Frases sobre vacío
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“El optimista ve la copa medio llena. El pesimista la ve medio vacía. El borracho la ve triple.”

Roberto Fontanarrosa (1944–2007) Humorista gráfico y escritor argentino

Citas de personajes, Ernesto Esteban Etchenique

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“Tu amor es mi enfermedad, soy un envase vacío”

Andrés Calamaro (1961) Cantante argentino nacionalizado español

Paloma, Honestidad Brutal CD1 (1999)
Canciones

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“Y todos esperan… mientras cuentan cuerpos como números vacíos, intentando encontrarle el sentido, y como es que nadie ve lo que viene.”

Francisca Valenzuela (1987) Cantante chilena

F. Valenzuela - Dulce.
Citas de sus canciones, Muérdete La Lengua (Feria/La Oreja, 2007)

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“Si todos juntos tomamos la idea, que la libertad no es una pelea, se cambiarían todos los papeles, y estarían vacíos muchos más cuarteles.”

Charly García (1951) músico, compositor, multiinstrumentista, arreglista autor, cantautor y productor argentino

Citas de Canciones

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“Me averguenzo de mi vida porque está vacía.”

Kelly Clarkson (1982) actriz estadounidense

Fuente: Canción "Because Of You", de Breakaway.

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“El acuerdo nos evitó un salto al vacío.”

Alfonso Cano (1948–2011) Guerrillero colombiano

Fuente: El Espectador. Colombia, 14 de febrero.

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“Sólo los tontos creen que el silencio es un vacío. No está vacío nunca. Y a veces la mejor manera de comunicarse es callando.”

Eduardo Galeano (1940–2015) escritor uruguayo

Fuente: Entrevista Canal Encuentro de Argentina, 2012

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“Los cántaros, cuanto más vacíos, más ruido hacen.”

Alfonso X el Sabio (1221–1284) rey de Castilla

Fuente: Gómez Gamboa, Rafael. Fitness Mental: Entrena tu cerebro y soluciona todos tus conflictos emocionales. Mestas Ediciones, 2017. ISBN 9788416775996. https://books.google.es/books?id=b-BYDgAAQBAJ&pg=PT117&dq=Los+c%C3%A1ntaros,+cuanto+m%C3%A1s+vac%C3%ADos,+m%C3%A1s+ruido+hacen.+Alfonso+X+El+sabio&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwjr37ipk6rhAhUt5uAKHasSC3AQ6AEILjAB#v=onepage&q=Los%20c%C3%A1ntaros%2C%20cuanto%20m%C3%A1s%20vac%C3%ADos%2C%20m%C3%A1s%20ruido%20hacen.%20Alfonso%20X%20El%20sabio&f=false

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“La silueta que el sol dibujó trajo un vacío de sombras, la silueta que el sol dibujó nos descubrió tantas cosas”

Amaia Montero (1976) Cantautora española

Pablo Benegas, "Viejo Cuento"
Dile al sol

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“Como dar un salto al vacío, o robar un pétalo a una flor”

Amaia Montero (1976) Cantautora española

Xabi SanMartin, "Irreversible"
Guapa

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“Es tal el vacío insostenible, la letal desidia te amenaza, siento por momentos la ausencia de ti”

Enrique Bunbury (1967) músico español

El mar no cesa, Héroes del Silencio.
Con Héroes del Silencio, Rarezas

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“Nada hay tan vacío como un cerebro lleno de sí mismo.”

Ignacio Manuel Altamirano (1834–1893) escritor, periodista, abogado, maestro y político
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“Nada de lo que hacemos o decimos se pierde en el vacío: el aire está lleno del pensamiento de todos.”

Fuente: Citado en Palomo Triguero, Eduardo. Cita-logía. Editorial Punto Rojo Libros,S.L. ISBN 978-84-16068-10-4. p. 226.

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“El vacío existe
mientras no caigas en él.”

Odysséas Elýtis (1911–1996) poeta griego

María Neféli
Fuente: "B", "La Santa Inquisición".

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“Soy el epitafio del vacio amor verdadero”

Rapsusklei (1980) Rapero de Zaragoza

Siempre (feat. Alba)

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“En el aire transparente parecía que la imaginación se llenara de vida, escapara de las riendas de la razón, y mirar no era poder dejar de verse cayendo al vacío, mientras el cielo y las montañas cambiaban de lugar en un girar lento, mientras el rito le salía a uno de la boca como un globo ocioso, mientras el pelo y las faldas flotaban al viento.”

The Shining
Variante: En el aire transparente parecía que la imaginación se llenara de vida, escapara de las riendas de la razón, y mirar no era poder dejar de verse cayendo al vacío, mientras el cielo y las montañas cambiaban de lugar en un girar lento, mientras el grito le salía a uno de la boca como un globo ocioso, mientras el pelo y las faldas flotaban al viento.

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“El respeto lo han inventado para llenar un vacio debiera estar el Amor”

León Tolstói (1828–1910) escritor ruso

Variante: El respeto lo han inventado para llenar un vacio donde debiera estar el Amor

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“Todo, lo bueno y lo malo, deja un vacío cuando se interrumpe. Pero si se trata de algo malo, el vacío va llenándose por sí solo. Mientras que el vacío de algo bueno sólo puede llenarse descubriendo algo mejor.”

A Moveable Feast
Variante: Por entonces, ya había descubierto que todo, lo bueno y lo malo, deja un vacío cuando se interrumpe. Pero si se trata de algo malo, el vacío acaba llenándose por sí solo. Mientras que el vacío de algo bueno solo puede llenarse descubriendo algo mejor.

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“«Frío y vacío. Siento demasiado los límites de mi capacidad, que, cuando no estoy plenamente concentrado, se estrechan» (30 de agosto de 1914).”

Franz Kafka (1883–1924) escritor praguense de lengua alemana

Colección integral de Franz Kafka

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“Citar para disimular el vacío intelectual, es una forma petulante de callar…”

Gabriel Zaid (1934) escritor mexicano

El secreto de la fama

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“Porque en ese vacio vertiginoso las metaforas saltaban hacia el como arañas”

Julio Cortázar (1914–1984) escritor argentino

62: A Model Kit

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“Ahora es ella quien lo mira divertida, o tierna, o nerviosa, y finalmente le pregunta: —¿Vas a decirme qué te pasa, Benjamín? Chaparro se siente morir, porque acaba de advertir que esa mujer pregunta una cosa con los labios y otra con los ojos: con los labios le está preguntando por qué se ha puesto colorado, por qué se revuelve nervioso en el asiento o por qué mira cada doce segundos el alto reloj de péndulo que decora la pared próxima a la biblioteca; pero, además de todo eso, con los ojos le pregunta otra cosa: le está preguntando ni más ni menos qué le pasa, qué le pasa a él, a él con ella, a él con ellos dos; y la respuesta parece interesarle, parece ansiosa por saber, tal vez angustiada y probablemente indecisa sobre si lo que le pasa es lo que ella supone que le pasa. Ahora bien —barrunta Chaparro—, el asunto es si lo supone, lo teme o lo desea, porque esa es la cuestión, la gran cuestión de la pregunta que le formula con la mirada, y Chaparro de pronto entra en pánico, se pone de pie como un maníaco y le dice que tiene que irse, que se le hizo tardísimo; ella se levanta sorprendida —pero el asunto es si sorprendida y punto o sorprendida y aliviada, o sorprendida y desencantada—, y Chaparro poco menos que huye por el pasillo al que dan las altas puertas de madera de los despachos, huye sobre el damero de baldosas negras y blancas dispuestas como rombos, y recién retoma el aliento cuando se trepa a un 115 milagrosamente vacío a esa hora pico del atardecer; se vuelve a su casa de Castelar, donde esperan ser escritos los últimos capítulos de su historia, sí o sí, porque ya no tolera más esta situación, no la de Ricardo Morales e Isidoro Gómez, sino la propia, la que lo une hasta destrozarlo con esa mujer del cielo o del infierno, esa mujer enterrada hasta el fondo de su corazón y su cabeza, esa mujer que a la distancia le sigue preguntando qué le pasa, con los ojos más hermosos del mundo.”

Eduardo Sacheri (1967) escritor argentino

El secreto de sus ojos

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“A menudo me he interrogado sobre la razón y el sentido de mis rabietas. Creo que se explican en parte por una vitalidad fogosa y por un extremismo al cual nunca he renunciado del todo. Llevaba mis repugnancias hasta el vómito, mis deseos hasta la obsesión; un abismo separaba las cosas que me gustaban de las que no me gustaban. No podía aceptar con indiferencia la caída que me precipitaba de la plenitud al vacío, de la beatitud al horror; si la consideraba fatal, me resignaba; nunca me enojé contra un objeto. Pero me negaba a ceder a esa fuerza impalpable: las palabras; lo que me
sublevaba es que una frase lanzada al descuido: "Debes hacerlo… no debes hacerlo", arruinara en un instante mis empresas y mis alegrías. Lo
arbitrario de las órdenes y de las prohibiciones contra las que chocaba denunciaba su inconsistencia; ayer pelé un durazno: ¿por qué no esa ciruela?, ¿por qué dejar mis juegos justo en este minuto? En todas partes encontraba obligaciones, en ninguna parte su necesidad. En el corazón de la ley que me abrumaba con el implacable rigor de las piedras, yo entreveía
una ausencia vertiginosa: me sumergía en ese abismo, la boca desgarrada por gritos. Aferrándome al suelo, pataleando, oponía mi peso de carne al aéreo poder que me tiranizaba; lo obligaba a materializarse; me encerraban en un cuarto oscuro entre escobas y plumeros; entonces podía golpear con los pies y las manos en muros verdaderos, en vez de debatirme contra inasibles voluntades. Yo sabía que esa lucha era vana; desde el momento en que mamá me había sacado de las manos la ciruela sangrienta, en que Louise había guardado en su bolsa mi pala y mis moldes, yo estaba vencida; pero no me rendía. Cumplía el trabajo de la derrota. Mis sobresaltos, las lágrimas que me cegaban, quebraban el tiempo, borraban el espacio, abolían a la vez el objeto de mi deseo y los obstáculos que me separaban de él. Me hundía en la noche de la impotencia; ya nada quedaba salvo mi presencia desnuda y ella
explotaba en largos aullidos.”

Simone de Beauvoir (1908–1986) escritora, intelectual, filósofa existencialista, activista política, feminista y teórica social francesa

Memoirs of a Dutiful Daughter
Variante: A menudo me he interrogado sobre la razón y el sentido de mis rabietas.
Creo que se explican en parte por una vitalidad fogosa y por un extremismo
al cual nunca he renunciado del todo. Llevaba mis repugnancias hasta el
vómito, mis deseos hasta la obsesión; un abismo separaba las cosas que me
gustaban de las que no me gustaban. No podía aceptar con indiferencia la
caída que me precipitaba de la plenitud al vacío, de la beatitud al horror;
si la consideraba fatal, me resignaba; nunca me enojé contra un objeto.
Pero me negaba a ceder a esa fuerza impalpable: las palabras; lo que me
sublevaba es que una frase lanzada al descuido: "Debes hacerlo... no debes
hacerlo", arruinara en un instante mis empresas y mis alegrías. Lo
arbitrario de las órdenes y de las prohibiciones contra las que chocaba
denunciaba su inconsistencia; ayer pelé un durazno: ¿por qué no esa
ciruela?, ¿por qué dejar mis juegos justo en este minuto? En todas partes
encontraba obligaciones, en ninguna parte su necesidad. En el corazón de la
ley que me abrumaba con el implacable rigor de las piedras, yo entreveía
una ausencia vertiginosa: me sumergía en ese abismo, la boca desgarrada por
gritos. Aferrándome al suelo, pataleando, oponía mi peso de carne al aéreo
poder que me tiranizaba; lo obligaba a materializarse; me encerraban en un
cuarto oscuro entre escobas y plumeros; entonces podía golpear con los pies
y las manos en muros verdaderos, en vez de debatirme contra inasibles
voluntades. Yo sabía que esa lucha era vana; desde el momento en que mamá
me había sacado de las manos la ciruela sangrienta, en que Louise había
guardado en su bolsa mi pala y mis moldes, yo estaba vencida; pero no me
rendía. Cumplía el trabajo de la derrota. Mis sobresaltos, las lágrimas que
me cegaban, quebraban el tiempo, borraban el espacio, abolían a la vez el
objeto de mi deseo y los obstáculos que me separaban de él. Me hundía en la
noche de la impotencia; ya nada quedaba salvo mi presencia desnuda y ella
explotaba en largos aullidos.

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“La gente cree que el vacío es la nada, pero no lo es. El vacío es una plenitud discordante, un mundo atestado de fantasmas en que el alma hace un reconocimiento.”

Tropic of Capricorn
Variante: La gente cree que el vacío es la nada, pero no lo es. El vacío es una plenitud discordante, un mundo atestado de fantasmas en que el alma se hace un reconocimiento.

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“Yo creo que, originariamente, el cerebro de una persona es como un pequeño ático vacío en el que hay que meter el mobiliario que uno prefiera. Las gentes necias amontonan en ese ático toda la madera que encuentran a mano, y así resulta que no queda espacio en él para los conocimientos que podrían serles útiles, o, en el mejor de los casos, esos conocimientos se encuentran tan revueltos con otra montonera de cosas, que les resulta difícil dar con ellos. Pues bien: el artesano hábil tiene muchísimo cuidado con lo que mete en elástico del cerebro. Solo admite en el mismo las herramientas que pueden ayudarlo a realizar su labor; pero de estas sí que tiene un gran surtido y lo guarda en el orden más perfecto. Es un error creer que la pequeña habitación tiene paredes elásticas y que puede ensancharse indefinidamente. Créame: llega un momento en que cada conocimiento nuevo que se agrega supone el olvido de algo que ya se conocía. Por consiguiente, es de la mayor importancia no dejar que los datos inútiles desplacen a los útiles.”

A Study in Scarlet
Variante: Yo creo que, originariamente, el cerebro de una persona es como un pequeño ático vacío en el que hay que meter el mobiliario que uno prefiera. Las gentes necias amontonan en ese ático toda la madera que encuentran a mano, y así resulta que no queda espacio en él para los conocimientos que podrían serles útiles, o, en el mejor de los casos, esos conocimientos se encuentran tan revueltos con otra montonera de cosas, que les resulta difícil dar con ellos. Pues bien: el artesano hábil tiene muchísimo cuidado con o que mete en el ático del cerebro. Solo admite en el mismo las herramientas que pueden ayudarle a realizar su labor; pero de estas sí que tiene un gran surtido y lo guarda en el orden más perfecto. Es un error el creer que la pequeña habitación tiene paredes elásticas y que puede ensancharse indefinidamente. Créame: llega un momento en que cada conocimiento nuevo que se agrega supone el olvido de algo que ya se conocía. Por consiguiente, es de la mayor importancia no dejar que los datos inútiles desplacen a los útiles.

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“Se quedan un momento inmóviles y en silencio, mirándose, hasta que Wenceslao sacude la cabeza en dirección al cordero y dice:
—Lo despenamos y en paz.
Más adelante será una res roja, vacía, colgando de un gancho, después se dorará despacio al fuego de las brasas, sobre la parrilla, al lado del horno, después será servido en pedazos sobre las fuentes de loza cachada, repartido, devorado, hasta que queden los huesos todavía jugosos, llenos de filamentos a medio masticar que los perros recogerán al vuelo con un tarascón rápido y seguro y enterrarán en algún lugar del campo al que regresarán en los momentos de hambruna y comenzarán a roer tranquilos y empecinados sosteniéndolos con las patas delanteras e inclinando de costado la cabeza para morder mejor, dando tirones cortos y enérgicos, hasta dejarlos hechos unas láminas o unos cilindros duros y resecos que los niños dispersarán, pateándolos o recogiéndolos para tirárselos entre ellos en los mediodías calcinados en que atravesarán el campo para comprar soda y vino en el almacén de Berini, objetos ya irreconocibles que quedarán semienterrados y ocultos por los yuyos en diferentes puntos del campo durante un tiempo incalculable, indefinido, en el que arados, lluvias, excavaciones, cataclismos, la palpitación de la tierra que se mueve continua bajo la apariencia del reposo, los pasearán del interior a la superficie, de la superficie al interior, cada vez más despedazados, más irreconocibles, hechos fragmentos, pulverizados, flotando impalpables en el aire o petrificados en la tierra, sustancia de todos los reinos tragada incesantemente por la tierra o incesantemente vuelta a vomitar, viajando por todos los reinos —vegetal, animal, mineral— y cristalizando en muchas formas diferentes y posibles, incluso en la de otros corderos, incluso en la de infinitos corderos, menos en la de ese cordero hacia el que ahora se dirige Wenceslao llevando el cuchillo y la palangana.”

Juan José Saer (1937–2005) escritor argentino

El limonero real

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