Frases sobre manos
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“Con las manos limpias.”

José Corzo Gómez (1931–1996) político de Argentina

Fuente: Despatriados http://www.despatriados.com/frases.asp

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“El único número recomendable de bombas atómicas sería cero. Las bombas sólo sirven como amenaza, y es un peligro que puedan caer en manos de algún irresponsable.”

Roy J. Glauber (1925–2018) físico teórico estadounidense

Abril de 2008.
Fuente: Levante EVM Roy J. Glauber: "El único número recomendable de bombas atómicas sería cero" http://www.levante-emv.com/secciones/noticia.jsp?pRef=2008042700_19_438572__Comunitat-Valenciana-Glauber-unico-numero-recomendable-bombas-atomicas-seria-cero, citado en El Correo del 20 de abril de 2008.

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“Si cierro mis manos, el agua se escurre.”

Alejandro Jodorowsky (1929) escritor y director de cine chileno-francés, de ascendencia judeo-ucraniana

“Parecía un niño de cinco años con un revólver en las manos.”

Jesús Gil y Gil (1933–2004) Empresario y político español; presidente del club Atlético de Madrid.

Refiriendose al árbitro Andujar Oliver.

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“¿Querrás tu rectificar las líneas de mis manos?”

Enrique Bunbury (1967) músico español

Flor de Loto, Héroes del Silencio.
Con Héroes del Silencio, El espíritu del vino

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“Yo le dejo todo en manos del universo y en manos de Dios, yo creo que cuando haces las cosas con el corazón y con el alma como yo estoy haciendo esto, el universo conspira, la verdad que si.”

Anahí Puente (1983) celular

Fuente: Anahi en entrevista con Daniela Kosano (Relaxed), 2010.
Fuente: Anahi en Relaxed - E! (Parte 2/5) http://www.youtube.com/watch?v=uxIynG-A3kY

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“No es ensuciándose las manos como se limpian las manos, es limpiando las manos como se limpian.”

Elisa Carrió (1956) política argentina

Programa “Hora Clave” del Canal 26, 8 de marzo del 2009

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“¿Ves eso que está en tus manos? no es Versace, nena, es mi corazón.”

Fito Páez (1963) Cantautor argentino

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“Puedes romper con tus padres, con tus maridos, pero no puedes romper con tus cachorros, y eso te deja inerme entre sus manos, y causa cierta molesta irritación.”

Esther Tusquets (1936–2012) Editora y escritora española

Fuente: Confesiones de una vieja dama indigna. Bruguera Narrativa. Esther Tusquets. Edición ilustrada. Editorial Bruguera, 2009. ISBN 9788402421067.

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“Creen que me tienen cogido por los cojones, pero sus manos no son lo suficientemente grandes.”

Bernie Ecclestone (1930) empresario

En una entrevista concedida a XL Semanal, cuando afirmaba que muchos equipos se habían aliado contra él por su supuesto favoritismo con Ferrari.

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“Porque no lo has visto antes y menos desde este lado, dime, quien se come a quien man de un solo bocado”

ZPU (1981) MC español

Deslizamiento, Contradicziones, 2008

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“De todas aquellas manos, la suya era la única que transmitía vida.”

La tregua
Variante: De todas aquellas manos, la suya era la única que transmitía la vida.     Sábado

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“«Los años de ahora ya no vienen como los de antes», solía decir, sintiendo que la realidad cotidiana se le escapaba de las manos.”

Cien años de soledad
Variante: Los años de ahora ya no vienen como los de antes, solía decir, sintiendo que la realidad cotidiana se le escapaba de las manos

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“Y sus sacerdotes jamás sospecharon que Pies y Manos no eran sino las extremidades de un mismo dios.”

Octavio Paz (1914–1998) poeta, escritor, ensayista y diplomático mexicano

¿Águila o Sol?

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“Nuestros libros, en cuanto dejan nuestras manos, tienen vida propia.”

A Passion for History: Conversations with Denis Crouzet

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“He aprendido a pedirle a Dios que fortalezca mis manos, y Él ha intervenido en cada ocasión.”

Las 21 Oraciones Más Efectivas de la Biblia: 21 Most Effective Prayers of the Bible

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“¿Qué, no le gustan mis poemas? -preguntó Iván con curiosidad.
-No, nada, en absoluto.
-¿Los ha leído?
-¡No he leído nada de usted! -exclamó nervioso el desconocido.
-¿Entonces, por qué lo dice?
-¡Es lógico! -respondió- ¡Como si no conociera a los demás! Claro, puede ser algo milagroso. Bueno, estoy dispuesto a creerle. Dígame, ¿sus versos son buenos?
-¡Son monstruosos! -respondió Iván con decisión y franqueza.
-No escriba más -le suplicó el visitante.
-¡Lo prometo y lo juro! -dijo muy solemne Iván. Refrendaron la promesa con un apretón de manos.”

The Master and Margarita
Variante: ¿Qué, no le gustan mis poemas? -preguntó Iván con curiosidad.
-No, nada, en absoluto.
-¿Los ha leído?
-¡No he leído nada de usted! -exclamó nervioso el desconocido.
-¿Entonces, por qué lo dice'
-¡Es lógico! -respondió- ¡Como si no conociera a los demás! Claro, puede ser algo milagroso. Bueno, estoy dispuesto a creerle. Dígame, ¿sus versos son buenos?
-¡Son monstruosos! -respondió Iván con decisión y franqueza.
-No escriba más -le suplicó el visitante.
-¡Lo prometo y lo juro! -dijo muy solemne Iván. Refrendaron la promesa con un apretón de manos.

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“Estaba el señor don Libro
sentadito en su sillón,
con un ojo pasaba la hoja
con el otro ve televisión.

Estaba el señor don Libro
aburrido en su sillón,
esperando a que viniera…(a leerlo)
algún pequeño lector.

Don Libro era un tío sabio,
que sabía de Luna y de Sol,
que sabía de tierras y mares,
de historias y aves,
de peces de todo color.

Estaba el señor don Libro,
tiritando de frío en su sillón,
vino un niño, lo cogió en sus manos
y el libro entró en calor.”

Gloria Fuertes (1917–1998) poetisa española

Variante: Don Libro está helado

Estaba el señor don Libro
sentadito en su sillón,
con un ojo pasaba la hoja
con el otro ve televisión.

Estaba el señor don Libro
aburrido en su sillón,
esperando a que viniera...(a leerlo)
algún pequeño lector.

Don Libro era un tío sabio,
que sabía de Luna y de Sol,
que sabía de tierras y mares,
de historias y aves,
de peces de todo color.

Estaba el señor don Libro,
tiritando de frío en su sillón,
vino un niño, lo cogió en sus manos
y el libro entró en calor.

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“Cuando regresó, el hijo del posadero le entregó las ropas del guerrero, limpias y dobladas. Mikhon Tiq las subió al sobrado y las colocó en orden junto a sus armas. Eran ropas de estilo Ainari, aunque mezclado con algunos detalles bárbaros del Norte. Las botas, que el propio rapaz había encerado, estaban arrugadas en los tobillos, casi cuarteadas; botas de espadachín acostumbrado a doblar las piernas y girar los pies en la danza del combate. Las mangas de la casaca eran amplias. Sin duda su dueño las utilizaba para guardar en ellas las manos y ocultar así las emociones, según la costumbre de Áinar. Pero tenían corchetes de latón para que, llegado el momento de la pelea, pudieran ceñirse a las muñecas y no estorbar los movimientos. El talabarte, ya descolorido, tenía una pequeña vaina a la derecha para el colmillo de diente de sable que sólo los Tahedoranes podían llevar. A la izquierda había dos trabillas de piel con sendas hebillas para colgar la funda de la espada. Éste era otro detalle que lo delataba. Los guerreros normales llevan una sola hebilla, de forma que la espada cuelgue junto al muslo. Los maestros de la espada, sean Ibtahanes o Tahedoranes, necesitan dos para que la espada se mantenga horizontal; de esta manera pueden sujetar la vaina con la mano izquierda y extraer el arma a una velocidad fulgurante, en el movimiento letal conocido como Yagartéi que es en sí mismo un arte marcial. Pero lo que más llamaba la atención de Mikhon Tiq era la propia espada. Hacía años que no veía una auténtica arma de Tahedorán. La funda era de cuero repujado, reforzada con guarnición y punta de metal, y con dos pequeños bolsillos a ambos lados. Uno de ellos contenía una navaja con un pequeño gavilán en forma de gancho; de este modo servía de arma y a la vez de herramienta para desmontar la empuñadura de su hermana mayor. En la otra abertura había papel de esmeril para sacar filo a la hoja; aunque un Tahedorán sólo haría esto en una emergencia, pues los aceros dignos de tal nombre deben ser bruñidos y afilados por maestros pulidores. En torno a la empuñadura de la espada corría una fina tira de piel, enrollada y apretada con fuerza para evitar que la mano resbalara al aferrarla. Mikhon Tiq miró de reojo a Linar. Tenía el ojo cerrado; o dormía o estaba encerrado en su mundo interior. En cuanto al guerrero, su respiración bajo la manta era profunda y pausada. Mikhon Tiq sintió la tentación de desenvainar la espada para examinar la hoja. Pero aquello habría sido una afrenta, como desnudar a una doncella dormida, así que apartó las manos del arma y procuró pensar en otras cosas.”

Javier Negrete (1964) escritor español

La Espada de Fuego

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“Furia la sorprendió tomándola entre sus brazos y pegándola a su cuerpo. Le suplicó al oído:
—Rafaela, no quiero que mañana se arripienta de ser mi mujer. Deténgame aura si mañana sentirá asco de mí.
La sonrisa suave de Rafaela lo desarmó. No recordaba haberla visto tan tranquila ni dueña de sí. Lo que ella expresó a continuación, le arrancó lágrimas, a él, que desde la muerte de sus padres no había vuelto a derramarlas.
—Lo amo, señor Furia, así como es usted, mal hablado, pendenciero, con argollas en la oreja, con un genio que hace honor a su apellido y hasta con olor a caballo. Lo amo como nunca amé a nadie porque nunca conocí a nadie con su nobleza, su pasión por el trabajo y su respeto por el prójimo. Lo admiro por su coraje, señor Furia, y por su orgullo sin vanidad. Lo amo porque usted es de las pocas personas que le mostró
cariño a Mimita. Pero sobre todo lo amo porque a su lado no tengo miedo.
—¡Rafaela! —exclamó, enloquecido, y la abrazó con fiereza, sacudiéndola como si se tratase de una muñeca rellena de estopa en su codicia por conquistar con la boca y las manos cada centímetro de su cuerpo.
Ella siguió hablándole, con el aliento entrecortado, con la cabeza echada hacia atrás y el cuello expuesto a los besos, los mordiscos y a la intemperancia del gaucho.
—No lo conozco. Poco sé de su vida y de su índole. Sin embargo, confío, confío ciegamente en usted, señor Furia.”

Florencia Bonelli (1971) escritora argentina

Me llaman Artemio Furia

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