Frases sobre causa
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“A pesar de su falta de lustre como científico, [Robert] Gallo se trabajó su ascenso en la estructura del poder. Peter Duesberg, pese a su brillantez, se trabajo su descenso… […]…Bob Gallo tenía una muestra de un virus que Luc Montagnier había mandado a Gallo para que lo evaluase, y Bob se había apropiado de él en la búsqueda de su propia carrera…. […]…"Caballeros, ¡hemos encontrado la causa del SIDA!". Y así fue. Gallo y Heckler predijeron que una vacuna y una cura estarían disponibles en un par de años. Era el año 1984. Todos los viejos cazadores de virus del Instituto Nacional del Cáncer pusieron nuevos carteles en sus puertas y se convirtieron en investigadores del SIDA. [Ronald] Reagan mandó alrededor de mil millones de dólares, sólo para ir abriendo boca, y de repente todo el mundo que pudiese proclamar el ser cualquier tipo de científico médico y que no hubiese tenido mucho que hacer últimamente estaba empleado a tiempo completo. Y aún lo están…[…]…llamarlo VIH [Virus de la Inmunodeficiencia Humana] fue un error de miopes que impidió cualquier pensamiento de investigación en la relación causal entre el Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida y el Virus de la Inmuno Deficiencia Humana. Duesberg hizo notar sabiamente desde los márgenes de [la revista] Procedimientos de la Academia Nacional de Ciencias que no había buena evidencia implicando al nuevo virus. Fue ignorado. Los editores rechazaron sus manuscritos y comités de colegas empezaron a cuestionar su necesidad de tener que continuar dándole fondos para investigar…[…]…Se le dejó [a Peter Duesberg] sin fondos de investigación. Así desarmado, sería una amenaza menor al creciente stablishment del SIDA.”

Kary Mullis (1944–2019)

Kary Mullis, premio Nobel de química 1993.

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“Cuando hayas de sentenciar procura olvidar a los litigantes y acordarte sólo de la causa.”

Epicteto (50–138) filósofo estoico griego

Fuente: Palomo Triguero, Eduardo. Cita-logía. Editorial Punto Rojo Libros,S.L. ISBN 978-84-16068-10-4. p. 177.

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“Me causa tristeza que una vez más se use Sevilla como un escaparate de la feria de las vanidades cuando hay ocho poblados chabolistas en la ciudad.”

Juan Manuel Sánchez Gordillo (1952) político de España

Sánchez Gordillo en 1995 sobre la boda que se iba a celebrar en Sevilla entre la infanta Elena y Jaime de Marichalar http://elpais.com/diario/1995/03/17/espana/795394822_850215.html.

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“El único principio que un periodista respeta es: ¿Promoverá esta historia la causa de la izquierda?”

Ann Coulter (1961)

Fuente: "¿Cómo hablarle a un liberal?", 2004.)

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“Que no le cause a nadie espanto si yo mismo me acuso”

Enrique Bunbury (1967) músico español

De todo el Mundo
En solitario, Las Consecuencias

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“Las Órdenes religiosas no pueden ser asociaciones, porque para ello falta causa lícita. Y no lo es la mendicidad ni la vagancia.”

Álvaro de Albornoz (1879–1954) político español (1879-1954)

Fuente: El Imparcial (10-10-1931) nº 22239 , pag. 3.

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“En el trabajo de una causa, muchos quedan en el camino; y yo puedo quedar en el camino; lo importante no es ganar, sino entregarse al servicio de una causa; serán las fuerzas las que elijan los candidatos”

Elisa Carrió (1956) política argentina

Convención Nacional de la UCR, 18 de abril del 2009
2009
Fuente: "Convención Nacional de la UCR" http://www.tucorrientes.com/noticias/2009/04/19/42546/la-alianza-de-la-oposicion-se-puso-en-marcha/, "TuCorrientes", 18 de abril del 2009.

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“Cuando se empieza hablando de nacionalismo, se acaba como en el País Vasco o creando organizaciones como el Ejercito Guerrillero Gallego; Ana Crespo, ex concejala de Ermua, tenía razón cuando afirmó que si gobernaba el PSOE vendría ETA entera a Galicia, pese a que después, comentó, le apretaron para que rectificara; previno a los jóvenes contra los que quieren destruir a la familia y les invitó a votar al PP para acabar con determinadas leyes asquerosas, como la que permite el matrimonio homosexual o el divorcio en seis meses sin alegar causa. ¿Quién va a tener un hijo en esas condiciones?, se preguntó.”

Manuel Fraga Iribarne (1922–2012) político español

Todo esto lo dijo en junio de 2005, en su última campaña electoral como candidato a Presidente gallego, acerca de la posibilidad de un Gobierno gallego bipartito PSOE-BNG, que finalmente se cumplió, y de las reformas del matrimonio y del divorcio que en ese momento estaban en trámite de aprobación (fueron aprobadas definitivamente a finales de ese mismo mes por el Congreso de los Diputados y entraron en vigor a los pocos días).
Fuente: "Fraga califica de 'asquerosa' la ley de matrimonios homosexuales durante la campaña electoral" http://www.20minutos.es/noticia/29088/3/paginas_blancas de 20 Minutos (4 de junio de 2005)

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“Por favor, no maten al niño; nosotros nos ocuparemos de él. …Por favor, dadme a vuestros niños. Con mucho gusto acepto todos los niños que morirían a causa del aborto.”

Teresa de Calcuta (1910–1997) monja católica de origen albanés

Fuente: Buela, Carlos Miguel. Jóvenes en el Tercer Milenio (Spanish Edition). Editorial eBooks2go, 2014. ISBN 9781933871929.

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“El envidioso, a los hombres irritables causa cólera; a los reflexivos tan sólo inspira lástima.”

Ignacio Manuel Altamirano (1834–1893) escritor, periodista, abogado, maestro y político

Fuente: Altamirano, Ignacio Manuel; Sierra Casasús, Catalina. Obras completas, Volumen 23. Editor Secretaría de Educación Pública, 1986. ISBN 978-97-0186-861-4. p. 40.

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“La victoria en la guerra no depende completamente del número o del simple valor; sólo la destreza y la disciplina la asegurarán. Hallaremos que los romanos debieron la conquista del mundo a ninguna otra causa que el continuo entrenamiento militar, la exacta observancia de la disciplina en sus campamentos y el perseverante cultivo de las otras artes de la guerra.”

Fuente: Flavio Vegecio Renato. Epitoma Institutorum Rei militaris: Sobre la Institución Militar. Traducido por Antonio Diego Duarte Sánchez, Jorge Mambrilla Royo, Alfonso Rodríguez Belmonte. Editor Antonio Diego Duarte Sánchez. p. 7.
Fuente: Epitoma rei militaris.

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“Puedes romper con tus padres, con tus maridos, pero no puedes romper con tus cachorros, y eso te deja inerme entre sus manos, y causa cierta molesta irritación.”

Esther Tusquets (1936–2012) Editora y escritora española

Fuente: Confesiones de una vieja dama indigna. Bruguera Narrativa. Esther Tusquets. Edición ilustrada. Editorial Bruguera, 2009. ISBN 9788402421067.

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“Mira, no voy a señalar con el dedo a ningún país, ninguna religión ni partido político. Esto es un fallo en todas las especies. Nosotros, la raza humana, hemos cometido un pecado terrible e imperdonable. Y antes de que nos avergüences a ambos preguntando… no, no estoy teniendo un momento católico. Esto es mucho más fundamental que la Iglesia o el Estado. Esto es algo propio porque lo conocemos mejor. Como especie, lo conocemos mejor. Entendemos lo que está bien y lo que está mal, igual que podemos captar todos los tonos de gris. Hemos tenido miles de años de líderes religiosos, filósofos, pensadores libres y científicos políticos que han explicado la causa y el efecto del comportamiento destructivo. Uno podría pensar que, a estas alturas, en el momento en que estamos, con todos estos avances tecnológicos y ahora que la comunicación entre todas las razas no solo es posible, sino instantánea a nivel mundial, que habríamos aprendido algo, que nos habríamos beneficiado de los errores cometidos anteriormente. Uno podría pensar que nuestro criterio ha evolucionado y que somos más sagaces. Pero no es así. Con la simulación por ordenador prácticamente podemos ver el futuro y ver cómo será todo si seguimos estos caminos y, aun así, no hacemos nada para cambiar de dirección. Quizá el verdadero defecto humano sea nuestra incapacidad para actuar como si la próxima generación importase. Nunca lo hemos hecho. Quizá de manera individual sí, pero no como una nación, como una especie.”

Paciente Cero

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“Una vez fui testigo del estrecho nexo entre la pérdida de la fe en el futuro y este peligroso darse por vencido. F., el jefe de mi barracón, compositor y libretista famoso, me confió un día: «Me gustaría contarle algo, doctor. He tenido un extraño sueño. Una voz me invitaba a desear cualquier cosa, bastaba con preguntar lo que quería conocer y mis preguntas serían satisfechas de inmediato. ¿Sabe qué pregunté? Cuándo terminaría la guerra para mí. Ya sabe lo que quiero decir, doctor, ¡para mí! Conocer cuándo seríamos liberados los de este campo y cuándo terminarían nuestros sufrimientos». «¿Y cuándo tuvo usted ese sueño?», le pregunté. «En febrero de 1945», contestó. Por entonces estábamos a principios de marzo. «¿Qué respondió la voz en su sueño?» En voz baja, casi furtivamente, me susurró: «El treinta de marzo.» Cuando F. me contó aquel sueño todavía se encontraba rebosante de esperanza y convencido de la certeza y veracidad del oráculo de la voz. Sin embargo, a medida que se acercaba el día prometido, las noticias que recibíamos sobre la guerra menguaban las esperanzas de ser liberados en la fecha indicada. El veintinueve de marzo, de repente, F. cayó enfermo con una fiebre muy alta. El treinta de marzo, el día en que según su profecía terminaría la guerra y el sufrimiento para él, empezó a delirar y perdió la conciencia. El treinta y uno de marzo falleció. Según todas las apariencias murió de tifus… Los que conocen la estrecha relación entre el estado de ánimo de una persona su valor y su esperanza, o su falta de ambos y el estado de su sistema inmunológico comprenderán cómo la pérdida repentina de la esperanza y el valor pueden desencadenar un desenlace mortal. La causa última de la muerte de mi amigo fue la honda decepción que le produjo no ser liberado en el día señalado. De pronto se debilitó la resistencia de su organismo y sus defensas disminuyeron, dejándole a merced de la infección tifoidea latente. Su esperanza en el futuro y su voluntad de vivir se paralizaron, y su cuerpo sucumbió víctima de la enfermedad. Después de todo, la voz de sus sueños se hizo realidad. La observación de este caso, y sus consecuencias psicológicas, concuerda con un hecho que el médico del campo me hizo notar: la tasa de mortandad semanal durante las Navidades de 1944 y el Año Nuevo de 1945 superó en mucho las estadísticas habituales del campo. En su opinión, la explicación de este aumento de mortalidad no había que buscarla en el empeoramiento de las condiciones de trabajo, ni en una disminución de la ración alimenticia, ni en un cambio climatológico, ni en el brote de nuevas epidemias. A su entender, se trataba sencillamente de la ingenua esperanza que abrigaron la mayoría de los presos de ser liberados por las fiestas navideñas. Según se acercaba esa fecha, y al no recibir ninguna noticia alentadora, los prisioneros perdieron su valor y les venció el desaliento. Muchos de ellos murieron al debilitarse su capacidad de resistencia. Ya advertimos”

El hombre en busca de sentido

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“Respeto a los hombres no por las batallas que hayan podido ganar sino por las causas que defienden”

Julia Navarro (1953) periodista y escritora española

Dispara, yo ya estoy muerto

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“No se estudia, por consiguiente, la Historia para no recordar sus enseñanzas, cuando llega la hora de aplicarlas prácticamente, o para pensar que las cosas ahora son diferentes y que, por tanto, sus verdades no son aplicables. Se aprende de ella justamente la enseñanza útil para el presente. Quien no consiga eso, no debe tener la pretensión de ser un Jefe político; será en realidad un ser superficial, aunque muy convencido, y toda su buena voluntad no le disculpará su incapacidad práctica. El arte de todos los grandes conductores de pueblos, en todas las épocas, consiste, en primer lugar, en no dispersar la atención de un pueblo y sí en concentrarla contra un único adversario. Cuanto más concentrada esté la voluntad combativa de un pueblo, tanto mayor será la atracción magnética de un Movimiento y más formidable el ímpetu del golpe. Forma parte de la genialidad de un gran conductor hacer que parezcan pertenecer a una sola categoría incluso adversarios diferentes, por cuanto el reconocimiento de varios enemigos fácilmente conduce a la duda sobre el derecho de su propia causa. Después que la masa vacilante se ve en lucha contra muchos enemigos, surge inmediatamente la objetividad y la pregunta de sí realmente todos están equivocados o sólo el propio pueblo o el propio Movimiento es el que tiene la razón. Con esto aparece el primer colapso de la propia fuerza. de ahí que sea necesario que una mayoría de adversarios sea siempre considerada en bloque, de manera que la masa de los propios adeptos estime que la lucha se dirige contra un enemigo único. Esto fortalece la fe en la propia causa y aumenta la indignación contra el enemigo.”

Adolf Hitler (1889–1945) Führer y Canciller Imperial de Alemania. Líder del Partido Nazi

Mi Lucha

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“¿Qué tenían en común todos esos individuos? «No se distinguían por ningún rango u oficio.» Desempeñaban las más variadas ocupaciones. No eran partidarios fanáticos del régimen. Era la gente que, cuando me sentía perdido y desesperado, hacía que volviera a recuperar la fe en la Unión Soviética. Creaban a su alrededor pequeñas islas de orden y dignidad en medio de un océano de caos y absurdidad. Fuera cual fuese el ámbito en el que trabajaban, su influencia se transmitía a su entorno. Y es el conjunto de esas islas humanas, diseminadas por todo el Imperio soviético, lo que mantiene la coherencia de su estructura e impide que se desintegre.    Esos hombres, sean o no comunistas, son «patriotas soviéticos» en el sentido con que esa palabra se usó al principio en la Revolución francesa. No son ni héroes ni santos, y todas sus virtudes cívicas van siempre en contra del régimen al que sirven. Están motivados por un grave sentido de responsabilidad en un país donde todo el mundo teme y elude la responsabilidad; tienen iniciativa y criterio independiente donde la obediencia ciega es la norma; son leales y entregados a sus semejantes en un mundo donde se espera lealtad solo hacia los superiores y entrega solo al Estado. Tienen honor personal y una dignidad de comportamiento inconsciente donde estas palabras son objeto de escarnio.    Aunque hay miles de ellos, constituyen una pequeña minoría, y son siempre las primeras víctimas de cada nueva purga. Aun así, no desaparecen. Los que conocí en Rusia tenían en su mayoría treinta y poco años, y pertenecían a la generación posrevolucionaria. Actualmente vuelvo a encontrar el mismo tipo de personas entre los emigrados rusos de la posguerra, que pertenecen a una generación posterior. Esos hombres rectos, entregados, enérgicos y audaces fueron y son la columna vertebral de un régimen que niega todos los valores que representan. Como comunista, daba su existencia por sentado, ya que creía que eran el producto de la educación revolucionaria, ese «nuevo tipo de hombre» cuyo advenimiento había predicho Marx. Hoy día me doy cuenta de que su existencia es prácticamente un milagro, de que han llegado a ser lo que son no a causa de, sino a pesar de su educación: un triunfo de la indestructible sustancia humana sobre el entorno deshumanizador.”

Arthur Koestler (1905–1983) novelista, ensayista, historiador, periodista, activista político y filósofo social húngaro
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“A Tomatis lo preocupaba saber de qué manera llevaría la conversación con sus excolegas hasta llegar al centro, pero a las dos cuadras el conductor y los dos de atrás ya habían reanudado la discusión sobre el partido del domingo, analizando la composición de los dos equipos, el hecho de que jugaran en tal o cual cancha, la historia reciente —cambios, partidos ganados o perdidos, estado físico de ciertos jugadores, etcétera— de los res-pectivos cuadros. En la época en que recién había entrado a trabajar en el diario, a los veinte años, como los periodistas de deportes se burlaban de él a causa de su inclinación por la literatura, Tomatis se vengaba de ellos ridiculizando el deporte y proclamando sin mentir que nunca había entrado en una cancha de fútbol, y oyéndolos discutir con tanta pasión durante el viaje en auto, pensaba que hasta ese día podía hacer la misma afirmación, pero que la situación en la que estaba no se lo permitía —lo que cuando tenía veinte años consideraban una provocación, hoy lo tomarían como una ofensa aunque no se abstenían de efectuar con el partido del domingo todo el gasto de la conversación, sin preguntarse si la persona que habían invitado a viajar con ellos se interesaba o no por el tema. «Ni ellos ni yo hemos cambiado nada en todos estos años, y no cambiaremos tampoco en los que nos quedan por vivir», pensaba Tomatis cuando bajó del coche”

Juan José Saer (1937–2005) escritor argentino

La Grande

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“¿Y no es extraordinario que, desparecidas las causas, persistan los efectos? ¿Y que los efectos oculten a las causas?”

Octavio Paz (1914–1998) poeta, escritor, ensayista y diplomático mexicano

El laberinto de la soledad / Postdata / Vuelta a El laberinto de la soledad
Variante: ¿Y no es extraordinario que, desaparecidas las causas, persistan los efectos? ¿Y que los efectos oculten a las causas?

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“A decir verdad, Jackson nunca había compartido totalmente el culto fálico de sus pares. Cuando tenía más o menos ocho años, una niña lo sorprendió mientras él meaba entre los arbustos, y chilló casi con el mismo espíritu de horror reflexivo con que lo acababa de hacer Carol. Es de suponer que aquella niña nunca había visto un pene, y que no le causó buena impresión. «Puaj, qué basto eres. ¿Qué es esa cosa? ¡Es repugnante!», gritó al salir corriendo. Y después aquella otra vez, en el gimnasio del colegio donde cursó los primeros años de secundaria. Jackson apenas había entrado en la pubertad; todavía mojado tras pasar por la ducha, sintió frío. No obstante, un chico mucho más corpulento que él se burló: Parece que estés envolviendo una zanahoria baby y un par de habichuelas. A partir de ese día los chicos lo apodaron «el Vegetariano», mote tan inocente a oídos de los profesores que protegía a sus compañeros de un posible castigo por acoso escolar. En realidad, la palabra «pene» siempre había sonado algo tonta y banal, y a poca cosa. Desde que tenía memoria, su quinto apéndice le había parecido algo sutilmente ajeno a él, algo aparte y capaz de traicionarlo. Y fue la sensación de que eso que le sobresalía no era del todo parte de su cuerpo lo que pudo permitirle experimentar con ella.

El experimento había fallado. Es posible que Jackson nunca hubiera comprendido muy bien por qué a las mujeres un pene podía resultarles atractivo, con su piel como apergaminada y demasiado fina, los testículos colgantes y esas matas de vello, el sombrerete en la punta, como si fuese un hongo… Podía decirse que, en cierto modo, no era una forma que la carne humana debiera asumir. Cuando estaba en posición de descanso parecía asustado y deprimido; en estado de alerta, impertinente, aunque inseguro, moviéndose de un lado para el otro e intentando llamar la atención como un fanfarrón que quisiera hacer una demostración de sus habilidades.”

Lionel Shriver (1957) escritora estadounidense

So Much for That

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“Díjele que entre nosotros existía una sociedad de hombres educados desde su juventud en el arte de probar con palabras multiplicadas al efecto que lo blanco es negro y lo negro es blanco, según para lo que se les paga. El resto de las gentes son esclavas de esta sociedad. Por ejemplo: si mi vecino quiere mi vaca, asalaria un abogado que pruebe que debe quitarme la vaca. Entonces yo tengo que asalariar otro para que defienda mi derecho, pues va contra todas las reglas de la ley que se permita a nadie hablar por si mismo. Ahora bien; en este caso, yo, que soy el propietario legítimo, tengo dos desventajas. La primera es que, como mi abogado se ha ejercitado casi desde su cuna en defender la falsedad, cuando quiere abogar por la justicia -oficio que no le es natural- lo hace siempre con gran torpeza, si no con mala fe. La segunda desventaja es que mi abogado debe proceder con gran precaución, pues de otro modo le reprenderán los jueces y le aborrecerán sus colegas, como a quien degrada el ejercicio de la ley. No tengo, pues, sino dos medios para defender mi vaca. El primero es ganarme al abogado de mi adversario con un estipendio doble, que le haga traicionar a su cliente insinuando que la justicia está de su parte. El segundo procedimiento es que mi abogado dé a mi causa tanta apariencia de injusticia como le sea posible, reconociendo que la vaca pertenece a mi adversario; y esto, si se hace diestramente, conquistará sin duda, el favor del tribunal. Ahora debe saber su señoría que estos jueces son las personas designadas para decidir en todos los litigios sobre propiedad, así como para entender en todas las acusaciones contra criminales, y que se los saca de entre los abogados más hábiles cuando se han hecho viejos o perezosos; y como durante toda su vida se han inclinado en contra de la verdad y de la equidad, es para ellos tan necesario favorecer el fraude, el perjurio y la vejación, que yo he sabido de varios que prefirieron rechazar un pingüe soborno de la parte a que asistía la justicia a injuriar a la Facultad haciendo cosa impropia de la naturaleza de su oficio.

Es máxima entre estos abogados que cualquier cosa que se haya hecho ya antes puede volver a hacerse legalmente, y, por lo tanto, tienen cuidado especial en guardar memoria de todas las determinaciones anteriormente tomadas contra la justicia común y contra la razón corriente de la Humanidad. Las exhiben, bajo el nombre de precedentes, como autoridades para justificar las opiniones más inicuas, y los jueces no dejan nunca de fallar de conformidad con ellas.
Cuando defienden una causa evitan diligentemente todo lo que sea entrar en los fundamentos de ella; pero se detienen, alborotadores, violentos y fatigosos, sobre todas las circunstancias que no hacen al caso. En el antes mencionado, por ejemplo, no procurarán nunca averiguar qué derechos o títulos tiene mi adversario sobre mi vaca; pero discutirán si dicha vaca es colorada o negra, si tiene los cuernos largos o cortos, si el campo donde la llevo a pastar es redondo o cuadrado, si se la ordeña dentro o fuera de casa, a qué enfermedades está sujeta y otros puntos análogos. Después de lo cual consultarán precedentes, aplazarán la causa una vez y otra, y a los diez, o los veinte, o los treinta años, se llegará a la conclusión.
Asimismo debe consignarse que esta sociedad tiene una jerigonza y jerga particular para su uso, que ninguno de los demás mortales puede entender, y en la cual están escritas todas las leyes, que los abogados se cuidan muy especialmente de multiplicar. Con lo que han conseguido confundir totalmente la esencia misma de la verdad y la mentira, la razón y la sinrazón, de tal modo que se tardará treinta años en decidir si el campo que me han dejado mis antecesores de seis generaciones me pertenece a mí o pertenece a un extraño que está a trescientas millas de distancia.”

Los viajes de Gulliver

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“Una bala soberana Por ejemplo, el 20 de abril de 2001, la Fuerza Aérea del Perú derribó un avión misionero al confundirlo con un transporte de drogas. En el aeroplano estaban el piloto Kevin Donaldson y una familia misionera: Jim y Verónica Bowers y sus dos hijos, Charity de siete meses y Cory de seis años de edad. Verónica tenía sentada a Charity en su regazo en la parte trasera del Cessna 185. Cuando las balas rociaron la avioneta, una de ellas entró por la espalda de Verónica, atravesándola a ella y a su bebita. Ambas murieron. El piloto, con las rodillas destrozadas, logró estrellar el aeroplano contra un río, y los otros tres ocupantes sobrevivieron. Siete días después en el funeral en Fruitport, Michigan, Jim Bowers ofreció este testimonio y explicó por qué la soberanía de Dios en las muertes de su esposa y su hija era la roca debajo de sus pies. Por encima de todo, quiero dar gracias a Dios. Él es un Dios soberano. Ahora me doy más cuenta de eso… Algunos de ustedes se podrían preguntar: «¿Por qué agradecer a Dios?»… ¿Podría esto ser realmente el plan de Dios para Roni y Charity; ¿el plan divino para Cory, nuestra familia y yo? Me gustaría decirles por qué lo creo. [4] Jim siguió dando quince razones. En ese contexto, afirmó: «Roni y Charity murieron al instante a causa de la misma bala. (¿Diría usted que esa es una bala perdida?). No alcanzó a Kevin, quien estaba enfrente de Charity; se alojó en Charity. Esa fue una bala soberana». Sin embargo, ¿qué pasó con los pilotos peruanos de combate? ¿No tenían ellos voluntad? ¿No cometieron equivocaciones o, quizás, hasta pecaron contra una inocente familia misionera? Jim Bowers afirmó: «Aquellas personas que hicieron eso simplemente fueron usadas por Dios. Créanlo o no, yo lo creo. Ellos fueron usados por Él, por el Señor, para lograr el propósito divino en esto, quizás”

John Piper (1946) escritor estadounidense

Bajo las alas de Dios

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“Una vez fui testigo del estrecho nexo entre la pérdida de la fe en el futuro y este peligroso darse por vencido. F., el jefe de mi barracón, compositor y libretista famoso, me confió un día: «Me gustaría contarle algo, doctor. He tenido un extraño sueño. Una voz me invitaba a desear cualquier cosa, bastaba con preguntar lo que quería conocer y mis preguntas serían satisfechas de inmediato. ¿Sabe qué pregunté? Cuándo terminaría la guerra para mí. Ya sabe lo que quiero decir, doctor, ¡para mí! Conocer cuándo seríamos liberados los de este campo y cuándo terminarían nuestros sufrimientos». «¿Y cuándo tuvo usted ese sueño?», le pregunté. «En febrero de 1945», contestó. Por entonces estábamos a principios de marzo. «¿Qué respondió la voz en su sueño?» En voz baja, casi furtivamente, me susurró: «El treinta de marzo.» Cuando F. me contó aquel sueño todavía se encontraba rebosante de esperanza y convencido de la certeza y veracidad del oráculo de la voz. Sin embargo, a medida que se acercaba el día prometido, las noticias que recibíamos sobre la guerra menguaban las esperanzas de ser liberados en la fecha indicada. El veintinueve de marzo, de repente, F. cayó enfermo con una fiebre muy alta. El treinta de marzo, el día en que según su profecía terminaría la guerra y el sufrimiento para él, empezó a delirar y perdió la conciencia. El treinta y uno de marzo falleció. Según todas las apariencias murió de tifus… Los que conocen la estrecha relación entre el estado de ánimo de una persona su valor y su esperanza, o su falta de ambos y el estado de su sistema inmunológico comprenderán cómo la pérdida repentina de la esperanza y el valor pueden desencadenar un desenlace mortal. La causa última de la muerte de mi amigo fue la honda decepción que le produjo no ser liberado en el día señalado. De pronto se debilitó la resistencia de su organismo y sus defensas disminuyeron, dejándole a merced de la infección tifoidea latente. Su esperanza en el futuro y su voluntad de vivir se paralizaron, y su cuerpo sucumbió víctima de la enfermedad. Después de todo, la voz de sus sueños se hizo realidad.”

El hombre en busca de sentido

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“Su desnudez le causo vergüenza, se dio media vuelta y se tapó la cara con la oscuridad de la tarde.”

Cuentos que Cuento: Blog Escribir para Aprender

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“Aborrecía los afectos sin causa, tal como aborrecía la riqueza inmerecida.”

Ayn Rand (1905–1982) filósofa y escritora estadounidense

La Rebelión de Atlas

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“El éxito, la riqueza, la buena salud y las relaciones enriquecedoras son consecuencias de la felicidad, no su causa.”

Deepak Chopra (1946) médico, conferencista y escritor indio

La receta de felicidad: Las siete claves de la felicidad y la iluminacion

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“Una de las peores pruebas de la decadencia de Alemania, ya antes de la guerra, era la casi total indiferencia general que se notaba con respecto a todo. Esa situación mental es siempre la consecuencia de la incertidumbre sobre las cosas. De ésta y de otras causas surge la pusilanimidad, como consecuencia fatal. El sistema de educación contribuía a agravar esa situación. La educación alemana de la anteguerra adolecía de muchos defectos. Tenía una orientación particularista, concentrada en el aprendizaje puramente "teórico", dándole una importancia menor a la "práctica". Aun menos valor se le adjudicaba a la formación del carácter del individuo y mucho menos todavía a la tarea de fomentar el sentimiento de la satisfacción en la responsabilidad; finalmente, era nula la importancia dada a la educación de la voluntad y del espíritu de decisión. Los frutos de ese sistema educacional no producían realmente mentalidades fuertes, sino más bien dóciles "eruditos", como por lo general se nos consideraba a los alemanes antes de la guerra, juzgándosenos según ese criterio. Al alemán se le quería porque era un elemento utilizable, en cambio, se le respetaba poco, debido justamente a que no poseía la suficiente entereza de carácter. No sin razón perdió, pues, el alemán más fácilmente que cualquier súbdito de otros pueblos su nacionalidad y su patria.”

Adolf Hitler (1889–1945) Führer y Canciller Imperial de Alemania. Líder del Partido Nazi

Mi Lucha

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