Frases sobre palacio

Una colección de frases y citas sobre el tema del palacio, hombres, mundo, hombre.

Frases sobre palacio

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“Dios entrenó a Moisés en un palacio para luego usarlo en el desierto. Entrenó a José en el desierto para luego usarlo en un palacio.”

Ravi Zacharias (1946) filósofo indio

El gran tejedor de vidas: Cómo Dios nos va formando a través de los eventos de nuestra vida

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“El camino del exceso lleva al palacio de la sabiduría.”

William Blake (1757–1827) poeta y pintor inglés

Variante: El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría.

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“Ya que les pagamos palacios, yates, viajes a esquiar y montar a caballo, no habría estado de más que, por una vez, abandonasen sus ocupaciones y compartiesen con la sociedad su preocupación por la guerra de Iraq.”

13 de abril de 2003, en el mismo discurso. Estas declaraciones valieron una querella por injurias a la Corona contra Madrazo, lo que provocó que más de tres mil personas se autoinculpasen de suscribir sus declaraciones. La querella fue finalmente desestimada
Fuente: Izquierda Unida http://www.izquierda-unida.es/iualdia/2004/enero/16/iu-eb.htm

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“¡Gordo! ¡Gorrrrdo! (Discutiendo con Marcelo Palacios).”

Horacio Pagani (1955) Fundador de la empresa automovilística Pagani
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“Ya se ha echado encima el calor y con él comienza de nuevo a florecer la cultura del desolladero, la sangre, los cuernos, los puyazos, las cuchilladas, los vómitos, los aplausos. […] En el palacio de falso mudéjar de Las Ventas empiezan las corridas de San Isidro.”

Manuel Vicent (1936) escritor español

Fuente: [Vicent], Manuel. «Tabú.» https://elpais.com/diario/1995/05/07/ultima/799797601_850215.html El País. Consultado el 13 de noviembre de 2019.

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“Aléjese de los palacios el que quiera ser justo. La virtud y el poder no se hermanan bien.”

Lucano (39–65) poeta romano

Sin fuentes

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“Desde hace demasiado tiempo en Italia una silla se denomina un palacio. Pero esto no impide que la silla siga siendo silla. Así, nuestras divisiones, escasas y desarmadas, no tienen de divisiones más que el nombre.”

Benito Mussolini (1883–1945) político y dictador italiano

Fuente: "Diarios 1937-1943" de Ciano, traducción íntegra en español, Memoria Crítica. Año 2004.

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“En una ocasión oí comentar a un cliente habitual en la librería de mi padre que pocas cosas marcan tanto a un lector como el primer libro que realmente se abre camino hasta su corazón. Aquellas primeras imágenes, el eco de esas palabras que creemos haber dejado atrás, nos acompañan toda la vida y esculpen un palacio en nuestra memoria al que, tarde o temprano--no importa cuántos libros leamos, cuántos mundos descubramos, cuánto aprendamos u olvidemos--, vamos a regresar.”

The Shadow of the Wind
Variante: Pocas cosas marcan tanto a un lector como el primer libro que realmente se abre camino hasta su corazón. Aquellas primeras imágenes, el eco de esas palabras que creemos haber dejado atrás, nos acompañan toda la vida y esconden un palacio en nuestra memoria al que, tarde o temprano –no importa cuántos libros leamos, cuántos mundos descubramos, cuánto aprendamos u olvidemos–, vamos a regresar.

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“Su antepasado Sebastián d’Anconia había salido de España varios siglos atrás, en una época en que aquél era el país más poderoso del mundo, y aquel hombre era uno de sus personajes más orgullosos. Había tenido que marcharse cuando un alto funcionario de la Inquisición le había sugerido ciertos cambios en su manera de actuar durante una cena en la corte, y Sebastián d’Anconia le había arrojado un vaso de vino a la cara. Había logrado escapar, dejando atrás su fortuna, sus fincas, su palacio de mármol y la mujer a la que amaba, y había partido hacia un nuevo mundo. Su primera propiedad en la Argentina fue una cabaña de madera a los pies de los Andes. El sol resplandecía como un faro sobre el escudo de plata de los d’Anconia, clavado sobre la puerta, mientras Sebastián d’Anconia excavaba la tierra en busca de cobre en su primera mina. Pasó varios años, pico en mano, rompiendo rocas desde el amanecer hasta la puesta del sol, con ayuda de unos cuantos aventureros, desertores del ejército español, convictos fugados e indígenas hambrientos. Quince años después de haber salido de España, Sebastián d’Anconia mandó buscar a la mujer que amaba y que lo estaba esperando. Al llegar, ella encontró el escudo de plata sobre la entrada de un palacio de mármol, en medio de un inmenso jardín, y, más lejos, las montañas estriadas por las rojas vetas del metal. La tomó en sus brazos para cruzar el umbral y a ella le pareció más joven que cuando lo había visto por última vez.”

Ayn Rand (1905–1982) filósofa y escritora estadounidense

La Rebelión de Atlas

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“La calle del Faubourg Saint-Antoine era muy larga. Comenzaba en lo que antes había sido un faubourg, un barrio de las afueras, situado al este de la ciudad antigua. Mucho antes de la Revolución, ya era una zona de artesanos, donde se encontraban la mayoría de los carpinteros y ebanistas. Pese a las ideas republicanas, y a veces radicales, que en general defendían, muchos de aquellos hábiles artesanos y pequeños comerciantes eran, como Petit, muy conservadores en lo que concernía al núcleo familiar. No obstante, más de un monarca había podido comprobar en el pasado que, cuando se echaban a la calle, eran implacables. Petit emprendió la caminata con paso febril. La nieve se había fundido y las calles estaban secas. Al cabo de poco, llegó al lugar donde antes se alzaba la fortaleza de la Bastilla y que entonces no era más que un gran espacio vacío sobre el que flotaba un cielo gris de negros presagios. Allí comenzaba la ciudad antigua. A partir de ese punto, la calle ya no se denominaba faubourg, sino simplemente calle Saint-Antoine. Al cabo de un centenar de metros, volvía a cambiar de nombre, adoptando el de Rivoli. Con aquel prestigioso nombre, conducía a la antigua plaza del mercado de la Grève, contigua al río, donde habían reconstruido el ayuntamiento, el Hôtel de Ville, al que le habían conferido un aspecto de enorme y ornamentado castillo. Después pasó por el antiguo Châtelet, donde en la Edad Media administraba justicia el preboste. Aunque había aminorado el paso, Petit todavía caminaba deprisa y, pese al frío, sudaba un poco. Finalmente, se cepilló con gesto inconsciente las mangas del abrigo cuando entró en la zona más regia de la calle de Rivoli, con la larga serie de arcadas que se sucedían frente al solemne palacio del Louvre y los jardines de las Tullerías, hasta que llegó al vasto espacio despejado de la plaza de la Concordia. Llevaba caminando más de una hora. Su ira se había transformado en una sombría y amarga rabia impregnada de desesperación. Torció hacia el bonito templo clásico de la Madeleine. Justo al oeste de la Madeleine, empezaba otro de los grandes bulevares residenciales proyectados por el barón Haussmann. El bulevar de Malesherbes partía de allí en diagonal para acabar en una de las puertas noroccidentales de la ciudad, más allá del final del parque Monceau. El serio carácter del bulevar adquiría un aire más moderno en los sectores próximos a la Madeleine, precisamente en la zona donde se encontraba, en un gran edificio de la Belle Époque, el piso de Jules Blanchard.”

Edward Rutherfurd (1948) escritor británico

París

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“La creación de un verdadero hogar es realmente nuestro peculiar e inalienable derecho; un derecho que ningún hombre puede tomar de nosotras, porque un hombre no puede hacer un hogar como un zángano no puede hacer una colmena. Puede construir un castillo o un palacio, pero ¡pobre criatura! ya sea sabio como Salomón y rico como Creso, no puede convertirlo en un hogar. Ningún varón mortal puede hacer eso. Es una mujer, y sólo una mujer, una mujer sola si quiere, y sin que ningún hombre la ayude, puede convertir una casa en un hogar.”

Frances Power Cobbe (1822–1904) escritora y reforma social irlandesa

The Duties of Women (1881)
Original: «The making of a true home is really our peculiar and inalienable right; a right which no man can take from us, for a man can no more make a home than a drone can make a hive. He can build a castle or a palace, but, poor creature! be he wise as Solomon and rich as Croesus, he cannot turn it into a home. No masculine mortal can do that. It is a woman, and only a woman; a woman all by herself if she likes, and without any man to help her, who can turn a house into a home».
Fuente: [Cobbe] (2010), p. 115.

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“Es mucho más urgente hacer honorable la pobreza que proscribir la opulencia: la choza de Fabricio no tiene nada que envidiar al palacio de Craso.”

Maximilien Robespierre (1758–1794) abogado, escritor, filósofo, orador ,político frances

Fabricio fue un virtuoso romano de los primeros tiempos de la República; Craso fue el hombre más rico de Roma hacia el advenimiento del Imperio.
Fuente: Robespierre, M.: Libertad-Igualdad-Fraternidad, Buenos Aires: Errepar, 2000, cap. III: Igualdad, p. 52.

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“La creación de un verdadero hogar es realmente nuestro peculiar e inalienable derecho; un derecho que ningún hombre puede tomar de nosotras, porque un hombre no puede hacer un hogar como un zángano no puede hacer una colmena. Puede construir un castillo o un palacio, pero ¡pobre criatura! ya sea sabio como Salomón y rico como Creso, no puede convertirlo en un hogar. Ningún hombre mortal puede hacer eso. Es una mujer, y sólo una mujer, una mujer sola si quiere, y sin que nadie la ayude, puede convertir una casa en un hogar.”

Frances Power Cobbe (1822–1904) escritora y reforma social irlandesa

Página 115.
The Duties of Women (1881)
Original: «The making of a true Home is really our peculiar and inalienable right; a right which no man can take from us, for a man can no more make a Home than a drone can make a hive. He can build a castle or a palace, but, poor creature! be he wise as Solomon and rich as Croesus, he cannot turn into a Home. No masculine mortal can do that. It is a woman, and only a woman; a woman all by herself if she likes, and without any man to help her, who can turn a House into a Home».

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