Frases sobre humo

Una colección de frases y citas sobre el tema del humo, cosas, amor, vida.

Frases sobre humo

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“No hay humo sin fuego.”

Iósif Stalin (1879–1953) Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética

18 de mayo de 1925).
Cronología de citas, 1925

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“Hay una cortina de humo detrás de cada programa de gobierno.”

Milton Friedman (1912–2006) estadístico, economista, e intelectual estadounidense
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“Hay palabras que suben como el humo, y otras que caen como la lluvia.”

Madame de Sévigné (1626–1696)

Fuente: [Señor] (1997), p. 315.
Fuente: [Ortega Blake] (2013), p. .

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“De vez en cuando me fumo un recuerdo, su humo se pone delante y no me deja ver tanta estupidez coexistente.”

Luis Alberto Costales (1926–2006) Político ecuatoriano y poeta

Fuente: Rutas de Sombra y de Sol - pag 232, 22 de marzo de 2019, 2006, culturaenecuador.org, es http://www.culturaenecuador.org/images/stories/documentos/libros/rutasdesombraydesol.pdf,

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“¿Cuánto tiempo pueden los hombres prosperar entre paredes de ladrillo, caminar sobre pavimentos de asfalto, respirando humo de carbón y de petróleo, crecer, trabajar, morir, con apenas una idea sobre el viento, el cielo, y los campos de grano, viendo sólo la belleza hecha máquina, con la calidad de vida semejante a la de los minerales?”

Charles Lindbergh (1902–1974) aviador e ingeniero estadounidense

Original: «How long can men thrive between walls of brick, walking on asphalt pavements, breathing the fumes of coal and of oil, growing, working, dying, with hardly a thought of wind, and sky, and fields of grain, seeing only machine-made beauty, the mineral-like quality of life?».
Fuente: Citado en: Is It Hot in Here?: The Simple Truth About Global Warming http://books.google.es/books?id=5sVccxbp2KgC&pg=PA143. Nathan Todd Cool. iUniverse, 2006. ISBN 0-595-40622-X, pág. 143.

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“pues no todo en el fuego es claridad, sino también leña bruta, y ceniza, y humo…”

Leopoldo Lugones (1874–1938) poeta, ensayista, periodista y político de Argentina

El payador

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“El verdadero rey forma la estatua del humo para colocarla en el recodo más frío de la perfección.”

José Lezama Lima (1910–1976) escritor cubano

Fuente: [Lezama Lima] (1988), p. 62.
Fuente: Poesía completa, 1988.

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“El amor es como el fuego. Ven antes el humo los que están fuera, que las llamas los que están dentro.”

Jacinto Benavente (1866–1954) literato español

El
Fuente: [Ortega Blake] (2013), p. 288.

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“el momento apasionado que se apaga sin dejar rastro en el humo del olvido.”

Carta de una desconocida, La Institutriz, Veinticuatro horas en la vida de una mujer

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“¿Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur?
Ah déjame recordarte cómo eras entonces, cuando aún no existías.”

Fuente: Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada (Twenty Love Poems and a Song of Despair) (1924)

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“El amor es un humo que sale del vaho de los suspiros; al disiparse, un fuego que chispea en los ojos de los amantes; al ser sofocado, un mar nutrido por las lágrimas de los amantes; ¿qué más es? Una locura muy sensata, una hiel que ahoga, una dulzura que conserva.”

Romeo y Julieta
Variante: «El amor es una nube hecha por el vapor de los suspiros».
Fuente: Romeo, 1.º acto, escena I.
Fuente: [[Guerrero del Río], Eduardo, Diccionario de citas literarias II, 20, RIL Editores, 2007] ISBN 9789562845809 https://books.google.es/books?id=USiTnlyqvvsC&dq=Diccionario+de+citas+literarias+II.+eduardo+guerrero&hl=es&source=gbs_navlinks_s En Google Books. Consultado el 14 de junio de 2019.

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“Vendedores de humo.”

José María García (1943) periodista

Sobre Valdano, Lillo y otros.

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“Caminando entre un inquietante silencio, no se oye nada, no hay humo, no hay llamas.”

John Petrucci (1967) músico estadounidense

When a dream and a day unite

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“Pensar y fumar son dos operaciones que consisten en lanzar al aire nubecitas de humo.”

José Maria Eça de Queiroz (1845–1900) escritor portugués

Sin fuentes

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“Debo beber más, tomo bebida congelada y el humo hábitos que se supone que se deben evitar, sino que el uso un spray de propóleos, y durante la Mundial…., Dejo de fumar”

Galvão Bueno (1950)

Al preguntarle si se encarga de la voz.
Fuente: Entrevista en la Revista Isto É Gente, desde 07 de enero de 2002.

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Mathias Malzieu Foto

“Nieva sobre Edimburgo el 16 de abril de 1874. Un frío gélido azota la ciudad. Los viejos especulan que podría tratarse del día más frío de la historia. Diríase que el sol ha desaparecido para siempre. El viento es cortante; los copos de nieve son más ligeros que el aire.
¡Blanco! ¡Blanco! ¡Blanco!
Explosión sorda. No se ve más que eso. Las casas parecen locomotoras de vapor, sus chimeneas desprenden un humo grisáceo que hace crepitar el cielo de acero. Las pequeñas callejuelas de Edimburgo se metamorfosean. Las fuentes se transforman en jarrones helados que sujetan ramilletes de hielo. El viejo río se ha disfrazado de lago de azúcar glaseado y se extiende hasta el mar. Las olas resuenan como cristales rotos. La escarcha cae cubriendo de lentejuelas a los gatos. Los árboles parecen grandes hadas que visten camisón blanco, estiran sus ramas, bostezan a la luna y observan cómo derrapan los coches de caballos sobre los adoquines. El frío es tan intenso que los pájaros se congelan en pleno vuelo antes de caer estrellados contra el suelo. El sonido que emiten al fallecer es dulce, a pesar de que se trata del ruido de la muerte. Es el día más frío de la historia. Y hoy es el día de mi nacimiento. […]
Fuera nieva con auténtica ferocidad. La hiedra plateada trepa hasta esconderse bajo los tejados. Las rosas translúcidas se inclinan hacia las ventanas, sonrojando las avenidas, los gatos se transforman en gárgolas, con las garras afiladas. En el río, los peces se detienen con una mueca de sorpresa. Todo el mundo está encantado por la mano de un soplador de vidrio que congela la ciudad, expirando un frío que mordisquea las orejas. En escasos segundos, los pocos valientes que salen al exterior se encuentran paralizados, como si un dios cualquiera acabara de tomarles una foto. Los transeúntes, llevados por el impulso de su trote, se deslizan por el hielo a modo de baile. Son figuras hermosas, cada una en su estilo, ángeles retorcidos con bufandas suspendidas en el aire, bailarinas de caja de música en sus compases finales, perdiendo velocidad al ritmo de su ultimísimo suspiro.
Por todas partes, paseantes congelados o en proceso de estarlo se quedan atrapados. Solo los relojes siguen haciendo batir el corazón de la ciudad como si nada ocurriera.”

Mathias Malzieu (1974) obras
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“Toma un puro, Sherlock.
- Lo siento; sólo echo humo cuando me enchufan a la red eléctrica.”

Charles Stross (1964) escritor de ciencia ficción

The Atrocity Archives

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“La muerte podía estar en una bolsa de cacahuetes, en un trozo de carne que se te atravesara, en el siguiente paquete de cigarrillos. Siempre te andaba rondando, de guardia en todas las estaciones de control entre lo mortal y lo eterno. Agujas infectadas, insectos venenosos, cables mal aislados, incendios forestales. Patines que lanzaban a intrépidos chiquillos a cruces muy transitados. Cada vez que te metes en la bañera para darte una ducha, Oz te acompaña: ducha para dos.

Cada vez que subes a un avión, Oz lleva tu misma tarjeta de embarque. Está en el agua que bebes y en la comida que comes. «¿Quién anda ahí?», gritas en la oscuridad cuando estás solo y asustado, y es él quien te responde: Tranquilo, soy yo. Eh, ¿cómo va eso? Tienes un cáncer en el vientre, qué lata, chico, sí que lo siento. ¡Cólera! ¡Septicemia! ¡Leucemia! ¡Arteriosclerosis! ¡Trombosis coronaria! ¡Encefalitis! ¡Osteomielitis! ¡Ajajá, vamos allá!

Un chorizo en un portal, con una navaja en la mano. Una llamada telefónica a medianoche. Sangre que hierve con ácido de la batería en una rampa de salida de una autopista de Carolina del Norte. Puñados de píldoras: anda, traga. Ese tono azulado de las uñas que sigue a la muerte por asfixia; en su último esfuerzo por aferrarse a la vida, el cerebro absorbe todo el oxígeno que queda en el cuerpo, incluso el de las células vivas que están debajo de las uñas.

Hola, chicos, me llamo Oz el Ggande y Teggible, pero podéis llamarme Oz a secas. Al fin y al cabo, somos viejos amigos. Pasaba por aquí y he entrado un momento para traerte este pequeño infarto, este derrame cerebral, etcétera; lo siento, no puedo quedarme, tengo un parto con hemorragia y, luego, inhalación de humo tóxico en Omaha.


Y la vocecita sigue gritando: «¡Te quiero, Tigger, te quiero! ¡Creo en ti, Tigger! ¡Siempre te querré y creeré en ti, y seguiré siendo niña, y el único Oz que habitará en mi corazón será ese simpático impostor de Nebraska! Te quiero…».


Vamos patrullando, mi hijo y yo…, porque lo que importa no es el sexo ni la guerra, sino la noble y terrible batalla sin esperanza contra Oz, el Ggande y Teggible.”

Pet Sematary

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“Entonces, mira, a veces una muchacha parte en bicicleta,
la ves de espaldas alejándose por un camino (¿la Gran Vía,
King´s Road, la Avenue de Wagran, un sendero
entre álamos, un paso entre colinas?), hermosa y joven la
ves de espaldas yéndose, más pequeña ya, resbalando en la
tercera dimensión y yéndose,

y te preguntas si llegará, si salió para llegar, si salió
porque quería llegar, y tienes miedo como siempre has
tenido miedo por ti mismo, la ves irse tan frágil y
blanca en una bicicleta de humo, te gustaría estar con ella,
alcanzarla en algún recodo y apoyar una mano en el
/manubrio
y decir que también tú has salido, que también tú quieres
llegar al sur,

y sentirte por fin acompañado porque la estás acompañando,
larga será la etapa pero allí en lo alto el aire es limpio
y no hay papeles y latas en el suelo, hacia el fondo del
valle se dibujará por la mañana el ojo celeste de un lago.
Sí, también eso lo sueñas despierto en tu oficina o en
la cárcel, mientras te aplauden en un escenario o una
cátedra, bruscamente ves el rumbo posible, ves la chica
yéndose en su bicicleta o el marinero con su bolsa al
hombro, entonces es cierto, entonces hay gente que se
va, que parte para llegar, y es como un azote de palomas
que te pasa por la cara, por qué no tú, hay tantas
bicicletas, tantas bolsas de viaje, las puertas de la
ciudad están abiertas todavía,

y escondes la cabeza en la almohada, acaso lloras.
Porque, son cosas que se saben, la ruta del sur lleva
a la muerte,
allá, como la vio un poeta, vestida de almirante espera
o vestida de sátrapa o de bruja, la muerte coronel o
general espera
sin apuro, gentil, porque nadie se apura en los aeródromos,
no hay cadalsos ni piras, nadie redobla los tambores
para anunciar la pena, nadie venda los ojos de los reos
ni hay sacerdotes que le den a besar el crucifijo a la
mujer atada a la estaca, eso no es ni siquiera Ruán y no
es Sing-Sing, no es la Santé,

allá la muerte espera disfrazada de nadie, allá nadie
es culpable de la muerte, y la violencia

es una vacua acusación de subversivos contra la disciplina
y la tranquilidad del reino,

allá es tierra de paz, de conferencias internacionales,
copas de fútbol, ni siquiera los niños revelarán que
el rey marcha desnudo en los desfiles, los diarios
hablarán de la muerte cuando la sepan lejos, cuando se
pueda hablar de quienes mueren a diez mil kilómetros,
entonces sí hablarán, los télex y las fotos hablarán sin
mordaza, mostrarán cómo el mundo es una morgue
/maloliente
mientras el trigo y el ganado, mientras la paz del sur,
mientras la civilización cristiana.

Cosas que acaso sabe la muchacha perdiéndose a lo lejos,
ya inasible silueta en el crepúsculo, y quisieras estar
y preguntarle, estar con ella, estar seguro de que sabe,
pero cómo alcanzarla cuando el horizonte es una sola
línea roja ante la noche, cuando en cada encrucijada
hay múltiples opciones engañosas y ni siquiera una
esfinge para hacerte las preguntas rituales.

¿Habrá llegado al sur?
¿La alcanzarás un día?
Nosotros, ¿llegaremos?

(Se puede partir de cualquier cosa, una caja de fósforos, una lista de desaparecidos, un viento en el tejado - )

¿Llegaremos un día?

Ella partió en su bicicleta, la viste a la distancia,
no volvió la cabeza, no se apartó del rumbo. Acaso entró
en el sur, lo vio sucio y golpeado en cuarteles y calles
pero sur, esperanza de sur,

sur esperanza. ¿Estará sola ahora, estará hablando
con gente como ella, mirarán a lo lejos por si otras
bicicletas apuntaran filosas?

( - un grito allá abajo en la calle, esa foto del Newsweek - )

¿Llegaremos un día?”

Julio Cortázar (1914–1984) escritor argentino
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“La murmuración se parece al humo porque se disipa pronto, pero ennegrece todo lo que toca.”

Germaine de Staël (1766–1817) escritora en lengua francesa

Fuente: [Señor] (1997), p. 111.

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“Y no quiere que le cante, Hay humo en tus ojos?”

Santiago Gamboa (1962) escritor colombiano

Perder es cuestión de método, Editorial GRIJALBO
Fuente: ISBN 978-84-253-9871-1

“Cómo entender al humano en su afán por depredar, y no se resigna a aceptar
que solo es humo vano.”

"Lecciones y moralejas por escrito en gotas de cariño".

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