Frases sobre la desesperación
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“Le había quedado, de los tiempos en los que soñaba con dedicarse a la literatura y se juntaba con poetas, una desesperación universal.”

Emile Zola (1840–1902) escritor francés

El Paraíso de las Damas (Los Rougon - Macquart)

“Arrête, Matilde -le pidió-. Arrête, s'il te plaît. Me rindo -susurró en francés, con los brazos alzados y la cabeza caída. Su mano se abrió y las fotografías se regaron en torno a él.

Matilde supo que algo acababa de romperse en el interior de Eliah y sintió pánico.

-Estoy cansado de vivir de esta manera, lleno de angustia y de desesperación por el temor constante a perderte, por no se suficiente para ti, por anhelar que me ames más que a nadie, por considerarme menos, por no merecerte…

-Eliah, por favor…

-Déjame hablar. Le temo a tu juicio lo mismo que a mis errores, que son muchos, lo sé, pero están en el pasado y nada puedo hacer para cambiarlos. Le temo a tu condena. En verdad, tú estas muy por encima de mí…

-¡No! -clamó ella, e intentó acercarse, pero Al-Saud volvió a elevar los brazos y caminó hacia atrás.

-Te amo de un modo que no es bueno para mí, tampoco lo es para ti. A veces pienso que es una obsesión que terminará con los dos.”

Florencia Bonelli (1971) escritora argentina

Caballo de Fuego: Congo
Variante: Arrête, Matilde -le pidió-. Arrête, s'il te plaît. Me rindo -susurró en francés, con los brazos alzados y la cabeza caída. Su mano se abrió y las fotografías se regaron en torno a él.
Matilde supo que algo acababa de romperse en el interior de Eliah y sintió pánico.
-Estoy cansado de vivir de esta manera, lleno de angustia y de desesperación por el temor constante a perderte, por no se suficiente para ti, por anhelar que me ames más que a nadie, por considerarme menos, por no merecerte...
-Eliah, por favor...
-Déjame hablar. Le temo a tu juicio lo mismo que a mis errores, que son muchos, lo sé, pero están en el pasado y nada puedo hacer para cambiarlos. Le temo a tu condena. En verdad, tú estas muy por encima de mí...
-¡No! -clamó ella, e intentó acercarse, pero Al-Saud volvió a elevar los brazos y caminó hacia atrás.
-Te amo de un modo que no es bueno para mí, tampoco lo es para ti. A veces pienso que es una obsesión que terminará con los dos.

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“La calle del Faubourg Saint-Antoine era muy larga. Comenzaba en lo que antes había sido un faubourg, un barrio de las afueras, situado al este de la ciudad antigua. Mucho antes de la Revolución, ya era una zona de artesanos, donde se encontraban la mayoría de los carpinteros y ebanistas. Pese a las ideas republicanas, y a veces radicales, que en general defendían, muchos de aquellos hábiles artesanos y pequeños comerciantes eran, como Petit, muy conservadores en lo que concernía al núcleo familiar. No obstante, más de un monarca había podido comprobar en el pasado que, cuando se echaban a la calle, eran implacables. Petit emprendió la caminata con paso febril. La nieve se había fundido y las calles estaban secas. Al cabo de poco, llegó al lugar donde antes se alzaba la fortaleza de la Bastilla y que entonces no era más que un gran espacio vacío sobre el que flotaba un cielo gris de negros presagios. Allí comenzaba la ciudad antigua. A partir de ese punto, la calle ya no se denominaba faubourg, sino simplemente calle Saint-Antoine. Al cabo de un centenar de metros, volvía a cambiar de nombre, adoptando el de Rivoli. Con aquel prestigioso nombre, conducía a la antigua plaza del mercado de la Grève, contigua al río, donde habían reconstruido el ayuntamiento, el Hôtel de Ville, al que le habían conferido un aspecto de enorme y ornamentado castillo. Después pasó por el antiguo Châtelet, donde en la Edad Media administraba justicia el preboste. Aunque había aminorado el paso, Petit todavía caminaba deprisa y, pese al frío, sudaba un poco. Finalmente, se cepilló con gesto inconsciente las mangas del abrigo cuando entró en la zona más regia de la calle de Rivoli, con la larga serie de arcadas que se sucedían frente al solemne palacio del Louvre y los jardines de las Tullerías, hasta que llegó al vasto espacio despejado de la plaza de la Concordia. Llevaba caminando más de una hora. Su ira se había transformado en una sombría y amarga rabia impregnada de desesperación. Torció hacia el bonito templo clásico de la Madeleine. Justo al oeste de la Madeleine, empezaba otro de los grandes bulevares residenciales proyectados por el barón Haussmann. El bulevar de Malesherbes partía de allí en diagonal para acabar en una de las puertas noroccidentales de la ciudad, más allá del final del parque Monceau. El serio carácter del bulevar adquiría un aire más moderno en los sectores próximos a la Madeleine, precisamente en la zona donde se encontraba, en un gran edificio de la Belle Époque, el piso de Jules Blanchard.”

Edward Rutherfurd (1948) escritor británico

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“Pienso cuando maduraban los limones. En el viento de febrero que rompía los tallos de los helechos, antes que el abandono los secara; los limones maduros que llenaban con su olor el viejo patio.
El viento bajaba de las montañas en las mañanas de febrero. Y las nubes se quedaban allá arriba en espera de que el tiempo bueno las hiciera bajar al valle; mientras tanto dejaban vacío el cielo azul, dejaban que la luz cayera en el juego del viento haciendo círculos sobre la tierra, removiendo el polvo y batiendo las ramas de los naranjos.
Y los gorriones reían; picoteaban las hojas que el aire hacía caer, y reían; dejaban sus plumas entre las espinas de las ramas y perseguían a las mariposas y reían. Era esa época.
En febrero, cuando las mañanas estaban llenas de viento, de gorriones y de luz azul. Me acuerdo.
Mi madre murió entonces.
Que yo debía haber gritado: que mis manos tenían que haberse hecho pedazos estrujando su desesperación. Así hubieras tú querido que fuera. ¿Pero acaso no era alegre aquella mañana? Por la puerta abierta entraba el aire, quebrando las guías de la yedra. En mis piernas comenzaba a crecer el vello entre las venas, y mis manos temblaban tibias al tocar mis senos. Los gorriones jugaban. En las lomas se mecían las espigas. Me dio lástima que ella ya no volviera a ver el juego del viento en los jazmines; que cerrara sus ojos a la luz de los días. ¿Pero por qué iba a llorar?”

Pedro Páramo

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“Si aquella noche el rostro de Inés se me mostró en las facciones de Bob, si en algún momento el fraternal parecido pudo aprovechar la trampa de un gesto para darme a Inés por Bob, fue aquella, entonces, la última vez que vi a la muchacha. Es cierto que volví a estar con ella dos noches después en la entrevista habitual, y un mediodía en un encuentro impuesto por mi desesperación, inútil, sabiendo de antemano que todo recurso de palabra y presencia sería inútil, que todos mis machacantes ruegos morirían de manera asombrosa, como si no hubieran sido nunca, disueltos en el enorme aire azul de la plaza, bajo el follaje de verde apacible en mitad de la buena estación.

Las pequeñas y rápidas partes del rostro de Inés que me había mostrado aquella noche Bob, aunque dirigidas contra mí, unidas a la agresión, participaban del entusiasmo y el candor de la muchacha. Pero cómo hablar a Inés, cómo tocarla, convencerla a través de la repentina mujer apática de las dos últimas entrevistas. Cómo reconocerla o siquiera evocarla mirando a la mujer de largo cuerpo rígido en el sillón de su casa y en el banco de la plaza, de una igual rigidez resuelta y mantenida en las dos distintas horas y los dos parajes; la mujer de cuello tenso, los ojos hacia delante, la boca muerta, las manos plantadas en el regazo. Yo la miraba y era “no”, sabía que era “no” todo el aire que la estaba rodeando.”

Juan Carlos Onetti (1909–1994) Escritor uruguayo

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“A la gente se le debe enseñar lo que es, no lo que debería ser. Todo mi humor está basado en la destrucción y la desesperación. Si el mundo entero estuviera tranquilo, sin enfermedad ni violencia, estaría en la línea del pan, justo detrás de J. Edgar Hoover.”

Lenny Bruce (1925–1966) comediante estadounidense

Original: «People should be taught what is, not what should be. All my humour is based on destruction and despair. If the whole world were tranquil, without disease and violence, I'd be standing in the breadline - right back of J. Edgar Hoover».
Fuente: The Yale Book of Quotations. Editores Associate Librarian and Lecturer in Legal Research Fred R Shapiro, Fred R. Shapiro. Colaborador Joseph Epstein. Edición ilustrada. Editorial Yale University Press, 2006. ISBN 9780300107982. p. 111. https://books.google.es/books?id=ck6bXqt5shkC&pg=PA111&dq=Every+day+people+are+straying+away+from+the+church+and+going+back+to+God..+Lenny+Bruce&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwivnbLfpK_gAhXr1-AKHSB_D_EQ6AEIKDAA#v=onepage&q=Every%20day%20people%20are%20straying%20away%20from%20the%20church%20and%20going%20back%20to%20God..%20Lenny%20Bruce&f=false
Fuente: The Essential Lenny Bruce, edición de John Cohen, 1967.

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“En Rusia, los partidos políticos nacen por una de estas tres razones: una, porque en alguna parte hay un montón de dinero disponible; dos, porque alguien no tiene nada mejor que hacer; tres, porque alguien ha sido empujado a la más absoluta desesperación.”

Anna Politkóvskaya (1958–2006) periodista rusa

Diario ruso, 2007.
Fuente: [ISBN 978-84-8306-736-9, Diario ruso, 2007, Politkóvskaya, Anna, Debate, Capítulo 1: La muerte de la democracia parlamentaria rusa]

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“El mal existe en el mundo no para crear desesperación sino actividad. No debemos someternos pacientemente, sino esforzarnos para evitarlo.”

Original: «Evil exists in the world not to create despair but activity. We are not patiently to submit to it, but to exert ourselves to avoid it».
Fuente: An Essay on the Principle of Population. T. R. Malthus. Editorial Courier Corporation, 2012. ISBN 9780486115771. Página 152. https://books.google.es/books?id=0qYXcMM3hqYC&pg=PR4&dq=The+view+which+he+has+given+of+human+life+has+a+melancholy+hue,&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwiry9rxo-vgAhXNx4UKHREHAHAQ6AEIQDAD#v=onepage&q=%20but%20activity.%20We%20are%20not%20patiently%20to%20submit%20to%20it%2C%20but%20to%20exert%20ourselves%20to%20avoid%20it&f=false

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“Todos los compositores conocen la angustia y la desesperación ocasionadas por el olvido de ideas que no tuvo tiempo de escribir.”

Hector Berlioz (1803–1869) compositor de Francia

Original: «Every composer knows the anguish and despair occasioned by forgetting ideas which one had no time to write down».
Fuente: Steels, Lee. Magic Apples. Editorial Xlibris Corporation, 2014. ISBN 9781499066067. p. 136. https://books.google.es/books?id=3KdpBAAAQBAJ&pg=PA136&dq=Every+composer+knows+the+anguish+and+despair+occasioned+by+forgetting+ideas+which+one+had+no+time+to+write+down&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwishK6w5pvgAhXD1-AKHeA0DHEQ6AEIKDAA#v=onepage&q=Every%20composer%20knows%20the%20anguish%20and%20despair%20occasioned%20by%20forgetting%20ideas%20which%20one%20had%20no%20time%20to%20write%20down&f=false

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“Gracias por los cielos de indiferencia y tierras de amargura que tanto y mucho fueron. Gracias por las desesperaciones, soledades.”

Carlos Pellicer Cámara (1899–1977) escritor, poeta, museólogo y político mexicano

Fuente: Pellicer, Carlos. Recinto y otras imágenes, 1941. Editorial Fondo de Cultura Economica, 2015. ISBN 9786071628442.

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