Frases sobre guardar

Una colección de frases y citas sobre el tema del guardar, ser, veces, vida.

Frases sobre guardar

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“Los militares deben recordar que son servidores de la República y no sus amos. Y en vez de guardar las urnas deben guardar mejor el patrimonio nacional y los derechos humanos.”

Raúl Alfonsín (1927–2009) cuatrigésimo tercer presidente de la República Argentina

Fuente: http://www.elhistoriador.com.ar/frases/raul_alfonsin/alfonsin_y_el_problema_de_la_autonomia_militar.php

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“Saber de memoria no es saber: es tener lo que se ha dado a guardar a la memoria.”

Michel De Montaigne (1533–1592) biografía, filósofo y político francés del Renacimiento

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“Aquel que no puede guardar sus pensamientos dentro de sí nunca llevará a cabo grandes cosas.”

Thomas Carlyle (1795–1881)

Fuente: [Cantú Garza], Miqueas. «En la opinión.» 24 de mayo de 2015. http://www.laprensa.mx/notas.asp?id=362577 La Prensa. Consultado el 22 de febrero de 2019.

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“En España la mejor manera de guardar un secreto es escribir un libro.”

Manuel Azaña (1880–1940) político español

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“Para guardar las fronteras, los mejores santos son los cañones.”

Gaspar Rodríguez de Francia (1766–1840) gobernante paraguayo

Cuando el comandante de una nueva fortaleza le pidió permiso para ponerla bajo la advocación de un santo.
Fuente: Fuente: Palma, Ricardo. Tradiciones Peruanas.(1875) Vol.3

“Se levanta y hace la cama, luego recoge del suelo unos libros de bolsillo (novelas policíacas) y los pone en la librería. Tiene ropa que lavar antes de irse, ropa que guardar, medias que emparejar y meter en los cajones. Envuelve la basura en papel de periódico y baja tres pisos para dejarla en el cubo de la basura. Saca los calcetines de Cal de detrás de la cama y los sacude, dejándolos sobre la mesa de la cocina. Hay trapos que lavar, hollín en el alféizar de las ventanas, cacerolas en remojo por fregar, hay que poner un plato bajo el radiador por si funciona durante la semana (se sale). Oh. Aj. Que se queden las ventanas como están, aunque a Cal no le gusta verlas sucias. Esa espantosa tarea de restregar el retrete, pasarle el plumero a los muebles. Ropa para planchar. Siempre se caen cosas cuando recoges otras. Se agacha una y otra vez. La harina y el azúcar se derraman sobre los estantes que hay encima de la pila y tiene que pasar un paño; hay manchas y salpicaduras, hojas de rábano podridas, incrustaciones de hielo dentro de la vieja nevera (hay que mantener la puerta abierta con una silla, para que se descongele). Pedazos de papel, caramelos, cigarrillos y ceniza por toda la habitación. Tiene que quitarle el polvo a todo. Decide limpiar las ventanas a pesar de todo, porque quedan más bonitas. Estarán asquerosas después de una semana. Por supuesto, nadie la ayuda. Nada tiene la altura adecuada. Añade los calcetines de Cal a la ropa de ambos que tiene que llevar a la lavandería de autoservicio, hace un montón separado con la ropa de él que tiene que coser, y pone la mesa para sí misma. Raspa los restos de comida del plato del gato, y le pone agua limpia y leche. «Mr. Frosty» no parece andar por allí. Debajo de la pila encuentra un paño de cocina, lo recoge y lo cuelga sobre la pila, se recuerda a sí misma que tiene que limpiar allí abajo más tarde, y se sirve cereales, té, tostadas y zumo de naranja. (El zumo de naranja es un paquete del gobierno de naranja y pomelo en polvo y sabe a demonios.) Se levanta de un salto para buscar la fregona debajo de la pila, y el cubo, que también debe estar por allí. Es hora de fregar el suelo del cuarto de baño y el cuadrado de linóleo que hay delante de la pila y la cocina. Primero termina el té, deja la mitad del zumo de naranja y pomelo (haciendo una mueca) y algo del cereal. La leche vuelve a la nevera —no, espera un momento, tírala—, se sienta un minuto a escribir una lista de comestibles para comprarlos en el camino del autobús a casa, cuando vuelva dentro de una semana. Llena el cubo, encuentra el jabón, lo deja, friega sólo con agua. Lo guarda todo. Lava los platos del desayuno. Coge una novela policíaca y la hojea, sentada en el sofá. Se levanta, limpia la mesa, recoge la sal que ha caído en la alfombra y la barre. ¿Eso es todo? No, hay que arreglar la ropa de Cal y la suya. Oh, déjalo. Tiene que hacer la maleta y preparar la comida de Cal y la suya (aunque él no se marcha con ella). Eso significa volver a sacar las cosas de la nevera y volver a limpiar la mesa, dejar pisadas en el linóleo otra vez. Bueno, no importa. Lava el plato y el cuchillo. Ya está. Decide ir por la caja de costura para arreglar la ropa de él, cambia de opinión. Coge la novela policíaca. Cal dirá: «No has cosido mi ropa.» Va a coger la caja de costura del fondo del armario, pisando maletas, cajas, la tabla de plancha, su abrigo y ropa de invierno. Pequeñas manos salen de la espalda de Jeannine y recogen lo que ella tira. Se sienta en el sofá y arregla el desgarrón de la chaqueta de verano de él, cortando el hilo con los dientes. Vas a estropearte el esmalte. Botones. Zurce tres calcetines. (Los otros están bien.) Se frota los riñones. Cose el forro de una falda que está descosido. Limpia zapatos. Hace una pausa y mira sin ver. Luego reacciona y con aire de extraordinaria energía saca la maleta mediana del armario y empieza a meter su ropa para”

The Female Man

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“Perseverar en el cumplimiento de su deber y guardar silencio es la mejor respuesta a la calumnia.”

George Washington (1732–1799) primer presidente de los Estados Unidos de América

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“Recuerdo que era una persona angelical que siempre perdonaba. Siempre trató de guardar el miedo dentro y no mostrárnoslo”

Madonna (1958) cantautora, actriz y empresaria estadounidense

sobre su madre

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“La economía consiste en saber gastar y el ahorro en saber guardar.”

Orison Swett Marden (1850–1924) escritor estadounidense

«La economía es la siembra, y el ahorro, la cosecha»
Fuente: [Señor] (1997), p. 166.
Fuente: [Señor] (1997), p. 166.

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“Tres pueden guardar un secreto si dos de ellos están muertos.”

Fuente: Citado en El Secreto de Tesla. Autor Alex Lukeman. Traducido por Roberto Peña Páez. Editorial Babelcube Inc., 2018. ISBN 9781547541164. https://books.google.es/books?id=mvVqDwAAQBAJ&pg=PT235&dq=Tres+pueden+guardar+un+secreto+si+dos+de+ellos+est%C3%A1n+muertos.+Benjamin+Franklin&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwjhr8jEtYPhAhVIxhoKHU6xCTgQ6AEILTAB#v=onepage&q=Tres%20pueden%20guardar%20un%20secreto%20si%20dos%20de%20ellos%20est%C3%A1n%20muertos.%20Benjamin%20Franklin&f=false
Fuente: Almanaque del pobre Richard.

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“A veces resulta imposible lo más decisivo, lo que más nos ha afectado, y guardar silencio es lo único que nos salva en lo malo, porque las explicaciones suenan casi siempre algo tontas respecto al daño que uno hace o le han hecho.”

Tu rostro mañana, 1. Fiebre y lanza (2002)
Variante: A veces resulta imposible explicar lo más decisivo, lo que más nos ha afectado, y guardar silencio es lo único que nos salva en lo malo, porque las explicaciones suenan casi siempre algo tontas respecto al daño que uno hace o le han hecho.

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“Las leyes son muchas en demasía, y como no todas se pueden guardar, ni aún saber, a todas se pierde el respeto.”

Juan de Mariana (1536–1624) historiador y teólogo español (1536-1624)

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Poder

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“Es bien grande necedad / el guardar una mujer / que no se quiere guardar.”

Agustín Moreto (1618–1669) escritor español

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“Siempre he soñado que una manera elegante de acabar con este baile sería sentarse en una mecedora blanca con un sombrero de paja junto al Mediterráneo y guardar un silencio definitivo durante muchos años mirando el horizonte sin mover una pestaña.”

Manuel Vicent (1936) escritor español

Fuente: [Vicent], Manuel. «El brujo.» 27 de noviembre de 1994. https://elpais.com/diario/1994/11/27/ultima/785890801_850215.html El País. Consultado el 13 de noviembre de 2019.

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“Juro por Dios y sobre los Santos Evangelios, cumplir y hacer cumplir las Leyes Fundamentales del Reino y guardar lealtad a los principios que informan el Movimiento Nacional.”

Juan Carlos de Borbón (1938) rey de España

Coronación de Juan Carlos I como rey de España, 22 de noviembre de 1975.
Citas de Juan Carlos I
Fuente: Página respecto al juramento, con video respecto al mismo. http://web.archive.org/web/20051025033842/http://personales.ya.com/fororeal/30aniv.htm

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“Ante todo debéis guardaros de las sospechas, porque éste es el veneno de la amistad.”

Agustín de Hipona (354–430) ideólogo cristiano de los siglos IV y V

Fuente: Pérez Rioja, José Antonio. El amor en la literatura. Editorial Tecnos, 1983. ISBN 9788430909674, p. 65.

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“Cuando regresó, el hijo del posadero le entregó las ropas del guerrero, limpias y dobladas. Mikhon Tiq las subió al sobrado y las colocó en orden junto a sus armas. Eran ropas de estilo Ainari, aunque mezclado con algunos detalles bárbaros del Norte. Las botas, que el propio rapaz había encerado, estaban arrugadas en los tobillos, casi cuarteadas; botas de espadachín acostumbrado a doblar las piernas y girar los pies en la danza del combate. Las mangas de la casaca eran amplias. Sin duda su dueño las utilizaba para guardar en ellas las manos y ocultar así las emociones, según la costumbre de Áinar. Pero tenían corchetes de latón para que, llegado el momento de la pelea, pudieran ceñirse a las muñecas y no estorbar los movimientos. El talabarte, ya descolorido, tenía una pequeña vaina a la derecha para el colmillo de diente de sable que sólo los Tahedoranes podían llevar. A la izquierda había dos trabillas de piel con sendas hebillas para colgar la funda de la espada. Éste era otro detalle que lo delataba. Los guerreros normales llevan una sola hebilla, de forma que la espada cuelgue junto al muslo. Los maestros de la espada, sean Ibtahanes o Tahedoranes, necesitan dos para que la espada se mantenga horizontal; de esta manera pueden sujetar la vaina con la mano izquierda y extraer el arma a una velocidad fulgurante, en el movimiento letal conocido como Yagartéi que es en sí mismo un arte marcial. Pero lo que más llamaba la atención de Mikhon Tiq era la propia espada. Hacía años que no veía una auténtica arma de Tahedorán. La funda era de cuero repujado, reforzada con guarnición y punta de metal, y con dos pequeños bolsillos a ambos lados. Uno de ellos contenía una navaja con un pequeño gavilán en forma de gancho; de este modo servía de arma y a la vez de herramienta para desmontar la empuñadura de su hermana mayor. En la otra abertura había papel de esmeril para sacar filo a la hoja; aunque un Tahedorán sólo haría esto en una emergencia, pues los aceros dignos de tal nombre deben ser bruñidos y afilados por maestros pulidores. En torno a la empuñadura de la espada corría una fina tira de piel, enrollada y apretada con fuerza para evitar que la mano resbalara al aferrarla. Mikhon Tiq miró de reojo a Linar. Tenía el ojo cerrado; o dormía o estaba encerrado en su mundo interior. En cuanto al guerrero, su respiración bajo la manta era profunda y pausada. Mikhon Tiq sintió la tentación de desenvainar la espada para examinar la hoja. Pero aquello habría sido una afrenta, como desnudar a una doncella dormida, así que apartó las manos del arma y procuró pensar en otras cosas.”

Javier Negrete (1964) escritor español

La Espada de Fuego

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“Díjele que entre nosotros existía una sociedad de hombres educados desde su juventud en el arte de probar con palabras multiplicadas al efecto que lo blanco es negro y lo negro es blanco, según para lo que se les paga. El resto de las gentes son esclavas de esta sociedad. Por ejemplo: si mi vecino quiere mi vaca, asalaria un abogado que pruebe que debe quitarme la vaca. Entonces yo tengo que asalariar otro para que defienda mi derecho, pues va contra todas las reglas de la ley que se permita a nadie hablar por si mismo. Ahora bien; en este caso, yo, que soy el propietario legítimo, tengo dos desventajas. La primera es que, como mi abogado se ha ejercitado casi desde su cuna en defender la falsedad, cuando quiere abogar por la justicia -oficio que no le es natural- lo hace siempre con gran torpeza, si no con mala fe. La segunda desventaja es que mi abogado debe proceder con gran precaución, pues de otro modo le reprenderán los jueces y le aborrecerán sus colegas, como a quien degrada el ejercicio de la ley. No tengo, pues, sino dos medios para defender mi vaca. El primero es ganarme al abogado de mi adversario con un estipendio doble, que le haga traicionar a su cliente insinuando que la justicia está de su parte. El segundo procedimiento es que mi abogado dé a mi causa tanta apariencia de injusticia como le sea posible, reconociendo que la vaca pertenece a mi adversario; y esto, si se hace diestramente, conquistará sin duda, el favor del tribunal. Ahora debe saber su señoría que estos jueces son las personas designadas para decidir en todos los litigios sobre propiedad, así como para entender en todas las acusaciones contra criminales, y que se los saca de entre los abogados más hábiles cuando se han hecho viejos o perezosos; y como durante toda su vida se han inclinado en contra de la verdad y de la equidad, es para ellos tan necesario favorecer el fraude, el perjurio y la vejación, que yo he sabido de varios que prefirieron rechazar un pingüe soborno de la parte a que asistía la justicia a injuriar a la Facultad haciendo cosa impropia de la naturaleza de su oficio.

Es máxima entre estos abogados que cualquier cosa que se haya hecho ya antes puede volver a hacerse legalmente, y, por lo tanto, tienen cuidado especial en guardar memoria de todas las determinaciones anteriormente tomadas contra la justicia común y contra la razón corriente de la Humanidad. Las exhiben, bajo el nombre de precedentes, como autoridades para justificar las opiniones más inicuas, y los jueces no dejan nunca de fallar de conformidad con ellas.
Cuando defienden una causa evitan diligentemente todo lo que sea entrar en los fundamentos de ella; pero se detienen, alborotadores, violentos y fatigosos, sobre todas las circunstancias que no hacen al caso. En el antes mencionado, por ejemplo, no procurarán nunca averiguar qué derechos o títulos tiene mi adversario sobre mi vaca; pero discutirán si dicha vaca es colorada o negra, si tiene los cuernos largos o cortos, si el campo donde la llevo a pastar es redondo o cuadrado, si se la ordeña dentro o fuera de casa, a qué enfermedades está sujeta y otros puntos análogos. Después de lo cual consultarán precedentes, aplazarán la causa una vez y otra, y a los diez, o los veinte, o los treinta años, se llegará a la conclusión.
Asimismo debe consignarse que esta sociedad tiene una jerigonza y jerga particular para su uso, que ninguno de los demás mortales puede entender, y en la cual están escritas todas las leyes, que los abogados se cuidan muy especialmente de multiplicar. Con lo que han conseguido confundir totalmente la esencia misma de la verdad y la mentira, la razón y la sinrazón, de tal modo que se tardará treinta años en decidir si el campo que me han dejado mis antecesores de seis generaciones me pertenece a mí o pertenece a un extraño que está a trescientas millas de distancia.”

Los viajes de Gulliver

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“Que nadie presuma de saber traducir los sentimientos de una mujer joven al obtener la seguridad de un amor para el que apenas se atrevía a guardar una esperanza”

Mansfield Park
Variante: Que nadie presuma de saber traducir los sentimientos de una mujer joven al obtener seguridad de un amor para que apenas se atreviera a guardar una esperanza

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“A mí, Hasan, hijo de Mohamed el alamín, a mí, Juan León de Médicis, circuncidado por la mano de un barbero y bautizado por la mano de un papa, me llaman hoy el Africano, pero ni de África, ni de Europa, ni de Arabia soy. Me llaman también el Granadino, el Fesí, el Zayyati, pero no procedo de ningún país, de ninguna ciudad, de ninguna tribu. Soy hijo del camino, caravana es mi patria y mi vida la más inesperada travesía. Mis muñecas han sabido a veces de las caricias de la seda y a veces de las injurias de la lana, del oro de los príncipes y de las cadenas de los esclavos. Mis dedos han levantado mil velos, mis labios han sonrojado a mil vírgenes, mis ojos han visto agonizar ciudades y caer imperios. Por boca mía oirás el árabe, el turco, el castellano, el beréber, el hebreo, el latín y el italiano vulgar, pues todas las lenguas, todas las plegarias me pertenecen. Mas yo no pertenezco a ninguna. No soy sino de Dios y de la tierra, y a ellos retornaré un día no lejano. Y tú permanecerás después de mí, hijo mío. Y guardarás mi recuerdo. Y leerás mis libros. Y entonces volverás a ver esta escena: tu padre, ataviado a la napolitana, en esta galera que lo devuelve a la costa africana, garrapateando como mercader que hace balance al final de un largo periplo. Pero no es esto, en cierto modo, lo que estoy haciendo: qué he ganado, qué he perdido, qué he de decirle al supremo Acreedor? Me ha prestado cuarenta años que he ido dispersando a merced de los viajes: mi sabiduría ha vivido en Roma, mi pasión en el Cairo, mi angustia en Fez, y en Granada vive aún mi inocencia.”

Leo Africanus

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“En uno de sus poemas –Contribución a la estadística- Wislawa Szymborska enumera cuántas de cada cien personas son las dispuestas a admirar sin envidia –dieciocho-, las capaces de ser felices –como mucho, ventitantas-, las que de la vida no quieren más que cosas –cuarenta, aunque quisiera equivocarse-, las inofensivas de una en una pero salvajes en grupo –más de la mitad seguro-, las dignas de compasión –noventa y nueve- y acaba: “Las mortales: cien de cien. Cifra que por ahora no sufre ningún cambio”. Y sigue sin cambiar porque ayer la propia autora del poema acaba de confirmar la estadística con su fallecimiento.

En otros muchos aspectos, por el contrario, fue la excepción que desafía lo probable y rutinario. Su poesía es reflexiva sin engolamiento ni altisonancia, de forma ligera y fondo grave, directa al sentimiento pero sin chantaje emocional. Breve y precisa, escapa a ese adjetivo alarmante que tanto satisface a los partidarios de que importe el tamaño: torrencial. Sobre todo nos hace a menudo sonreír, sin incurrir en caricaturas ni ceder a la simpleza satírica. Lo más trágico de la poesía contemporánea no es lo atroz de la vida que deplora o celebra, sino la falta de sentido del humor de los poetas. Se les nota especialmente a los que quieren ser festivos y son sólo grotescos o lúgubres (aunque los entierros también son fiestas, claro y más precisamente fiestas de guardar).

De esta frecuente maldición escapa, risueña y agónica, Szymborska: ¿cómo podría uno renunciar a ella? Hija –y luego, con los años, algo así como hada madrina poética- de un país europeo que apuró el siglo XX hasta las heces y padeció dos totalitarismos sucesivos, en su caso la duradera atrocidad jugó a favor de su carácter: le dio modestia, le dio recato, le dio perspicacia y le permitió distinguir entre lo que cuenta y lo que nos cuentan. Carece de retórica enfática pero eso no disminuye su expresividad, sino que la hace más intensa por inesperada. Cuando comenzamos a leer uno de sus diáfanos poemas nos ponemos a favor del viento, para recibir la emoción de cara, pero nos llega por la tangente y no para derribarnos sino para mantenernos en pié. Confirma nuestros temores sin pretender desalentarnos: sabe por experiencia que todo puede ser política pero también nos hace experimentar que la política no lo es todo. Se mantiene fiel, aunque con ironía y hasta con sarcasmo, a la pretendida salvación por la palabra y sin embargo nunca pretende decir la última palabra: porque en ese definitivo miramiento estriba lo que nos salva.

Nadie ha sabido conmemorar con menos romanticismo y con mayor eficacia el primer amor, cuya lección inolvidable se debe a no ser ya recordado…y por tanto acostumbrarnos a la muerte. Se dedicó a las palabras con delicadeza lúdica, jugando con ellas y contra ellas pero sin complacerse en hacerlas rechinar. Como todo buen poeta, fue especialmente consciente de su extrañeza y hasta detalló las tres más raras de todas, las que se niegan a sí mismas al afirmar: “Cuando pronuncio la palabra Futuro, la primera sílaba pertenece ya al pasado. / Cuando pronuncio la palabra Silencio, lo destruyo. / Cuando pronuncio la palabra Nada, creo algo que no cabe en ninguna no-existencia”.”

Fernando Savater (1947) filósofo español
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“Todo el mundo siente. Sólo a algunos seres les es dado el guardar, como un tesoro, la memoria viva de lo que han sentido. Yo creo que éstos son los poetas. Es más, creo que únicamente por esto lo son.”

Citas por obras, Cartas, Cartas literarias a una mujer
Fuente: Cartas literarias a una mujer (II).
Fuente: [Bécquer] (1995), p. 99. https://books.google.es/books?id=zPEGRcDkLeUC&printsec=frontcover&dq=Rimas+Y+Leyendas:+Cartas,+Ensayos+Y+Narraciones&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwjfiYXM9JDgAhVw1eAKHbV_B9EQ6AEIKDAA#v=onepage&q=siento%2C%20s%C3%AD%2C%20pero%20de%20una%20manera%20que%20puede%20llamarse%20artificial%3B%20escribo%20como%20el%20que%20copia%20de%20una%20p%C3%A1gina%20ya%20escrita%3B%20dibujo%2C%20como%20el%20pintor%20que%20reproduce%20el%20paisaje%2C%20que%20se%20dilata%20ante%20sus%20ojos%20y%20se%20pierde%20entre%20la%20bruma%20de%20los%20horizontes.%20Todo%20el%20mundo%20siente.%20S%C3%B3lo%20a&f=false En Google Books.

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“No me dejo avasallar por las costumbres de una sociedad demasiado preocupada por guardar las formas sin importarle el fondo.”

Mick Jagger (1943) cantante y compositor británico

Fuente: [Albaigès Olivart] (1997), p. 182.

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“Pero Estados Unidos es un cuerpo grande e incómodo. Su progreso debe ser lento. Es como una gran flota navegando bajo convoy. Los marinos más rápidos deben esperar a los más pesados y lentos. Como un entrenador y un equipo de seis, los caballos más rápidos deben ser retenidos y el más lento acelerado, que todos pueden guardar un ritmo uniforme.”

John Adams (1735–1826) segundo presidente de los Estados Unidos

Original: «But America is a great, unwieldy Body. Its Progress must be slow. It is like a large Fleet sailing under Convoy. The fleetest Sailors must wait for the dullest and slowest. Like a Coach and six—the swiftest Horses must be slackened and the slowest quickened, that all may keep an even Pace».
Fuente: Adams, John. The works of John Adams, second President of the United States. Volume 1. Editor Best Books on, 1856. ISBN 9781623764623. p. 176.
Fuente: Carta a Abigail Adams, 17 de julio de 1775.

“Uno de los más grandes sufrimientos que he experimentado — uno de los que en todo caso quiero guardar bien en mi memoria— es cuando vi por primera vez cuando Bruce Lee rehusaba luchar contra los maleantes que lo agredían en Big Boss.”

Bernard-Marie Koltès (1948–1989) escritor francés

Por culpa de quien sabe que juramento que había hecho, a causa de una maldita medalla al cuello, rechaza, defenderse durante un tercio de la pelicula. Se deja humillar sin hacer nada, mientras que él es el más fuerte. Por supuesto, al final, se venga; al final deja a todo el mundo KO pero no es porque al final se disfrute al sentir que el sufrimiento del principio no existe. En cualquier caso, me veo la peli de nuevo y me digo: ahora que sabes que al final deja a todo el mundo KO ya no sufres, puedes incluso burlarte y frotarte las manos mientras se deja partir la boca. Pues no, en absoluto, cada vez que vuelvo a ver Big Boss, salgo agotado, enfadado e indignado, a causa de esa maldita medalla y ese puñetero juramento.
Bernard-Marie Koltes, Prologue (1986) et autres textes (1986-1991). Paris:Les Éditions de Minuit, 1991. Traducción libre
Prologue (1986)

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“Con que satisfacción las oirás. Yo no las he escuchado todavía y lo más probable será que nunca las oiga, pues no voy a los sitios donde podría oírlas, porque se me ha puesto en la cabeza que debo mantener una determinada idea y guardar una cierta dignidad que el hombre debe poseer, con lo cual, como puedes creerme, no estoy muy contento.”

Francisco Goya (1746–1828) pintor español

Goya envío unas tiranas y seguidillas a Zapater y se lamentaba en su carta de no poderlas oír más porque, al haberse sometido su vida a unos principios —los de los ilustrados— ya no iba a donde solían tocarlas. Por otra parte, Ortega y Gasset comenta en «Goya.» Revista de Occidente, p. 41. (1966): «Este texto me parece el dato más importante de cuantos Goya nos ha dejado sobre sí mismo».
Fuente: Gómez Alfeo, M. V., & García Rodríguez, F. (2008). «Goya, 1908.» Historia y Comunicación Social, 13, 63-84. https://revistas.ucm.es/index.php/HICS/article/view/HICS0808110063A Revistas Científicas Complutenses. Consultado el 17 de enero de 2020.
Fuente: Goya, Cartas a Martín Zapater: «Martincillo mío: hoy he conocido a unos hombres que no viven como los demás, sino que tienen una idea» (1790)
Fuente: Gómez Alfeo, M. V., & García Rodríguez, F. (2008). «Goya, 1908.» Historia y Comunicación Social, 13, 63-84. https://revistas.ucm.es/index.php/HICS/article/view/HICS0808110063A Revistas Científicas Complutenses. Consultado el 17 de enero de 2020.
Fuente: Gómez Alfeo, M. V., & García Rodríguez, F. (2008). «Goya, 1908.» Historia y Comunicación Social, 13, 63-84. https://revistas.ucm.es/index.php/HICS/article/view/HICS0808110063A Revistas Científicas Complutenses. Consultado el 17 de enero de 2020.
Fuente: Gómez Alfeo, M. V., & García Rodríguez, F. (2008). «Goya, 1908.» Historia y Comunicación Social, 13, 63-84. https://revistas.ucm.es/index.php/HICS/article/view/HICS0808110063A Revistas Científicas Complutenses. Consultado el 17 de enero de 2020.

Esta traducción está esperando su revisión. ¿Es correcto?
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“«Alguien lee que tienes derecho guardar silencio, pero, mientras lo haces, te mantiene de rodillas y esposado, tu presunción de inocencia es precalificada culpable»”

Fuente: https://percepciondeunmundoinmundo.wordpress.com/2022/01/31/innocence-is-also-guilty/

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