Frases sobre piedad

Una colección de frases y citas sobre el tema del piedad, vejez, vida, dios.

Frases sobre piedad

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“Es necesario exterminar sin piedad a los instigadores de este linaje”

refiriéndose al Marxismo
Mein Kampf, página 185.
Citas de Mein Kampf

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“Hemos de castigar con mucha piedad, que así lo requiere el nombre y la caridad que profesamos.”

San José de Calasanz (1556–1648) Santo español nacido en la localidad oscense de Peralta de la Sal fundador de la orden de las Escuelas Pías.

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“Sobre todo […] que observen escrupulosamente las leyes raciales y que se opongan sin piedad al envenenador universal de todos los pueblos: los judíos internacionales.”

Adolf Hitler (1889–1945) Führer y Canciller Imperial de Alemania. Líder del Partido Nazi

De su Testamento Político

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“Para purgarse de la propia infelicidad, el público se convierte en un espectador sediento de sangre, y cada uno saca de la violencia el bálsamo de la piedad, la atracción del sadismo o el remedio del dolor.”

Manuel Vicent (1936) escritor español

Fuente: [Vicent], Manuel. «Vértigo.» 31 de enero de 1993. https://elpais.com/diario/1993/01/31/ultima/728434801_850215.html El País. Consultado el 13 de noviembre de 2019.

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“Un gobernante eficaz no debe tener piedad.”

Nicolás Maquiavelo (1469–1527) diplomático, funcionario público, filósofo político y escritor italiano

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“Me consumo en mi fuego, Señor, piedad. De amor me estoy muriendo pero no puedo amar.”

Celeste Carballo (1956) Cantante y Compositora Argentina

Queja. Mi voz renacerá(1983)
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“No había piedad en ellos, ni siquiera esos ápices de humanidad que a veces uno vislumbra incluso en los más desalmados. Frailes, juez, escribano y verdugos se comportaban con una frialdad y un distanciamiento tan rigurosos que era precisamente lo que más pavor producía; más, incluso, que el sufrimiento que eran capaces de infligir: la helada determinación de quien se sabe respaldado por leyes divinas y humanas, y en ningún momento pone en duda la licitud de lo que hace. Después, con el tiempo, aprendí que, aunque todos los hombres somos capaces de lo bueno y de lo malo, los peores siempre son aquellos que, cuando administran el mal, lo hacen amparándose en la autoridad de otros, en la subordinación o en el pretexto de las órdenes recibidas. Y si terribles son quienes dicen actuar en nombre de una autoridad, una jerarquía o una patria, mucho peores son quienes se estiman justificados por cualquier dios. Puestos a elegir con quien habérselas a la hora, a veces insoslayable, de tratar con gente que hace el mal, preferí siempre a aquellos capaces de no acogerse más que a su propia responsabilidad. Porque en las cárceles secretas de Toledo pude aprender, casi a costa de mi vida, que nada hay más despreciable, ni peligroso, que un malvado que cada noche se va a dormir con la conciencia tranquila. Muy malo es eso. En especial, cuando viene parejo con la ignorancia, la superstición, la estupidez o el poder; que a menudo se dan juntos. Y aún resulta peor cuando se actúa como exégeta de una sola palabra, sea del Talmud, la Biblia, el Alcorán o cualquier otro escrito o por escribir. No soy amigo de dar consejos –a nadie lo acuchillan en cabeza ajena-, mas ahí va uno de barato: desconfíen siempre vuestras mercedes de quien es lector de un solo libro.”

Arturo Pérez-Reverte (1951) escritor y periodista español

Purity of Blood

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“Yo me llamo la caridad, soy el camino principal que conduce a Dios; seguidme, porque soy el objeto al que debéis todos aspirar. Esta mañana he hecho mi paseo habitual, y con el corazón lastimado vengo a deciros: ¡Oh! amigos míos, qué miserias, qué lágrimas y cuánto tenéis que hacer para sacarlas todas! He procurado vanamente consolar a las pobres madres; las he dicho al oído: ¡Animo! ¡hay buenos corazones que velan por vosotras, no os abandonarán, paciencia! Dios está aquí, sois sus amadas, sois sus elegidas. Parece que me oyen y vuelven a mí sus grandes ojos extraviados, pues leía en su pobre rostro que su cuerpo, ese tirano del espíritu, tenía hambre, y que si mis palabras serenaban un poco su corazón, no llenaban su estómago. Repetía otra vez, ¡ánimo, ánimo!, y entonces una pobre madre, joven aun, que amamantaba a su hijito, lo ha tomado en sus brazos y lo ha levantado como rogándome que protegiese a aquel pobre pequeño ser que sólo sacaba de su seno estéril un alimento insuficiente. En otra parte, amigos míos, he visto a pobres ancianos sin trabajo y en breve sin asilo, presa de todos los sufrimientos de la necesidad, y avergonzados de su miseria, no atreverse, no habiendo mendigado nunca, a implorar la piedad de los viandantes. Con el corazón conmovido de compasión, yo que nada tengo, me he puesto a mendigar para ellos, y voy por todas partes estimulando la beneficencia e inspirando buenos sentimientos a los corazones generosos y compasivos. Por esto vengo hoy, amigos míos, y os digo: allá hay desgraciados cuya artesa está sin pan, su hogar sin fuego y su cama sin abrigo. No os digo lo que debéis hacer, dejo la iniciativa a vuestros corazones; si yo os trazara vuestra línea de conducta, no tendríais el mérito de vuestra buena acción, sólo os digo: Soy la caridad, y os tiendo la mano para vuestros hermanos que sufren. Mas si pido, también doy, y doy mucho; ¡os convido al gran banquete, y os facilito el árbol en que os saciaréis todos! ¡Mirad qué hermoso es y cuán cargado está de flores y de frutos! Id, id; coged todos los frutos de ese hermoso árbol, que es la beneficencia. En el lugar que ocupaban las ramas que habréis cogido, pondré todas las buenas acciones que haréis y llevaré este árbol a Dios para que lo cargue de nuevo, porque la beneficencia es inagotable. Seguidme, pues, amigos míos, a fin de que os cuente en el número de los que se alisten a mi bandera; no tengáis miedo; yo os conduciré al camino de la salvación; porque soy la Caridad. (Caritá, martirizada en Roma. Lyon, 1861).”

Allan Kardec (1804–1869)

El Evangelio segun los Espiritus

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“la memoria esconde las cartas perdedoras, selecciona, tiene piedad.”

Dante Liano (1948)

El Hijo de la Casa = The Son of the House

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“¡La laguna de Flint! Nuestra nomenclatura es pobre. ¿Qué derecho tenía el sucio y estúpido granjero, cuya granja lindaba con esta agua celestial, a darle su nombre tras haber desnudado sin piedad sus riberas? No es para mi el nombre de un avaro que prefería la resplandeciente superficie de un dólar o de un centavo nuevo, en la que podía ver su propia cara dura; que consideraba intrusos a los mismos patos salvajes que anidaban allí y cuyos dedos habían crecido hasta convertirse en garras curvas y callosas por el hábito de agarrar las cosas como una arpía. No voy allí a ver ni a oír hablar de alguien que nunca ha 'visto' (palabra enfatizada en cursiva) la laguna, ni se ha bañado en ella, ni la ha amado, ni protegido, ni pronunciado una palabra a su favor, ni agradecido a Dios que la creara. Démosle más bien el nombre de los peces que nadan en ella, de las aves salvajes o los cuadrúpedos que la frecuentan, de las flores silvestres que crecen en sus orillas o de algún hombre o niño salvaje cuya historia se haya entretejido con la de la laguna, no el de aquel que no podría mostrar otro título que el hecho de que otro vecino de mentalidad semejante o la cámara legislativa se lo hayan otorgado a él, que sólo pensaba en su valor monetario y cuya presencia ha sido nefasta para la orilla, que esquilmó la tierra a su alrededor y habría agotado el agua, que lamentaba que no fuera una pradera de heno inglés o de arándanos. A su parecer, nada había que salvar en la laguna y la habría drenado y venido por el légamo del fondo. La laguna no movía su molino ni era, para él, un privilegio contemplarla. No respeto su trabajo ni su granja, donde todo está tasado. Ese hombre sería capaz de llevar el paisaje y a su Dios y al mercado si pudiera obtener algo a cambio; su Dios es el mercado, por eso va allí; nada crece libremente en su granja: sus campos no dan cosechas, sus prados no dan flores, sus árboles no dan fruto, sino dólares. No ama la belleza de sus frutos; sus frutos no están maduros para él hasta que se convierten en dólares.”

Walden

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“Qué inoportuno eres, E’lir. ¿No ves que desentonas? Vuelve más tarde. —Giró de nuevo la cabeza, ignorándome.
Di un resoplido y me incliné sobre el mostrador, estirando el cuello para leer lo que había escrito en la hoja de papel que Ambrose había dejado allí.
—¿Que yo desentono? Por favor, pero si este verso tiene trece sílabas. —Di unos golpecitos con el dedo en la hoja—. Y no es verso yámbico. La verdad es que no sé si tiene alguna métrica.
Ambrose giró la cabeza y me miró con irritación.
—Cuidado con lo que dices, E’lir. El día que te pida ayuda para componer un poema será el día en que…
—… será el día en que tengas dos horas libres —le interrumpí—. Dos horas largas, y eso será solo para empezar. «¿Así encuentra también bien el humilde tordo un suyo rumbo?» Mira, no sé por dónde empezar a corregir eso. No se aguanta por ninguna parte.
—¿Qué sabrás tú de poesía? —dijo Ambrose sin molestarse en girar la cabeza.
—Sé distinguir un verso que cojea cuando lo oigo —contesté—. Pero este ni siquiera cojea. La cojera tiene ritmo. Esto es como alguien cayendo por una escalera. Una escalera de peldaños irregulares. Con un estercolero al final.
—Es un ritmo saltarín —me dijo con una voz tensa, ofendido—. Es lógico que no lo entiendas.
—¿Saltarín? —Solté una risotada de incredulidad—. Mira, si viera «saltar» así a un caballo, lo sacrificaría por piedad, y luego quemaría su cuerpo para evitar que los perros lo mordisquearan y murieran.”

The Name of the Wind

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“El convencionalismo no es moralidad. La justicia propia no es religión. Atacar lo primero no se trata de atacar lo último. Arrancarle la máscara de la cara del fariseo, no consiste en levantar una mano impía a la Corona de Espinas. Estas cosas y los hechos están diametralmente opuestos: son tan diferentes como lo es el vicio a la virtud. Los hombres también suelen confundirlos: no deberían confundirse: la apariencia no debe ser confundida con la verdad; las pequeñas doctrinas humanas, que sólo tienden a enorgullecer y a magnificar a unos pocos, no deberían tomarse como sustituto del credo redentor mundial de Cristo. Hay, lo repito, una diferencia, y es un bien, y no una mala acción, marcar amplia mente y claramente la línea de separación entre ellas. Al mundo puede no gustarle ver estas ideas separadas, porque se ha acostumbrado a mezclarlas, encontrando conveniente hacer pasar una apariencia de piedad por un mérito auténtico - para dejar que las paredes blanqueadas respondan por los templos limpios. Es posible que odien a quien se atreva a examinar y exponer… para penetrar el sepulcro, y revelar los vestigios sepulcrales.”

Prefacio, 2a edición (21 Dic 1847). Las frases "apariencia de piedad", (en inglés "external show"), y "mérito auténtico" del inglés ""sterling worth", son alusiones bíblicas de 2 Timoteo 3:5 y 1 Corintios 11:19. "Paredes blanqueadas" es una alusión a Hechos 23:3.
Jane Eyre (1847)

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