Frases sobre momento
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“cuál fue el momento justo de la tristeza
cuál el buceo de la frustración
cuál el instante de tocar fondo”

Mario Benedetti (1920–2009) escritor uruguayo

El cumpleaños de Juan Ángel

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“hay momentos en que no basta con no hacer lo incorrecto. Aunque”

Haruki Murakami (1949) escritor y traductor japonés

Hombres sin mujeres

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“Desde este momento en adelante, rindo y someto mi vida de oracion al Espiritu Santo.”

Oraciones Que Producen Cambios: Poderosas oraciones que dan esperanza, sanan relaciones, traen libertad financiera Y mucho ma!

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“La vida empezó a hacerse dura para Marius. Comerse la ropa y el reloj no significaba nada. Se vio reducido a esa situación inexplicable que se llama comerse los codos, algo terrible que se traduce en días sin pan, noches sin sueños y sin luz, hogar sin fuego, semanas sin trabajo, porvenir sin esperanza; la levita rota en los codos, el sombrero viejo y raído, que hace reír a las jóvenes; la puerta cerrada de noche, porque no se paga a la patrona; la insolencia del portero y del bodegonero, la burla de los vecinos, las humillaciones, la dignidad ultrajada; el trabajo de cualquier clase, aceptado; los disgustos, la amargura, el abatimiento. Marius aprendió a devorarlo todo, y a no tener para devorar más que estas cosas. En ese momento de la existencia en que el hombre tiene necesidad de orgullo, porque tiene necesidad de amor, se vio despreciado, porque iba mal vestido, y se sintió ridículo, porque era pobre. A la edad en que la juventud hincha el corazón con imperial altivez, posó más de una vez los ojos en las botas agujereadas y conoció las injustas afrentas, el punzante bochorno de la miseria. Admirable y terrible prueba, de la cual los débiles salen infames y los fuertes, sublimes. Crisol donde el destino arroja a un hombre muchas veces, cuando quiere hacer de él un ser despreciable o un semidiós.

Porque hay muchas acciones grandes en estas pequeñas luchas. El valor tenaz e ignorado, que se defiende palmo a palmo en la sombra, contra la fatal invasión de las necesidades y de la ignominia. Nobles y misteriosos triunfos que ninguna mirada ve, que ninguna fama recompensa, que ningún aplauso saluda. La vida, la desgracia, el aislamiento, el abandono, y la pobreza son campos de batalla que tienen sus héroes, héroes oscuros, es verdad, pero a veces más grandes que los héroes ilustres.

Hay naturalezas firmes y raras, que han sido creadas así; la miseria, casi siempre madrastra, es algunas veces madre, la desnudez engendra en ocasiones el vigor del alma y del corazón; la miseria suele ser nodriza de la grandeza; la desgracia es una buena leche para los magnánimos.”

Les Misérables

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“hay momentos en la vida en los que la única manera de salvarse a uno mismo es muriendo o matando”

Julia Navarro (1953) periodista y escritora española

Dispara, yo ya estoy muerto

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“¿Qué debemos pensar de las personas que habiéndoseles pagado sus beneficios con ingratitudes, ya no hacen bien por miedo de encontrar ingratos?". Estas personas tienen más egoísmo que caridad, por que hacer el bien sólo para recibir muestras de reconocimiento es no hacerlo con desinterés, y el bien desinteresado es el bien agradable a Dios. También hay orgullo, porque se complacen en la humildad del obligado que viene a poner el reconocimiento a sus pies. El que busca en la Tierra la recompensa del bien que hace, no la recibirá en el cielo; pero Dios tendrá buena cuenta del que no la busca en la tierra. Es necesario ayudar a los débiles siempre, aunque antes se sepa que aquellos a quienes se hace bien, no quedarán agradecidos. Sabed que si aquellos a quienes se hace el servicio olvidan el favor, Dios os lo tomará más en cuenta que si fueseis recompensados por el reconocimiento de vuestro obligado. "Dios permite que algunas veces os paguen con ingratitudes para probar vuestra perseverancia en hacer el bien". Por otra parte, ¿qué sabéis vosotros si este favor olvidado por el momento, reportará más tarde buenos frutos? Por el contrario, estad seguros de que es una semilla que germinará con el tiempo. Desgraciadamente vosotros sólo véis el presente, y trabajáis para vosotros y no para los demás. Las buenas obras acaban por ablandar los corazones más endurecidos; puede que sean desconocidas en la tierra; pero cuando el espíritu esté desembarazado de su velo carnal, se acordará, y este recuerdo será su castigo; entonces le pesará su ingratitud, querrá reparar su falta y pagar su deuda en otra existencia, aceptando a menudo una vida de abnegación hacia su bienhechor. Este es el modo cómo, sin vosotros saberlo; habréis contribuido a su adelantamiento moral y reconoceréis más tarde toda la verdad de esta máxima. Una buena obra nunca se pierde. Pero habréis trabajado también para vosotros, porque tendréis el mérito de haber hecho el bien con desinterés, sin dejaros desanimar por los desengaños. ¡Ah! amigos míos, si conociéseis todos los lazos que en la vida presente os unen a vuestras existencias anteriores, si pudiéseis abrazar la multitud de relaciones que unen los seres unos a otros para su progreso mutuo, admiraríais mucho más aun la sabiduría y la bondad del Criador, que os permite volver a vivir para llegar hasta El. (Guía protector. Sens, 1862).”

Allan Kardec (1804–1869)

El Evangelio segun los Espiritus

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“He aquí algo sobre el honor de los poetas. Yo tenía diecisiete años y unos deseos irrefrenables de ser escritor. Me preparé. Pero no me quedé quieto mientras me preparaba, pues comprendí que si así lo hacía no triunfaría jamás. Disciplina y un cierto encanto dúctil, ésas son las claves para llegar a donde uno se proponga. Disciplina: escribir cada mañana no menos de seis horas. Escribir cada mañana y corregir por las tardes y leer como un poseso por las noches. Encanto, o encanto dúctil: visitar a los escritores en sus residencias o abordarlos en las presentaciones de libros y decirles a cada uno justo aquello que quiere oír. Aquello que quiere oír desesperadamente. Y tener paciencia, pues no siempre funciona. Hay cabrones que te dan una palmadita en la espalda y luego si te he visto no me acuerdo. Hay cabrones duros y crueles y mezquinos. Pero no todos son así. Es necesario tener paciencia y buscar. Los mejores son los homosexuales, pero, ojo, es necesario saber en qué momento detenerse, es necesario saber con precisión qué es lo que no uno quiere, de lo contrario puedes acabar enculado de balde por cualquier viejo maricón de izquierda. Con las mujeres ocurre tres cuartas partes de lo mismo: las escritoras españolas que pueden echarte un cable suelen ser mayores y feas y el sacrificio a veces no vale la pena. Los mejores son los heterosexuales ya entrados en la cincuentena o en el umbral de la ancianidad. En cualquier caso: es ineludible acercarse a ellos. Es ineludible cultivar un huerto a la sombra de sus rencores y resentimientos. Por supuesto, hay que empollar sus obras completas. Hay que citarlos dos o tres veces en cada conversación. ¡Hay que citarlos sin descanso! Un consejo: no criticar nunca a los amigos del maestro. Los amigos del maestro son sagrados y una observación a destiempo puede torcer el rumbo del destino. Un consejo: es preceptivo abominar y despacharse a gusto contra los novelistas extranjeros, sobre todo si son norteamericanos, franceses o ingleses. Los escritores españoles odian a sus contemporáneos de otras lenguas y publicar una reseña negativa de uno de ellos será siempre bien recibida. Y callar y estar al acecho. Y delimitar las áreas de trabajo. Por la mañana escribir, por la tarde corregir, por las noches leer y en las horas muertas ejercer la diplomacia, el disimulo, el encanto dúctil. A los diecisiete años quería ser escritor. A los veinte publiqué mi primer libro. Ahora tengo veinticuatro y en ocasiones, cuando miro hacia atrás, algo semejante al vértigo se instala en mi cerebro. He recorrido un largo camino, he publicado cuatro libros y vivo holgadamente de la literatura (aunque si he de ser sincero, nunca necesité mucho para vivir, sólo una mesa, un ordenador y libros). Tengo una colaboración semanal con un periódico de derechas de Madrid. Ahora pontifico y suelto tacos y le enmiendo la plana (pero sin pasarme) a algunos políticos. Los jóvenes que quieren hacer una carrera como escritor ven en mí un ejemplo a seguir. Algunos dicen que soy la versión mejorada de Aurelio Baca. No lo sé. (A los dos nos duele España, aunque creo que por el momento a él le duele más que a mí). Puede que lo digan sinceramente, pero puede que lo digan para que me confíe y afloje. Si es por esto último no les voy a dar el gusto: sigo trabajando con el mismo tesón que antes, sigo produciendo, sigo cuidando con mimo mis amistades. Aún no he cumplido los treinta y el futuro se abre como una rosa, una rosa perfecta, perfumada, única. Lo que empieza como comedia acaba como marcha triunfal, ¿no?”

The Savage Detectives

“Me acerqué a pedirle al encargado que me diera la nueva llave, me arrastré hasta mi apartamento y estudié mi nueva cerradura. Grande, metálica y brillante. No tenía ni un rasguño. Incluso la llave tenía grabada una muesca extraña, que le proporcionaba un sistema a prueba de ladrones. Chúpate esa, Su Majestad.
Abrí la puerta, entré y la cerré de nuevo. Me descalcé, estremeciéndome por el dolor en el estómago. Iba a tardar mucho tiempo en curarse por completo, pero al menos ya había dejado de sangrar.
Me había relajado. Mañana ya me preocuparía de Hugh d'Ambray, Andrea y Roland, pero de momento me sentía muy contenta. Ah, mi casa. Mi hogar, mis esencias, mi querida alfombra bajo mis pies, mi cocina, mi Curran sentado en la silla de la cocina… ¡Espera un momento!
-¡Tú! -Miré la cerradura, lo miré a él. Era demasiado bueno para la puerta a prueba de ladrones.
Con mucha parsimonia, acabó de escribir algo en un trozo de papel, se levantó y se dirigió hacia mí. Mi corazón se desbocó. Unas pequeñas chispas doradas danzaban en sus ojos grises. Me tendió el trozo de papel y sonrió.
-No puedo quedarme.
Me quedé mirándolo como una idiota.
Inhaló mi aroma, abrió la puerta y se marchó. Entonces miré el papel.
Voy a estar ocupado las próximas ocho semanas, así que lo dejamos para el quince de noviembre.
MENÚ
Quiero un filete de cordero o de venado. Patatas asadas con mantequilla dulce. Mazorcas de maíz. Panecillos. Y una tarta de manzana, como la que preparaste la otra vez. Me gustó muchísimo. La quiero con helado.
Me debes una cena desnuda, pero no soy un completo animal, por lo que puedes llevar sujetador y braguitas si lo deseas. Las azules con lazo me encantan.
Curran
Señor de las Bestias de Atlanta”

Magic Strikes

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“¿Y si en un momento dado hubiese la misma proporción de felicidad e infelicidad en el mundo?”

Gabrielle Zevin (1977) escritora estadounidense

The Storied Life of A.J. Fikry

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“Lewis, describe lo que se siente al seguir a Dios cuando se mira severa y profundamente hacia adentro. Eustaquio, un muchacho, se convierte en un enorme y horrible dragón como consecuencia de ser egoísta, testarudo e incrédulo. Quiere cambiar y volver a ser un muchacho, pero no puede hacerlo por sí mismo. Llegado el momento, el gran león Aslan (que representa a Jesús) se le aparece y lo conduce a un maravilloso manantial para que se bañe. Pero como es un dragón, no puede entrar al manantial. Aslan le dice que se desvista. Eustaquio recuerda que se puede despojar de la piel como una serpiente. Se quita una capa, la deja caer al suelo y se siente mejor. Entonces, mientras se mueve hacia el estanque, se da cuenta que todavía tiene otra capa dura, áspera y escamosa encima. Frustrado, adolorido y ansioso de llegar a ese bello baño, se pregunta a sí mismo: «¿De cuánta piel debo despojarme?» Después de tres capas, se rinde, dándose cuenta que no puede hacerlo. Aslan dice entonces: «Tendrás que dejar que te desnude». A lo que Eustaquio replica: Tenía miedo de sus garras, te puedo decir, pero ya estaba poco menos que desesperado. De manera que me dejé caer de espalda y dejé que él lo hiciera. La primera desgarradura que hizo fue tan profunda que pensé me había llegado directamente al corazón. Y cuando comenzó a tirar de la piel, dolió más que cualquier cosa que antes hubiera sentido … Despellejó las cosas bestiales —tal como pensé que lo había hecho yo mismo las otras tres veces; únicamente que no habían dolido— y ahí yacían sobre la yerba; solo que eran mucho más gruesas y oscuras, y de aspecto más espinoso de lo que habían sido las otras. Y allí estaba yo tan terso y suave … Entonces él me sujetó … y me tiró al agua. Esto provocó un escozor sin igual pero solo por un momento. Después de eso se hizo perfectamente deliciosa y tan pronto comencé a nadar y chapotear descubrí que todo el dolor de mi brazo había desaparecido. Me convertí en un muchacho de nuevo … Al ratito el león me sacó y me vistió … con sus garras … en estas ropas nuevas que llevo puestas. [énfasis añadido]4 C. S. Lewis lo describe bien: Cuando se va en esta dirección radicalmente nueva se siente como si las garras de Dios fueran tan dentro de nosotros que nos cercenan el corazón.”

Una iglesia emocionalmente sana: Una estrategia para el discipulado que de veras cambia vidas

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“(…) Sí, por las tardes, hacia las siete, le gusta encontrarse en un vagón de segunda mano del metro. La mayoría de los pasajeros son personas que regresan de sus trabajos. Se sienta entre ellos, trata de sorprender en sus caras el motivo de sus preocupaciones. Naturalmente, están pensando en lo que acaban de abandonar hasta mañana, sólo hasta mañana, y también en lo que les espera esta noche, lo cual les alegra o les preocupa aún más. Nadja se queda mirando fijamente algo definido: «Hay buenas personas». Más alterado de lo que quisiera mostrarme, ahora sí me enojo: «Pues no. Además tampoco se trata de eso. El hecho de que soporten el trabajo, con o sin las demás miserias, impide que esas personas sean interesantes. Si la rebeldía no es lo más fuerte que sienten, ¿cómo podrían aumentar su dignidad sólo con eso? En esos momentos, por lo demás, usted les ve; ellos ni siquiera la ven a usted. Por lo que a mí se refiere, yo odio, con todas mis fuerzas, esa esclavitud que pretenden que considere encomiable. Compadezco al hombre por estar condenado a ella, porque por lo general no puede evitarla, pero si me pongo de su parte no es por la dureza de su condena, es y no podría ser más que por la energía de su protesta. Yo sé que en el horno de la fábrica, o delante de esas máquinas inexorables que durante todo el día imponen la repetición del mismo gesto, con intervalos de algunos segundos, o en cualquier otro lugar bajo las órdenes más inaceptables, o en una celda, o ante un pelotón de ejecución, todavía puede uno sentirse libre, pero no es el martirio que se padece lo que crea esa libertad. Admito que esa libertad sea un perpetuo librarse de las cadenas: será preciso, por añadidura, para que ese desencadenarse sea posible, constantemente posible, que las cadenas no nos aplasten, como les ocurre a muchos de los que usted me habla. Pero también es, y quizá mucho más desde el punto de vista humano, la mayor o menor pero, en cualquier caso, la maravillosa sucesión de pasos que le es dado al hombre hacer sin cadenas. Esos pasos, ¿les considera usted capaces de darlos? ¿Tienen tiempo de darlos, al menos? ¿Tienen el valor de darlos? Buenas personas, decía usted, sí, tan buenas como las que se dejaron matar en la guerra, ¿verdad? Digamos claro lo que son los héroes: un montón de desgraciados y algunos pobres imbéciles. Para mí, debo confesarlo, esos pasos lo son todo. Hacia dónde se encaminan, ésa es la verdadera pregunta. De algún modo, acabarán trazando un camino y, en ese camino, ¿quién sabe si no surgirá la manera de quitar las cadenas o de ayudar a desencadenarse a los que se han quedado en el camino? Sólo entonces será conveniente detenerse un poco, sin que ello suponga desandar lo andado». (Bastante a las claras se ve lo que puedo decir al respecto, sobre todo a poco que decida tratarlo de manera concreta.) Nadja me escucha y no intenta contradecirme. Tal vez lo último que ella haya querido hacer sea la apología del trabajo.”

Nadja

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“A cada uno le llega el momento de alcanzar su nivel de incompetencia.”

Isabel Allende (1942) escritora chilena

Ripper

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“Sacudí los hombros hacia atrás, me erguí todo lo que pude, levanté la cabeza y dejé caer la mano izquierda sobre mi falda blanca, esparcida sobre el suelo. Trataba de adoptar una actitud sumisa y digna a la vez, mirando a Ely a los ojos, con el sexo de Pablo en la mano, los fantasmas se habían disipado, estaba segura de que nunca le habían gustado los hombres, le gustaba yo, mírame, es mío, hace lo que yo quiero, y yo le quiero, le hablaba en silencio pero él se negaba a mirarme, Pablo había desaparecido, ocurría a veces, nunca desaparecía completamente; una sola palabra suya habría bastado para trastocarlo todo, pero desaparecía, y yo seguía mirando a Ely y se lo repetía en silencio, mírame, hace lo que yo quiero, y sabía que no era exactamente así, aquello no era verdad, pero la verdad también desaparecía, y yo seguía pensando lo mismo, y era agradable, me sentía alguien, segura, en momentos como ése, era curioso, tomaba conciencia de mi auténtica relación con él cuando había alguien más delante, entonces él siempre me distinguía, y yo comprendía que estaba enamorado de mí, y lo encontraba justo, lógico, algo que casi nunca ocurría cuando estábamos solos, aunque él se comportara igual, porque yo recelaba siempre, le seguía encontrando demasiado hermoso, demasiado grande y sabio, demasiado para mí.
Le amaba demasiado. Siempre le he amado demasiado, supongo.”

Las edades de Lulú

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