Frases sobre satisfacción
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“La holgazanería podrá parecer atractiva, pero la satisfacción sólo la da el trabajo.”

Anne Frank (1929–1945) víctima del Holocausto y autora de un diario

El diario de Ana Frank

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“El la empujaba a autodestruirse. Hacía que ella deseara y luego no le daba ninguna satisfacción.”

Ann Brashares (1967) escritora de literatura infantil estadounidense

Girls in Pants: The Third Summer of the Sisterhood

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“Una de las peores pruebas de la decadencia de Alemania, ya antes de la guerra, era la casi total indiferencia general que se notaba con respecto a todo. Esa situación mental es siempre la consecuencia de la incertidumbre sobre las cosas. De ésta y de otras causas surge la pusilanimidad, como consecuencia fatal. El sistema de educación contribuía a agravar esa situación. La educación alemana de la anteguerra adolecía de muchos defectos. Tenía una orientación particularista, concentrada en el aprendizaje puramente "teórico", dándole una importancia menor a la "práctica". Aun menos valor se le adjudicaba a la formación del carácter del individuo y mucho menos todavía a la tarea de fomentar el sentimiento de la satisfacción en la responsabilidad; finalmente, era nula la importancia dada a la educación de la voluntad y del espíritu de decisión. Los frutos de ese sistema educacional no producían realmente mentalidades fuertes, sino más bien dóciles "eruditos", como por lo general se nos consideraba a los alemanes antes de la guerra, juzgándosenos según ese criterio. Al alemán se le quería porque era un elemento utilizable, en cambio, se le respetaba poco, debido justamente a que no poseía la suficiente entereza de carácter. No sin razón perdió, pues, el alemán más fácilmente que cualquier súbdito de otros pueblos su nacionalidad y su patria.”

Adolf Hitler (1889–1945) Führer y Canciller Imperial de Alemania. Líder del Partido Nazi

Mi Lucha

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“La satisfacción es un tesoro que no decae.”

The Dermis Probe

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“Dado que Imre era un refugio para la música y el teatro, quizá penséis que yo pasaba mucho tiempo allí, pero nada podría estar más lejos de la verdad. Solo había estado en Imre una vez. Wilem y Simmon me habían llevado a una posada donde tocaba un trío de hábiles músicos: laúd, flauta y tambor. Pedí una jarra de cerveza pequeña que me costó medio penique y me relajé, dispuesto a disfrutar de una velada con mis amigos…
Pero no pude. Apenas unos minutos después de que empezara a sonar la música, casi salí corriendo del local. Dudo mucho que podáis entender por qué, pero supongo que si quiero que esto tenga algún sentido, tendré que explicároslo.
No soportaba oír música y no formar parte de ella. Era como ver a la mujer que amas acostándose con otro hombre. No. No es eso. Era como…
Era como los consumidores de resina que había visto en Tarbean. La resina de denner era ilegal, por supuesto, pero había partes de la ciudad en que eso no importaba. La resina se vendía envuelta en papel encerado, como los pirulís o los tofes. Mascarla te llenaba de euforia. De felicidad. De satisfacción.
Pero pasadas unas horas estabas temblando, dominado por una desesperada necesidad de consumir más, y esa ansia empeoraba cuanto más tiempo llevabas consumiéndola. Una vez, en Tarbean, vi a una joven de no más de dieciséis años con los reveladores ojos hundidos y los dientes exageradamente blancos de los adictos perdidos. Le estaba pidiendo un «caramelo» de resina a un marinero, que lo sostenía fuera de su alcance, burlándose de ella. Le decía a la chica que se lo daría si se desnudaba y bailaba para él allí mismo, en medio de la calle.
La chica lo hizo, sin importarle quién pudiera estar mirando, sin importarle que fuera casi el Solsticio de Invierno y que en la calle hubiera diez centímetros de nieve. Se quitó la ropa y bailó desenfrenadamente; le temblaban las pálidas extremidades, y sus movimientos eran patéticos y espasmódicos. Entonces, cuando el marinero rio y negó con la cabeza, ella cayó de rodillas en la nieve, suplicando y sollozando, agarrándose desesperadamente a las piernas del marinero, prometiéndole que haría cualquier cosa que le pidiera, cualquier cosa…
Así era como me sentía yo cuando oía tocar a unos músicos. No podía soportarlo. La ausencia diaria de mi música era como un dolor de muelas al que me había acostumbrado. Podía vivir con ello. Pero no soportaba ver cómo agitaban delante de mí el objeto de mi deseo.”

The Name of the Wind

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“mas también con la satisfacción interior, que experimentaba por vez primera, de poder decirme: “Merezco mi propia estimación; sé preferir mi deber a mi placer”.”

Jean Jacques Rousseau (1712–1778) escritor, filósofo y músico franco-helvético definido como un ilustrado

LAS CONFESIONES

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“¿a quién debe ser dirigida la propaganda, a los intelectuales o a la masa menos culta? ¡La propaganda siempre deberá dirigirse a la masa! Para los intelectuales, o para aquellos que hoy, lamentablemente, así se consideran, no se debe hablar de propaganda y sí de instrucción científica. Semejantes son las condiciones con las que hoy designamos la palabra propaganda. El fin de la propaganda no es la educación científica de cada cual, y sí llamar la atención de la masa sobre determinados hechos, necesidades, etcétera, cuya importancia sólo de esta forma entra en el círculo visual de la masa. El arte está exclusivamente en hacer esto de una manera tan perfecta que provoque la convicción de la realidad de un hecho, de la necesidad de un procedimiento, y de la justicia de algo necesario. La propaganda no es y no puede ser una necesidad en sí misma, ni una finalidad. De la misma manera como en el supuesto del cartel, su misión es la de llamar la atención de la masa y no enseñar a los cultos o a aquellos que procuran cultivar su espíritu; su acción debe estar cada vez más dirigida al sentimiento y sólo muy condicionalmente a la llamada razón. Toda acción de propaganda tiene que ser necesariamente popular y adaptar su nivel intelectual a la capacidad receptiva del más limitado de aquellos a los cuales está destinada. De ahí que su grado netamente intelectual deberá regularse tanto más hacia abajo, y cuanto más grande sea el conjunto de la masa humana que ha de abarcarse. Mas, cuando se trata de atraer hacia el radio de influencia de la propaganda a toda una Nación, como exigen las circunstancias en el caso del sostenimiento de una guerra, nunca se podrá ser lo suficientemente prudente en lo que concierne a cuidar que las formas intelectuales de la propaganda sean simples en lo posible. Cuanto más modesta sea su carga científica y cuanto más tenga en consideración el sentimiento de la masa, tanto mayor será su éxito. Esto, sin embargo, es la mejor prueba de lo acertado o erróneo de una propaganda, y no la satisfacción de las exigencias de algunos sabios o jóvenes estetas. El arte de la propaganda reside justamente en la comprensión de la mentalidad y de los sentimientos de la gran masa. Ella encuentra, por la forma psicológicamente adecuada, el camino para la atención y para el corazón del pueblo. Que nuestros sabios no comprendan esto, la causa reside en su pereza mental o en su orgullo. Comprendiéndose la necesidad de la conquista de la gran masa, por medio de la propaganda, se saca la siguiente conclusión: es errado querer dar a la propaganda la variedad, por ejemplo, de la enseñanza científica. La capacidad receptiva de la gran masa es sumamente limitada y no menos pequeña su facultad de comprensión; en cambio, es enorme su falta de memoria. Teniendo en cuenta estos antecedentes, toda propaganda eficaz debe concretarse sólo a muy pocos puntos y saberlos explotar como apotegmas hasta que el último hijo del pueblo pueda formarse una idea de aquello que se persigue. En el momento en que la propaganda sacrifique ese principio o quiera hacerse múltiple, quedará debilitada su eficacia por la sencilla razón de que la masa no es capaz de retener ni asimilar todo lo que se le ofrece. Y con esto sufre detrimento el resultado, para acabar a la larga por ser completamente nulo. Cuanto más importante sea el objetivo a alcanzar, tanto más cierta, psicológicamente, debe ser la táctica a emplear.”

Adolf Hitler (1889–1945) Führer y Canciller Imperial de Alemania. Líder del Partido Nazi

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“No existe satisfacción igual que la de una buena acción. Ni ninguna victoria más gloriosa que la victoria sobre uno mismo.”

Cristina de Suecia (1626–1689) reina de Suecia, Duquesa de Bremen y Princesa de Verden

Fuente: [Amate Pou] (2017), en Google Books. https://books.google.es/books?hl=es&id=MHJNDwAAQBAJ&q=Cristina+de+Suecia#v=snippet&q=Cristina%20de%20Suecia&f=false Consultado el 25 de diciembre de 2019.

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“Encontrar la satisfacción del ego es una necesidad vital para todo ser humano.”

Fuente:Neill, Summerhill, p. 123.
Fuente: Summerhill. Un punto de vista radical sobre la educación de los niños. Madrid, Fondo de Cultura Económica (1974)

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“Todos viven y mueren creyendo haber conocido el amor, creyendo que es una cosa común, porque lo confunden con una satisfacción animal, y el amor es un privilegio, el amor es una lotería de la casualidad, como los millones, como la belleza, que sólo disfrutan una minoría.”

Vicente Blasco Ibáñez (1867–1928) autor español

Citas por obras, Luna Benamor
Fuente: Luna Benamor. https://books.google.es/books?id=9bUrDwAAQBAJ&printsec=frontcover&dq=Luna+Benamor&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwjVk-X0xqLgAhXGgM4BHXqPBswQ6AEIKDAA#v=onepage&q=Todos%20viven%20y%20mueren%20creyendo%20haber%20conocido%20el%20amo&f=false

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“Toda gran falta es un acto de egoísmo. El delincuente ha querido y ha buscado una satisfacción propia, sea la que fuere, sin reparar en el daño de otro.”

Concepción Arenal (1820–1893) escritora y abogada española

Fuente: Estudios penitenciarios.
Fuente: Arenal, Concepción. Estudios penitenciarios. 2ª Edición. Editorial Imp. de T. Fortanet, 1877. Página 77. https://books.google.es/books?id=1OdcAAAAcAAJ&pg=PA77&dq=Toda+gran+falta+es+un+acto+de+ego%C3%ADsmo&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwj4_JWC3qnfAhWStXEKHa5_AQgQ6AEIKDAA#v=onepage&q=Toda%20gran%20falta%20es%20un%20acto%20de%20ego%C3%ADsmo&f=false En Google Books.

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“El imperio es una satisfacción que se debe preferentemente a los esclavos.”

Antonio Machado (1875–1939) poeta español

De un artículo titulado "Intelectuales y obreros", publicado en el diario El Sol, de Madrid, en septiembre de 1920. Incluido en Los complementarios (1957).
Fuente: [Machado] (1968), p. 152.

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“Con que satisfacción las oirás. Yo no las he escuchado todavía y lo más probable será que nunca las oiga, pues no voy a los sitios donde podría oírlas, porque se me ha puesto en la cabeza que debo mantener una determinada idea y guardar una cierta dignidad que el hombre debe poseer, con lo cual, como puedes creerme, no estoy muy contento.”

Francisco Goya (1746–1828) pintor español

Goya envío unas tiranas y seguidillas a Zapater y se lamentaba en su carta de no poderlas oír más porque, al haberse sometido su vida a unos principios —los de los ilustrados— ya no iba a donde solían tocarlas. Por otra parte, Ortega y Gasset comenta en «Goya.» Revista de Occidente, p. 41. (1966): «Este texto me parece el dato más importante de cuantos Goya nos ha dejado sobre sí mismo».
Fuente: Gómez Alfeo, M. V., & García Rodríguez, F. (2008). «Goya, 1908.» Historia y Comunicación Social, 13, 63-84. https://revistas.ucm.es/index.php/HICS/article/view/HICS0808110063A Revistas Científicas Complutenses. Consultado el 17 de enero de 2020.
Fuente: Goya, Cartas a Martín Zapater: «Martincillo mío: hoy he conocido a unos hombres que no viven como los demás, sino que tienen una idea» (1790)
Fuente: Gómez Alfeo, M. V., & García Rodríguez, F. (2008). «Goya, 1908.» Historia y Comunicación Social, 13, 63-84. https://revistas.ucm.es/index.php/HICS/article/view/HICS0808110063A Revistas Científicas Complutenses. Consultado el 17 de enero de 2020.
Fuente: Gómez Alfeo, M. V., & García Rodríguez, F. (2008). «Goya, 1908.» Historia y Comunicación Social, 13, 63-84. https://revistas.ucm.es/index.php/HICS/article/view/HICS0808110063A Revistas Científicas Complutenses. Consultado el 17 de enero de 2020.
Fuente: Gómez Alfeo, M. V., & García Rodríguez, F. (2008). «Goya, 1908.» Historia y Comunicación Social, 13, 63-84. https://revistas.ucm.es/index.php/HICS/article/view/HICS0808110063A Revistas Científicas Complutenses. Consultado el 17 de enero de 2020.