Frases sobre modo
página 7

Emily Brontë Foto
Marco Aurelio Foto
Gabriel García Márquez Foto
Alejandro Dolina Foto
Stephen King Foto
Robert Walser Foto

“La verdad es que nunca he sido niño y por eso estoy convencido de que en mi quedará siempre un componente infantil. He crecido en edad y estatura, pero la esencia no ha variado. Hacer mataperradas me produce exactamente el mismo placer que hace años, aunque en realidad nunca llegué a hacer mataperradas. Una vez, de pequeño, le hice a mi hermano un agujero en la cabeza, pero aquello fue un incidente, no una mataperrada. Cierto es que he cometido miles de diabluras y chiquilladas, pero la idea me interesaba siempre más que la cosa en sí. Desde muy temprano fui descubriendo en todo, incluso en las mataperradas, un sentido profundo. No me he desarrollado. Esto, naturalmente, es sólo una idea mía. Tal vez nunca llegue a echar ramas ni hojas. De mi esencia y mis orígenes emanará algún día quién sabe qué perfume, me convertiré en flor y exhalaré un ligero aroma, como para mi propio placer, y luego inclinaré la cabeza, esa que Kraus denomina cabezota necia y presuntuosa. Mis brazos y mis piernas se irán debilitando extrañamente, mi espíritu, mi orgullo, mi carácter, todo, todo se quebrará y marchitará, y yo estaré muerto; bueno, no exactamente, muerto sólo en cierto modo, y tal vez siga viviendo y vegetando así durante sesenta años. Me haré viejo. Pero no me tengo ni me infundo miedo a mí mismo. Tampoco siento el menor respeto por mi Yo, me limito a mirarlo y él me deja totalmente frío. ¡Oh, entrar en calor! ¡Qué maravilla! Siempre seré capaz de entrar en calor, pues nada personal ni egoísta me impedirá jamás interesarme, apasionarme o ser partícipe. ¡Qué feliz soy de no poder descubrir nada digno de consideración o estima en mi persona! Ser humilde y seguir siéndolo. Y si alguna mano, una circunstancia, una ola me levantasen y llevasen hasta las alturas donde imperan el poder y la influencia, yo mismo destrozaría las circunstancias que me hubieran favorecido y me arrojaría a las tinieblas de lo bajo e insignificante. Sólo puedo respirar en las regiones inferiores.”

Jakob von Gunten
Variante: La verdad es que nunca he sido niño y por eso estoy convencido de que en mi quedará siempre un componente infantil. He crecido en edad y estatura, pero la esencia no ha variado. Hacer mataperradas me produce exactamente el mismo placer que hace años, aunque en realidad nunca llegué a hacer mataperradas. Una vez, de pequeño, le hice a mi hermano un agujero en la cabeza, pero aquello fue un incidente, no una mataperrada. Cierto es que he cometido miles de diabluras y chiquilladas, pero la idea me interesaba siempre más que la cosa en sí. Desde muy temprano fui descubriendo en todo, incluso en las mataperradas, un sentido profundo. No me he desarrollado. Esto, naturalmente, es sólo una idea mía. Tal vez nunca llegue a echar ramas ni hojas. De mi esencia y mis orígenes emanará algún día quién sabe qué perfume, me convertiré en flor y exhalaré un ligero aroma, como para mi propio placer, y luego inclinaré la cabeza, esa que Kraus denomina cabezota necia y presuntuosa. Mis brazos y mis piernas se irán debilitando extrañamente, mi espíritu, mi orgullo, mi carácter, todo, todo se quebrará y marchitará, y yo estaré muerto; bueno, no exactamente, muerto sólo en cierto modo, y ta}l vez siga viviendo y vegetando así durante sesenta años. Me haré viejo. Pero no me tengo ni me infundo miedo a mí mismo. Tampoco siento el menor respeto por mi Yo, me limito a mirarlo y él me deja totalmente frío. ¡Oh, entrar en calor! ¡Qué maravilla! Siempre seré capaz de entrar en calor, pues nada personal ni egoísta me impedirá jamás interesarme, apasionarme o ser partícipe. ¡Qué feliz soy de no poder descubrir nada digno de consideración o estima en mi persona! Ser humilde y seguir siéndolo. Y si alguna mano, una circunstancia, una ola me levantasen y llevasen hasta las alturas donde imperan el poder y la influencia, yo mismo destrozaría las circunstancias que me hubieran favorecido y me arrojaría a las tinieblas de lo bajo e insignificante. Sólo puedo respirar en las regiones inferiores.

Anselm Jappe Foto

“A menudo la crítica del valor ha criticado las alternativas fáciles - y lo ha hecho por diferentes razones. Para ponerlo en pocas palabras: por una parte, es cierto que se puede experimentar, hasta cierto grado, formas de vida alternativas en el interior del marco capitalista. Pero la lógica capitalista tiene la tendencia de aplastar todo y transformarlo en fuente de ganancia y no va a tolerar el nacimiento de otra forma de vida. Por tanto hay que prever una fase de conflictos y de luchas. En el capitalismo, todo cuanto existe solo es considerado como una porción de valor que no conoce más que relaciones cuantitativas. La primera exigencia para una alternativa sería la de devolver su dignidad a todos los objetos que creamos, sin permitir ya su transformación en mercancías. Esto también quiere decir que no habría una forma de intercambio de las mercancías basada sobre la cantidad de trabajo. Al mismo tiempo, es necesario que todas estas nuevas formas se practiquen a la escala más grande posible. De otro modo, una fábrica autogestionada o una simple granja correrían el riesgo de tener que afirmarse en un mercado anónimo y competitivo que las sometería a las mismas exigencias de rentabilidad y ganancia que a las otras empresas. Habría que organizar, de inmediato, intercambios no mercantiles entre diferentes actividades. El fin del capitalismo no será un fin pacífico; en efecto, por todas partes aumenta la tendencia a la barbarización. Las formas postmercantiles y no bárbaras tendrán que encontrar modos de reaccionar contra la lógica mafiosa y criminal, que no cesará de difundirse. Y habrá también un aumento de la violencia, como lo vemos ya en las numerosas guerras civiles que hay en el mundo.”

Anselm Jappe (1962)
Sylvia Plath Foto

“Ya no, ya no,
ya no me sirves, zapato negro,
en el cual he vivido como un pie
durante treinta años, pobre y blanca,
sin atreverme apenas a respirar o hacer achís.

Papi: he tenido que matarte.
Te moriste antes de que me diera tiempo…
Pesado como el mármol, bolsa llena de Dios,
lívida estatua con un dedo del pie gris,
del tamaño de una foca de San Francisco.

Y la cabeza en el Atlántico extravagante
en que se vierte el verde legumbre sobre el azul
en aguas del hermoso Nauset.
Solía rezar para recuperarte.
Ach, du.

En la lengua alemana, en la localidad polaca
apisonada por el rodillo
de guerras y más guerras.
Pero el nombre del pueblo es corriente.
Mi amigo polaco

dice que hay una o dos docenas.
De modo que nunca supe distinguir dónde
pusiste tu pie, tus raíces:
nunca me pude dirigir a ti.
La lengua se me pegaba a la mandíbula.

Se me pegaba a un cepo de alambre de púas.
Ich, ich, ich, ich,
apenas lograba hablar:
Creía verte en todos los alemanes.
Y el lenguaje obsceno,

una locomotora, una locomotora
que me apartaba con desdén, como a un judío.
Judío que va hacia Dachau, Auschwitz, Belsen.
Empecé a hablar como los judíos.
Creo que podría ser judía yo misma.

Las nieves del Tirol, la clara cerveza de Viena,
no son ni muy puras ni muy auténticas.
Con mi abuela gitana y mi suerte rara
y mis naipes de Tarot, y mis naipes de Tarot,
podría ser algo judía.

Siempre te tuve miedo,
con tu Luftwaffe, tu jerga pomposa
y tu recortado bigote
y tus ojos arios, azul brillante.
Hombre-panzer, hombre-panzer: oh Tú…

No Dios, sino un esvástica
tan negra, que por ella no hay cielo que se abra paso.
Cada mujer adora a un fascista,
con la bota en la cara; el bruto,
el bruto corazón de un bruto como tú.

Estás de pie junto a la pizarra, papi,
en el retrato tuyo que tengo,
un hoyo en la barbilla en lugar de en el pie,
pero no por ello menos diablo, no menos
el hombre negro que

me partió de un mordisco el bonito corazón en dos.
Tenía yo diez años cuando te enterraron.
A los veinte traté de morir
para volver, volver, volver a ti.
Supuse que con los huesos bastaría.

Pero me sacaron de la tumba,
y me recompusieron con pegamento.
Y entonces supe lo que había que hacer.

Saqué de ti un modelo,
un hombre de negro con aire de Meinkampf,

e inclinación al potro y al garrote.
Y dije sí quiero, sí quiero.
De modo, papi, que por fin he terminado.
El teléfono negro está desconectado de raíz,
las voces no logran que críe lombrices.

Si ya he matado a un hombre, que sean dos:
el vampiro que dijo ser tú
y me estuvo bebiendo la sangre durante un año,
siete años, si quieres saberlo.
Ya puedes descansar, papi.

Hay una estaca en tu negro y grasiento corazón,
y a la gente del pueblo nunca le gustaste.
Bailan y patalean encima de ti.
Siempre supieron que eras tú.
Papi, papi, hijo de puta, estoy acabada.”

Sylvia Plath (1932–1963) escritora Estadounidense

Ariel

Niall Ferguson Foto
Alessandro Baricco Foto
Elizabeth Gilbert Foto
Alejo Carpentier Foto

“Quien actúa de modo automático es esencia sin existencia”.”

Alejo Carpentier (1904–1980) biografía, escritor cubano

The Lost Steps

Neal Shusterman Foto
Cassandra Clare Foto
Patrick Rothfuss Foto
Sherrilyn Kenyon Foto
Vladimir Nabokov Foto
Patrick Rothfuss Foto
Adolf Hitler Foto

“La gran divergencia entre los problemas del teorizante y los del político es uno de los motivos por los que casi nunca se encuentra una unión entre los dos, en una misma persona. Esto se aplica sobre todo al llamado político de "éxito", de pequeño porte, cuya actividad de facto no es nada más que el "arte de lo posible", como modestamente Bismarck denominaba a la política. Cuanto más libre se mantiene el político de grandes ideas, tanto más fáciles, comunes, rápidos y también visibles serán sus éxitos. Aunque es verdad también que éstos están destinados al olvido de los hombres y, a veces, no llegan ni a sobrevivir a la muerte de sus creadores. La obra de tales políticos es, de modo general, sin valor alguno para la posteridad, pues su éxito eventual reposa en el alejamiento de todos los problemas e ideas grandiosas que como tales hubieran sido de gran importancia para las generaciones venideras. La realización de ideas destinadas a tener influencia sobre el futuro es poco lucrativa y sí muy raramente comprendida por la gran masa, a la que interesan más las reducciones de precio en la cerveza y en la leche que los grandes planes de futuro, de realización tardía y cuyo beneficio, al final, sólo será usufructuado por la posteridad. Es así como, por una cierta vanidad, la que está siempre asociada a la política, la mayoría de los políticos se apartan de los proyectos realmente difíciles, para no perder la simpatía de la gran masa. El éxito y la importancia de ese político residen exclusivamente en el presente, y son inexistentes para la posteridad. Esos microcéfalos poco se enfadan por eso; ellos se contentan con poco. Diferentes son las condiciones del teorizante. Su importancia casi siempre está en el futuro, por eso no es raro que se le considere lunático. Si el arte del político era considerado el arte de lo posible, se puede decir del idealista que él pertenece a aquellos que sólo agradan a los dioses cuando exigen o quieren lo imposible. Él tendrá casi siempre que renunciar al reconocimiento del presente; adquiere, por ello, en el caso de que sus ideas sean inmortales, la gloria de la posteridad. En períodos raros de la historia de la Humanidad puede acontecer que el político y el idealista se reúnan en la misma persona. Cuanto más íntima fuese esa unión, tanto mayores serán las resistencias opuestas a la acción del político. Él no trabaja ya más para las necesidades al alcance del primer burgués, y sí por los ideales que sólo pocos comprenden. Es por eso que su vida es blanco del amor y del odio. La protesta del presente, que no comprende al hombre, lucha con el reconocimiento de la posteridad por la cual él trabaja. Cuanto mayores fueran las obras de un hombre para el futuro, tanto menos serán éstas comprendidas por el presente; cuanto más dura sea la lucha, tanto más raro el éxito. Si en años nada le sonríe, es posible que en sus últimos días le circunde un tenue halo de gloria venidera. Es cierto que esos grandes hombres son los corredores del maratón de la Historia. La corona de laurel del presente se pone más comúnmente en las sienes del héroe moribundo. Entre éstos se encuentran los grandes luchadores que, incomprendidos por el presente, están decididos a luchar por sus ideas y sus ideales. Son éstos los que, tarde o temprano, tocarán el corazón del pueblo. Hasta parece que cada uno siente el deber de, en el presente, redimir el pecado cometido en el pasado. Su vida y acción están acompañadas de cerca por la admiración conmovedoramente grata, lo que consigue, sobre todo en los días de tristeza, levantar corazones destrozados y almas desesperadas. Pertenecen a esta clase no sólo los grandes estadistas, sino también los grandes reformadores.”

Adolf Hitler (1889–1945) Führer y Canciller Imperial de Alemania. Líder del Partido Nazi

Mi Lucha

Joe Hill Foto
Niklas Luhmann Foto
George Bernard Shaw Foto
Charles Darwin Foto

“¿Cómo podemos explicarnos que las especies sean estériles o produzcan crías tales, mientras que cuando se cruzan las variedades su fertilidad es vigorosa? Primero: creemos que las especies llegan a ser muy definidas, y que en ningún momento presentan caos intrincado de lazos variables e intermedios, porque las nuevas variedades se forman muy lentamente, pues la variación es un procedimiento lento, y la selección natural nada puede hacer hasta que ocurran diferencias o variaciones favorables individuales, y hasta tanto pueda ser mejor ocupado un lugar en la economía natural del país, por alguno o algunos de sus habitantes modificados. Estos nuevos lugares dependerán de lentos cambios de clima o de la inmigración accidental de nuevos habitantes, y probablemente en un grado todavía más importante, de que alguno de los habitantes antiguos se modifique poco a poco con las nuevas formas de este modo producidas y las antiguas, obrando por acción y reacción las unas sobre las otras, de modo que en cualquier región y en cualquier tiempo debemos solamente ver unas pocas especies que presenten pequeñas modificaciones de estructura en algún grado permanentes, y esto es lo que vemos. Segundo: las áreas que hoy son continuas deben haber existido en un período reciente como porciones aisladas, en las cuales muchas formas, especialmente las clases que se unen para cada nacimiento, pueden haberse hecho separadamente distintas como para figurar como especies representativas, en cuyo caso las variedades intermedias entre las varias especies representantes y su madre común”

Charles Darwin (1809–1882) naturalista británico que postuló la teoría de la evolución

El Origen de las Especies

Cassandra Clare Foto
Hans-Georg Gadamer Foto

“Hay en griego una palabra que ahora podrá parecer chocante, y que se lo parecía sin duda a los griegos, aunque no formulasen mayores interrogantes al respecto: la “philautía”, el “amor a sí mismo”. Pues bien, de eso se trata, de hallar en el amor a sí mismo el verdadero fundamento y condición de cualquier tipo de vinculación con otros y de vinculatividad para uno mismo (Gadamer, 2002, p. 82)

» […] ¿Es, pues, eso la verdadera amistad? No, tampoco es eso aún. La tesis más audaz es la que reza: la primera amistad que se necesita es la uno consigo mismo. Si no la hay, ni se está para el otro ni se llega a estar realmente vinculado con él. ¡Pero que lejos queda eso de lo que llamamos “vinculante”! (Gadamer, 2002, p. 83).

»[…] Evidentemente es amistad lo que añade Aristóteles: reconocerse en el otro y que el otro se reconozca en uno. Pero no sólo en el sentido de “así es ese”, sino también en el de concedernos recíprocamente el ser diferentes, más aún, por decirlo en palabras de Droysen: “Así tienes que ser, pues es así como te quiero” (Gadamer, 2002, p. 84).

»[…] De modo que, tal vez, el sentido más genuino y profundo de ese conocerse a sí mismo no sea otro que la certidumbre de que uno nunca percibe del todo hasta que qué punto está involucrado en su amor a sí mismo, incluso allí donde se piensa que es auténticamente amigo de otro. Pero si un auténtico acuerdo consigo mismo es condición previa para la amistad con otro, ¿qué es realmente esa amistad? (Gadamer, 2002, p. 84).

»[…] En la solidaridad que uno declara, ya sea libremente o a la fuerza, hay siempre, en cualquier caso, una renuncia a los intereses y preferencias más propios. La solidaridad nos hace renunciar a ciertas cosas en una cierta dirección, en un cierto momento, al servició de algún objetivo. (Gadamer, 2002, p. 86).

»[…] Desde luego la convivencia entre las personas sería imposible si no hubiese entre ellas algo así como una camaradería. (Gadamer, 2002, 87). Esto nos sitúa ante la tarea tanto de estar de acuerdo con nosotros mismos como de mantenernos de acuerdo con otros. No existe ninguna fuerza de la naturaleza que pueda lograr eso en nuestro lugar» (Gadamer, 2002, p. 88).”

Hans-Georg Gadamer (1900–2002) filósofo alemán

Philosophical Hermeneutics

Daniel Goleman Foto

“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo.”

INTELIGENCIA EMOCIONAL
Variante: Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo. Aristóteles, Ética a Nicómaco.

Amélie Nothomb Foto
Orhan Pamuk Foto
Idries Shah Foto

“Intentar forzar algo es el mejor modo de impedir que ocurra.”

Idries Shah (1924–1996)

El yo dominante

Terry Pratchett Foto

“Es que la inteligencia te joroba a modo la vida sexual”

Terry Pratchett (1948–2015) escritor británico de fantasía y ciencia ficción

Imágenes en Acción

Mathias Malzieu Foto

“Nieva sobre Edimburgo el 16 de abril de 1874. Un frío gélido azota la ciudad. Los viejos especulan que podría tratarse del día más frío de la historia. Diríase que el sol ha desaparecido para siempre. El viento es cortante; los copos de nieve son más ligeros que el aire.
¡Blanco! ¡Blanco! ¡Blanco!
Explosión sorda. No se ve más que eso. Las casas parecen locomotoras de vapor, sus chimeneas desprenden un humo grisáceo que hace crepitar el cielo de acero. Las pequeñas callejuelas de Edimburgo se metamorfosean. Las fuentes se transforman en jarrones helados que sujetan ramilletes de hielo. El viejo río se ha disfrazado de lago de azúcar glaseado y se extiende hasta el mar. Las olas resuenan como cristales rotos. La escarcha cae cubriendo de lentejuelas a los gatos. Los árboles parecen grandes hadas que visten camisón blanco, estiran sus ramas, bostezan a la luna y observan cómo derrapan los coches de caballos sobre los adoquines. El frío es tan intenso que los pájaros se congelan en pleno vuelo antes de caer estrellados contra el suelo. El sonido que emiten al fallecer es dulce, a pesar de que se trata del ruido de la muerte. Es el día más frío de la historia. Y hoy es el día de mi nacimiento. […]
Fuera nieva con auténtica ferocidad. La hiedra plateada trepa hasta esconderse bajo los tejados. Las rosas translúcidas se inclinan hacia las ventanas, sonrojando las avenidas, los gatos se transforman en gárgolas, con las garras afiladas. En el río, los peces se detienen con una mueca de sorpresa. Todo el mundo está encantado por la mano de un soplador de vidrio que congela la ciudad, expirando un frío que mordisquea las orejas. En escasos segundos, los pocos valientes que salen al exterior se encuentran paralizados, como si un dios cualquiera acabara de tomarles una foto. Los transeúntes, llevados por el impulso de su trote, se deslizan por el hielo a modo de baile. Son figuras hermosas, cada una en su estilo, ángeles retorcidos con bufandas suspendidas en el aire, bailarinas de caja de música en sus compases finales, perdiendo velocidad al ritmo de su ultimísimo suspiro.
Por todas partes, paseantes congelados o en proceso de estarlo se quedan atrapados. Solo los relojes siguen haciendo batir el corazón de la ciudad como si nada ocurriera.”

Mathias Malzieu (1974) obras
Charles Darwin Foto
Ayn Rand Foto
Idries Shah Foto
George Orwell Foto
Gustavo Adolfo Bécquer Foto
Geoffrey Chaucer Foto
Ayn Rand Foto
Haruki Murakami Foto
Gabriel García Márquez Foto
Giovanni Sartori Foto
Franz Kafka Foto
Stephen King Foto
Santiago Gamboa Foto

“Lo más intrigante de las tragedias es el modo en que las olvidamos”

Santiago Gamboa (1962) escritor colombiano

El síndrome de Ulises

Ricardo Piglia Foto
Arundhati Roy Foto
David Herbert Lawrence Foto
George Orwell Foto
Thomas Merton Foto

“El núcleo del problema racial, tal como yo lo veo, es este: el negro (y también otros grupos raciales, pero el negro sobre
todo) resulta víctima de los conflictos psicológicos y sociales que ahora forman parte de una civilización blanca que teme una disgregación inminente y no tiene una comprensión madura de la realidad de la crisis. La sociedad blanca es pura y simplemente incapaz de aceptar realmente al negro y asimilarle, porque los blancos no pueden hacer frente a sus propios impulsos, no pueden defenderse contra sus propias emociones, que son extremadamente inestables en una sociedad sobreestimulada y rápidamente cambiante.
Para minimizar la sensación de riesgo y desastre siempre latente en sí mismos, los blancos tienen que proyectar sus miedos en algún objeto exterior a ellos mismos. Claro que la Guerra Fría ofrece amplias oportunidades, y cuanto más inseguros están los hombres, en un bando o en otro, más recurren a paranoicas acusaciones de «comunismo» o «imperialismo», según sea el caso. Las acusaciones no carecen de base, pero siguen siendo patológicas.
Aprisionado en este ineludible síndrome queda el negro, que tiene la desgracia de hacerse visible, con su presencia, su desgracia, sus propios conflictos y su propia división, precisamente en el momento en que la sociedad blanca está menos preparada para arreglárselas con un peso extra de riesgo.
¿Cuál es el resultado? Por un lado, la ternura de los «liberales» se precipita, de modo patético pero comprensible, a dar la bienvenida y a conciliar esa pena trágica. Por otro lado, los inseguros se endurecen de modo enconadamente patológico, se tensan las resistencias, y se confirman en el temor y el odio aquellos que (conservadores o no) están decididos a echar la culpa a otro de sus propias deformidades interiores.
La increíble inhumanidad de esta negativa a escuchar por un momento al negro, de algún modo, y de esta decisión de mantenerle oprimido a toda costa, me parece que proporcionará casi con seguridad una situación revolucionaria desesperanzadamente caótica y violenta. Cada vez más, la animosidad,
la suspicacia y el miedo que sienten esos blancos (y que en su raíz sigue siendo un miedo a su propia miseria interior, que probablemente no pueden sentir tal como es) llegan a hacerse una profecía que se cumple a sí misma. El odio del racista blanco al negro (lo repito, odio, porque aún es una palabra muy suave para indicar lo que hay en los corazones de esa agitada gente) se le hace aceptable cuando lo presenta como un odio del negro a los blancos, fomentado y estimulado por el comunismo. ¡La Guerra Fría y los miedos racistas se ensamblan en una sola unidad! ¡Qué sencillo es todo!
Al negro, claramente, se le invita a una sola reacción. Ha tenido innumerables razones para odiar al hombre blanco. Ahora se reúnen y se confirman sólidamente. Aunque no tenga nada que ganar por la violencia, tampoco tiene nada que perder. ¡Y por lo menos la violencia será un modo decisivo de decir lo que piensa de la sociedad blanca!
El resultado, sin duda, será muy desagradable, y la culpa caerá de lleno en las espaldas de la América blanca, con su inmadurez emocional, cultural y política, y su lamentable negativa a comprender.”

Thomas Merton (1915–1968)

Conjeturas de un espectador culpable

Guy Debord Foto
Patrick Rothfuss Foto
Franz Kafka Foto

“Ante la Ley hay un guardián. Hasta ese guardián llega un campesino y le ruega que le permita entrar a la Ley. Pero el guardián responde que en ese momento no le puede franquear el acceso. El hombre reflexiona y luego pregunta si es que podrá entrar más tarde. —Es posible —dice el guardián—, pero ahora, no. Las puertas de la Ley están abiertas, como siempre, y el guardián se ha hecho a un lado, de modo que el hombre se inclina para atisbar el interior. Cuando el guardián lo advierte, ríe y dice: —Si tanto te atrae, intenta entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda esto: yo soy poderoso. Y yo soy sólo el último de los guardianes. De sala en sala irás encontrando guardianes cada vez más poderosos. Ni siquiera yo puedo soportar la sola vista del tercero. El campesino no había previsto semejantes dificultades. Después de todo, la Ley debería ser accesible a todos y en todo momento, piensa. Pero cuando mira con más detenimiento al guardián, con su largo abrigo de pieles, su gran nariz puntiaguda, la larga y negra barba de tártaro, se decide a esperar hasta que él le conceda el permiso para entrar. El guardián le da un banquillo y le permite sentarse al lado de la puerta. Allí permanece el hombre días y años. Muchas veces intenta entrar e importuna al guardián con sus ruegos. El guardián le formula, con frecuencia, pequeños interrogatorios. Le pregunta acerca de su terruño y de muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y al final le repite siempre que aún no lo puede dejar entrar. El hombre, que estaba bien provisto para el viaje, invierte todo —hasta lo más valioso— en sobornar al guardián. Este acepta todo, pero siempre repite lo mismo: —Lo acepto para que no creas que has omitido algún esfuerzo. Durante todos esos años, el hombre observa ininterrumpidamente al guardián. Olvida a todos los demás guardianes y aquél le parece ser el único obstáculo que se opone a su acceso a la Ley. Durante los primeros años maldice su suerte en voz alta, sin reparar en nada; cuando envejece, ya sólo murmura como para sí. Se vuelve pueril, y como en esos años que ha consagrado al estudio del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de pieles, también suplica a las pulgas que lo ayuden a persuadir al guardián. Finalmente su vista se debilita y ya no sabe si en la realidad está oscureciendo a su alrededor o si lo engañan los ojos. Pero en aquellas penumbras descubre un resplandor inextinguible que emerge de las puertas de la Ley. Ya no le resta mucha vida. Antes de morir resume todas las experiencias de aquellos años en una pregunta, que nunca había formulado al guardián. Le hace una seña para que se aproxime, pues su cuerpo rígido ya no le permite incorporarse. El guardián se ve obligado a inclinarse mucho, porque las diferencias de estatura se han acentuado señaladamente con el tiempo, en desmedro del campesino. —¿Qué quieres saber ahora? –pregunta el guardián—. Eres insaciable. —Todos buscan la Ley –dice el hombre—. ¿Y cómo es que en todos los años que llevo aquí, nadie más que yo ha solicitado permiso para llegar a ella? El guardián comprende que el hombre está a punto de expirar y le grita, para que sus oídos debilitados perciban las palabras. —Nadie más podía entrar por aquí, porque esta entrada estaba destinada a ti solamente. Ahora cerraré.”

Ante la ley

Frédéric Bastiat Foto
Ken Follett Foto
Agatha Christie Foto
Haruki Murakami Foto

“Todo está hecho de modo que lo parezca.”

Hard-Boiled Wonderland and the End of the World

Daniel Goleman Foto
Juan Marsé Foto
Lionel Shriver Foto

“A decir verdad, Jackson nunca había compartido totalmente el culto fálico de sus pares. Cuando tenía más o menos ocho años, una niña lo sorprendió mientras él meaba entre los arbustos, y chilló casi con el mismo espíritu de horror reflexivo con que lo acababa de hacer Carol. Es de suponer que aquella niña nunca había visto un pene, y que no le causó buena impresión. «Puaj, qué basto eres. ¿Qué es esa cosa? ¡Es repugnante!», gritó al salir corriendo. Y después aquella otra vez, en el gimnasio del colegio donde cursó los primeros años de secundaria. Jackson apenas había entrado en la pubertad; todavía mojado tras pasar por la ducha, sintió frío. No obstante, un chico mucho más corpulento que él se burló: Parece que estés envolviendo una zanahoria baby y un par de habichuelas. A partir de ese día los chicos lo apodaron «el Vegetariano», mote tan inocente a oídos de los profesores que protegía a sus compañeros de un posible castigo por acoso escolar. En realidad, la palabra «pene» siempre había sonado algo tonta y banal, y a poca cosa. Desde que tenía memoria, su quinto apéndice le había parecido algo sutilmente ajeno a él, algo aparte y capaz de traicionarlo. Y fue la sensación de que eso que le sobresalía no era del todo parte de su cuerpo lo que pudo permitirle experimentar con ella.

El experimento había fallado. Es posible que Jackson nunca hubiera comprendido muy bien por qué a las mujeres un pene podía resultarles atractivo, con su piel como apergaminada y demasiado fina, los testículos colgantes y esas matas de vello, el sombrerete en la punta, como si fuese un hongo… Podía decirse que, en cierto modo, no era una forma que la carne humana debiera asumir. Cuando estaba en posición de descanso parecía asustado y deprimido; en estado de alerta, impertinente, aunque inseguro, moviéndose de un lado para el otro e intentando llamar la atención como un fanfarrón que quisiera hacer una demostración de sus habilidades.”

Lionel Shriver (1957) escritora estadounidense

So Much for That

Arturo Uslar Pietri Foto
Nicholas Sparks Foto
Sherrilyn Kenyon Foto
Victor Hugo Foto
Moisés Naím Foto
Arturo Pérez-Reverte Foto
Henry Hazlitt Foto
Javier Negrete Foto

“Cuando regresó, el hijo del posadero le entregó las ropas del guerrero, limpias y dobladas. Mikhon Tiq las subió al sobrado y las colocó en orden junto a sus armas. Eran ropas de estilo Ainari, aunque mezclado con algunos detalles bárbaros del Norte. Las botas, que el propio rapaz había encerado, estaban arrugadas en los tobillos, casi cuarteadas; botas de espadachín acostumbrado a doblar las piernas y girar los pies en la danza del combate. Las mangas de la casaca eran amplias. Sin duda su dueño las utilizaba para guardar en ellas las manos y ocultar así las emociones, según la costumbre de Áinar. Pero tenían corchetes de latón para que, llegado el momento de la pelea, pudieran ceñirse a las muñecas y no estorbar los movimientos. El talabarte, ya descolorido, tenía una pequeña vaina a la derecha para el colmillo de diente de sable que sólo los Tahedoranes podían llevar. A la izquierda había dos trabillas de piel con sendas hebillas para colgar la funda de la espada. Éste era otro detalle que lo delataba. Los guerreros normales llevan una sola hebilla, de forma que la espada cuelgue junto al muslo. Los maestros de la espada, sean Ibtahanes o Tahedoranes, necesitan dos para que la espada se mantenga horizontal; de esta manera pueden sujetar la vaina con la mano izquierda y extraer el arma a una velocidad fulgurante, en el movimiento letal conocido como Yagartéi que es en sí mismo un arte marcial. Pero lo que más llamaba la atención de Mikhon Tiq era la propia espada. Hacía años que no veía una auténtica arma de Tahedorán. La funda era de cuero repujado, reforzada con guarnición y punta de metal, y con dos pequeños bolsillos a ambos lados. Uno de ellos contenía una navaja con un pequeño gavilán en forma de gancho; de este modo servía de arma y a la vez de herramienta para desmontar la empuñadura de su hermana mayor. En la otra abertura había papel de esmeril para sacar filo a la hoja; aunque un Tahedorán sólo haría esto en una emergencia, pues los aceros dignos de tal nombre deben ser bruñidos y afilados por maestros pulidores. En torno a la empuñadura de la espada corría una fina tira de piel, enrollada y apretada con fuerza para evitar que la mano resbalara al aferrarla. Mikhon Tiq miró de reojo a Linar. Tenía el ojo cerrado; o dormía o estaba encerrado en su mundo interior. En cuanto al guerrero, su respiración bajo la manta era profunda y pausada. Mikhon Tiq sintió la tentación de desenvainar la espada para examinar la hoja. Pero aquello habría sido una afrenta, como desnudar a una doncella dormida, así que apartó las manos del arma y procuró pensar en otras cosas.”

Javier Negrete (1964) escritor español

La Espada de Fuego

William Shakespeare Foto
Steve Biddulph Foto
Virginia Woolf Foto
Bram Stoker Foto
Jonathan Swift Foto

“Díjele que entre nosotros existía una sociedad de hombres educados desde su juventud en el arte de probar con palabras multiplicadas al efecto que lo blanco es negro y lo negro es blanco, según para lo que se les paga. El resto de las gentes son esclavas de esta sociedad. Por ejemplo: si mi vecino quiere mi vaca, asalaria un abogado que pruebe que debe quitarme la vaca. Entonces yo tengo que asalariar otro para que defienda mi derecho, pues va contra todas las reglas de la ley que se permita a nadie hablar por si mismo. Ahora bien; en este caso, yo, que soy el propietario legítimo, tengo dos desventajas. La primera es que, como mi abogado se ha ejercitado casi desde su cuna en defender la falsedad, cuando quiere abogar por la justicia -oficio que no le es natural- lo hace siempre con gran torpeza, si no con mala fe. La segunda desventaja es que mi abogado debe proceder con gran precaución, pues de otro modo le reprenderán los jueces y le aborrecerán sus colegas, como a quien degrada el ejercicio de la ley. No tengo, pues, sino dos medios para defender mi vaca. El primero es ganarme al abogado de mi adversario con un estipendio doble, que le haga traicionar a su cliente insinuando que la justicia está de su parte. El segundo procedimiento es que mi abogado dé a mi causa tanta apariencia de injusticia como le sea posible, reconociendo que la vaca pertenece a mi adversario; y esto, si se hace diestramente, conquistará sin duda, el favor del tribunal. Ahora debe saber su señoría que estos jueces son las personas designadas para decidir en todos los litigios sobre propiedad, así como para entender en todas las acusaciones contra criminales, y que se los saca de entre los abogados más hábiles cuando se han hecho viejos o perezosos; y como durante toda su vida se han inclinado en contra de la verdad y de la equidad, es para ellos tan necesario favorecer el fraude, el perjurio y la vejación, que yo he sabido de varios que prefirieron rechazar un pingüe soborno de la parte a que asistía la justicia a injuriar a la Facultad haciendo cosa impropia de la naturaleza de su oficio.

Es máxima entre estos abogados que cualquier cosa que se haya hecho ya antes puede volver a hacerse legalmente, y, por lo tanto, tienen cuidado especial en guardar memoria de todas las determinaciones anteriormente tomadas contra la justicia común y contra la razón corriente de la Humanidad. Las exhiben, bajo el nombre de precedentes, como autoridades para justificar las opiniones más inicuas, y los jueces no dejan nunca de fallar de conformidad con ellas.
Cuando defienden una causa evitan diligentemente todo lo que sea entrar en los fundamentos de ella; pero se detienen, alborotadores, violentos y fatigosos, sobre todas las circunstancias que no hacen al caso. En el antes mencionado, por ejemplo, no procurarán nunca averiguar qué derechos o títulos tiene mi adversario sobre mi vaca; pero discutirán si dicha vaca es colorada o negra, si tiene los cuernos largos o cortos, si el campo donde la llevo a pastar es redondo o cuadrado, si se la ordeña dentro o fuera de casa, a qué enfermedades está sujeta y otros puntos análogos. Después de lo cual consultarán precedentes, aplazarán la causa una vez y otra, y a los diez, o los veinte, o los treinta años, se llegará a la conclusión.
Asimismo debe consignarse que esta sociedad tiene una jerigonza y jerga particular para su uso, que ninguno de los demás mortales puede entender, y en la cual están escritas todas las leyes, que los abogados se cuidan muy especialmente de multiplicar. Con lo que han conseguido confundir totalmente la esencia misma de la verdad y la mentira, la razón y la sinrazón, de tal modo que se tardará treinta años en decidir si el campo que me han dejado mis antecesores de seis generaciones me pertenece a mí o pertenece a un extraño que está a trescientas millas de distancia.”

Los viajes de Gulliver

Lionel Shriver Foto
José Antonio Fortea Foto
Milan Kundera Foto
Haruki Murakami Foto
Zygmunt Bauman Foto
Arturo Uslar Pietri Foto
Patrick Rothfuss Foto
León Tolstói Foto
Henry Miller Foto
Alison Goodman Foto
Dan Brown Foto
Luis Landero Foto
Giambattista Vico Foto
Benito Pérez Galdós Foto
Cassandra Clare Foto

“No hay modo de fingir; Te amo y te amaré hasta que muera, y si hay una vida después de ésta te amaré también entonces." Jace Herondale”

City of Glass
Variante: No hay modo de fingir. Te amo y te amaré hasta que muera, y si hay una vida después de ésta te amaré aun entonces.

Mark Twain Foto