Frases sobre ver
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“Lo que se imponía era ver a mis exmujeres, por lo menos a dos: la que me dejó y a la que nunca tuve.”

Fabrizio Mejía Madrid (1968) escritor mexicano

Tequila D.F., Ed. Mondadori, 2008, México

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“La mucha luz es como la mucha sombra: no deja ver la mirada interior.”

Octavio Paz (1914–1998) poeta, escritor, ensayista y diplomático mexicano

Variante: La mucha luz es como la mucha sombra: no deja ver.
Fuente: Prólogo a Las enseñanzas de Don Juan, de Carlos Castaneda.

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“No me verás arrodillado.”

Fito Páez (1963) Cantautor argentino

Ciudad de pobres corazones

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“Un fallo es avanzar hacia delante, una caida es un instante, de ver que hay que dejar correr el tiempo”

ZPU (1981) MC español

Nada Es Perfecto, Hombre De Oro, 2006

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“Son el revés del rey Midas, hay que ver el talento que tienen para convertir en mierda lo que tocan.”

Ricardo Garibay (1923–1999) escritor y periodista mexicano

Ricardo Garibay: Antología

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“Resulta indispensable cierta cantidad de gasto público para cumplir las funciones esenciales del gobierno. Un buen número de obras públicas -calles, carreteras, puentes y túneles, arsenales y astilleros, edificios para los cuerpos legislativos, la policía y los bomberos- son necesarias para atender los servicios públicos indispensables. La realización de estas obras públicas, útiles por sí mismas y por tanto necesarias, no conciernen a nuestro estudio. Me voy a referir aquí a las obras públicas consideradas como medio de «combatir el paro», o de proporcionar a la comunidad una riqueza que de otro modo no podríamos disfrutar.
Se ha construido un puente. Si se ha hecho así para atender una insistente demanda pública; si con tal construcción se resuelve un problema de tráfico o de transporte que de otro modo hubiera sido insoluble; si, en una palabra, incluso es más necesario que las cosas en las que los contribuyentes hubiesen gastado su dinero, de no haber sido gravados con dichos impuestos, nada cabe objetar. Pero un puente que se construye básicamente «para proporcionar trabajo» es de una clase muy distinta. Cuando el
proporcionar empleo se convierte en finalidad, la necesidad pasa a ser una cuestión secundaria. En semejante situación se inventan los «proyectos». En lugar de pensar sólo dónde deben construirse los puentes, los burócratas empiezan por preguntarse dónde pueden ser construidos. Se buscan unas razones que resulten aceptables para que un nuevo puente una la zona este con la zona oeste. Y de este modo, el puente se convierte inmediatamente en una necesidad absoluta; y aquellos que expongan alguna duda sobre la necesidad de semejante construcción son destituidos por obstruccionistas y reaccionarios.
Dos son los argumentos que se formulan a favor de la construcción del puente: el primero se argumenta principalmente antes de su construcción; el segundo, cuando ya está terminado. En el primero se afirma que tal obra proporcionará trabajo. Facilitará, digámoslo así, quinientos empleos durante un año. Unos empleos que, de otro modo, jamás hubiesen existido.
Esto es lo que se puede ver a primera vista. Pero si disponemos de cierta práctica en considerar las consecuencias remotas sobre las inmediatas y tenemos en cuenta a quienes se ven indirectamente afectados por el proyecto gubernamental, en lugar de concentrarnos simplemente en quienes se benefician de él de una manera directa, el cuadro ofrece perspectivas bien distintas. Es cierto que un grupo determinado de obreros encontrará una colocación de la que, de otro modo, hubieran carecido. Pero la obra ha sido realizada con el dinero conseguido mediante los impuestos. Cada dólar gastado en el puente tendrá que ser pagado por los contribuyentes. Si el puente cuesta diez millones de dólares, los contribuyentes tendrán que pagar esos diez millones. Por tal motivo se encontrarán con que no pueden emplear ese dinero en las cosas que más necesitaban.”

Henry Hazlitt (1894–1993) periodista estadounidense

Economía en una lección

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“Mi abuela tenía una teoría muy interesante, decía que si bien todos nacemos con una caja de cerillos en nuestro interior, no los podemos encender solos, necesitamos oxígeno y la ayuda de una vela. Sólo que en este caso el oxígeno tiene que provenir, por ejemplo, del aliento de la persona amada; la vela puede ser cualquier tipo de alimento, música, caricia, palabra o sonido que haga disparar el detonador y así encender uno de los cerillos. Por un momento nos sentiremos deslumbrados por una intensa emoción. Se producirá en nuestro interior un agradable calor que irá desapareciendo poco a poco conforme pase el tiempo, hasta que venga una nueva explosión a reavivarlo. Cada persona tiene que descubrir cuáles son sus detonadores para poder vivir, pues la combustión que se produce al encenderse uno de ellos es lo que nutre de energía al alma. En otras palabras, esta combustión es su alimento. Si uno no descubre a tiempo cuáles son sus propios detonadores, la caja de cerillos se humedece y ya nunca podremos encender un solo fósforo.
Si eso llega a pasar el alma huye de nuestro cuerpo, camina errante por las tinieblas más profundas tratando vanamente de encontrar alimento por sí misma, ignorante de que sólo el cuerpo que ha dejado inerme, lleno de frío, es el único que podría dárselo.
Por eso hay que permanecer alejados de personas que tengan un aliento gélido. Su sola presencia podría apagar el fuego más intenso, con los resultados que ya conocemos. Mientras más distancia tomemos de estas personas, será más fácil protegernos de su soplo. Hay muchas maneras de poner a secar una caja de cerillos húmeda, pero puede estar segura de que tiene remedio.
Claro que también hay que poner mucho cuidado en ir encendiendo los cerillos uno por uno. Porque si por una emoción muy fuerte se llegan a encender todos de un solo golpe producen un resplandor tan fuerte que ilumina más allá de lo que podemos ver normalmente y entonces ante nuestros ojos aparece un túnel esplendoroso que nos muestra el camino que olvidamos al momento de nacer y que nos llama a reencontrar nuestro perdido origen divino. El alma desea reintegrarse al lugar de donde proviene, dejando al cuerpo inerte…”

Like Water for Chocolate

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“Éramos la primera generación de seres humanos que jamás podría ver nada por primera vez. Contemplamos las maravillas del mundo con ojos mortecinos, de vuelta de todo. Mona Lisa, las pirámides, el Empire State Building. El ataque de un animal selvático, el colapso de antiquísimos glaciares, las erupciones volcánicas. No consigo recordar ni una sola cosa asombrosa que haya visto en persona que no me recordase de inmediato a una película o a un programa de televisión. A un puto anuncio. ¿Conocen el espantoso sonsonete del indiferente?: Ya lo he viiistooo. Bien, pues yo lo he visto literalmente todo. Y lo peor, lo que de verdad provoca que me entren ganas de saltarme la tapa de los sesos, es que la experiencia de segunda mano siempre es mejor. La imagen es más nítida, la visión más intensa, el ángulo de la cámara y la banda sonora manipulan mis emociones de un modo que ha dejado de estar al alcance de la realidad. No estoy seguro de que, llegados a este punto, sigamos siendo realmente humanos, al menos aquellos de nosotros que somos como la mayoría de nosotros: los que crecimos con la televisión y el cine y ahora internet. Si alguien nos traiciona, sabemos qué palabras decir; cuando muere un ser amado, sabemos qué palabras decir; si queremos hacernos el machote o el listillo o el loco, sabemos qué palabras decir. Todos seguimos el mismo guión manoseado.
Es una era muy difícil en la que ser persona. Simplemente una persona real, auténtica, en vez de una colección de rasgos seleccionados a partir de una interminable galería de personajes.
Y si todos interpretamos un papel, es imposible que exista nada semejante a un compañero del alma, porque lo que tenemos no son almas de verdad.
Había llegado hasta tal extremo que ya nada parecía tener importancia, porque yo no era una persona real y tampoco nadie más lo era.
Habría hecho cualquier cosa por volver a sentirme real.”

Gone Girl

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“Rasca a un altruista y verás sangrar a un hipócrita.”

Adam Haslett (1970)

You Are Not a Stranger Here

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“Usted tiene todas las condiciones para concurrir a mi felicidad, pero yo tengo muy pocas para concurrir a la suya. Y no crea que me estoy mandando la parte. En otra posición (quiero decir, más bien, en otras edades) lo más correcto sería que yo le ofreciese un noviazgo serio, muy serio, quizá demasiado serio, con una clara perspectiva de casamiento al alcance de la mano. Pero si yo ahora le ofreciese algo semejante, calculo que sería muy egoísta, porque sólo pensaría en mí, y lo que yo más quiero ahora no es pensar en mí sino pensar en usted. Yo no puedo olvidar usted tampoco que dentro de diez años yo tendré sesenta. Escasamente un viejo, podrá decir un optimista o un adulón, pero el adverbio importa muy poco. Quiero que quede a salvo mi honestidad al decirle que ni ahora ni dentro de unos meses, podré juntar fuerzas como para hablar de matrimonio. Pero siempre hay un pero ¿de qué hablar entonces? Yo sé que, por más que usted entienda esto, es difícil, sin embargo, que admita otro planteo. Porque es evidente que existe otro planteo. En ese otro planteo hay cabida para el amor, pero no la hay en cambio para el matrimonio. Levantó los ojos, pero no interrogaba. Es probable que sólo haya querido ver mi cara al decir eso. Pero, a esta altura, yo ya estaba decidido a no detenerme. A ese otro planteo, la imaginación popular, que suele ser pobre en denominaciones, lo llama una Aventura o un Programa, y es bastante lógico que usted se asuste un poco. A decir verdad, yo también estoy asustado, nada más que porque tengo miedo de que usted crea que le estoy proponiendo una aventura. Tal vez no me apartaría ni un milímetro de mi centro de sinceridad, si le dijera que lo que estoy buscando denodadamente es un acuerdo, una especie de convenio entre mi amor y su libertad. Ya sé, ya sé. Usted está pensando que la realidad es precisamente la inversa; que lo que yo estoy buscando es justamente su amor y mi libertad. Tiene todo el derecho de pensarlo, pero reconozca que a mi vez tengo todo el derecho de jugármelo todo a una sola carta. Y esa sola carta es la confianza que usted pueda tener en mí.”

La tregua

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“Mira, no voy a señalar con el dedo a ningún país, ninguna religión ni partido político. Esto es un fallo en todas las especies. Nosotros, la raza humana, hemos cometido un pecado terrible e imperdonable. Y antes de que nos avergüences a ambos preguntando… no, no estoy teniendo un momento católico. Esto es mucho más fundamental que la Iglesia o el Estado. Esto es algo propio porque lo conocemos mejor. Como especie, lo conocemos mejor. Entendemos lo que está bien y lo que está mal, igual que podemos captar todos los tonos de gris. Hemos tenido miles de años de líderes religiosos, filósofos, pensadores libres y científicos políticos que han explicado la causa y el efecto del comportamiento destructivo. Uno podría pensar que, a estas alturas, en el momento en que estamos, con todos estos avances tecnológicos y ahora que la comunicación entre todas las razas no solo es posible, sino instantánea a nivel mundial, que habríamos aprendido algo, que nos habríamos beneficiado de los errores cometidos anteriormente. Uno podría pensar que nuestro criterio ha evolucionado y que somos más sagaces. Pero no es así. Con la simulación por ordenador prácticamente podemos ver el futuro y ver cómo será todo si seguimos estos caminos y, aun así, no hacemos nada para cambiar de dirección. Quizá el verdadero defecto humano sea nuestra incapacidad para actuar como si la próxima generación importase. Nunca lo hemos hecho. Quizá de manera individual sí, pero no como una nación, como una especie.”

Paciente Cero

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“Escribo, ella escribió, que la memoria es frágil y el transcurso de una vida es muy breve y sucede todo tan deprisa, que no alcanzamos a ver la relación entre los acontecimientos, no podemos medir la consecuencia de los actos, creemos en la ficción del tiempo, en el presente, el pasado y el futuro”

La casa de los espíritus
Variante: Cada pieza tiene una razón de ser tal como es. [... ] La memoria es frágil y el transcurso de una vida es muy breve y sucede todo tan deprisa, que no alcanzamos a ver la relación entre los acontecimientos, no podemos medir la consecuencia de los actos, creemos en la ficción del tiempo, en el presente, el pasado y el futuro, pero puede ser también que todo ocurre simultáneamente.

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“Dos hombres acaban de morir: Dios había dicho: "Durante la vida de esos hombres, se pondrá en un saco cada una de sus buenas acciones, y a su muerte, se pesarán los sacos". Cuando estos hombres llegaron a su última hora, Dios se hizo llevar los dos sacos; el uno era grande, ancho, bien lleno, resonaba el metal que lo llenaba; el otro era pequeño, y tan delgado, que se veían los escasos cuartos que contenía; cada uno de estos hombres reconoció el suyo. Este es el mío, dijo el primero, lo reconozco, he sido rico y he dado mucho. Este es el mío, dijo el otro, yo siempre he sido pobre, ¡ay de mí!; casi no tenía nada para distribuir. Pero, ¡oh sorpresa!, puestos los dos sacos en la balanza, el más grande se volvió ligero y el más pequeño pesó tanto, que hizo caer mucho la balanza de su parte. Entonces Dios dijo al rico: Tú has dado mucho, verdad es, pero has dado por ostentación y para ver figurar tu nombre en todos los templos del orgullo, y dando, no te has privado de nada; ve a la izquierda y puedes estar contento si tu limosna se toma en cuenta por alguna cosa. Después dijo al pobre: Tú has dado muy poco, amigo mío; pero cada uno de los cuartos que están en la balanza, representa una privación para ti; si no has hecho limosna, has hecho caridad, y lo mejor es que la has hecho naturalmente, sin pensar que se tomaría en cuenta; tú has sido indulgente, no has juzgado a tu semejante, y aun le has disimulado todas sus acciones; pasa a la derecha y ve a recibir tu recompensa". (Un espíritu protector. Lyon, 1861).”

Allan Kardec (1804–1869)

El Evangelio segun los Espiritus

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“Si algún progreso he hecho en el conocimiento del corazón humano, fue el placer que tenía en ver y observar a los niños lo que me valió tal conocimiento.”

Jean Jacques Rousseau (1712–1778) escritor, filósofo y músico franco-helvético definido como un ilustrado

Reveries of the Solitary Walker

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“Cuanto más tacaño fuera, hoy en día, en espíritu y saber, un tal mercader de cueros, cuanto más clara su propia intuición le hiciera ver su triste figura, tanto más alabará un sistema que no le exige la fuerza y el genio de un gigante, sino que se contenta con la astucia de un alcaide y llega incluso a ver con mejores ojos esa especie de sabiduría que la de Pericles. Además de eso, un paleto así no precisa atormentarse con la responsabilidad de su acción. Él está fundamentalmente exento de esa preocupación, porque, cualquiera que fuere el resultado de sus locuras como estadista, sabe muy bien que, desde hace mucho tiempo, su fin está escrito: un día tendrá que ceder el lugar a otro espíritu tan pequeño como el suyo propio. Una de las características de tal decadencia es el hecho de aumentar la cantidad de "grandes estadistas" en la proporción en la que se contrae la escala del valor individual. El valor personal tendrá que volverse menor a medida que crece su dependencia de las mayorías parlamentarias, pues tanto los grandes espíritus rehusarán ser esbirros de ignorantes y parlanchines, como inversamente los representantes de la mayoría, esto es, de la estupidez, odiarán a las cabezas que destaquen. Siempre consuela a una asamblea de papanatas, consejeros municipales, saber que tienen a su cabeza un jefe cuya sabiduría corresponde al nivel de los presentes. Cada cual tendrá el placer de hacer brillar, de cuando en cuando, una chispa de su ingenio, y, sobre todo, si Pedro puede hoy ser jefe, ¿por qué no lo puede ser Pablo mañana? Pero, últimamente, esa invención democrática hizo surgir una actitud que hoy se ha transformado en una verdadera vergüenza, como es la cobardía de gran parte de nuestros llamados "líderes". ¡Qué felicidad poder esconderse, en todas las verdaderas decisiones de alguna importancia, detrás de las llamadas mayorías!”

Adolf Hitler (1889–1945) Führer y Canciller Imperial de Alemania. Líder del Partido Nazi

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