Frases sobre doctor

Una colección de frases y citas sobre el tema del doctor, ser, veces, mismo.

Frases sobre doctor

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“Feliz 53. o cumpleaños, doctor. Bienvenido al primer día de su muerte.”

John Katzenbach (1950) escritor estadounidense

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“Lo hice nuevamente.
Uno de cada diez años
puedo soportarlo…

una especie de milagro ambulante, mi piel
brilla como una pantalla nazi,
mi pie derecho

un pisapapeles,
mi rostro sin forma, delgado
lienzo judío.

Retira la compresa,
¡ah, enemigo mío!
¿te doy miedo?…

¿La nariz, la fosa de los ojos, toda la dentadura?
El aliento agrio
un día se desvanecerá.

Pronto, pronto la carne
que alimentó la grave sepultura me será
familiar

y yo seré una mujer sonriente,
sólo tengo treinta.
Y como el gato tengo nueve vidas que morir.

Ésta es la Número Tres.
Qué basura
para la aniquilación de cada década.

Qué millón de filamentos.
La multitud como maní prensado
se atropella para ver

desenvuelven mis manos y pies…
el gran strip tease
señoras y señores

éstas son mis manos
mis rodillas.
Puede que esté piel y huesos,

sin embargo, soy la misma e idéntica mujer.
La primera vez que ocurrió, tenía diez.
Fue un accidente.

La segunda vez quise
que fuera definitivo y no regresar jamás.
Me mecí doblada sobre mí misma

como una concha.
Tuvieron que llamar y llamar
y quitarme uno a uno los gusanos como perlas viscosas.

Morir
es un arte, como cualquier otro,
yo lo hago de maravillas.

Hago que se sienta como un infierno.
Hago que se sienta real.
Creo que podrían llamarlo un don.

Es tan fácil que puedes hacerlo en una celda.
Es tan fácil que puedes hacerlo y quedarte ahí, quietita.
Es el teatral

regreso a pleno día
al mismo lugar, a la misma cara, al mismo grito
brutal y divertido

“¡Milagro!”
que me deja fuera de combate.
Hay un precio a pagar

para mirar las escaras, hay un precio a pagar
para auscultar mi corazón…
late de veras.

Y hay un precio a pagar, un precio mayor
por una palabra o un contacto
o un poquito de sangre

o una muestra de mi cabello o de mi ropa.
Bueno, bueno, Herr Doctor.
Bueno, Herr Enemigo.

Soy vuestra opus,
soy vuestra valiosa
niña de oro puro

que se funde en un chillido.
Giro y ardo.
No crean que no estimo su enorme preocupación.

Cenizas, cenizas…
Ustedes atizan y remueven.
Carne, hueso, no hay nada allí…

Un pan de jabón,
un anillo de bodas,
un empaste de oro.

Herr dios, Herr Lucifer
tengan cuidado
tengan cuidado.

Sobre las cenizas
me elevo con mi cabello rojo
y devoro hombres como aire.”

Sylvia Plath (1932–1963) escritora Estadounidense

Ariel

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“SOPAS, no hay nadie.. pero timbraron ¿sera el doctor Galán que vino a jalarle las patas a toda la clientela del edificio?”

Jaime Garzón (1960–1999) Humorista, presentador de televisión, y defensor de los Derechos Humanos Colombiano.
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“Doctor Blasingham. Chupasangre de fondos del condado. Un farsante y un mierda. Yo no entendía cómo no le habían elegido aún presidente de Estados Unidos.”

La máquina de follar (1974)
Fuente: Libro. https://books.google.es/books?id=tUZeAQAAQBAJ&printsec=frontcover&dq=La+m%C3%A1quina+de+follar.+Charles+Bukowski&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwixptCGrrzhAhVBKBoKHRYdAs8Q6AEIKDAA#v=snippet&q=Dale%20algo%20al%20g%C3%A9nero%20humano%20y%20lo%20raspar%C3%A1n%20y%20lo%20ara%C3%B1ar%C3%A1n%20y%20lo%20machacar%C3%A1n&f=false

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“Todavía pienso en ti. Doctor S.”

John Katzenbach (1950) escritor estadounidense

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“¿Le apetece salir conmigo, doctora?”

Jim Davis (1945) dibujante de cómics estadounidense y creador de Garfield

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“Fue el fuego de las bombas el que quemó mi cuerpo. Fue la habilidad de los doctores la que curó mi piel. Pero fue necesario el poder del amor de Dios para sanar mi corazón.”

Kim Phuc (1963) víctima de la guerra de Vietnam y activista

Fuente: Chong, Denise. The Girl in the Picture: The Story of Kim Phuc, the Photograph, and the Vietnam War. http://www.amazon.com/The-Girl-Picture-Photograph-Vietnam/dp/0140280219 (2001)

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“Verá, doctor Stadler; a la gente no le gusta pensar, y cuanto mayores son sus conflictos, menos piensa. Pero gracias a cierto instinto, sabe que ha de hacerlo y ello produce una sensación de culpabilidad. Por tal motivo, bendecirá y seguirá a quienquiera que le ofrezca una justificación para no pensar. Alguien que convierta en virtud de gran altura intelectual lo que saben que es su pecado, su debilidad y su miseria.”

Atlas Shrugged
Variante: Verá, doctor Stadler; a la gente no le gusta pensar, y cuanto mayores son sus conflictos, menos piensa. Pero gracias a cierto instinto, sabe que ha de hacerlo y ello le produce una sensación de culpabilidad. Por tal motivo, bendecirá y seguirá a quienquiera que le ofrezca una justificación para no pensar. Alguien que convierta en virtud de gran altura intelectual lo que saben que es su pecado, su debilidad y su miseria.

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“la vez que hacemos más ejercicios, dice el doctor Weinberg, es necesario que nuestra dieta esté basada en frutas y vegetales en lugar de carnes rojas y carbohidratos procesados.”

Nacidos para correr: La historia de una tribu oculta, un grupo de superatletas y la mayor carrera de la historia

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“Una vez fui testigo del estrecho nexo entre la pérdida de la fe en el futuro y este peligroso darse por vencido. F., el jefe de mi barracón, compositor y libretista famoso, me confió un día: «Me gustaría contarle algo, doctor. He tenido un extraño sueño. Una voz me invitaba a desear cualquier cosa, bastaba con preguntar lo que quería conocer y mis preguntas serían satisfechas de inmediato. ¿Sabe qué pregunté? Cuándo terminaría la guerra para mí. Ya sabe lo que quiero decir, doctor, ¡para mí! Conocer cuándo seríamos liberados los de este campo y cuándo terminarían nuestros sufrimientos». «¿Y cuándo tuvo usted ese sueño?», le pregunté. «En febrero de 1945», contestó. Por entonces estábamos a principios de marzo. «¿Qué respondió la voz en su sueño?» En voz baja, casi furtivamente, me susurró: «El treinta de marzo.» Cuando F. me contó aquel sueño todavía se encontraba rebosante de esperanza y convencido de la certeza y veracidad del oráculo de la voz. Sin embargo, a medida que se acercaba el día prometido, las noticias que recibíamos sobre la guerra menguaban las esperanzas de ser liberados en la fecha indicada. El veintinueve de marzo, de repente, F. cayó enfermo con una fiebre muy alta. El treinta de marzo, el día en que según su profecía terminaría la guerra y el sufrimiento para él, empezó a delirar y perdió la conciencia. El treinta y uno de marzo falleció. Según todas las apariencias murió de tifus… Los que conocen la estrecha relación entre el estado de ánimo de una persona su valor y su esperanza, o su falta de ambos y el estado de su sistema inmunológico comprenderán cómo la pérdida repentina de la esperanza y el valor pueden desencadenar un desenlace mortal. La causa última de la muerte de mi amigo fue la honda decepción que le produjo no ser liberado en el día señalado. De pronto se debilitó la resistencia de su organismo y sus defensas disminuyeron, dejándole a merced de la infección tifoidea latente. Su esperanza en el futuro y su voluntad de vivir se paralizaron, y su cuerpo sucumbió víctima de la enfermedad. Después de todo, la voz de sus sueños se hizo realidad. La observación de este caso, y sus consecuencias psicológicas, concuerda con un hecho que el médico del campo me hizo notar: la tasa de mortandad semanal durante las Navidades de 1944 y el Año Nuevo de 1945 superó en mucho las estadísticas habituales del campo. En su opinión, la explicación de este aumento de mortalidad no había que buscarla en el empeoramiento de las condiciones de trabajo, ni en una disminución de la ración alimenticia, ni en un cambio climatológico, ni en el brote de nuevas epidemias. A su entender, se trataba sencillamente de la ingenua esperanza que abrigaron la mayoría de los presos de ser liberados por las fiestas navideñas. Según se acercaba esa fecha, y al no recibir ninguna noticia alentadora, los prisioneros perdieron su valor y les venció el desaliento. Muchos de ellos murieron al debilitarse su capacidad de resistencia. Ya advertimos”

El hombre en busca de sentido

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“Una vez fui testigo del estrecho nexo entre la pérdida de la fe en el futuro y este peligroso darse por vencido. F., el jefe de mi barracón, compositor y libretista famoso, me confió un día: «Me gustaría contarle algo, doctor. He tenido un extraño sueño. Una voz me invitaba a desear cualquier cosa, bastaba con preguntar lo que quería conocer y mis preguntas serían satisfechas de inmediato. ¿Sabe qué pregunté? Cuándo terminaría la guerra para mí. Ya sabe lo que quiero decir, doctor, ¡para mí! Conocer cuándo seríamos liberados los de este campo y cuándo terminarían nuestros sufrimientos». «¿Y cuándo tuvo usted ese sueño?», le pregunté. «En febrero de 1945», contestó. Por entonces estábamos a principios de marzo. «¿Qué respondió la voz en su sueño?» En voz baja, casi furtivamente, me susurró: «El treinta de marzo.» Cuando F. me contó aquel sueño todavía se encontraba rebosante de esperanza y convencido de la certeza y veracidad del oráculo de la voz. Sin embargo, a medida que se acercaba el día prometido, las noticias que recibíamos sobre la guerra menguaban las esperanzas de ser liberados en la fecha indicada. El veintinueve de marzo, de repente, F. cayó enfermo con una fiebre muy alta. El treinta de marzo, el día en que según su profecía terminaría la guerra y el sufrimiento para él, empezó a delirar y perdió la conciencia. El treinta y uno de marzo falleció. Según todas las apariencias murió de tifus… Los que conocen la estrecha relación entre el estado de ánimo de una persona su valor y su esperanza, o su falta de ambos y el estado de su sistema inmunológico comprenderán cómo la pérdida repentina de la esperanza y el valor pueden desencadenar un desenlace mortal. La causa última de la muerte de mi amigo fue la honda decepción que le produjo no ser liberado en el día señalado. De pronto se debilitó la resistencia de su organismo y sus defensas disminuyeron, dejándole a merced de la infección tifoidea latente. Su esperanza en el futuro y su voluntad de vivir se paralizaron, y su cuerpo sucumbió víctima de la enfermedad. Después de todo, la voz de sus sueños se hizo realidad.”

El hombre en busca de sentido

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“Porque, doctora, vivir y saber morir, en cierto sentido, tienen un valor equivalente.”

Haruki Murakami (1949) escritor y traductor japonés

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“Ahora tengo sueño, digo yo, como si fuera el eco del doctor Pasavento. Y tengo la impresión de que, con mi posición de escribiente, iluminado por la luz de una imaginaria luna menguante, recuerdo las humildes posiciones de aquellos personajes de Walser de los que Walter Benjamin decía que parecían provenir de la noche más oscura, personajes que venían del sueño de una noche veneciana y que lo que lloraban era prosa. “Pues el sollozo”, decía Benjamin, “es la melodía del parloteo de Walser”. Son personajes que no han renunciado a su componente infantil, seguramente porque nunca fueron niños. Les horroriza la idea de que, por cualquier circunstancia ajena a sus deseos, puedan llegar a tener éxito en la vida. ¿Y por qué les horroriza tanto? Desde luego no por sentimientos como el desprecio o el rencor, sino, como dice Benjamin, en sus líneas dedicadas a Walser, por motivos del todo epicúreos. Quieren vivir con ellos mismos. No necesitan a nadie. Son seres a los que su propia naturaleza aleja de la sociedad y que, en contra de lo que pueda pensarse, no necesitan ninguna ayuda, pues si quieren seguir siendo de verdad sólo pueden alimentarse de sí mismos. Proceden, o aparentan proceder, de las praderas de Appenzell y su vida empieza donde acaban los cuentos. “Y si no han muerto, entonces es que hoy viven todavía”, dice Walser de los personajes de esos cuentos. Y nos muestra a continuación cómo viven y a qué se dedican, nos explica qué es lo suyo. Hay días en que lo suyo es ser como coches fúnebres que van a todas partes menos al cementerio. Y otros en los que lo suyo son textos, ensayos errantes, microgramas, furtivas conversaciones con un botón, ilusorios papelillos, pequeña prosa, tentativas de escribir para ausentarse, cigarrillos efímeros y cosas por el estilo.”

Enrique Vila-Matas (1948) escritor español

Doctor Pasavento

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“Debe haber un error, doctor. Mi cuñado no era tan gordo ni tan viejo, y la última vez que lo vimos era negro.”

Santiago Gamboa (1962) escritor colombiano

Perder es cuestión de método

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“Una vez fui testigo del estrecho nexo entre la pérdida de la fe en el futuro y este peligroso darse por vencido. F., el jefe de mi barracón, compositor y libretista famoso, me confió un día: «Me gustaría contarle algo, doctor. He tenido un extraño sueño. Una voz me invitaba a desear cualquier cosa, bastaba con preguntar lo que quería conocer y mis preguntas serían satisfechas de inmediato. ¿Sabe qué pregunté? Cuándo terminaría la guerra para mí. Ya sabe lo que quiero decir, doctor, ¡para mí! Conocer cuándo seríamos liberados los de este campo y cuándo terminarían nuestros sufrimientos». «¿Y cuándo tuvo usted ese sueño?», le pregunté. «En febrero de 1945», contestó. Por entonces estábamos a principios de marzo. «¿Qué respondió la voz en su sueño?» En voz baja, casi furtivamente, me susurró: «El treinta de marzo.» Cuando F. me contó aquel sueño todavía se encontraba rebosante de esperanza y convencido de la certeza y veracidad del oráculo de la voz. Sin embargo, a medida que se acercaba el día prometido, las noticias que recibíamos sobre la guerra menguaban las esperanzas de ser liberados en la fecha indicada. El veintinueve de marzo, de repente, F. cayó enfermo con una fiebre muy alta. El treinta de marzo, el día en que según su profecía terminaría la guerra y el sufrimiento para él, empezó a delirar y perdió la conciencia. El treinta y uno de marzo falleció. Según todas las apariencias murió de tifus…”

El hombre en busca de sentido

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“¿Doctor? ¿Es usted alguna clase de científico?”. Y el doctor decía: “Señor, soy toda clase de científico”. Y yo saltaba: “¡Sí! ¡Sí! ¡Eso es lo que yo quiero ser! ¡Toda clase de científico!».”

SuperFreakonomics: Enfriamiento global, prostitutas patrioticas y por que los terroristas suicidas deberian contratar un seguro de vida (Vintage Espanol)

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“No existe lo que se llama "falta de temor", Simón, a menos que un hombre esté loco.

Doctor Morgenes”

Tad Williams (1957) escritor estadounidense

The Dragonbone Chair

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“Entre gustos y colores
no hacen doctores porfía
mucho menos los poetas
con letras y melodías.”

Fuente: "Erótico potosino" & "Sin ser dueño de la verdad"