Frases sobre cerrar

Una colección de frases y citas sobre el tema del cerrar, ojos, abrir, veces.

Frases sobre cerrar

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“Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.”

Rayuela

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“Y mirá que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente. Como no sabías disimular me di cuenta en seguida de que para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos”

Rayuela
Variante: ..."Y mirá que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente. Como no sabías disimular me di cuenta en seguida de que para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos"...

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“Hay que taparse los ojos y cerrar los oídos”

Manuel Rosales (1952) político venezolano

Durante la Concentración Opositora por el No, Valera Domingo 8 de febrero de 2009 http://www.youtube.com/watch?v=SPE1eMPSEVw

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“A veces es mejor cerrar la boca y parecer idiota, que abrir la boca y demostrar que lo eres.”

El Chojin (1977) MC español

“Es mejor estar callado y parecer tonto, que hablar y despejar las dudas definitivamente. groucho marx.”

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“Cuando las cosas no van bien, nada como cerrar los ojos y evocar intensamente una cosa bella.”

André Maurois (1885–1967) escritor francés

Fuente: [Señor] (1997), p. 72.

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“Hasta cuando podemos cerrar los ojos, los debemos mantener abiertos…”

José Saramago (1922–2010) escritor, novelista, poeta, periodista y dramaturgo portugués
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“La forma de ver mediante la fe es cerrar el ojo de la razón.”

Benjamin Franklin (1706–1790) político, científico e inventor estadounidense

Original: «The way to see by faith is to shut the eye of reason».
Fuente: Coffman, Steve. Words of the Founding Fathers: Selected Quotations of Franklin, Washington, Adams, Jefferson, Madison and Hamilton, with Sources. Editorial McFarland, 2012. ISBN 9780786485000, p. 3. https://books.google.es/books?id=zkRKqnxjbAoC&pg=PA3&dq=The+way+to+see+by+faith+is+to+close+the+eye+of+reason.+Benjamin+Franklin&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwjD5t6a9YLhAhUHhRoKHaaDAzEQ6AEILzAB#v=onepage&q=The%20way%20to%20see%20by%20faith%20is%20to%20close%20the%20eye%20of%20reason.%20Benjamin%20Franklin&f=false

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“Nadie tiene en Colombia la autoridad de cerrar con candado el camino hacia la paz.”

Íngrid Betancourt (1961) política Colombiana

En video de pruebas de supervivencia divulgado en 2002.

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“Hemos fichado a un jugador que para que nos lo quiten tienen que cerrar un banco”

Manuel Ruiz de Lopera (1944) futbolista español

En alusión al fichaje de Denilson de Oliveira.

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“Como no sabías disimular me di cuenta en seguida de que para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos.”

Hopscotch
Rayuela
Variante: Como no sabías disimular me dí cuenta enseguida de que para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos.

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“Cerrar los ojos… no va a cambiar nada. Nada va a desaparecer simplemente por no ver lo que está pasando. De hecho, las cosas serán aún peor la próxima vez que los abras. Sólo un cobarde cierra los ojos. Cerrar los ojos y taparse los oidos no va a hacer que el tiempo se detenga.”

Haruki Murakami (1949) escritor y traductor japonés

Johnny Walken
"Kafka en la orilla"
Variante: Cerrar los ojos no va a cambiar nada. Nada va a desaparecer simplemente por no ver lo que está pasando. De hecho, las cosas serán aún peor la próxima vez que los abras. Sólo un cobarde cierra los ojos. Cerrar los ojos y taparse los oidos no va a hacer que el tiempo se detenga.

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“Ante la Ley hay un guardián. Hasta ese guardián llega un campesino y le ruega que le permita entrar a la Ley. Pero el guardián responde que en ese momento no le puede franquear el acceso. El hombre reflexiona y luego pregunta si es que podrá entrar más tarde. —Es posible —dice el guardián—, pero ahora, no. Las puertas de la Ley están abiertas, como siempre, y el guardián se ha hecho a un lado, de modo que el hombre se inclina para atisbar el interior. Cuando el guardián lo advierte, ríe y dice: —Si tanto te atrae, intenta entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda esto: yo soy poderoso. Y yo soy sólo el último de los guardianes. De sala en sala irás encontrando guardianes cada vez más poderosos. Ni siquiera yo puedo soportar la sola vista del tercero. El campesino no había previsto semejantes dificultades. Después de todo, la Ley debería ser accesible a todos y en todo momento, piensa. Pero cuando mira con más detenimiento al guardián, con su largo abrigo de pieles, su gran nariz puntiaguda, la larga y negra barba de tártaro, se decide a esperar hasta que él le conceda el permiso para entrar. El guardián le da un banquillo y le permite sentarse al lado de la puerta. Allí permanece el hombre días y años. Muchas veces intenta entrar e importuna al guardián con sus ruegos. El guardián le formula, con frecuencia, pequeños interrogatorios. Le pregunta acerca de su terruño y de muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y al final le repite siempre que aún no lo puede dejar entrar. El hombre, que estaba bien provisto para el viaje, invierte todo —hasta lo más valioso— en sobornar al guardián. Este acepta todo, pero siempre repite lo mismo: —Lo acepto para que no creas que has omitido algún esfuerzo. Durante todos esos años, el hombre observa ininterrumpidamente al guardián. Olvida a todos los demás guardianes y aquél le parece ser el único obstáculo que se opone a su acceso a la Ley. Durante los primeros años maldice su suerte en voz alta, sin reparar en nada; cuando envejece, ya sólo murmura como para sí. Se vuelve pueril, y como en esos años que ha consagrado al estudio del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de pieles, también suplica a las pulgas que lo ayuden a persuadir al guardián. Finalmente su vista se debilita y ya no sabe si en la realidad está oscureciendo a su alrededor o si lo engañan los ojos. Pero en aquellas penumbras descubre un resplandor inextinguible que emerge de las puertas de la Ley. Ya no le resta mucha vida. Antes de morir resume todas las experiencias de aquellos años en una pregunta, que nunca había formulado al guardián. Le hace una seña para que se aproxime, pues su cuerpo rígido ya no le permite incorporarse. El guardián se ve obligado a inclinarse mucho, porque las diferencias de estatura se han acentuado señaladamente con el tiempo, en desmedro del campesino. —¿Qué quieres saber ahora? –pregunta el guardián—. Eres insaciable. —Todos buscan la Ley –dice el hombre—. ¿Y cómo es que en todos los años que llevo aquí, nadie más que yo ha solicitado permiso para llegar a ella? El guardián comprende que el hombre está a punto de expirar y le grita, para que sus oídos debilitados perciban las palabras. —Nadie más podía entrar por aquí, porque esta entrada estaba destinada a ti solamente. Ahora cerraré.”

Ante la ley

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“para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos”

Rayuela: 50 Edición conmemorativa

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“Cosas detestables

Cuando uno tiene prisa por salir, llega alguien de visita y se queda hablando un largo tiempo. Si es una persona de poca importancia, uno puede deshacerse de ella diciendo que podrán hablar en otra ocasión; pero si se trata de alguien a quien se le debe respeto, la situación se vuelve realmente detestable.

Uno encuentra un pelo sobre el suzuri, o el mismo sumi contiene un grano de piedra que, al frotar, produce un chirrito destemplado.

Un hombre que no se destaca en nada, discute toda clase de temas, riéndose, como si supiera algo de ello.

Envidiar la suerte de los demas y quejarse de la propia, hablar mal de la gente, interesarse por lo superficial, querer saberlo todo y estar resentido y vilipediar a los que no nos han informado de los hechos, o bien, cuando sólo se ha tenido una noticia parcial, hablar de ella con lujo de detalles como si se tratase de algo que conoce desde el principio: todo esto es odioso.

Se está por escuchar alguna noticia interesante cuando un niño empieza a llorar.

Un hombre nos viene a ver en secreto; un perro lo ve y se pone a ladrar: dan ganas de matarlo.

Ya es bastante tontería el invitar a un hombre a pasar la noche, ocultándolo donde no debería estar, y he aquí que ronca.

Uno va a la cama y está a punto de quedar dormido cuando un mosquito anuncia su presencia con voz aguda cerca de nuestra cara; hasta se siente el aire que mueve con sus alas a pesar de su pequeñez, y esto es en extremo odioso.

Estamos en medio de un relato cuando otra persona se inmiscuye, nos interrumpe, y trata de demostrar que es el único ser inteligente de la reunión. Tales personas son odiosas, se trate de niños o mayores.

Un hombre con el que tenemos relaciones amorosas, se pone a alabar a una mujer que conoció en el pasado, y aunque sea una cosa lejana no puede resultar menos horrible. ¡Cuánto más si se trata de alguien a quien él sigue visitando!

No soporto a las personas que salen sin cerrar la puerta tras de sí.”

The Pillow Book

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“Pienso cuando maduraban los limones. En el viento de febrero que rompía los tallos de los helechos, antes que el abandono los secara; los limones maduros que llenaban con su olor el viejo patio.
El viento bajaba de las montañas en las mañanas de febrero. Y las nubes se quedaban allá arriba en espera de que el tiempo bueno las hiciera bajar al valle; mientras tanto dejaban vacío el cielo azul, dejaban que la luz cayera en el juego del viento haciendo círculos sobre la tierra, removiendo el polvo y batiendo las ramas de los naranjos.
Y los gorriones reían; picoteaban las hojas que el aire hacía caer, y reían; dejaban sus plumas entre las espinas de las ramas y perseguían a las mariposas y reían. Era esa época.
En febrero, cuando las mañanas estaban llenas de viento, de gorriones y de luz azul. Me acuerdo.
Mi madre murió entonces.
Que yo debía haber gritado: que mis manos tenían que haberse hecho pedazos estrujando su desesperación. Así hubieras tú querido que fuera. ¿Pero acaso no era alegre aquella mañana? Por la puerta abierta entraba el aire, quebrando las guías de la yedra. En mis piernas comenzaba a crecer el vello entre las venas, y mis manos temblaban tibias al tocar mis senos. Los gorriones jugaban. En las lomas se mecían las espigas. Me dio lástima que ella ya no volviera a ver el juego del viento en los jazmines; que cerrara sus ojos a la luz de los días. ¿Pero por qué iba a llorar?”

Pedro Páramo

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“Es la hora, amor mío, de apartar esta rosa sombría, cerrar las estrellas, enterrar la ceniza en la tierra: y en la insurrección de la luz, despertar con los que despertaron o seguir en el sueño alcanzando la otra orilla del mar que no tiene otra orilla.”

Pablo Neruda (1904–1973) poeta

Selected Poems
Variante: Es la hora, amor mío, de apartar esta rosa sombría,
cerrar las estrellas, enterrar la ceniza en la tierra:
y, en la insurrección de la luz, despertar con los que despertaron
o seguir en el sueño alcanzando la otra orilla del mar que no tiene otra orilla.

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“En tanto que la iglesia tenga el poder de cerrar los labios de los hombres, la superstición gobernará el mundo.”

Robert Green Ingersoll (1833–1899) político, activista, orador y abogado estadounidense

En La Tumba De Un Niño (1882)

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“Estoy sumamente asombrado por lo que se ha escrito sobre el Alexander, el cual está tan bien realizado que debo suponer que en Messina no hay muchos amantes del Arte. Me sorprende también que su Señoría hubiera quejado tanto acerca del precio como de lienzo, pero si su Señoría quisiera devolverlo, como ya hizo con el esbozo de Homero, haré otro Alexander… Si a su Señoría le gusta el Alexander tal cual, muy bien. Si no quiere quedarse con ello, queda por abonar seiscientos florínes. Y para el Homero, quinietos florínes, más el coste del lienzo, entendiéndose que todos los gastos corren al cargo de su Señoría. De estar de acuerdo con ello, le agradecería que me enviara las medidas deseadas. Quedo a su disposición para cerrar el trato.”

Rembrandt (1606–1669) pintor neerlandés del siglo XVII

Original (versión en inglés): I am most astonished by what has been written about the [painting] 'Alexander', which is so well done that I must suppose there are not many lovers of art [amatori] at Messina. I am also surprised that Your Lordship [Don Antonio Ruffo] should complain as much about the price as about the canvas, but if Your Lordship wishes to return it as he did the sketch [schizzo] of Homer, I will do another Alexander... If Your Lordship likes the Alexander as is, very well. If he does not want to keep it, six hundred florins remain outstanding. And for the Homer [painting] five hundred florins plus the expenses of canvas, it being understood that everything is at Your Lordship's expense. Having agreed to it, would he kindly send me his desired measurements. Awaiting the response to settle the matter.
Carta de Rembrandt en noviembre/diciembre de 1662 a Antonio Ruffo, de Messina (citada en Rembrandt's Eyes, de Simon Schama, Alfred A. Knopf, Borzoi Books, NEW YORK 1999, p. 593). La obra Alexander está perdida.
Fuente: [Schama], Simon; Rembrandt [Harmenszoon van Rijn] (en inglés). Rembrandt's Eyes, p. 593. Alfred A. Knopf, 1999. ISBN 0375709819, 9780375709814. https://books.google.es/books?hl=es&id=w6vqAAAAMAAJ&focus=searchwithinvolume&q=Alexander En Google Books. Consultado el 23 de octubre de 2019.

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“Espero que esta llave abra la puerta de la amistad entre nuestros pueblos y que sólo utilizaré para abrir el camino de la paz y cerrar el paso a los malos pensamientos de aquellos que se oponen a los pueblos libres e independientes.”

Nicolae Ceaușescu (1918–1989) político comunista, presidente de Rumania y presidente del Consejo de Estado de Rumania

Al recibir la llave de oro de Madrid, 1979 http://elpais.com/diario/1979/05/23/espana/296258404_850215.html.

“De vez en cuando es prudente y aconsejable cerrar los libros, y leer o escribir tu propia historia, aunque suene una idea narcisista. Contar nuestra vida a manera de autobiografía, puede traer muchos beneficios en el plano espiritual y psicológico.”

Excelente iniciativa, https://facebook.com/Loquecallamosloslectoress/photos/a.318506101890038/1071320543275253
El hecho que sea educador, ya jubilado, me ofrece una ventaja competitiva en cuanto a escribirla o narrarla...

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