Frases sobre comida

Una colección de frases y citas sobre el tema del comida, comida, ser, puede.

Frases sobre comida

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“Hablo de libros siempre, todos los días, en la comida, por correo, por teléfono, por skype, por chat, por facebook.”

Elvira Lindo (1962) escritora española

Lugares que no quiero compartir con nadie

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“No hay amor más sincero que el que sentimos hacia la comida.”

George Bernard Shaw (1856–1950) escritor irlandés, ganador del Premio Nobel de literatura en 1925 y del Óscar en 1938

Atribuidas

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“Si diéramos a la comida, la alegría y las canciones más valor que al oro, este sería sin duda un mundo más feliz.”

John Ronald Reuel Tolkien (1892–1973) escritor, poeta, filólogo y profesor universitario británico

Sin fuentes

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“La sociedad está compuesta por dos grandes clases: aquellos que poseen más comida que apetito, y los que tienen más apetito que comida.”

Nicolas Chamfort (1741–1794) escritor francés

Variante: La sociedad se compone de dos grandes clases: los que tienen más cenas que apetito, y los que tienen más apetito que cenas.

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“Has de mirar con quién comes y bebes antes que lo que comes y bebes; porque comida sin amigo es comida de leones y lobos.”

Epicuro (-341–-269 a.C.) filósofo griego

Citado por Séneca en su obra Cartas de Séneca a Lucilio, Carta XIX

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“Le digo al ama de casa que no eche huesos de vaca cuando haga una comida, aunque ya no se venden, sino de cerdo.”

Celia Villalobos (1949) política española

Fuente: Diario 'El País' http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Villalobos/desaconseja/caldo/huesos/vaca/elpepisoc/20010109elpepisoc_6/Tes/

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“Se levanta y hace la cama, luego recoge del suelo unos libros de bolsillo (novelas policíacas) y los pone en la librería. Tiene ropa que lavar antes de irse, ropa que guardar, medias que emparejar y meter en los cajones. Envuelve la basura en papel de periódico y baja tres pisos para dejarla en el cubo de la basura. Saca los calcetines de Cal de detrás de la cama y los sacude, dejándolos sobre la mesa de la cocina. Hay trapos que lavar, hollín en el alféizar de las ventanas, cacerolas en remojo por fregar, hay que poner un plato bajo el radiador por si funciona durante la semana (se sale). Oh. Aj. Que se queden las ventanas como están, aunque a Cal no le gusta verlas sucias. Esa espantosa tarea de restregar el retrete, pasarle el plumero a los muebles. Ropa para planchar. Siempre se caen cosas cuando recoges otras. Se agacha una y otra vez. La harina y el azúcar se derraman sobre los estantes que hay encima de la pila y tiene que pasar un paño; hay manchas y salpicaduras, hojas de rábano podridas, incrustaciones de hielo dentro de la vieja nevera (hay que mantener la puerta abierta con una silla, para que se descongele). Pedazos de papel, caramelos, cigarrillos y ceniza por toda la habitación. Tiene que quitarle el polvo a todo. Decide limpiar las ventanas a pesar de todo, porque quedan más bonitas. Estarán asquerosas después de una semana. Por supuesto, nadie la ayuda. Nada tiene la altura adecuada. Añade los calcetines de Cal a la ropa de ambos que tiene que llevar a la lavandería de autoservicio, hace un montón separado con la ropa de él que tiene que coser, y pone la mesa para sí misma. Raspa los restos de comida del plato del gato, y le pone agua limpia y leche. «Mr. Frosty» no parece andar por allí. Debajo de la pila encuentra un paño de cocina, lo recoge y lo cuelga sobre la pila, se recuerda a sí misma que tiene que limpiar allí abajo más tarde, y se sirve cereales, té, tostadas y zumo de naranja. (El zumo de naranja es un paquete del gobierno de naranja y pomelo en polvo y sabe a demonios.) Se levanta de un salto para buscar la fregona debajo de la pila, y el cubo, que también debe estar por allí. Es hora de fregar el suelo del cuarto de baño y el cuadrado de linóleo que hay delante de la pila y la cocina. Primero termina el té, deja la mitad del zumo de naranja y pomelo (haciendo una mueca) y algo del cereal. La leche vuelve a la nevera —no, espera un momento, tírala—, se sienta un minuto a escribir una lista de comestibles para comprarlos en el camino del autobús a casa, cuando vuelva dentro de una semana. Llena el cubo, encuentra el jabón, lo deja, friega sólo con agua. Lo guarda todo. Lava los platos del desayuno. Coge una novela policíaca y la hojea, sentada en el sofá. Se levanta, limpia la mesa, recoge la sal que ha caído en la alfombra y la barre. ¿Eso es todo? No, hay que arreglar la ropa de Cal y la suya. Oh, déjalo. Tiene que hacer la maleta y preparar la comida de Cal y la suya (aunque él no se marcha con ella). Eso significa volver a sacar las cosas de la nevera y volver a limpiar la mesa, dejar pisadas en el linóleo otra vez. Bueno, no importa. Lava el plato y el cuchillo. Ya está. Decide ir por la caja de costura para arreglar la ropa de él, cambia de opinión. Coge la novela policíaca. Cal dirá: «No has cosido mi ropa.» Va a coger la caja de costura del fondo del armario, pisando maletas, cajas, la tabla de plancha, su abrigo y ropa de invierno. Pequeñas manos salen de la espalda de Jeannine y recogen lo que ella tira. Se sienta en el sofá y arregla el desgarrón de la chaqueta de verano de él, cortando el hilo con los dientes. Vas a estropearte el esmalte. Botones. Zurce tres calcetines. (Los otros están bien.) Se frota los riñones. Cose el forro de una falda que está descosido. Limpia zapatos. Hace una pausa y mira sin ver. Luego reacciona y con aire de extraordinaria energía saca la maleta mediana del armario y empieza a meter su ropa para”

The Female Man

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“Cualquiera que sea la sustancia que origine la adicción —alcohol, comida, drogas (legales o ilegales) o una persona—, estás usando algo o a alguien para encubrir tu dolor.”

Eckhart Tolle (1948) escritor contemporáneo de origen alemán

Practicando el poder del ahora: Enseñanzas, meditaciones y ejercicios esenciales extraídos de El poder del Ahora

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“El olor de comida cocinándose es a menudo relajante.”

The Bad Beginning

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“Sólo quien ha comido ajo puede darnos una palabra de aliento.”

Woody Allen (1935) director de cine estadounidense

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“He decidido mirar alrededor buscando algo diferente a lo cual adorar, algo con lo que realmente pueda contar. E inmediatamente pensé en el Sol, así como así, de la noche a la mañana me convertí en un adorador del Sol. Bueno, en la noche no, porque no se puede ver el Sol por la noche. Pero apenas amanece, me vuelvo un adorador del Sol. Por varias razones: primero que todo, puedo ver al Sol, ¿OK? Sí, a diferencia de otros dioses que podría nombrar, puedo ver al Sol. Soy muy bueno en eso. Si se puedo ver algo, no lo sé, como que ayuda a darle credibilidad, ¿saben?. Entonces todos los días puedo ver al Sol. Así como me da todo lo que necesito: calor, luz, comida, flores en el parque, reflejos en el lago y ocasionalmente cáncer de piel. Pero oigan, al menos no hay crucifixiones, y no se manda gente al fuego solo porque no está de acuerdo con nosotros. Adorar al Sol es bastante simple. No hay misterios, ni milagros, ni uniformes, ni alguien pidiendo dinero, no hay canciones que aprenderse y no tenemos un edificio especial donde nos reunimos una vez a la semana a comparar vestuarios. Y la mejor cosa del sol es que nunca me dice que soy un desagradecido. No me dice que soy una mala persona que necesito ser salvada. No me dice nada desagradable; me trata bien. Así es que soy un adorador del Sol. Pero no le rezo al Sol, ¿saben porqué? porque no sacaría ventaja de nuestra amistad, no es correcto… ¿saben a quién le rezo? ¡a Joe Pesci!”

George Carlin (1937–2008) Mónologista, cómico y escritor estadoudinense
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“Lo que para unos es comida, para otros es amargo veneno.”

Lucrecio (-94–-55 a.C.) poeta y filósofo romano del s. I a.C.

De la naturaleza de las cosas
Fuente: [Durschmied], Erik. La cruzada del odio. Ediciones Robinbook. ISBN 9788499170220, p. 256.

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“[La destrucción de la selva para obtener beneficios económicos] es como quemar una pintura del Renacimiento para cocinar una comida.”

Edward Osborne Wilson (1929) biólogo estadounidense (n. 1929)

Fuente: Citado en: R.Z. Sheppard, Nature: Splendor in The Grass, Time (3 de septiembre de 1990).

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“Control de la mente. Vaya estupidez.

Lo cierto era que todo el mundo tenía la mente controlada, y todo el mundo se congratulaba por ello. Los controladores de mente más poderosos del mundo eran los padres, y eran ellos los que causaban más daños. Los teóricos solían olvidar que nadie nacía convencional, neurótico o con prejuicios; estas cualidades requerían ayuda ajena. Naturalmente, los padres no tenían intención de causar daño a sus hijos; se limitaban a inculcarles actitudes que consideraban importantes y útiles para ellos.

Los niños recién nacidos eran pequeños computadores en espera de ser programados. Podían aprender todo cuanto les fuera enseñado, desde mala ortografía a actitudes equivocadas. Como los computadores, no sabían discriminar; carecían de elementos para diferenciar las ideas buenas de las malas. La analogía era absolutamente exacta: mucha gente había comentado el infantilismo y la fidelidad literal de los computadores. Por ejemplo, si se ordenaba a un computador "Ponte los zapatos y los calcetines", el computadores respondería inmediatamente que no podía ponerse los calcetines por encima de los zapatos.

Toda la programación importante había terminado a la edad de siete años. Las actitudes raciales, sexuales, éticas, religiosas, nacionales. El giróscopo estaba en marcha, y los niños ya podían empezar su progreso por los cauces señalados de antemano.

Control de la mente.

¿Cómo llamar a algo tan sencillo como los convencionalismos sociales? ¿Estrecharse mutuamente las manos al saludarse? ¿No dar nunca la espalda en un ascensor? ¿Servir la comida por la izquierda? ¿Colocar la copa de vino a la derecha? Cientos de pequeños convencionalismos que la gente necesitaba para estereotipar las relaciones sociales; la supresión de una sola de ellas acarrearía una ansiedad insoportable.

Las personas necesitaban el control de la mente. Les gustaba sujetarse a él. Sin él se sentían irremediablemente perdidas.

Pero si un pequeño grupo de gente intentaba resolver el mayor problema del mundo en la actualidad –la violencia incontrolada-, de todas partes llegaban las exclamaciones: control de la mente, ¡control de la mente!

¿Qué era mejor, control o caos?”

The Terminal Man
Variante: Control de la mente. Vaya estupidez.

Lo cierto era que todo el mundo tenía la mente controlada, y todo el mundo se congratulaba por ello. Los controladores de mente más poderosos del mundo eran los padres, y eran ellos los que causaban más daños. Los teóricos solían olvidar que nadie nacía convencional, neurótico o con prejuicios; estas cualidades requerían ayuda ajena. Naturalmente, los padres no tenían intención de causar daño a sus hijos; se limitaban a inculcarles actitudes que consideraban importantes y útiles para ellos.

Los niños recién nacidos eran pequeños computadores en espera de ser programados. Podían aprender todo cuanto les fuera enseñado, desde mala ortografía a actitudes equivocadas. Como los computadores, no sabían discriminar; carecían de elementos para diferenciar las ideas buenas de las malas. La analogía era absolutamente exacta: mucha gente había comentado el infantilismo y la fidelidad literal de los computadores. Por ejemplo, si se ordenaba a un computador <>, el computadores respondería inmediatamente que no podía ponerse los calcetines por encima de los zapatos.

Toda la programación importante había terminado a la edad de siete años. Las actitudes raciales, sexuales, éticas, religiosas, nacionales. El giróscopo estaba en marcha, y los niños ya podían empezar su progreso por los cauces señalados de antemano.

Control de la mente.

¿Cómo llamar a algo tan sencillo como los convencionalismos sociales? ¿Estrecharse mutuamente las manos al saludarse? ¿No dar nunca la espalda en un ascensor? ¿Servir la comida por la izquierda? ¿Colocar la copa de vino a la derecha? Cientos de pequeños convencionalismos que la gente necesitaba para estereotipar las relaciones sociales; la supresión de una sola de ellas acarrearía una ansiedad insoportable.

Las personas necesitaban el control de la mente. Les gustaba sujetarse a él. Sin él se sentían irremediablemente perdidas.

Pero si un pequeño grupo de gente intentaba resolver el mayor problema del mundo en la actualidad –la violencia incontrolada-, de todas partes llegaban las exclamaciones: control de la mente, ¡control de la mente!

¿Qué era mejor, control o caos?

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“Uno no puede pensar bien, amar bien, dormir bien, si no ha comido bien.”

Virginia Woolf (1882–1941) escritora inglesa

(Una habitación propia).

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“El anciano es un hombre que ya ha comido y observa cómo comen los demás.”

Honoré De Balzac (1799–1850) novelista francés

Fuente: Palomo Triguero, Eduardo. Cita-logía. Editorial Punto Rojo Libros, S.L. ISBN 978-84-16068-10-4, p. 42.

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“Tenemos que conseguir que todos los pobres tengan comida e Internet”

Muhammad Yunus (1940) economista y banquero bengalí. Premio Nobel de la Paz

Fuente: Muhammad Yunus presenta nuevo libro "Un mundo sin pobreza" 4 de julio de 2008 http://www.webislam.com/?idt=10382

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