Frases sobre veces
página 8

Julia Quinn Foto
Jane Austen Foto
Patrick Rothfuss Foto
Alejandro Dolina Foto
Isabel Allende Foto
Rosa Montero Foto
Rafael Sánchez Ferlosio Foto
Octavio Paz Foto

“Tal vez amar es aprender a caminar por este mundo”

Octavio Paz (1914–1998) poeta, escritor, ensayista y diplomático mexicano

Mexican Poetry: An Anthology

Carmen Martín Gaite Foto
Elizabeth Gilbert Foto
John Henry Newman Foto
Mary Shelley Foto
Sherrilyn Kenyon Foto
Javier Marías Foto
Arthur Conan Doyle Foto
Suzanne Collins Foto
Nicolás Maquiavelo Foto
Henning Mankell Foto
Cassandra Clare Foto
Xavier Velasco Foto
Amado Nervo Foto
Bob Marley Foto
Jane Austen Foto
William Ospina Foto
Carlos Ruiz Zafón Foto

“Yo había crecido en el convencimiento de que aquella lenta procesión de la posguerra, un mundo de quietud, miseria y rencores velados, era tan natural como el agua del grifo, y que aquella tristeza muda que sangraba por las paredes de la ciudad herida era el verdadero rostro de su alma. Una de las trampas de la infancia es que no hace falta comprender algo para sentirlo. Para cuando la razón es capaz de entender lo sucedido, las heridas en el corazón ya son demasiado profundas. Aquella noche primeriza de verano, caminando por ese anochecer oscuro y traicionero de Barcelona, no conseguía borrar de mi pensamiento el relato de Clara en torno a la desaparición de su padre. En mimundo, la muerte era una mano anónima e incomprensible, un vendedor a domicilio que se llevaba madres, mendigos o vecinos nonagenarios como si se tratase de una lotería del infierno. La idea de que la muerte pudiera caminar a mi lado, con rostro humano y corazón envenenado de odio, luciendo uniforme o gabardina, que hiciese cola en el cine, riese en los bares o llevase a los niños de paseo al parque de la Ciudadela por la mañana y por la tarde hiciese desaparecer a alguien en las mazmorras del castillo de Montjuïc, o en una fosa común sin nombre ni ceremonial, no me cabía en la cabeza. Dándole vueltas, se me ocurrió que tal vez aquel universo de cartón piedra que yo daba porbueno no fuese más que un decorado. En aquellos años robados, el fin de la infancia, como la Renfe, llegaba cuando llegaba.”

Carlos Ruiz Zafón (1964) escritor español
Isabel Allende Foto
Octavio Paz Foto
Marguerite Yourcenar Foto
Mary Shelley Foto
Nicholas Sparks Foto
Haruki Murakami Foto
Matt Haig Foto

“Tal vez un deseo no era sino una esperanza anhelada con más intensidad.”

Matt Haig (1975) escritor británico

A Boy Called Christmas

“¿Qué hago yo aquí? A veces se da uno cuenta, repentinamente, de que la vida es torpe y vacía, y se echa uno a reír.”

Jaime Sabines (1926–1999) poeta y político mexicano

Los amorosos: Cartas a Chepita
Variante: A veces se da uno cuenta, repentinamente, de que la vida es torpe y vacía, y se echa uno a reír

Alejandro Casona Foto
Chuck Palahniuk Foto

“A veces haces algo y estás jodido, y otras, estás jodido por lo que no haces.”

Chuck Palahniuk (1962) Novelista y periodista estadounidense

El club de la lucha
Variante: A veces haces algo y estas jodido, y otras estás jodido por lo que no haces.

Patrick Rothfuss Foto
Conde de Lautréamont Foto
Boris Vian Foto
Blaise Cendrars Foto
Terry Pratchett Foto
Haruki Murakami Foto
Juan Gabriel Vásquez Foto

“La edad adulta trae consigo la ilusión perniciosa del control, y acaso depende de ella. Quiero decir que es ese espejismo de dominio sobre nuestra propia vida lo que nos permite sentirnos adultos, pues asociamos la adultez con la autonomía, el soberano derecho a determinar lo que va a sucedernos enseguida. El desengaño viene más pronto o más tarde, pero viene siempre, no falta a la cita, nunca lo ha hecho. Cuando llega lo recibimos sin demasiada sorpresa, pues nadie que viva lo suficiente puede sorprenderse de que su biografía haya sido moldeada por eventos lejanos, por voluntades ajenas, con poca o ninguna participación de sus propias decisiones. Esos largos procesos que acabarán por toparse con nuestra vida -a veces para darle el empujón que necesitaba, a veces para hacer estallar en pedazos nuestros planes más espléndidos- suelen estar ocultos como corrientes subterráneas, como meticulosos desplazamientos de las capas tectónicas, y cuando por fin se da el terremoto invocamos las palabras que hemos aprendido a usar para tranquilizarnos,,, a veces.”

The Sound of Things Falling
Variante: La edad adulta trae consigo la ilusión perniciosa del control, y acaso depende de ella. Quiero decir que es ese espejismo de dominio sobre nuestra propia vida lo que nos permite sentirnos adultos, pues asociamos la adultez con la autonomía, el soberano derecho a determinar lo que va a sucedernos enseguida. El desengaño viene más pronto o más tarde, pero viene siempre, no falta a la cita, nunca lo ha hecho. Cuando llega lo recibimos sin demasiada sorpresa, pues nadie que viva lo suficiente puede sorprenderse de que su biografía haya sido moldeada por eventos lejanos, por voluntades ajenas, con poca o ninguna participación de sus propias decisiones. Esos largos procesos que acabarán por toparse con nuestra vida -a veces para darle el empujón que necesitaba, a veces para hacer estallar en pedazos nuestros planes más espléndidos- suelen estar ocultos como corrientes subterráneas, como meticulosos desplazamientos de las capas tectónicas, y cuando por fin se da el terremoto invocamos las palabras que hemos aprendido a usar para tranquilizarnos, ACCIDENTE, CASUALIDAD, a veces DESTINO.

Mario Benedetti Foto
Richelle Mead Foto
Knut Hamsun Foto

“A veces añoro lugares que ni siquiera sé que existen.”

Pan: From Lieutenant Thomas Glahn's Papers

Rick Warren Foto
Alejandro Jodorowsky Foto
Frances Hodgson Burnett Foto

“Sólo muy de vez en cuando se puede estar seguro de que se va a vivir para siempre jamás, y ésa es una de las curiosidades de la vida. A veces sucede cuando uno se levanta al amanecer, ese momento de meliflua solemnidad, y se sale al jardín y se queda uno allí quieto y solo; y se levanta mucho la mirada, más y más arriba, y se observa cómo muda de color el pálido cielo azul, sonrojándose, cómo va sucediendo lo insólito y maravilloso, hasta que el Oriente casi le hace a uno clamar, y el corazón parece que cesara de latir ante la inexplicable, imperturbable majestad del sol naciente. Desde hace miles y miles de años, esto es lo que acontece cada mañana, y es entonces cuando durante un instante se sabe que uno va a vivir siempre. Y también se sabe a veces cuando uno está solo en un bosque, a la hora del crepúsculo; y la misteriosa quietud de oro intenso que desciende inclinándose entre las ramas, y bajo ellas, parece que nos dijera muy despacio, una y otra vez, algo que no se termina de entender, por más que se escuche. Y luego a veces nos lo confirma el inmenso sosiego de la oscuridad azul de la noche, en la que nos aguardan y observan millones de estrellas; y a veces nos lo dice una música lejana, y otras, está escrito en unos ojos que nos miran.
Y esto mismo le sucedió a Colin cuando, por vez primera, vio y escuchó y sintió la primavera entre los muros de un jardín oculto.”

The Secret Garden

Salman Rushdie Foto
Martín Caparrós Foto

“Mi padre era un hombre decente. O, por lo menos, eso que llamaríamos un hombre decente: alguien que, en las pequeñas circunstancias de la vida, prefiere no complicarse con las molestias de la indecencia. Uno que, por ejemplo, si al salir de la panadería desecubre que se lleva, además de las facturas, pebetes y miñones, un cuarto kilo de cuernitos sin pagar, vuelve al local, compone una sonrisa tímida, turbada - que le sale perfecta- e intenta un chiste malo para decirle a la dueña que ha vuelto porque es un hombre decente:

-¡Vengo a denunciar un robo!

Le dirá, por ejemplo, y que él es el delincuente que acaba de llevarse el cuarto de cuernitos sin previo abono de su precio estipulado. O sea: mi padre era un hombre cómodo, que nunca quiso tomarse el trabajo de ver qué haía un poco más allá de la decencia, de la conveniencia, de los buenos modales y las reglas morales. La decencia, en general, es cuestión de falta de imaginación o de pereza, y mi padre tenía, por lo que sé, bastante de las dos. Aunque, por supuesto, no sé qué habría pasado si alguna vez la tentación de la indecencia lo hubiera asaltado en serio, armada de una buena recompensa. Es fácil ser decente cuando te cuesta un cuarto de cuernitos; de allí en más se hace más y más difícil, hasta que llega al punto en que cada cual encuentra su temperatura de fundido. Si no hay metal que resista el calor pertinente, ¿por qué habría hombres o mujeres? Es - si existen tales cosas - una de esas verdades innegables; sabiéndolo, ¿no es preferible ahorrarse el fuego de decenas, cientos de grados celsius, y fundirse cin tanto despilfarro?”

Martín Caparrós (1957) escritor y periodista argentino
Rafael Argullol Foto
Sherrilyn Kenyon Foto
John C. Maxwell Foto
Sherrilyn Kenyon Foto
Cinda Williams Chima Foto
Patrick Rothfuss Foto
Julio Cortázar Foto
Mortimer J. Adler Foto
Francis Scott Fitzgerald Foto
Mario Benedetti Foto
Mario Benedetti Foto
Patrick Rothfuss Foto

“Una mano pequeña y fría me acarició la mejilla.
—No pasa nada —dijo Auri en voz baja—. Ven aquí.
Empecé a llorar en silencio, y ella deshizo con cuidado el apretado nudo de mi cuerpo hasta que mi cabeza reposó en su regazo. Empezó a murmurar, apartándome el cabello de la frente; yo notaba el frío de sus manos contra la ardiente piel de mi cara.
—Ya lo sé —dijo con tristeza—. A veces es muy duro, ¿verdad?
Me acarició el cabello con ternura, y mi llanto se intensificó. No recordaba la última vez que alguien me había tocado con cariño.
—Ya lo sé —repitió—. Tienes una piedra en el corazón, y hay días en que pesa tanto que no se puede hacer nada. Pero no deberías pasarlo solo. Deberías haberme avisado. Yo lo entiendo.
Contraje todo el cuerpo y de pronto volví a notar aquel sabor a ciruela.
—La echo de menos —dije sin darme cuenta. Antes de que pudiera agregar algo más, apreté los dientes y sacudí la cabeza con furia, como un caballo que intenta liberarse de las riendas.
—Puedes decirlo —dijo Auri con ternura.
Volví a sacudir la cabeza, noté sabor a ciruela, y de pronto las palabras empezaron a brotar de mis labios.
—Decía que aprendí a cantar antes que a hablar. Decía que cuando yo era un crío ella tarareaba mientras me tenía en brazos. No me cantaba una canción; solo era una tercera descendente. Un sonido tranquilizador. Y un día me estaba paseando alrededor del campamento y oyó que yo le devolvía el eco. Dos octavas más arriba. Una tercera aguda y diminuta. Decía que aquella fue mi primera canción.
—Nos la cantábamos el uno al otro. Durante años. —Se me hizo un nudo en la garganta y apreté los dientes.
—Puedes decirlo —dijo Auri en voz baja—. No pasa nada si lo dices.
—Nunca volveré a verla —conseguí decir. Y me puse a llorar a lágrima viva.
—No pasa nada —dijo Auri—. Estoy aquí. Estás a salvo.”

The Wise Man's Fear

Simone de Beauvoir Foto
Stephen Chbosky Foto
Gabriel García Márquez Foto
César Aira Foto
Patrick Rothfuss Foto
Simone de Beauvoir Foto
Mathias Malzieu Foto
Zygmunt Bauman Foto
Robert Sapolsky Foto
Mary Shelley Foto
César Aira Foto

“La reina se decía experimentada en la pasión, en cuyos fuegos se había quemado muchas veces;”

César Aira (1949) Escritor argentino, representante de la literatura contemporánea latinoamericana.

El santo

“Lo peor que te ha pasado a veces puede ser lo mejor.”

El mejor lugar del mundo es aquí mismo

Ernesto Cardenal Foto
Juan Rulfo Foto
Gabriel García Márquez Foto
Milan Kundera Foto
Isabel Allende Foto
Jane Austen Foto
Juan Rulfo Foto
Jaime Gil de Biedma Foto
Mario Vargas Llosa Foto