a sí misma) de que es mejor para los desesperados ganar un dólar al día que no ganar absolutamente nada. Y además se les ofrece la oportunidad de integrarse en la más amplia comunidad global. Él o ella también comprenden que esos desesperados son esenciales para la supervivencia de sus compañías, y que son los fundamentos del nivel de vida que sus explotadores disfrutan. Nunca se detienen a reflexionar sobre las consecuencias más amplias de lo que ellos y ellas, su nivel de vida y el sistema económico en que todo eso se asienta están haciéndole al planeta, ni sobre cómo, finalmente, todo eso repercutirá en el porvenir de sus propios hijos.”

Confesiones de un gángster económico

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“A menudo la crítica del valor ha criticado las alternativas fáciles - y lo ha hecho por diferentes razones. Para ponerlo en pocas palabras: por una parte, es cierto que se puede experimentar, hasta cierto grado, formas de vida alternativas en el interior del marco capitalista. Pero la lógica capitalista tiene la tendencia de aplastar todo y transformarlo en fuente de ganancia y no va a tolerar el nacimiento de otra forma de vida. Por tanto hay que prever una fase de conflictos y de luchas. En el capitalismo, todo cuanto existe solo es considerado como una porción de valor que no conoce más que relaciones cuantitativas. La primera exigencia para una alternativa sería la de devolver su dignidad a todos los objetos que creamos, sin permitir ya su transformación en mercancías. Esto también quiere decir que no habría una forma de intercambio de las mercancías basada sobre la cantidad de trabajo. Al mismo tiempo, es necesario que todas estas nuevas formas se practiquen a la escala más grande posible. De otro modo, una fábrica autogestionada o una simple granja correrían el riesgo de tener que afirmarse en un mercado anónimo y competitivo que las sometería a las mismas exigencias de rentabilidad y ganancia que a las otras empresas. Habría que organizar, de inmediato, intercambios no mercantiles entre diferentes actividades. El fin del capitalismo no será un fin pacífico; en efecto, por todas partes aumenta la tendencia a la barbarización. Las formas postmercantiles y no bárbaras tendrán que encontrar modos de reaccionar contra la lógica mafiosa y criminal, que no cesará de difundirse. Y habrá también un aumento de la violencia, como lo vemos ya en las numerosas guerras civiles que hay en el mundo.”

Anselm Jappe (1962)
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“¿El atractivo del riesgo? Eso es para el setenta por ciento que no llega a los tres años en el mercado, no para mí.”

Sea el elefante: Edifique una empresa más grande y mejor

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“¡La laguna de Flint! Nuestra nomenclatura es pobre. ¿Qué derecho tenía el sucio y estúpido granjero, cuya granja lindaba con esta agua celestial, a darle su nombre tras haber desnudado sin piedad sus riberas? No es para mi el nombre de un avaro que prefería la resplandeciente superficie de un dólar o de un centavo nuevo, en la que podía ver su propia cara dura; que consideraba intrusos a los mismos patos salvajes que anidaban allí y cuyos dedos habían crecido hasta convertirse en garras curvas y callosas por el hábito de agarrar las cosas como una arpía. No voy allí a ver ni a oír hablar de alguien que nunca ha 'visto' (palabra enfatizada en cursiva) la laguna, ni se ha bañado en ella, ni la ha amado, ni protegido, ni pronunciado una palabra a su favor, ni agradecido a Dios que la creara. Démosle más bien el nombre de los peces que nadan en ella, de las aves salvajes o los cuadrúpedos que la frecuentan, de las flores silvestres que crecen en sus orillas o de algún hombre o niño salvaje cuya historia se haya entretejido con la de la laguna, no el de aquel que no podría mostrar otro título que el hecho de que otro vecino de mentalidad semejante o la cámara legislativa se lo hayan otorgado a él, que sólo pensaba en su valor monetario y cuya presencia ha sido nefasta para la orilla, que esquilmó la tierra a su alrededor y habría agotado el agua, que lamentaba que no fuera una pradera de heno inglés o de arándanos. A su parecer, nada había que salvar en la laguna y la habría drenado y venido por el légamo del fondo. La laguna no movía su molino ni era, para él, un privilegio contemplarla. No respeto su trabajo ni su granja, donde todo está tasado. Ese hombre sería capaz de llevar el paisaje y a su Dios y al mercado si pudiera obtener algo a cambio; su Dios es el mercado, por eso va allí; nada crece libremente en su granja: sus campos no dan cosechas, sus prados no dan flores, sus árboles no dan fruto, sino dólares. No ama la belleza de sus frutos; sus frutos no están maduros para él hasta que se convierten en dólares.”

Walden

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“La calle del Faubourg Saint-Antoine era muy larga. Comenzaba en lo que antes había sido un faubourg, un barrio de las afueras, situado al este de la ciudad antigua. Mucho antes de la Revolución, ya era una zona de artesanos, donde se encontraban la mayoría de los carpinteros y ebanistas. Pese a las ideas republicanas, y a veces radicales, que en general defendían, muchos de aquellos hábiles artesanos y pequeños comerciantes eran, como Petit, muy conservadores en lo que concernía al núcleo familiar. No obstante, más de un monarca había podido comprobar en el pasado que, cuando se echaban a la calle, eran implacables. Petit emprendió la caminata con paso febril. La nieve se había fundido y las calles estaban secas. Al cabo de poco, llegó al lugar donde antes se alzaba la fortaleza de la Bastilla y que entonces no era más que un gran espacio vacío sobre el que flotaba un cielo gris de negros presagios. Allí comenzaba la ciudad antigua. A partir de ese punto, la calle ya no se denominaba faubourg, sino simplemente calle Saint-Antoine. Al cabo de un centenar de metros, volvía a cambiar de nombre, adoptando el de Rivoli. Con aquel prestigioso nombre, conducía a la antigua plaza del mercado de la Grève, contigua al río, donde habían reconstruido el ayuntamiento, el Hôtel de Ville, al que le habían conferido un aspecto de enorme y ornamentado castillo. Después pasó por el antiguo Châtelet, donde en la Edad Media administraba justicia el preboste. Aunque había aminorado el paso, Petit todavía caminaba deprisa y, pese al frío, sudaba un poco. Finalmente, se cepilló con gesto inconsciente las mangas del abrigo cuando entró en la zona más regia de la calle de Rivoli, con la larga serie de arcadas que se sucedían frente al solemne palacio del Louvre y los jardines de las Tullerías, hasta que llegó al vasto espacio despejado de la plaza de la Concordia. Llevaba caminando más de una hora. Su ira se había transformado en una sombría y amarga rabia impregnada de desesperación. Torció hacia el bonito templo clásico de la Madeleine. Justo al oeste de la Madeleine, empezaba otro de los grandes bulevares residenciales proyectados por el barón Haussmann. El bulevar de Malesherbes partía de allí en diagonal para acabar en una de las puertas noroccidentales de la ciudad, más allá del final del parque Monceau. El serio carácter del bulevar adquiría un aire más moderno en los sectores próximos a la Madeleine, precisamente en la zona donde se encontraba, en un gran edificio de la Belle Époque, el piso de Jules Blanchard.”

Edward Rutherfurd (1948) escritor británico

París

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“Vivimos bajo el imperio de la cifra: nunca los números tuvieron tanto peso en nuestra visión del mundo. Todo parece mensurable; instituciones, gobiernos, universidades, empresas gastan fortunas en computar las variables más recónditas y las más visibles: poblaciones, enfermedades, producciones, mercados, audiencias, geografías, miserias, perspectivas. Todo tiene un número. Es difíci, es nuevo: los Estados y los patrones llevan siglos intentando censar cuanto más mejor; recién ahora tienen herramientas para hacerlo a su gusto. Y lo hacen: para saber cómo somos, hay que medir; para saber qué sirve y qué no sirve, hay que medir; para saber qué hacer, medir; para saber si lo hecho estuvo bien o mal, medir medir medir. Nunca el mundo estuvo tan medido, comedido. Durante siglos, alguien atento podía notar que los chicos indios eran muy flacos y comían muy poco; ahora puede leer en los informes más detallados que el 47,2 sufre de bajo peso —y suponer que entendió lo que pasaba.
La apariencia de mensurabilidad hace que creíamos que tenemos todos los datos necesarios. Los números dan apariencia de solidez a cualquier iniciativa, a cualquier política, a cualquier negocio, a cualquier protesta. Pero son, antes que nada, una herencia torcida, el reflejo de ese universo donde los decisivo es si la empresa ganó 34.480.415 o 34.480.475. Una adaptación de la mirada a esa mirada.
Los números son el idioma en que creemos que nos entendemos —pretendemos que nos entendemos, tratamos de entendernos. Este libro también está lleno de números —y me avergüenza levemente, cómo me avergüenza pronunciar la ce y la zeta cuando estoy en España: hablar en un idioma que no es del todo mío para creer que me aseguro que me entiendan.”

Martín Caparrós (1957) escritor y periodista argentino

El hambre

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“Si uno realmente quiere resolver los problemas de la pobreza, del desempleo y de las preocupaciones económicas, uno debe creer en el Libre Mercado. El Libre Mercado es humanitario, es la fuerza del gobierno la que es inhumana.”

Ron Paul (1935) médico y político estadounidense

“If you really want to solve the problems of poverty, unemployment and economic concerns, yo have to believe in the Free Market. Free Market is humanitarian, it´s the government´s force that is inhumane.”

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“La recuperación de la economía europea es frágil porque existe un elevado nivel de desempleo, un alto endeudamiento de las administraciones públicas, hay una importante fragmentación de los mercados financieros que hace que no esté fluyendo el crédito a las empresas y desaceleración del comercio internacional.”

Juan José Güemes (1969) político español

Fuente: «Juan José Güemes: 'España tendrá un escenario de crecimiento en el futuro'.» 29 de septiembre de 2014. http://negocios.com/noticias/juan-jose-guemes-espana-tendra-escenario-crecimiento-futuro-29092014-1149

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“El objetivo de los beligerantes es la conquista del mundo entero a través del mercado.”

John Berger (1926–2017) escritor, crítico de arte y pintor británico (1926-2017)

En referencia a la globalización, enero del 2000

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“Ningún mercado puede existir por mucho tiempo sin instituciones subyacentes que lo mantengan.”

Elinor Ostrom (1933–2012) politóloga estadounidense que recibió el Premio Nobel de Economía (1933-2012)

Fuente: Elinor Ostrom: El gobierno de los bienes comunes: Evolución de las instituciones de acción colectiva. Fondo De Cultura Economica USA, 2011. ISBN 6071606179.

“La consecuencia natural de la competencia de mercado sin bozal es el socialismo.”

Kevin Carson (1963) economista estadounidense

¿Quién se apropia del beneficio? El libre mercado como comunismo íntegro

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“Las nuevas tecnologías (reforzadas por las nuevas reglas comerciales) están mejorando el poder de mercado de las empresas dominantes y predominantes, como Microsoft, que son todas del mundo desarrollado; Por primera vez, en una industria global clave, hay un monopolista casi global.”

Joseph E. Stiglitz (1943) economista y profesor estadounidense

Tomado de Cómo hacer que funcione la globalización?, 2006 p. 58
Cómo hacer que funcione la globalización? (2006)
Fuente: [[Stiglitz], Joseph Eugene., Cómo hacer que funcione la globalización?, Taurus Ediciones, 2002] ISBN 9788466334365

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“En parte, el libre comercio no ha funcionado porque no lo hemos intentado: los acuerdos comerciales del pasado no han sido ni libres ni justos. Han sido asimétricos, abriendo mercados en los países en desarrollo productos de los países industrializados sin una reciprocidad total.”

Joseph E. Stiglitz (1943) economista y profesor estadounidense

Tomado de Cómo hacer que funcione la globalización?, 2006 p. 62
Cómo hacer que funcione la globalización? (2006)
Fuente: [[Stiglitz], Joseph Eugene., Cómo hacer que funcione la globalización?, Taurus Ediciones, 2002] ISBN 9788466334365

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“Estas políticas de libre mercado nunca se basaron en sólidos fundamentos empíricos y teóricos, e incluso mientras se impulsaban muchas de estas políticas, los economistas académicos explicaban las limitaciones de los mercados, por ejemplo, cuando la información es imperfecta, es decir, siempre.”

Joseph E. Stiglitz (1943) economista y profesor estadounidense

Bleakonomics Entrevista para The New York Times Sunday Book (2007).
Fuente: Bleakonomics. Consultado el 22 de julio de 2019 https://www.nytimes.com/2007/09/30/books/review/Stiglitz-t.html?_r=2&adxnnl=1&oref=slogin&ref=books&adxnnlx=1191080508-xgqHp+i170M7vW5X5Q4Yeg&oref=slogin

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“Es hipócrita pretender ayudar a los países subdesarrollados obligándolos a abrir sus mercados a los bienes de los países industrializados y al mismo tiempo proteger los mercados de estos porque hacen a los ricos más ricos y a los pobres más pobres.”

Joseph E. Stiglitz (1943) economista y profesor estadounidense

En el El malestar en la globalización, 2002 p. 121
Fuente: [[Stiglitz], Joseph Eugene., El Malestar En La Globalización, Taurus Ediciones, 2002] ISBN 9788430604784

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“Sería mucho más exacto decir que sin igualdad y fraternidad, que fueron lemas sacrosantos de la propia revolución burguesa, no puede haber jamás libertad, y que la igualdad y la fraternidad son absolutamente incompatibles con las leyes del mercado.”

Fidel Castro (1926–2016) Ex Presidente de Cuba y Ex Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba

Discurso en el acto por el XL aniversario del Triunfo de la Revolución, Parque Céspedes, Santiago de Cuba, 1/1/1999 http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1999/esp/f010199e.html.

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“El mercado es una bestia salvaje, caótica e incontrolable.”

Fidel Castro (1926–2016) Ex Presidente de Cuba y Ex Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba

Conferencia magistral en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, 24/8/1998 http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1998/esp/f240898e.html.

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“Los escritores catalanes piensan en catalán, hablan en catalán y viven en una sociedad que no habla otra lengua en familia. Por consiguente el idioma catalán es el jugo de su literatura; y escribiendo en castellano Oller, Vilanova, Bertrand y tantos otros, serán a todo tirar, los Fanstenrat (no conozco la ortografía alemana de esta palabra) de Cataluña, que es ser bien poco para los fines que usted desea. Así pues, no hay más remedio que tomarlos como son, con su pecado de origen, harto castigado con la pequeñez del mercado que tiene para sus libros y el injustificado desdén con que los mira el público literato de Castilla.”

José María de Pereda (1833–1906) escritor español

Carta a Benito Pérez Galdós (16 de diciembre de 1884)
Fuente: [Sotelo Vázquez], Adolfo. De Cataluña y España. Relaciones culturales y literarias (1868-1960), pp. 56-7. Edicions Universitat Barcelona, 2014. ISBN 8447538036, 9788447538034. https://books.google.es/books?id=f3-wBAAAQBAJ&pg=PA58#v=onepage&q=Gald%C3%B3s&f=false En Google Books. Consultado el 18 de noviembre de 2019.
Fuente: Soledad Ortega (ed.), «Cartas a Galdós.» Revista de Occidente, p. 9. Madrid (1964)

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