Frases sobre olvido
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Amaia Montero Foto

“Siento en mí ultrasonidos de algo que olvidé viendo llover”

Amaia Montero (1976) Cantautora española

Pablo Benegas, "Los Amantes Del Círculo Polar"
El viaje de Copperpot

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“Prometo llamarle amor mío al primero que no me haga daño, y reír será un lujo que olvide cuando te haya olvidado”

Amaia Montero (1976) Cantautora española

Pablo Benegas, "Deseos de cosas imposibles"
Lo que te conté mientras te hacías la dormida

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“Nunca fomentamos acciones que perjudicaran la vida de los otros (…) Garré se olvida de que es corresponsable de un Gobierno que ha promovido cortes, hasta de un puente internacional.”

Hermes Binner (1943) político de Argentina

Fuente: Perfil, 30/03/2012 http://www.perfil.com/contenidos/2012/03/30/noticia_0024.html
Fuente: Página/12, 31/03/2012 http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-190846-2012-03-31.html

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“No te olvides, nadador, que la gran ola que te lleva corre sobre la oculta espalda de las arenas.”

Julio Cortázar (1914–1984) escritor argentino

Diario de Andrés Fava

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“Olvídate del mapa pero no te olvides del tesoro.”

Ray Loriga (1967)

Héroes
Fuente: Héroes.
Fuente: En Héroes, Plaza & Janés, 1996; pág. 65 https://books.google.es/books?id=pxURgz2GpKUC&q=Olv%C3%ADdate+del+mapa+pero+no+te+olvides+del+tesoro+ray+loriga&dq=Olv%C3%ADdate+del+mapa+pero+no+te+olvides+del+tesoro+ray+loriga&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwiVtMzOiL3lAhUG0uAKHbUTD6cQ6AEIMTAB ISBN 8401423511, 9788401423512.

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“Siempre en la oscuridad la voz no tiene sentido, el silencio lo es todo. Héroe en su propio olvido.”

Enrique Bunbury (1967) músico español

Héroe de leyenda, Héroes del Silencio.
Con Héroes del Silencio, El mar no cesa

Enrique Bunbury Foto

“Babel olvidó que el hombre es el lobo del hombre que le va a devorar.”

Enrique Bunbury (1967) músico español

Babel, Héroes del Silencio.
Con Héroes del Silencio, Rarezas

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“Aquí olvidé lo que me desconcertaba. Aquí vuelvo a estar ausente.”

Enrique Bunbury (1967) músico español

Aquí - Hellville de Luxe
En solitario, Hellville de Luxe

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“Envejecer es no poder olvidar lo que se olvida.”

Silvina Ocampo (1903–1993) escritora, cuentista y poeta argentina

Envejecer

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“A veces la gente se olvida que Charly es un gran músico”

Fito Páez (1963) Cantautor argentino

Antes de tocar Desarma y Sangra, en el film "Que sea Rock".

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“Dejad un instante que olvide mis deudas. Si el planeta estalla, que nos pille juntos.”

Ismael Serrano (1974) cantautor español

Canción de amor y oficina (Ismael Serrano)
Canciones, Sueños de un hombre despierto (2007)

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“Lejano clavicordio que en silencio y olvido no diste nunca al sueño la sublime sonata”

Rubén Darío (1867–1916) poeta nicaragüense

Cantos de Vida y Esperanza: Los Cisnes, y Otros Poemas

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“Todo es silencio en las salas de los muertos. Todo es olvido en las salas de piedra de los muertos. Contemplad las escaleras que se alzan en las tinieblas; contemplad las salas de la ruina: Éstas son las salas de los muertos, donde hilan las arañas y los grandes circuitos enmudecen uno a uno.”

The Waste Lands
Variante: Todo es silencio en las salas de los muertos. Todo es olvido en las salas de piedra de los muertos. Contemplad las escaleras que se alzan en las tinieblas; contemplad las salas de la ruina. Estas son las salas de los muertos, donde hilan las arañas y los grandes circuitos enmudecen uno a uno.

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“El olvido es ahora la especialidad de su memoria.”

Héctor Aguilar Camín (1946) periodista, novelista e historiador mexicano

Adiós a los padres

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“La gran divergencia entre los problemas del teorizante y los del político es uno de los motivos por los que casi nunca se encuentra una unión entre los dos, en una misma persona. Esto se aplica sobre todo al llamado político de "éxito", de pequeño porte, cuya actividad de facto no es nada más que el "arte de lo posible", como modestamente Bismarck denominaba a la política. Cuanto más libre se mantiene el político de grandes ideas, tanto más fáciles, comunes, rápidos y también visibles serán sus éxitos. Aunque es verdad también que éstos están destinados al olvido de los hombres y, a veces, no llegan ni a sobrevivir a la muerte de sus creadores. La obra de tales políticos es, de modo general, sin valor alguno para la posteridad, pues su éxito eventual reposa en el alejamiento de todos los problemas e ideas grandiosas que como tales hubieran sido de gran importancia para las generaciones venideras. La realización de ideas destinadas a tener influencia sobre el futuro es poco lucrativa y sí muy raramente comprendida por la gran masa, a la que interesan más las reducciones de precio en la cerveza y en la leche que los grandes planes de futuro, de realización tardía y cuyo beneficio, al final, sólo será usufructuado por la posteridad. Es así como, por una cierta vanidad, la que está siempre asociada a la política, la mayoría de los políticos se apartan de los proyectos realmente difíciles, para no perder la simpatía de la gran masa. El éxito y la importancia de ese político residen exclusivamente en el presente, y son inexistentes para la posteridad. Esos microcéfalos poco se enfadan por eso; ellos se contentan con poco. Diferentes son las condiciones del teorizante. Su importancia casi siempre está en el futuro, por eso no es raro que se le considere lunático. Si el arte del político era considerado el arte de lo posible, se puede decir del idealista que él pertenece a aquellos que sólo agradan a los dioses cuando exigen o quieren lo imposible. Él tendrá casi siempre que renunciar al reconocimiento del presente; adquiere, por ello, en el caso de que sus ideas sean inmortales, la gloria de la posteridad. En períodos raros de la historia de la Humanidad puede acontecer que el político y el idealista se reúnan en la misma persona. Cuanto más íntima fuese esa unión, tanto mayores serán las resistencias opuestas a la acción del político. Él no trabaja ya más para las necesidades al alcance del primer burgués, y sí por los ideales que sólo pocos comprenden. Es por eso que su vida es blanco del amor y del odio. La protesta del presente, que no comprende al hombre, lucha con el reconocimiento de la posteridad por la cual él trabaja. Cuanto mayores fueran las obras de un hombre para el futuro, tanto menos serán éstas comprendidas por el presente; cuanto más dura sea la lucha, tanto más raro el éxito. Si en años nada le sonríe, es posible que en sus últimos días le circunde un tenue halo de gloria venidera. Es cierto que esos grandes hombres son los corredores del maratón de la Historia. La corona de laurel del presente se pone más comúnmente en las sienes del héroe moribundo. Entre éstos se encuentran los grandes luchadores que, incomprendidos por el presente, están decididos a luchar por sus ideas y sus ideales. Son éstos los que, tarde o temprano, tocarán el corazón del pueblo. Hasta parece que cada uno siente el deber de, en el presente, redimir el pecado cometido en el pasado. Su vida y acción están acompañadas de cerca por la admiración conmovedoramente grata, lo que consigue, sobre todo en los días de tristeza, levantar corazones destrozados y almas desesperadas. Pertenecen a esta clase no sólo los grandes estadistas, sino también los grandes reformadores.”

Adolf Hitler (1889–1945) Führer y Canciller Imperial de Alemania. Líder del Partido Nazi

Mi Lucha

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“Abuelo, ¿crees que volverás a estar junto a ella algún día?
—Sakutarô, cuando hablas de volver a estar juntos, ¿piensas en formas humanas?
No respondí.
—Si creemos que lo único que existe es lo que podemos ver, lo que tiene forma, nuestra existencia es muy pobre, ¿no te parece? —dijo mi abuelo—. No creo que la persona que yo amaba vuelva a aparecer ante mis ojos con la forma que yo conocía. Pero, si te olvidas de la forma, puedo decirte que ella y yo hemos estado juntos siempre. A lo largo de estos cincuenta años, no ha habido un solo instante en que no hayamos estado juntos.
—¿Y eso no es algo que tú te crees?
—Pues claro que sí. ¿Y qué hay de malo en estar convencido de algo? ¿Qué son las ciencias sino un montón de creencias? Cualquier cosa que piense un hombre utilizando su cabeza no puede ser más que una creencia. La cuestión es lo violenta o fuerte que esta creencia pueda llegar a ser. Un científico utiliza el telescopio o el microscopio para demostrar lo que cree. Nosotros no somos científicos, así que supongo que podemos usar otras cosas. Como, por ejemplo, el amor.
—¿Y de qué estabas hablando ahora?
—De amor. Amor. ¿Sabes lo que es?
—Sí, lo sé. Pero, cuando tú hablas de amor, parece otra cosa.
—Eso es porque el amor del que yo hablo y lo que se suele entender por amor son dos cosas que se parecen, pero que, en realidad, son de distinta naturaleza.”

Kyōichi Katayama (1959) escritor japonés

Socrates In Love

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“Una verdad, una fe, una generación de hombres pasa, se la olvida, ya no cuenta. Excepto para aquellos pocos, tal vez, que creyeron esa verdad, profesaron esa fe o amaron a esos hombres. Joseph Conrad. Juventud”

Hombres buenos
Variante: Una verdad, una fe, una generación de hombres pasa, se la olvida, ya no cuenta. Excepto para aquellos pocos, tal vez, que creyeron esa verdad, profesaron esa fe o amaron a esos hombres. Joseph Conrad.

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“Aquel gentío, aquellos gritos, 《¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!》, aquellas banderas españolas… Nadie trabajaba esa tarde. Las empresas habían dado permiso a sus empleados para ir a recibir al 《salvador》de la patria. Y la gente, como una alfombra extendida sobre las calles, lo llenaba todo, hasta el último rincón. ¿La misma gente que había luchado por la República? ¿La misma cuyos padres, maridos o hijos habían caído en el frente? ¿La misma que soportó los atroces bombardeos que buscaban crear el máximo miedo en la población civil? ¿La misma que pasó hambre y frío? Aquella mañana del 26 de enero de 1939, viendo a las tropas victoriosas entrando por la Diagonal, se preguntó de dónde sacaban los supervivientes las banderas, y si el entusiasmo y la alegría eran reales o un simple alivio por el fin de la guerra. Habían pasado poco más de diez años y todo seguía igual o… Banderas, saludos fascistas, gritos de adhesión al vencedor.
¿Tan rápido el olvido?
¿Tanta necesidad de paz a cualquier precio?
¿Tanto miedo que masticar y tragar con tal de seguir adelante?
¿Y los más de cien mil cadáveres enterrados en cunetas y montañas, fosas comunes y cementerios, a la espera de un tiempo mejor en el que volver a merecer un respeto y recuperar su dignidad, mientras el régimen seguía fusilando y aumentando la cuenta?
El dictador volvía por tercera vez a Barcelona y allí estaba la ciudad rendida a sus pies.
Tal vez los que permanecían en sus casas fueran más numerosos, mucho más, pero ellos callaban.
También lo hacían algunos de los presentes, obligados a presenciar toda aquella parafernalia porque si no podían ser represaliados por sus empresas, que en caso de estar lejos habían puesto autocares para la movilidad de sus empleados. Era un día sin excusas. Hasta los enfermos debían curarse milagrosamente.”

Jordi Sierra i Fabra (1947) escritor y periodista
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“Ante la Ley hay un guardián. Hasta ese guardián llega un campesino y le ruega que le permita entrar a la Ley. Pero el guardián responde que en ese momento no le puede franquear el acceso. El hombre reflexiona y luego pregunta si es que podrá entrar más tarde. —Es posible —dice el guardián—, pero ahora, no. Las puertas de la Ley están abiertas, como siempre, y el guardián se ha hecho a un lado, de modo que el hombre se inclina para atisbar el interior. Cuando el guardián lo advierte, ríe y dice: —Si tanto te atrae, intenta entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda esto: yo soy poderoso. Y yo soy sólo el último de los guardianes. De sala en sala irás encontrando guardianes cada vez más poderosos. Ni siquiera yo puedo soportar la sola vista del tercero. El campesino no había previsto semejantes dificultades. Después de todo, la Ley debería ser accesible a todos y en todo momento, piensa. Pero cuando mira con más detenimiento al guardián, con su largo abrigo de pieles, su gran nariz puntiaguda, la larga y negra barba de tártaro, se decide a esperar hasta que él le conceda el permiso para entrar. El guardián le da un banquillo y le permite sentarse al lado de la puerta. Allí permanece el hombre días y años. Muchas veces intenta entrar e importuna al guardián con sus ruegos. El guardián le formula, con frecuencia, pequeños interrogatorios. Le pregunta acerca de su terruño y de muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y al final le repite siempre que aún no lo puede dejar entrar. El hombre, que estaba bien provisto para el viaje, invierte todo —hasta lo más valioso— en sobornar al guardián. Este acepta todo, pero siempre repite lo mismo: —Lo acepto para que no creas que has omitido algún esfuerzo. Durante todos esos años, el hombre observa ininterrumpidamente al guardián. Olvida a todos los demás guardianes y aquél le parece ser el único obstáculo que se opone a su acceso a la Ley. Durante los primeros años maldice su suerte en voz alta, sin reparar en nada; cuando envejece, ya sólo murmura como para sí. Se vuelve pueril, y como en esos años que ha consagrado al estudio del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de pieles, también suplica a las pulgas que lo ayuden a persuadir al guardián. Finalmente su vista se debilita y ya no sabe si en la realidad está oscureciendo a su alrededor o si lo engañan los ojos. Pero en aquellas penumbras descubre un resplandor inextinguible que emerge de las puertas de la Ley. Ya no le resta mucha vida. Antes de morir resume todas las experiencias de aquellos años en una pregunta, que nunca había formulado al guardián. Le hace una seña para que se aproxime, pues su cuerpo rígido ya no le permite incorporarse. El guardián se ve obligado a inclinarse mucho, porque las diferencias de estatura se han acentuado señaladamente con el tiempo, en desmedro del campesino. —¿Qué quieres saber ahora? –pregunta el guardián—. Eres insaciable. —Todos buscan la Ley –dice el hombre—. ¿Y cómo es que en todos los años que llevo aquí, nadie más que yo ha solicitado permiso para llegar a ella? El guardián comprende que el hombre está a punto de expirar y le grita, para que sus oídos debilitados perciban las palabras. —Nadie más podía entrar por aquí, porque esta entrada estaba destinada a ti solamente. Ahora cerraré.”

Ante la ley

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“Dormir (…) Una nada con respiración por fuera, una muerte leve de la que se despierta con nostalgia y frescor, un ceder los tejidos del alma al masaje del olvido.”

Fernando Pessoa (1888–1935) poeta portugués

Variante: Dormir (...) Una nada con respiración por fuera, una muerte leve de la que se despierta con nostalgia y frescor, un ceder los tejidos del al ma al masaje del olvido.

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“Es en el presente donde está el secreto; si prestas atención al presente, podrás mejorarlo. Y si mejoras el presente, lo que sucederá después también será mejor. Olvida el futuro y vive cada día de tu vida en las enseñanzas de la Ley y en la confianza de que Dios cuida de sus hijos. Cada día trae en sí la Eternidad.”

El alquimista
Variante: ¿Y cómo consigo adivinar el futuro? Por las señales del presente. Es en el presente donde está el secreto; si prestas atención al presente, podrás mejorarlo. Y si mejoras el presente, lo que sucederá después también será mejor. Olvida el futuro y vive cada día de tu vida en las enseñanzas de la Ley y en la confianza de que Dios cuida de sus hijos.

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“EL EJERCICIO DE LA SEMILLA   Arrodíllese en el suelo. Siéntese después sobre sus talones y doble el cuerpo de manera que su cabeza quede en sus rodillas. Extienda los brazos para atrás. Quedará, así, en una posición fetal. Ahora descanse y olvide todas las tensiones. Respire con calma y profundamente. Poco a poco notará que es una minúscula semilla, rodeada por el bienestar que da la tierra. Todo es cálido y agradable alrededor. Duerme un sueño tranquilo. De repente, un dedo se mueve. El brote no quiere más ser semilla, quiere nacer. Lentamente, empiece a mover los brazos; después, su cuerpo irá irguiéndose hasta que quedará sentado en sus talones. Ahora comience a levantarse y, lentamente, muy lentamente, estará erecto, de rodillas en el suelo. Durante este tiempo, imagínese que es una semilla transformándose en brote y rompiendo poco a poco la tierra. Llegó el momento de romper la tierra por completo. Empiece a levantarse lentamente, colocando un pie en el suelo, después el otro, luchando contra el desequilibrio como un brote lucha para encontrar su espacio. Hasta que quede de pie. Imagine el campo a su alrededor, el sol, el agua, el viento, los pájaros. Es un brote que comienza a crecer. Levante muy despacio los brazos en dirección al cielo. Después, extiéndalos cada vez más, cada vez más, como si quisiera agarrar el inmenso sol que brilla sobre su cabeza y le da fuerzas y le atrae. Su cuerpo empieza a quedar cada vez más rígido, sus músculos se tensan todos, mientras crece y crece y se vuelve inmenso. La tensión aumenta tanto que se hace dolorosa, insoportable. Cuando no aguante más, grite y abra los ojos. Repetir este ejercicio siete días seguidos, siempre a la misma hora.”

Paulo Coelho (1947) escritor brasileño

El peregrino de Compostela

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“Corre por mi memoria atrapadas por las brumas del olvido, las largas borracheras de papá”

Cuentos que Cuento: Blog Escribir para Aprender

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“Entre los labios y la voz, algo se va muriendo.
Algo con alas de pájaro, algo de angustia y de olvido”

Pablo Neruda (1904–1973) poeta

Veinte Poemas de Amor y Una Canción Desesperada

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“El olvido es el hijo consentido de la historia y el alero bajo el cual palpita la convivencia.”

Roberto Ampuero (1953) Político y escritor chileno

El último tango de Salvador Allende

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“uno no sabe que tiene alzheimer cuando olvida dónde puso las llaves del coche, sino cuando olvida para qué son.”

Deepak Chopra (1946) médico, conferencista y escritor indio

Supercerebro

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“La eternidad no hace que se olvide lo que has perdido, sólo que soportes la pérdida.”

Cassandra Clare (1973) escritora estadounidense

City of Heavenly Fire
Variante: La eternidad no hace que se olvide lo que has perdido, solo que soportes la pérdida.

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