Frases sobre veces
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“pensaba que tal vez era cierto que estaba loco y creía que no lo estaba porque los que están locos creen que no están locos”

Ernesto Cardenal (1925) político y sacerdote nicaragüense

Vida perdida. Memorias, I: 1

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“Dicen que la vida se puede recorrer por dos caminos: el bueno y el malo. Yo no creo eso. Yo más bien creo que son tres: el bueno, el malo y el que te dejan recorrer. El bueno lo he intentado andar y no me ha ido bien. Juro que ha sido así. De pequeño hice todo lo que consideré correcto y lo que está bendita New Orleáns, con sus acordes de ébano y sus insoportables chaquetas a rayas me inducía a hacer. Estudié profundamente y traté de trasladar mis conocimientos con pasión. Los estudiantes saben eso. También escribí encerrado en un pequeño mundo cuarto juntando frases, frustrándome ante las huidizas buenas palabras y las no menos resbaladizas imágenes, comparaciones, situaciones, personajes, diálogos. Asumí estar en ese camino porque es ese el modo como se consiguen los sueños. Al menos eso creía hasta un día, cuando tenía todo acabado y faltaba la confirmación de que había decidido bien, no hubo recompensa. No hubo zanahoria, Ahí me di cuenta de que ya estaba caminando, lejos de mi voluntad, por la otra senda. Esa que no es la buena ni la mala. Porque está claro que la buena es buena porque es una opción propia. La mala es mala porque también es tu opción. Pero la otra no es algo que hayas escogido, por lo cual no pueden decir que es ciertamente buena o ciertamente mala. Es ciertamente ajena, impropia. Por ese camino involuntario caminé, llevado de las narices, arrastrado como un palo sin poder animarme. Tuve que resignarme a ser como ellos me ordenaban, a aceptar sus juicios y sus rechazos. A comprobar una vez más que no todos pueden ver más allá de su aliento. A ser víctima de un sistema que hace de gente como yo infelices zombies o incomprendidos. Y hay que tener el espíritu muy bien templado, tal vez como acero damasquino o más, para afrontar semejante fuerza.”

John Kennedy Toole (1937–1969) novelista estadounidense
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“Dejemos esta cuestión para mañana, porque ya estarás cansado de leer hoy: si mañana u otro día no tienes, como sueles, pereza de volver a la librería, pereza de sacar tu bolsillo, y pereza de abrir los ojos para hojear las hojas que tengo que darte todavía, te contaré cómo a mí mismo, que todo esto veo y conozco y callo mucho más, me ha sucedido muchas veces, llevado de esta influencia, hija del clima y de otras causas, perder de pereza más de una conquista amorosa; abandonar más de una pretensión empezada, y las esperanzas de más de un empleo, que me hubiera sido acaso, con más actividad, poco menos que asequible; renunciar, en fin, por pereza de hacer una visita justa o necesaria, a relaciones sociales que hubieran podido valerme de mucho en el transcurso de mi vida; te confesaré que no hay negocio que no pueda hacer hoy que no deje para mañana; te referiré que me levanto a las once, y duermo siesta; que paso haciendo el quinto pie de la mesa de un café, hablando o roncando, como buen español, las siete y las ocho horas seguidas; te añadiré que cuando cierran el café, me arrastro lentamente a mi tertulia diaria (porque de pereza no tengo más que una), y un cigarrito tras otro me alcanzan clavado en un sitial, y bostezando sin cesar, las doce o la una de la madrugada; que muchas noches no ceno de pereza, y de pereza no me acuesto; en fin, lector de mi alma, te declararé que de tantas veces como estuve en esta vida desesperado, ninguna me ahorqué y siempre fue de pereza.”

Mariano José de Larra (1809–1837) escritor, periodista y político español (1809-1837)
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“Cuando compramos un libro establecemos una propiedad, como ocurre con la ropa o los muebles; pero el acto de comprar no representa sino el preludio de la posesión en el caso de un libro. Sólo se posee completamente un libro cuando pasa a formar parte de uno mismo, y la mejor forma de pasar a formar parte de él —lo que viene a ser lo mismo— es escribir en él.

¿Por qué es indispensable subrayar un libro para leerlo? En primer lugar, porque así nos mantenemos despiertos, totalmente despiertos y no sólo conscientes. En segundo lugar, leer, si lo hacemos activamente, equivale a pensar, y el pensamiento tiende a expresarse en palabras, escritas o habladas. La persona que asegura saber lo que piensa pero no puede expresarlo normalmente no sabe lo que piensa. En tercer lugar, anotar las propias reacciones ayuda a recordar las ideas del autor.

La lectura de un libro debería ser una conversación entre el lector y el escritor. Lo más probable es que éste sepa más sobre el tema que aquél; en otro caso, el lector no se molestaría en leer su obra, pero la comprensión supone una tarea doble: la persona que aprende tiene que plantearse preguntas y planteárselas al enseñante, e incluso tiene que estar dispuesta a discutir con éste una vez que ha entendido lo que dice. Literalmente, subrayar un libro equivale a la expresión de las diferencias o de la coincidencia del lector con el escritor, y supone el mayor honor que aquél le puede rendir a éste.”

How to Read a Book: The Classic Guide to Intelligent Reading

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“tal vez las cosas malas suceden porque es la única forma de que sigamos recordando cómo deberían ser las buenas.”

Nineteen Minutes
Variante: Aunque, pensándolo bien, tal vez las cosas malas suceden porque es la única forma de que sigamos recordando cómo deberían ser las buenas.

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“Lo que cuenta a veces no es lo que se da, sino lo que se cede”

Carlos Ruiz Zafón (1964) escritor español

Variante: ... lo que cuenta a veces no es lo que se da, sino lo que se cede." La sombra del viento

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“«Sólo viviendo absurdamente se podría romper alguna vez este absurdo infinito», se repitió Oliveira.”

Rayuela: 50 Edición conmemorativa
Variante: Sólo viviendo absurdamente se podría romper alguna vez este absurdo infinito

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“Mejor estaría con diablos: de siete veces seis no saben lo que ellas mismas quieren.”

Giovanni Boccaccio (1313–1375) escritor y humanista italiano

El Decamerón

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“Mimi era una mujer encantadora y con un carácter que entonaba muy bien en las aficiones plásticas y poéticas de Rodolphe. Tenía veintidós años, era baja de estatura, menuda, mimosa. El rostro parecía el apunte de una cara aristocrática, pero los rasgos, bastante delicados y a los que parecía prestar un dulce resplandor el fulgor de los ojos azules y límpidos, tenían, en algunos momentos de contrariedad o de mal humor, un aspecto brutal, casi feroz, en el que un fisiólogo habría descubierto quizá el indicio de un hondo egoísmo o de una gran insensibilidad. Pero se le veía casi siempre un rostro adorable, de sonrisa joven y lozana, de mirada tierna o rebosante de imperiosa coquetería. La sangre joven le corría, cálida y rápida, por las venas y le teñía de tonos sonrosados la piel translúcida, blanca como las camelias. Aquella belleza enfermiza seducía a Rodolphe y, por las noches, pasaba con frecuencia muchas horas coronando de besos la frente pálida de su amante dormida, cuyos ojos húmedos y cansados brillaban, entornados, bajo la cortina de la espléndida cabellera morena. Pero lo que contribuyó a que Rodolphe se enamorase locamente de la señorita Mimi fueron sus manos, que, pese a los trabajos del hogar, sabía conservar más blancas que las de la diosa Ociosidad. Pero aquellas manos tan frágiles y tan bonitas, tan suaves bajo los labios que las acariciaban, aquellas manos de niña entre las que había depositado Rodolphe el corazón, otra vez en flor, aquellas manos blancas de la señorita Mimi no iban a tardar en mutilarle el corazón al poeta con sus uñas de color de rosa.”

Henri Murger (1822–1861) escritor francés

Escenas de la vida bohemia

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“Tampoco hay que creer que el hombre es el más antiguo o el último de los amos de la tierra, o que esa combinación de vida y sustancia discurre sola por el universo. Los Grandes Antiguos eran, los Grandes Antiguos son, y los Grandes Antiguos serán. No conocemos nada del espacio sino por intermedio de ellos. Caminan serenos y primordiales, sin dimensiones e invisibles para nosotros. Yog-Sothoth es la puerta. Yog-Sothoth es la llave y el guardián de la puerta. Pasado, presente y futuro, todo es uno en Yog-Sothoth. Él sabe por dónde entraron los Grandes Antiguos en el pasado, y por dónde volverán a irrumpir otra vez. Sabe dónde Ellos han hollado los campos de la Tierra, dónde los siguen hollando, y por qué nadie puede contemplarlos mientras lo hacen. A veces el hombre puede saber que están cerca por Su olor, pero ningún hombre puede conocer Su semblante, salvo en los rasgos de los hombres engendrados por Ellos, y los hay de muchos tipos, distinguiéndose en apariencia de la auténtica forma humana hasta la forma sin imagen ni sustancia que es la de Ellos. Caminan invisibles y hediondos en lugares solitarios donde las Palabras han sido pronunciadas y los Ritos han sido aullados en las Estaciones apropiadas. El viento gime con Sus voces, y la tierra murmura con Su voluntad. Abaten los bosques y destruyen ciudades, aunque ningún bosque o ciudad advierte la mano que los aniquila. Kadath, en el páramo helado los ha conocido; pero, ¿qué hombre conoce a Kadath? El desierto helado del Sur y las islas sumergidas del océano conservan piedras donde puede verse Su sello, pero ¿quién ha visto la helada ciudad hundida o la torre sellada engalanada con algas y percebes? El Gran Cthulhu es Su primo, aunque apenas puede entreverlos débilmente.¡Iä! ¡Shub-Niggurath! Por su olor inmundo Los conoceréis. Su mano está en vuestras gargantas, aunque no Los veáis, y Su morada se encuentra en el umbral que custodiáis. Yog-Sothoth es la llave que abre la puerta, el lugar donde se reúnen las esferas. ahora el hombre reina donde Ellos reinaron antes; pronto Ellos reinarán donde el hombre reina ahora. Después del verano viene el invierno; después del invierno, el verano. Ellos esperan pacientes y poderosos, porque volverán a reinar aquí.”

Howard Phillips Lovecraft (1890–1937) escritor estadounidense
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“Tal vez había llegado la hora de reinventar mi destino”

The Monk Who Sold His Ferrari: A Fable About Fulfilling Your Dreams Reaching Your Destiny

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“Blanca, en cambio, se había acostumbrado a vivir sola. Terminó por encontrar paz
en sus quehaceres de la gran casa, en su taller de cerámica y en sus Nacimientos de
animales inventados, donde lo único que correspondía a las leyes de la biología era la
Sagrada Familia perdida en una multitud de monstruos. El único hombre de su vida era
Pedro Tercero, pues tenía vocación para un solo amor. La fuerza de ese
inconmovible sentimiento la salvó de la mediocridad y de la tristeza de su destino.
Permanecía fiel aun en los momentos en que él se perdía detrás de algunas ninfas de
pelo lacio y huesos largos, sin amarlo menos por ello. Al principio creía morir cada vez
que se alejaba, pero pronto se dio cuenta de que sus ausencias duraban lo que un
suspiro y que invariablemente regresaba más enamorado y más dulce. Blanca prefería
esos encuentros furtivos con su amante en hoteles de cita, a la rutina de una vida en
común, al cansancio de un matrimonio y a la pesadumbre de envejecer juntos
compartiendo las penurias de fin de mes, el mal olor en la boca al despertar, el tedio
de los domingos y los achaques de la edad. Era una romántica incurable. Alguna vez
tuvo la tentación de tomar su maleta de payaso y lo que quedaba de las joyas del
calcetín, e irse con su hija a vivir con él, pero siempre se acobardaba. Tal vez temía
que ese grandioso amor, que había resistido tantas pruebas, no pudiera sobrevivir a la
más terrible de todas: la convivencia. Alba estaba creciendo muy rápido y comprendía
que no le iba a durar mucho el buen pretexto de velar por su hija para postergar las
exigencias de su amante, pero prefería siempre dejar la decisión para más adelante.
En realidad, tanto como temía la rutina, la horrorizaba el estilo de vida de Pedro
Tercero, su modesta casita de tablas y calaminas en una población obrera, entre
cientos de otras tan pobres como la suya, con piso de tierra apisonada, sin agua y con
un solo bombillo colgando del techo. Por ella, él salió de la población y se mudó a un
departamento en el centro, ascendiendo así, sin proponérselo, a una clase media a la
cual nunca tuvo aspiración de pertenecer. Pero tampoco eso fue suficiente para Blanca.
El departamento le pareció sórdido, oscuro, estrecho y el edificio promiscuo. Decía que
no podía permitir que Alba creciera allí, jugando con otros niños en la calle y en las
escaleras, educándose en una escuela pública. Así se le pasó la juventud y entró en la
madurez, resignada a que los únicos momentos de placer eran cuando salía
disimuladamente con su mejor ropa, su perfume y las enaguas de mujerzuela que a
Pedro Tercero cautivaban y que ella escondía, arrebolada de vergüenza, en lo más
secreto de su ropero, pensando en las explicaciones que tendría que dar si alguien las
descubría. Esa mujer práctica y terrenal para todos los aspectos de la existencia,
sublimó su pasión de infancia, viviéndola trágicamente. La alimentó de fantasías, la idealizó, la defendió con fiereza, la depuró de las verdades prosaicas y pudo convertirla
en un amor de novela.”

The House of the Spirits

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“A veces las fisuras de dos almas separadas puede ser lo que las une.”

Lisa Kleypas (1964) escritora estadounidense

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