Frases de verdad
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“La verdad es siempre revolucionaria.”

Lenin (1870–1924) político ruso, teórico comunista, líder de la facción bolchevique del Partido Obrero Socialdemócrata de Rus…

En el primer número de L'Ordine Nuovo, editado por Gramsci, se publicó esta cita. Es de Ferdinand Lassalle pero a menudo atribuida incorrectamente a Gramsci.
La cita aparece atribuida a distintas personas en distintas fuentes. Esteban Valenti dice que Gramsci la hizo suya, y se la atribuye a Romain Rolland . Elena Poniatowska también dice que Gramsci la hizo suya, pero se la atribuye a Lenin. Por último, Marcial Suárez, en su novela El agua y el vino: borrador, Parte 2, pone en boca de su personaje Andrés esta controversia, manifestando que después del XX Congreso del PCUS, se repite mucho eso de que Lenin dijo que la verdad es siempre revolucionaria, y se cita como un argumento de autoridad. Para, a continuación, decir que nadie ha sido capaz de darle la fuente en la que encontrar la cita, y que le extraña que Lenin repitiera una afirmación de Lassalle, y que Gramsci la tomara de éste, en vez de aquel, en caso de ser cierto.
Fuente: L'Ordine Nuovo http://www.centrogramsci.it/riviste/nuovo/ordine%20nuovo.pdf
Fuente: Valenti, Esteban. El clavo en el sillón: El poder y la crítica. Editorial Penguin Random House Grupo Editorial Uruguay, 2017. ISBN 9789974881662.
Fuente: Poniatowska, Elena. ¿Por qué Tina? y otros estudios: Retratos a pie de calle. Editor Rocío Oviedo Pérez de Tudela. Editorial Verbum, 2016. ISBN 9788490744482. p. 80.
Fuente: Suárez, Marcial. El agua y el vino: borrador, Parte 2. Edición ilustrada. Anthropos Editorial, 1992. ISBN 978847658293. p. 55.

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“Saber que se sabe lo que se sabe y que no se sabe lo que no se sabe; he aquí el verdadero saber.”

Confucio (-551–-479 a.C.) filósofo chino

Citas sin referencias

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“«Los hijos de Buenos Aires con estos hechos ya querían se realizase la separación del mando de Cisneros, y se reasumiesen por los americanos. Se hicieron varias reuniones, se hablaba con calor de estos proyectos y se quería atropellar por todo. Yo, siempre, fui opositor a estas ideas. Toda mi resolución o dictamen era decirles: ‘Paisanos y señores, aún no es tiempo; dejen que las brevas maduren y entonces las comeremos’. A la verdad, quién era en aquel tiempo el que no juzgase que Napoleón triunfaría y realizaría sus planes con la España? Esto era lo que yo esperaba muy en breve, la oportunidad o tiempo que creía conveniente para dar el grito de libertad en esas partes. Esta era la breva que decía era útil para esperar que madurase. Efectivamente así sucedió. El mismo Cisneros, el 18 de mayo del año 1810 anunció al público por su proclama, que sólo Cádiz y la isla de León se hallaban libres del yugo de Napoleón. Yo me hallaba ese día en el pueblo de San Isidro; don Juan José Viamonte, sargento mayor que era de mi cuerpo, me escribió diciendo era preciso regresase a la ciudad sin demora, porque había novedades; en consecuencia, así lo ejecuté. Cuando me presenté en su casa, encontré en ella una porción de oficiales y otros paisanos, cuyo saludo fue preguntándome: "¿Aún dirá usted que no es tiempo?"”

Cornelio Saavedra (1759–1829) estadista y militar argentino

Entonces me pusieron en las manos la proclama de aquel día. Luego que la leí, les dije: "Señores, ahora digo que no es sólo tiempo, sino que no se debe perder una sola hora"».
Fuente: Memoria Autógrafa. Buenos Aires: Eudeba, 1968.

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“En el verdadero amor no manda nadie; obedecen los dos.”

Alejandro Casona (1903–1965) dramaturgo español

Fuente: [Albaigès Olivart] (1997), p. 439.
Fuente: Los árboles mueren de pie. Acto III, Cuadro I.
Fuente: [Alejandro Casona, Obras completas Tomo I] (Aguilar, 1969), p. 1025.

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“Cuando me enteré de que mi personaje en Labyrinth había existido de verdad, me aterré.”

Tom Felton (1987)

FormulaTV (16 de febrero del 2013).

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“No porque algo es verdad, hay que ponerlo en la cara de la gente.”

Jaime Bayly (1965) escritor, presentador y periodista peruano

Fuente: Programa El Francotirador.[referencia insuficiente]

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“En realidad las cosas verdaderamente difíciles son todo lo que la gente cree poder hacer a cada momento.”

Las armas secretas
El Perseguidor
Variante: En realidad las cosas verdaderamente difíciles son otras tan distintas, todo lo que la gente cree poder hacer a cada momento.

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“Hay momentos en la vida que son verdaderamente momentáneos.”

Cantinflas (1911–1993) actor mexicano

Sin fuentes

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“La vida es difícil. Para estar en paz con uno mismo hay que decir la verdad. Para estar en paz con el prójimo hay que mentir.”

Adolfo Bioy Casares (1914–1999) escritor argentino

Citas de sus libros, Descanso de caminantes (2001)
Variante: "La vida es difícil. Para estar en paz con uno mismo hay que decir la verdad. Para estar en paz con el prójimo hay que mentir."

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“La verdad es la que libera, no el esfuerzo por ser libre.”

Jiddu Krishnamurti (1895–1986) Filósofo espiritual hindú

Sin fuentes

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“Si el mundo va contra la verdad, entonces Atanasio va en contra del mundo.”

Atanasio (295–373) obispo de Alejandría, Padre y doctor de la Iglesia católica

Fuente: Pensamientos.org http://www.pensamientos.org/pensamientosverdad.htm

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“Si de verdad existe un lugar llamado Cielo, nos volveremos a encontrar, ya que no hay Cielo sin ti.”

El viaje más largo
Variante: Si de verdad existe un lugar llamado Cielo, nos volveremos a encontrar, ya que no hay Cielo sin ti

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“Creo que la verdad desarmada y el amor incondicional tendrán la palabra final en la realidad.”

Martin Luther King (1929–1968) líder del movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos de América
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“Existe entre muchos creyentes una ignorancia pasmosa de las Escrituras y, consecuentemente, existe también la necesidad de una fe bien fundamentada, bíblicamente y sólida. No tengo otra manera de explicar la facilidad con que la gente, como si fueran niños, “son llevados por doquiera de todo viento de doctrina” (Ef. 4:14). Existe un amor ateniense por las cosas novedosas y una aversión mórbida por cualquier cosa del pasado y regular, y por el sendero transitado por nuestros mayores. Miles de personas se congregan para escuchar una voz nueva y una doctrina nueva, sin considerar ni por un momento, si lo que están oyendo es cierto. Hay ansias incesantes de escuchar cualquier enseñanza sensacional y emocionante que apele a los sentimientos. Hay un apetito enfermizo por un cristianismo espasmódico e histérico. La vida religiosa de muchos es como beber una pequeña copita espiritual y “el espíritu afable y apacible” que recomienda San Pedro es totalmente olvidado (1 Pe. 3:4). Las multitudes, los llantos, los sitios calurosos, los cantos rimbombantes y una incesante apelación a las emociones, es lo único que a muchos les interesa. La incapacidad para distinguir las diferencias doctrinales cunde por doquier y, mientras el predicador sea “hábil” y “fervoroso”, cientos de oyentes parecen creer que tiene que estar predicando la verdad ¡y lo llaman a uno terriblemente “intolerante y duro”, si sugiere que no predica la verdad! Moody y Hawis, Dean Stanley y Canon Liddon, Mackonochie y Persall Smith les dan lo mismo a tales personas. Todo esto es triste, muy triste. Pero si, además de esto, los que sinceramente abogan por más santidad, caen por el camino o tienen diferencias entre sí, será más triste todavía. Entonces sí que estaremos peor. La”

J.C. Ryle (1816–1900) obispo de Liverpool

Santidad

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“Como dijo Teccam, no hay nada en el mundo más difícil que convencer a alguien de una verdad desconocida." - Kvothe”

The Wise Man's Fear
Variante: No hay nada en el mundo más difícil que convencer a alguien de una verdad desconocida.

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“Lógico es todo lo que se entiende aunque no sea verdad.”

Levantando la cortina

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“Mi padre era un hombre decente. O, por lo menos, eso que llamaríamos un hombre decente: alguien que, en las pequeñas circunstancias de la vida, prefiere no complicarse con las molestias de la indecencia. Uno que, por ejemplo, si al salir de la panadería desecubre que se lleva, además de las facturas, pebetes y miñones, un cuarto kilo de cuernitos sin pagar, vuelve al local, compone una sonrisa tímida, turbada - que le sale perfecta- e intenta un chiste malo para decirle a la dueña que ha vuelto porque es un hombre decente:

-¡Vengo a denunciar un robo!

Le dirá, por ejemplo, y que él es el delincuente que acaba de llevarse el cuarto de cuernitos sin previo abono de su precio estipulado. O sea: mi padre era un hombre cómodo, que nunca quiso tomarse el trabajo de ver qué haía un poco más allá de la decencia, de la conveniencia, de los buenos modales y las reglas morales. La decencia, en general, es cuestión de falta de imaginación o de pereza, y mi padre tenía, por lo que sé, bastante de las dos. Aunque, por supuesto, no sé qué habría pasado si alguna vez la tentación de la indecencia lo hubiera asaltado en serio, armada de una buena recompensa. Es fácil ser decente cuando te cuesta un cuarto de cuernitos; de allí en más se hace más y más difícil, hasta que llega al punto en que cada cual encuentra su temperatura de fundido. Si no hay metal que resista el calor pertinente, ¿por qué habría hombres o mujeres? Es - si existen tales cosas - una de esas verdades innegables; sabiéndolo, ¿no es preferible ahorrarse el fuego de decenas, cientos de grados celsius, y fundirse cin tanto despilfarro?”

Martín Caparrós (1957) escritor y periodista argentino
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“Una mano pequeña y fría me acarició la mejilla.
—No pasa nada —dijo Auri en voz baja—. Ven aquí.
Empecé a llorar en silencio, y ella deshizo con cuidado el apretado nudo de mi cuerpo hasta que mi cabeza reposó en su regazo. Empezó a murmurar, apartándome el cabello de la frente; yo notaba el frío de sus manos contra la ardiente piel de mi cara.
—Ya lo sé —dijo con tristeza—. A veces es muy duro, ¿verdad?
Me acarició el cabello con ternura, y mi llanto se intensificó. No recordaba la última vez que alguien me había tocado con cariño.
—Ya lo sé —repitió—. Tienes una piedra en el corazón, y hay días en que pesa tanto que no se puede hacer nada. Pero no deberías pasarlo solo. Deberías haberme avisado. Yo lo entiendo.
Contraje todo el cuerpo y de pronto volví a notar aquel sabor a ciruela.
—La echo de menos —dije sin darme cuenta. Antes de que pudiera agregar algo más, apreté los dientes y sacudí la cabeza con furia, como un caballo que intenta liberarse de las riendas.
—Puedes decirlo —dijo Auri con ternura.
Volví a sacudir la cabeza, noté sabor a ciruela, y de pronto las palabras empezaron a brotar de mis labios.
—Decía que aprendí a cantar antes que a hablar. Decía que cuando yo era un crío ella tarareaba mientras me tenía en brazos. No me cantaba una canción; solo era una tercera descendente. Un sonido tranquilizador. Y un día me estaba paseando alrededor del campamento y oyó que yo le devolvía el eco. Dos octavas más arriba. Una tercera aguda y diminuta. Decía que aquella fue mi primera canción.
—Nos la cantábamos el uno al otro. Durante años. —Se me hizo un nudo en la garganta y apreté los dientes.
—Puedes decirlo —dijo Auri en voz baja—. No pasa nada si lo dices.
—Nunca volveré a verla —conseguí decir. Y me puse a llorar a lágrima viva.
—No pasa nada —dijo Auri—. Estoy aquí. Estás a salvo.”

The Wise Man's Fear

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“[…] borra esas frases absurdas y presuntuosas y sustitúyelas con la única que realmente te es posible firmar: "No puedo dejar de escribir". Confiesa que tu necesidad de hacerlo es más fuerte que tú, olvida tu desorbitada ambición de escribir un libro que a todos interese, acepta tu verdadera medida y comprende que si no has escrito otra cosa es porque sólo puedes referirte a lo que es tuyo: los recuerdos que estremecen, contentan o lastiman tu corazón, los opacos sucesos de tu vida diaria y tu relación con unos cuantos seres humanos que coincidieron en tu pequeña órbita. Eso es lo único que te pertenece, lo único que conoces, lo único que comprendes, y, por tanto, lo único que puedes expresar. Tal vez logres algún día inventar un suceso. Lo que no lograrás inventar es la emoción que te habría producido ese acontecimiento si lo hubieras vivido. Es un dolor inventado, aunque lo derives del más patético y desgarrador de los sucesos que imagines, jamás podrás poner el calor, la verdad que tal vez logres imprimir en el relato que hagas de un triste acontecimiento que te pertenezca.

En rigor, es de tu realidad de lo único que puedes hablar. Y si de ella no te es posible extraer lo que requieres para un libro distinto y trascendente, renuncia a tu sueño. Y si no puedes dejar de escribir, continúa haciéndolo en este cuaderno y luego en otro, y en otro, siempre secretamente, hasta el día de tu muerte.”

El libro vacío

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“Este es el segundo fragmento que pongo aquí del que se ha convertido en mi libro favorito: "La mecánica del corazón". Espero que lo disfrutéis x)
"Ya no puedo estar sin su presencia; el olor de su piel, el sonido de su voz, las pequeñas maneras de representar a la muchacha más fuerte y a la más frágil del mundo. Su manía de no ponerse gafas para ver el mundo tras el cristal ahumado de su visión lastimada; su forma de protegerse. Ver sin ver de verdad y, sobre todo, sin hacerse notar.
Descubro la extraña mecánica de su corazón. Funciona con un sistema de concha autoprotectora ligada a la falta de confianza que la habita. Una ausencia de autoestima peleándose con una determinación fuera de lo común. Aun no he descubierto qué engranaje tiene roto.
El código de acceso a su corazón cambia todas las noches. A veces, la concha es dura como la piedra. Por mucho que pruebe con mil combinaciones en formas de caricias y palabras de apoyo, apenas consigo quedarme en las puertas de su misterio. Sin embargo, ¡Me gusta tanto hacer crujir su concha! Escuchar ese pequeño ruido que produce al desactivarse, ver los hoyuelos que se marcan en la comisura de sus labios y que parece decir "¡Sopla!". El sistema de protección volando en dulces pedazos".”

La Mécanique du cœur
Variante: Ya no puedo estar sin su presencia; el olor de su piel, el sonido de su voz, las pequeñas maneras de representar a la muchacha más fuerte y a la más frágil del mundo. Su manía de no ponerse gafas para ver el mundo tras el cristal ahumado de su visión lastimada; su forma de protegerse. Ver sin ver de verdad y, sobre todo, sin hacerse notar.
Descubro la extraña mecánica de su corazón. Funciona con un sistema de concha autoprotectora ligada a la falta de confianza que la habita. Una ausencia de autoestima peleándose con una determinación fuera de lo común. Aun no he descubierto qué engranaje tiene roto.
El código de acceso a su corazón cambia todas las noches. A veces, la concha es dura como la piedra. Por mucho que pruebe con mil combinaciones en formas de caricias y palabras de apoyo, apenas consigo quedarme en las puertas de su misterio. Sin embargo, ¡Me gusta tanto hacer crujir su concha! Escuchar ese pequeño ruido que produce al desactivarse, ver los hoyuelos que se marcan en la comisura de sus labios y que parece decir "¡Sopla!". El sistema de protección volando en dulces pedazos".

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