Frases sobre punta
página 8

Arturo Pérez-Reverte Foto
Sei Shonagon Foto

“Cosas detestables

Cuando uno tiene prisa por salir, llega alguien de visita y se queda hablando un largo tiempo. Si es una persona de poca importancia, uno puede deshacerse de ella diciendo que podrán hablar en otra ocasión; pero si se trata de alguien a quien se le debe respeto, la situación se vuelve realmente detestable.

Uno encuentra un pelo sobre el suzuri, o el mismo sumi contiene un grano de piedra que, al frotar, produce un chirrito destemplado.

Un hombre que no se destaca en nada, discute toda clase de temas, riéndose, como si supiera algo de ello.

Envidiar la suerte de los demas y quejarse de la propia, hablar mal de la gente, interesarse por lo superficial, querer saberlo todo y estar resentido y vilipediar a los que no nos han informado de los hechos, o bien, cuando sólo se ha tenido una noticia parcial, hablar de ella con lujo de detalles como si se tratase de algo que conoce desde el principio: todo esto es odioso.

Se está por escuchar alguna noticia interesante cuando un niño empieza a llorar.

Un hombre nos viene a ver en secreto; un perro lo ve y se pone a ladrar: dan ganas de matarlo.

Ya es bastante tontería el invitar a un hombre a pasar la noche, ocultándolo donde no debería estar, y he aquí que ronca.

Uno va a la cama y está a punto de quedar dormido cuando un mosquito anuncia su presencia con voz aguda cerca de nuestra cara; hasta se siente el aire que mueve con sus alas a pesar de su pequeñez, y esto es en extremo odioso.

Estamos en medio de un relato cuando otra persona se inmiscuye, nos interrumpe, y trata de demostrar que es el único ser inteligente de la reunión. Tales personas son odiosas, se trate de niños o mayores.

Un hombre con el que tenemos relaciones amorosas, se pone a alabar a una mujer que conoció en el pasado, y aunque sea una cosa lejana no puede resultar menos horrible. ¡Cuánto más si se trata de alguien a quien él sigue visitando!

No soporto a las personas que salen sin cerrar la puerta tras de sí.”

The Pillow Book

Patrick Rothfuss Foto
Haruki Murakami Foto
Paco Ignacio Taibo II Foto
Alexandre Dumas (padre) Foto
Arturo Pérez-Reverte Foto
Karl Marx Foto

“Cuanto más lejos nos remontamos en la historia, tanto más aparece el individuo - y por consiguiente también el individuo productor - como dependiente y formando parte de un todo mayor: en primer lugar y de una manera todavía muy enteramente natural, de la familia y de esa familia ampliada que es la tribu; más tarde, de las comunidades en sus distintas formas, resultado del antagonismo y de la fusión de las tribus. Solamente al llegar el Siglo XVIII, con la "sociedad civil", las diferentes formas de conexión social aparecen ante el individuo como un simple medio para lograr sus fines privados, como una necesidad exterior. Pero la época que genera este punto de vista, esta idea del individuo aislado, es precisamente aquella en la cual las relaciones sociales (universales según este punto de vista) han llegado al más alto grado de desarrollo alcanzado hasta el presente. El hombre es, en el sentido más literal, un zoon politikon, no solamente un animal social, sino un animal que sólo puede individualizarse en la sociedad. La producción por parte de un individuo aislado, fuera de la sociedad - hecho raro que bien puede ocurrir cuando un civilizado, que potencialmente posee ya en sí las fuerzas de la sociedad, se extravía accidentalmente en una comarca salvaje - no es menos absurda que la idea de un desarrollo del lenguaje sin individuos que vivan juntos y hablen entre sí.”

Grundrisse: Foundations of the Critique of Political Economy

Douglas Adams Foto
Margaret MacMillan Foto
Charles Darwin Foto
Thomas Bernhard Foto
Haruki Murakami Foto
Patrick Rothfuss Foto
Cassandra Clare Foto
Philip Pullman Foto
Haruki Murakami Foto

“La televisión tiene, como mínimo, un punto positivo… La puedes apagar cuando quieres.”

Haruki Murakami (1949) escritor y traductor japonés

Blind Willow, Sleeping Woman

Fernando del Paso Foto
Rosa Montero Foto
Richelle Mead Foto
Richard Russo Foto

“El sentido común nos dice por qué: si no está obteniendo lo que desea, es claro que cualquier cosa que haya realizado hasta este punto no está funcionando.”

Como Criar Niños Emocionalmente Sanos: Satisfaciendo Sus Cinco Necesidades Vitales Y También Las de los Padres! Edición Actualizada

Alessandro Baricco Foto
Ray Loriga Foto
Patrick Rothfuss Foto
Gillian Flynn Foto
Meg Rosoff Foto
Julio Cortázar Foto
Oprah Winfrey Foto
Rosa Montero Foto
Santiago Roncagliolo Foto
Adolf Hitler Foto

“Tengo la evidencia de que en general el hombre, excepción hecha de casos singulares de talento, no debe actuar en política antes de los 30 años, porque hasta esa edad se está formando en su mentalidad una plataforma desde la cual podrá después analizar los diversos problemas políticos y definir su posición frente a ellos. Sólo entonces, después de haber adquirido una concepción ideológica fundamental y con esto logrado afianzar su propio modo de pensar acerca de los diferentes problemas de la vida diaria, debe o puede el hombre, conformado por lo menos así espiritualmente, participar en la dirección política de la colectividad en que vive. De otro modo corre el peligro de tener que cambiar un día de opinión en cuestiones fundamentales o de quedar - en contra de su propia convicción - estratificado en un criterio ya relegado por la razón y el entendimiento. El primer caso resulta muy penoso para él, personalmente, pues si él mismo vacila, no puede ya esperar le pertenezca en igual medida que antes la fe de sus adeptos, para quienes la claudicación del caudillo significa desconcierto y no pocas veces les provoca el sentimiento de una cierta vergüenza frente a sus adversarios políticos. En el segundo caso ocurre aquello que hoy se observa con mucha frecuencia: en la misma escala en que el Jefe perdió la convicción sobre lo que sostenía, su dialéctica se hace hueca y superficial, en tanto que se deprava en la elección de sus métodos. Mientras él personalmente no piensa ya arriesgarse en serio en defensa de sus revelaciones políticas (no se inmola la vida por una causa que uno mismo no profesa), las exigencias que les impone a sus correligionarios se hacen, sin embargo, cada vez mayores y más desvergonzadas, hasta el punto de acabar por sacrificar el último resto del carácter que inviste el Jefe y descender así a la condición del "político", es decir, a aquella categoría de hombres cuya única convicción es su falta de convicción, aparejada a una arrogante insolencia y a un arte refinadísimo en el mentir.”

Adolf Hitler (1889–1945) Führer y Canciller Imperial de Alemania. Líder del Partido Nazi

Mi Lucha

Roberto Alifano Foto
Roberto Alifano Foto
Xavier Velasco Foto
Matilde Asensi Foto
Zygmunt Bauman Foto
Haruki Murakami Foto
Stefan Zweig Foto
Robin Hobb Foto
Isabel Allende Foto

“La calle del Faubourg Saint-Antoine era muy larga. Comenzaba en lo que antes había sido un faubourg, un barrio de las afueras, situado al este de la ciudad antigua. Mucho antes de la Revolución, ya era una zona de artesanos, donde se encontraban la mayoría de los carpinteros y ebanistas. Pese a las ideas republicanas, y a veces radicales, que en general defendían, muchos de aquellos hábiles artesanos y pequeños comerciantes eran, como Petit, muy conservadores en lo que concernía al núcleo familiar. No obstante, más de un monarca había podido comprobar en el pasado que, cuando se echaban a la calle, eran implacables. Petit emprendió la caminata con paso febril. La nieve se había fundido y las calles estaban secas. Al cabo de poco, llegó al lugar donde antes se alzaba la fortaleza de la Bastilla y que entonces no era más que un gran espacio vacío sobre el que flotaba un cielo gris de negros presagios. Allí comenzaba la ciudad antigua. A partir de ese punto, la calle ya no se denominaba faubourg, sino simplemente calle Saint-Antoine. Al cabo de un centenar de metros, volvía a cambiar de nombre, adoptando el de Rivoli. Con aquel prestigioso nombre, conducía a la antigua plaza del mercado de la Grève, contigua al río, donde habían reconstruido el ayuntamiento, el Hôtel de Ville, al que le habían conferido un aspecto de enorme y ornamentado castillo. Después pasó por el antiguo Châtelet, donde en la Edad Media administraba justicia el preboste. Aunque había aminorado el paso, Petit todavía caminaba deprisa y, pese al frío, sudaba un poco. Finalmente, se cepilló con gesto inconsciente las mangas del abrigo cuando entró en la zona más regia de la calle de Rivoli, con la larga serie de arcadas que se sucedían frente al solemne palacio del Louvre y los jardines de las Tullerías, hasta que llegó al vasto espacio despejado de la plaza de la Concordia. Llevaba caminando más de una hora. Su ira se había transformado en una sombría y amarga rabia impregnada de desesperación. Torció hacia el bonito templo clásico de la Madeleine. Justo al oeste de la Madeleine, empezaba otro de los grandes bulevares residenciales proyectados por el barón Haussmann. El bulevar de Malesherbes partía de allí en diagonal para acabar en una de las puertas noroccidentales de la ciudad, más allá del final del parque Monceau. El serio carácter del bulevar adquiría un aire más moderno en los sectores próximos a la Madeleine, precisamente en la zona donde se encontraba, en un gran edificio de la Belle Époque, el piso de Jules Blanchard.”

Edward Rutherfurd (1948) escritor británico

París

Tad Williams Foto
Peter Sloterdijk Foto
Fernando Arrabal Foto
Gerald Durrell Foto
Guy De Maupassant Foto
Suzanne Collins Foto
Victoria Ocampo Foto
Ludwig Feuerbach Foto
Gabriel García Márquez Foto
Paulo Coelho Foto
Patrick Rothfuss Foto

“Veréis, mi espectacular llegada a la Universidad había causado un revuelo considerable. Había entrado en el Arcano en tres días en lugar de en tres bimestres, que era lo habitual. Era el miembro más joven, con casi dos años de diferencia. Había desafiado abiertamente a un maestro delante de toda la clase y me había salvado de la expulsión. Me habían azotado y no había llorado ni sangrado.
Por si eso fuera poco, había conseguido enfurecer al maestro Elodin hasta el punto de que él me había empujado desde el tejado de las Gavias. Dejé que esa historia circulara sin corregirla, pues era preferible a la bochornosa verdad.
Todo eso era suficiente para generar un constante flujo de rumores sobre mí, y decidí aprovecharme de ello. La reputación es como una especie de armadura, o un arma que puedes blandir en caso de necesidad. Decidí que, ya que iba a ser arcanista, ¿por qué no ser un arcanista famoso?
Así que solté unas cuantas informaciones: me habían admitido sin carta de recomendación. Los maestros me habían dado tres talentos en lugar de cobrarme la matrícula. Había sobrevivido varios años en las calles de Tarbean, viviendo de mi ingenio.
Incluso lancé unos cuantos rumores que eran auténticas sandeces, mentiras descaradas que la gente repetía pese a que resultaba evidente que no eran ciertas. Tenía sangre de demonio en las venas. Veía en la oscuridad. Solo dormía una hora todas las noches. Cuando había luna llena, hablaba en sueños, en un idioma extraño que nadie entendía.
Basil, mi antiguo compañero de litera de las Dependencias, me ayudó a propagar esos rumores. Yo me inventaba la historia, él se la contaba a unos cuantos, y juntos veíamos cómo se extendían como el fuego por un campo. Era un pasatiempo muy entretenido.”

The Name of the Wind

Michel Houellebecq Foto
Georges Perec Foto
Fernando del Paso Foto

“La disminución de la gravedad llegó hasta tal punto que las rayas de la piel de tigre que tenía colgada en la pared, se desprendieron de la piel y rodearon nuestros cuerpos y nos encarcelaron. Luego se desprendieron todos los motivos frutales de nuestra vajilla e hicimos así el amor entre racimos de uvas diminutas y montañas de manzanas liliputienses. Luego se desprendieron las flores que Estefanía había bordado en la funda de la almohada, y como cada vez que mi prima dormía el bordado dejaba una huella en su cara, se desprendió también la huella de las flores. Luego se desprendieron los lunares blancos de mi corbata azul y entonces hicimos el amor rodeados de lunas pequeñas con sabor a seda. Después se desprendieron todos los puntos de colores de un cuadro de Seurat y nos bañaron de confeti. Luego se desprendieron los encabezados y las noticias de los periódicos y las palabras de los libros, y se confundieron, y entonces nos amamos entre la muerte del Ché Guevara en Vietnam y Madame Bovary cruzando el Atlántico en el Espíritu San Luis. Después se desprendió el significado de las palabras y las frases, y entonces hicimos el amor entre balbuceos y sílabas sin sentido. Después se desprendieron todas las huellas digitales que habíamos dejado en la puerta, en los vasos y en las cortinas, y acariciaron nuestros cuerpos. Después se desprendió la piel de nuestras lenguas y nos lamió la espalda. Luego la oscuridad se escapó por la ventana de nuestro cuarto y nos amamos a pleno sol. Después todos los colores del mundo se desprendieron de las cosas y con ellos el color de nuestra piel, de nuestros ojos y nuestras venas y nuestros huesos, y entonces hicimos el amor invisibles, entre todos los colores del paraíso. Luego la vigilia se desprendió de nuestros cuerpos y entonces hicimos el amor dormidos. Después el sueño se desprendió de nuestros ojos y nos amamos despiertos.”

Palinuro de México

Isabel Allende Foto
Alejandro Dolina Foto
Juan-David Nasio Foto
Simon Wiesenthal Foto
Jean Jacques Rousseau Foto
Haruki Murakami Foto
Daniel Pennac Foto
Mario Vargas Llosa Foto
Richard Adams Foto
Jorge Luis Borges Foto
Roberto Bolaño Foto
Sherrilyn Kenyon Foto
Isaac Asimov Foto
Philip Yancey Foto
Julio Cortázar Foto
Douglas Adams Foto
Patrick Rothfuss Foto
Federico García Lorca Foto

“Me duele hasta la punta de las venas.”

Federico García Lorca (1898–1936) poeta, dramaturgo y prosista español
Michel Houellebecq Foto
Adolf Hitler Foto

“¿a quién debe ser dirigida la propaganda, a los intelectuales o a la masa menos culta? ¡La propaganda siempre deberá dirigirse a la masa! Para los intelectuales, o para aquellos que hoy, lamentablemente, así se consideran, no se debe hablar de propaganda y sí de instrucción científica. Semejantes son las condiciones con las que hoy designamos la palabra propaganda. El fin de la propaganda no es la educación científica de cada cual, y sí llamar la atención de la masa sobre determinados hechos, necesidades, etcétera, cuya importancia sólo de esta forma entra en el círculo visual de la masa. El arte está exclusivamente en hacer esto de una manera tan perfecta que provoque la convicción de la realidad de un hecho, de la necesidad de un procedimiento, y de la justicia de algo necesario. La propaganda no es y no puede ser una necesidad en sí misma, ni una finalidad. De la misma manera como en el supuesto del cartel, su misión es la de llamar la atención de la masa y no enseñar a los cultos o a aquellos que procuran cultivar su espíritu; su acción debe estar cada vez más dirigida al sentimiento y sólo muy condicionalmente a la llamada razón. Toda acción de propaganda tiene que ser necesariamente popular y adaptar su nivel intelectual a la capacidad receptiva del más limitado de aquellos a los cuales está destinada. De ahí que su grado netamente intelectual deberá regularse tanto más hacia abajo, y cuanto más grande sea el conjunto de la masa humana que ha de abarcarse. Mas, cuando se trata de atraer hacia el radio de influencia de la propaganda a toda una Nación, como exigen las circunstancias en el caso del sostenimiento de una guerra, nunca se podrá ser lo suficientemente prudente en lo que concierne a cuidar que las formas intelectuales de la propaganda sean simples en lo posible. Cuanto más modesta sea su carga científica y cuanto más tenga en consideración el sentimiento de la masa, tanto mayor será su éxito. Esto, sin embargo, es la mejor prueba de lo acertado o erróneo de una propaganda, y no la satisfacción de las exigencias de algunos sabios o jóvenes estetas. El arte de la propaganda reside justamente en la comprensión de la mentalidad y de los sentimientos de la gran masa. Ella encuentra, por la forma psicológicamente adecuada, el camino para la atención y para el corazón del pueblo. Que nuestros sabios no comprendan esto, la causa reside en su pereza mental o en su orgullo. Comprendiéndose la necesidad de la conquista de la gran masa, por medio de la propaganda, se saca la siguiente conclusión: es errado querer dar a la propaganda la variedad, por ejemplo, de la enseñanza científica. La capacidad receptiva de la gran masa es sumamente limitada y no menos pequeña su facultad de comprensión; en cambio, es enorme su falta de memoria. Teniendo en cuenta estos antecedentes, toda propaganda eficaz debe concretarse sólo a muy pocos puntos y saberlos explotar como apotegmas hasta que el último hijo del pueblo pueda formarse una idea de aquello que se persigue. En el momento en que la propaganda sacrifique ese principio o quiera hacerse múltiple, quedará debilitada su eficacia por la sencilla razón de que la masa no es capaz de retener ni asimilar todo lo que se le ofrece. Y con esto sufre detrimento el resultado, para acabar a la larga por ser completamente nulo. Cuanto más importante sea el objetivo a alcanzar, tanto más cierta, psicológicamente, debe ser la táctica a emplear.”

Adolf Hitler (1889–1945) Führer y Canciller Imperial de Alemania. Líder del Partido Nazi

Mi Lucha

Mathias Malzieu Foto
Umberto Eco Foto
Javier Cercas Foto

“Se ha argumentado a menudo que teólogos, moralistas, comisarios políticos e intolerantes y fanáticos de todos los signos han recelado siempre de la novela, y siguen haciéndolo, por la misma razón por la que todas las dictaduras y sistemas totalitarios han procurado prohibirla o mantenerla bajo control: porque no hay novela digna de tal nombre que no entrañe un gesto de insumisión, una forma de rebeldía o protesta o desobediencia, una impugnación de la realidad, en la medida en que, a través de la ficción, la novela postula una realidad distinta a la de la experiencia diaria, no sometida a las constricciones e imperativos de ésta; todo lo anterior me parece válido, pero yo añadiría que los recelos y deseos de prohibición y de control que a lo largo de su historia han perseguido a la novela no guardan sólo relación con ello, sino también (y quizá principalmente) con el hecho de que las ambigüedades, ironías, equívocos y certezas huidizas y contradictorias que constituyen el nervio de las novelas —y en especial de las novelas del punto ciego, que son las que giran por completo en torno a ellas— irritan y desconciertan a los dogmáticos, los sublevan porque sienten o intuyen con razón que representan una ofensiva en toda regla contra las certidumbres sin fisuras y las verdades eternas con las que se sostienen. Antes”

Javier Cercas (1962) escritor y periodista español

El punto ciego: Las conferencias Weidenfeld 2015

Oscar Wilde Foto
Ellen Kushner Foto
Paulo Coelho Foto
Rosa Montero Foto
Javier Marías Foto
Willem Frederik Hermans Foto
Noam Chomsky Foto
Rick Warren Foto