Frases sobre necesidad
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“Abusaba de la morfina, por angustiosa necesidad y por elegancia. Tenía treinta y siete años; era alta, con labios muy gruesos y encendidos, que humedecía sin cesar.”

Horacio Quiroga (1878–1937) cuentista, poeta y dramaturgo uruguayo

Cuentos de Amor de Locura y de Muerte

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“Nadie mejor para espiar las acciones de los demás que aquellos a quienes nada les importan esas acciones. ¿Por qué este señor nunca viene antes de que oscurezca?; ¿por qué este otro no cuelga la llave en su respectivo clavo de la portería, los jueves?; ¿por qué camina siempre por callejuelas?; ¿por qué la señora desciende siempre del coche de alquiler antes de llegar a su casa?; ¿por qué mandará a comprar un cuadernillo de papel de cartas, cuando tiene repleto de papel su escritorio?, etcétera, etcétera. Hay personas que, con tal de saber el secreto de tales enigmas, que les son por completo indiferentes, gastan más dinero, consumen más tiempo y se toman más trabajo de lo que se necesitaría para ejecutar diez buenas acciones; y lo hacen gratuitamente, por placer, sin que su curiosidad reciba otro premio que la propia curiosidad. Seguirán a éste o aquél durante días enteros, se quedarán como centinelas largas horas en las esquinas, bajo los portales, de noche, con frío y con lluvia, corromperán a los criados, emborracharán a los cocheros y a los lacayos, comprarán a la doncella, sobornarán a un portero… ¿Y todo eso para qué? Para nada. Por el solo afán de ver, de saber y de penetrar en vidas ajenas. Pura comezón de murmurar. Y, con frecuencia, una vez conocidos estos secretos, publicados estos misterios, descifrados estos enigmas, acarrean catástrofes, duelos, quiebras, ruinas de familias, existencias amargadas, con gran placer de aquellos que lo han "descubierto todo", sin interés, por puro instinto. Es algo realmente triste.

Ciertas personas son malas únicamente por necesidad de hablar. Su conversación, charla en el salón, diálogo en la antecámara, es como esas chimeneas que consumen rápidamente la leña, necesitan mucho combustible, y el combustible es el prójimo.”

Les Misérables

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“Cuanto más lejos nos remontamos en la historia, tanto más aparece el individuo - y por consiguiente también el individuo productor - como dependiente y formando parte de un todo mayor: en primer lugar y de una manera todavía muy enteramente natural, de la familia y de esa familia ampliada que es la tribu; más tarde, de las comunidades en sus distintas formas, resultado del antagonismo y de la fusión de las tribus. Solamente al llegar el Siglo XVIII, con la "sociedad civil", las diferentes formas de conexión social aparecen ante el individuo como un simple medio para lograr sus fines privados, como una necesidad exterior. Pero la época que genera este punto de vista, esta idea del individuo aislado, es precisamente aquella en la cual las relaciones sociales (universales según este punto de vista) han llegado al más alto grado de desarrollo alcanzado hasta el presente. El hombre es, en el sentido más literal, un zoon politikon, no solamente un animal social, sino un animal que sólo puede individualizarse en la sociedad. La producción por parte de un individuo aislado, fuera de la sociedad - hecho raro que bien puede ocurrir cuando un civilizado, que potencialmente posee ya en sí las fuerzas de la sociedad, se extravía accidentalmente en una comarca salvaje - no es menos absurda que la idea de un desarrollo del lenguaje sin individuos que vivan juntos y hablen entre sí.”

Grundrisse: Foundations of the Critique of Political Economy

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“El placer, para el ser humano, no es un lujo sino una necesidad psicológica profunda.”

Ayn Rand (1905–1982) filósofa y escritora estadounidense

La Virtud del Egoísmo

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“Has oído decir que ésta es una época de crisis moral. Tú mismo lo has dicho, con temor y a la vez con la esperanza de que esas palabras no tuvieran un significado real. Te has quejado de que los pecados del hombre están destruyendo al mundo y has llegado a maldecir a la naturaleza humana por negarse a practicar las virtudes que le exigías. Como para ti la virtud consiste en el sacrificio, has exigido más sacrificios ante cada sucesivo desastre. En el nombre de la vuelta a la moralidad, has sacrificado todo aquello que creías era la causa de tus sufrimientos. Has sacrificado a la justicia por la misericordia. Has sacrificado a la independencia por la unidad. Has sacrificado a la razón por la fe. Has sacrificado a la riqueza por la necesidad. Has sacrificado a la autoestima por la negación de ti mismo. Has sacrificado a la felicidad por el deber.”

Ayn Rand (1905–1982) filósofa y escritora estadounidense

La Rebelión de Atlas
Variante: a una mente. “Has oído decir que ésta es una época de crisis moral. Tú mismo lo has dicho, con temor y a la vez con la esperanza de que esas palabras no tuvieran un significado real. Te has quejado de que los pecados del hombre están destruyendo al mundo y has llegado a maldecir a la naturaleza humana por negarse a practicar las virtudes que le exigías. Como para ti la virtud consiste en el sacrificio, has exigido más sacrificios ante cada sucesivo desastre. En el nombre de la vuelta a la moralidad, has sacrificado todo aquello que creías era la causa de tus sufrimientos. Has sacrificado a la justicia por la misericordia. Has sacrificado a la independencia por la unidad. Has sacrificado a la razón por la fe. Has sacrificado a la riqueza por la necesidad. Has sacrificado a la autoestima por la negación de ti mismo. Has sacrificado a la felicidad por el deber.

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“Pero así es el mundo, inversamente proporcional a las necesidades y deseos de uno.”

Alberto Fuguet (1964) escritor y director de cine chileno

Mala onda

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“Dado que Imre era un refugio para la música y el teatro, quizá penséis que yo pasaba mucho tiempo allí, pero nada podría estar más lejos de la verdad. Solo había estado en Imre una vez. Wilem y Simmon me habían llevado a una posada donde tocaba un trío de hábiles músicos: laúd, flauta y tambor. Pedí una jarra de cerveza pequeña que me costó medio penique y me relajé, dispuesto a disfrutar de una velada con mis amigos…
Pero no pude. Apenas unos minutos después de que empezara a sonar la música, casi salí corriendo del local. Dudo mucho que podáis entender por qué, pero supongo que si quiero que esto tenga algún sentido, tendré que explicároslo.
No soportaba oír música y no formar parte de ella. Era como ver a la mujer que amas acostándose con otro hombre. No. No es eso. Era como…
Era como los consumidores de resina que había visto en Tarbean. La resina de denner era ilegal, por supuesto, pero había partes de la ciudad en que eso no importaba. La resina se vendía envuelta en papel encerado, como los pirulís o los tofes. Mascarla te llenaba de euforia. De felicidad. De satisfacción.
Pero pasadas unas horas estabas temblando, dominado por una desesperada necesidad de consumir más, y esa ansia empeoraba cuanto más tiempo llevabas consumiéndola. Una vez, en Tarbean, vi a una joven de no más de dieciséis años con los reveladores ojos hundidos y los dientes exageradamente blancos de los adictos perdidos. Le estaba pidiendo un «caramelo» de resina a un marinero, que lo sostenía fuera de su alcance, burlándose de ella. Le decía a la chica que se lo daría si se desnudaba y bailaba para él allí mismo, en medio de la calle.
La chica lo hizo, sin importarle quién pudiera estar mirando, sin importarle que fuera casi el Solsticio de Invierno y que en la calle hubiera diez centímetros de nieve. Se quitó la ropa y bailó desenfrenadamente; le temblaban las pálidas extremidades, y sus movimientos eran patéticos y espasmódicos. Entonces, cuando el marinero rio y negó con la cabeza, ella cayó de rodillas en la nieve, suplicando y sollozando, agarrándose desesperadamente a las piernas del marinero, prometiéndole que haría cualquier cosa que le pidiera, cualquier cosa…
Así era como me sentía yo cuando oía tocar a unos músicos. No podía soportarlo. La ausencia diaria de mi música era como un dolor de muelas al que me había acostumbrado. Podía vivir con ello. Pero no soportaba ver cómo agitaban delante de mí el objeto de mi deseo.”

The Name of the Wind

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“Continuaba cuestionando los límites del mundo, al ver la miseria de quien con ellos se conforma, y no pude soportar por mucho tiempo lo fácil de la ficción: yo le exigía la realidad, me volví loco.

Si mentía, me quedaba en el plano de la poesía, de una superación verbal del mundo. Si perseveraba en una denigración ciega del mundo, mi denigración era falsa (como la superación). En cierto modo, mi conformidad con el mundo se profundizaba. Pero al no poder mentir a sabiendas, me volví loco (capaz de ignorar la verdad). O al no saber ya, para mí solo, representar la comedia de un delirio, me volví loco pero interiormente: viví la experiencia de la noche.

La poesía dio simplemente un giro: escapé por ella del mundo del discurso, que para mí se había convertido en el mundo natural, entré con ella en una especie de tumba donde la infinitud de lo posible nacía de la muerte del mundo lógico.

Al morir la lógica, daba a luz locas riquezas. Pero lo posible evocado no es sino irreal, la muerte del mundo lógico es irreal, todo es turbio y huidizo en esta oscuridad relativa. Puedo burlarme de mí mismo y de los demás: ¡todo lo real carece de valor, todo valor es irreal! De allí esa facilidad y esa fatalidad de deslizamientos en los que ignoro si miento o estoy loco. La necesidad de la noche procede de esa situación desafortunada.

La noche no podía sino desviarse de todo ello.

El cuestionarlo todo nacía de la exasperación de un deseo, ¡que no podía abocar al vacío!

El objeto de mi deseo era, en primer lugar, la ilusión y no pudo ser más que en segundo lugar el vacío de la desilusión.”

Georges Bataille (1897–1962)

Lo arcangélico y otros poemas

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“lo que se aprende por necesidad está mucho más cargado de significado que lo que se aprende fácilmente.”

David y Goliat. Desvalidos, inadaptados y el arte de luchar contra gigantes

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“Veréis, mi espectacular llegada a la Universidad había causado un revuelo considerable. Había entrado en el Arcano en tres días en lugar de en tres bimestres, que era lo habitual. Era el miembro más joven, con casi dos años de diferencia. Había desafiado abiertamente a un maestro delante de toda la clase y me había salvado de la expulsión. Me habían azotado y no había llorado ni sangrado.
Por si eso fuera poco, había conseguido enfurecer al maestro Elodin hasta el punto de que él me había empujado desde el tejado de las Gavias. Dejé que esa historia circulara sin corregirla, pues era preferible a la bochornosa verdad.
Todo eso era suficiente para generar un constante flujo de rumores sobre mí, y decidí aprovecharme de ello. La reputación es como una especie de armadura, o un arma que puedes blandir en caso de necesidad. Decidí que, ya que iba a ser arcanista, ¿por qué no ser un arcanista famoso?
Así que solté unas cuantas informaciones: me habían admitido sin carta de recomendación. Los maestros me habían dado tres talentos en lugar de cobrarme la matrícula. Había sobrevivido varios años en las calles de Tarbean, viviendo de mi ingenio.
Incluso lancé unos cuantos rumores que eran auténticas sandeces, mentiras descaradas que la gente repetía pese a que resultaba evidente que no eran ciertas. Tenía sangre de demonio en las venas. Veía en la oscuridad. Solo dormía una hora todas las noches. Cuando había luna llena, hablaba en sueños, en un idioma extraño que nadie entendía.
Basil, mi antiguo compañero de litera de las Dependencias, me ayudó a propagar esos rumores. Yo me inventaba la historia, él se la contaba a unos cuantos, y juntos veíamos cómo se extendían como el fuego por un campo. Era un pasatiempo muy entretenido.”

The Name of the Wind

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“Evidentemente existen las luchas de clases, porque el capitalismo es una sociedad basada en la concurrencia - siempre hay una lucha en torno a la distribución del valor. Pero hoy en día esa lucha ya no tiene - y en el pasado raramente lo ha tenido - el carácter de una lucha a favor o en contra del capitalismo. Casi siempre sus participantes han presupuesto y aceptado la existencia del valor, del dinero y de la mercancía. Se trata entonces, en gran medida, de luchas al interior de la esfera de la circulación. Desde luego, estas luchas de clases han tenido una gran importancia histórica y han permitido que muchas personas vivan un poco mejor. Sin embargo, salvo en raras ocasiones, su horizonte no era la emancipación con respecto a la forma social fetichista. Se había aceptado ya la existencia y la pretendida necesidad del trabajo. Las acciones reivindicativas de los trabajadores simplemente quisieron liberar al trabajo de los “parásitos” que se encontraban en la esfera de la circulación (trátese de los jefes de fábrica o de los banqueros) Con la decadencia del proletariado clásico, la izquierda ha señalado muchos otros posibles “sujetos revolucionarios” - sean los trabajadores informáticos, los trabajadores precarios, las mujeres o aun la gente del tercer mundo, etc. Pero hemos visto que ninguna categoría que participa en el ciclo del trabajo y del capital está, en tanto que tal, al margen del capital. Por la sola razón de que pertenecen a una clase social, sus miembros no están interesados en la abolición de esas formas sociales o del valor. Al mismo tiempo, esto no quiere decir que no haya conflictos sociales. Por el contrario, el capitalismo crea todos los días situaciones invivibles en el plano económico y ecológico, en el plano del urbanismo, de la vida cotidiana… Todo el tiempo el capitalismo se ve contestado en términos implícitos o explícitos. Pero muy a menudo estos conflictos permanecen en el marco de la lógica abstracta de la valorización. Esta pretende someter todas las exigencias a la sola lógica de la ganancia y se encuentra en conflicto con la buena vida e incluso con la supervivencia de la humanidad. Ya no es posible leer estos tipos de conflictos a través del prisma de las clases sociales ya constituidas. Lo que queda en las fábricas de la antigua capa obrera suele haberse convertido en un grupo social bastante conservador que solamente quiere defender sus intereses materiales inmediatos.”

Anselm Jappe (1962)

Variante: Evidentemente existen las luchas de clases, porque el capitalismo es una sociedad basada en la competencia - siempre hay una lucha en torno a la distribución del valor. Pero hoy en día esa lucha ya no tiene - y en el pasado raramente lo ha tenido - el carácter de una lucha a favor o en contra del capitalismo. Casi siempre sus participantes han presupuesto y aceptado la existencia del valor, del dinero y de la mercancía. Se trata entonces, en gran medida, de luchas al interior de la esfera de la circulación. Desde luego, estas luchas de clases han tenido una gran importancia histórica y han permitido que muchas personas vivan un poco mejor. Sin embargo, salvo en raras ocasiones, su horizonte no era la emancipación con respecto a la forma social fetichista. Se había aceptado ya la existencia y la pretendida necesidad del trabajo. Las acciones reivindicativas de los trabajadores simplemente quisieron liberar al trabajo de los “parásitos” que se encontraban en la esfera de la circulación (trátese de los jefes de fábrica o de los banqueros) Con la decadencia del proletariado clásico, la izquierda ha señalado muchos otros posibles “sujetos revolucionarios” - sean los trabajadores informáticos, los trabajadores precarios, las mujeres o aun la gente del tercer mundo, etc. Pero hemos visto que ninguna categoría que participa en el ciclo del trabajo y del capital está, en tanto que tal, al margen del capital. Por la sola razón de que pertenecen a una clase social, sus miembros no están interesados en la abolición de esas formas sociales o del valor. Al mismo tiempo, esto no quiere decir que no haya conflictos sociales. Por el contrario, el capitalismo crea todos los días situaciones invivibles en el plano económico y ecológico, en el plano del urbanismo, de la vida cotidiana… Todo el tiempo el capitalismo se ve contestado en términos implícitos o explícitos. Pero muy a menudo estos conflictos permanecen en el marco de la lógica abstracta de la valorización. Esta pretende someter todas las exigencias a la sola lógica de la ganancia y se encuentra en conflicto con la buena vida e incluso con la supervivencia de la humanidad. Ya no es posible leer estos tipos de conflictos a través del prisma de las clases sociales ya constituidas. Lo que queda en las fábricas de la antigua capa obrera suele haberse convertido en un grupo social bastante conservador que solamente quiere defender sus intereses materiales inmediatos.

“todos los niños tienen cinco necesidades vitales que son esenciales para su salud emocional: necesitan sentirse respetados, importantes, aceptados, incluidos y seguros.”

Como Criar Niños Emocionalmente Sanos: Satisfaciendo Sus Cinco Necesidades Vitales Y También Las de los Padres! Edición Actualizada

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“¿a quién debe ser dirigida la propaganda, a los intelectuales o a la masa menos culta? ¡La propaganda siempre deberá dirigirse a la masa! Para los intelectuales, o para aquellos que hoy, lamentablemente, así se consideran, no se debe hablar de propaganda y sí de instrucción científica. Semejantes son las condiciones con las que hoy designamos la palabra propaganda. El fin de la propaganda no es la educación científica de cada cual, y sí llamar la atención de la masa sobre determinados hechos, necesidades, etcétera, cuya importancia sólo de esta forma entra en el círculo visual de la masa. El arte está exclusivamente en hacer esto de una manera tan perfecta que provoque la convicción de la realidad de un hecho, de la necesidad de un procedimiento, y de la justicia de algo necesario. La propaganda no es y no puede ser una necesidad en sí misma, ni una finalidad. De la misma manera como en el supuesto del cartel, su misión es la de llamar la atención de la masa y no enseñar a los cultos o a aquellos que procuran cultivar su espíritu; su acción debe estar cada vez más dirigida al sentimiento y sólo muy condicionalmente a la llamada razón. Toda acción de propaganda tiene que ser necesariamente popular y adaptar su nivel intelectual a la capacidad receptiva del más limitado de aquellos a los cuales está destinada. De ahí que su grado netamente intelectual deberá regularse tanto más hacia abajo, y cuanto más grande sea el conjunto de la masa humana que ha de abarcarse. Mas, cuando se trata de atraer hacia el radio de influencia de la propaganda a toda una Nación, como exigen las circunstancias en el caso del sostenimiento de una guerra, nunca se podrá ser lo suficientemente prudente en lo que concierne a cuidar que las formas intelectuales de la propaganda sean simples en lo posible. Cuanto más modesta sea su carga científica y cuanto más tenga en consideración el sentimiento de la masa, tanto mayor será su éxito. Esto, sin embargo, es la mejor prueba de lo acertado o erróneo de una propaganda, y no la satisfacción de las exigencias de algunos sabios o jóvenes estetas. El arte de la propaganda reside justamente en la comprensión de la mentalidad y de los sentimientos de la gran masa. Ella encuentra, por la forma psicológicamente adecuada, el camino para la atención y para el corazón del pueblo. Que nuestros sabios no comprendan esto, la causa reside en su pereza mental o en su orgullo. Comprendiéndose la necesidad de la conquista de la gran masa, por medio de la propaganda, se saca la siguiente conclusión: es errado querer dar a la propaganda la variedad, por ejemplo, de la enseñanza científica. La capacidad receptiva de la gran masa es sumamente limitada y no menos pequeña su facultad de comprensión; en cambio, es enorme su falta de memoria. Teniendo en cuenta estos antecedentes, toda propaganda eficaz debe concretarse sólo a muy pocos puntos y saberlos explotar como apotegmas hasta que el último hijo del pueblo pueda formarse una idea de aquello que se persigue. En el momento en que la propaganda sacrifique ese principio o quiera hacerse múltiple, quedará debilitada su eficacia por la sencilla razón de que la masa no es capaz de retener ni asimilar todo lo que se le ofrece. Y con esto sufre detrimento el resultado, para acabar a la larga por ser completamente nulo. Cuanto más importante sea el objetivo a alcanzar, tanto más cierta, psicológicamente, debe ser la táctica a emplear.”

Adolf Hitler (1889–1945) Führer y Canciller Imperial de Alemania. Líder del Partido Nazi

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“Los muebles crujen. El cuerpo. La necesidad de darlo, la de amar.”

Alejandra Pizarnik (1936–1972) poeta argentina

Diarios: edición definitiva

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“El liderazgo gira en torno a la necesidad de captar y dirigir eficazmente la atención colectiva.”

Focus: Desarrollar la atención para alcanzar la excelencia

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“La vida empezó a hacerse dura para Marius. Comerse la ropa y el reloj no significaba nada. Se vio reducido a esa situación inexplicable que se llama comerse los codos, algo terrible que se traduce en días sin pan, noches sin sueños y sin luz, hogar sin fuego, semanas sin trabajo, porvenir sin esperanza; la levita rota en los codos, el sombrero viejo y raído, que hace reír a las jóvenes; la puerta cerrada de noche, porque no se paga a la patrona; la insolencia del portero y del bodegonero, la burla de los vecinos, las humillaciones, la dignidad ultrajada; el trabajo de cualquier clase, aceptado; los disgustos, la amargura, el abatimiento. Marius aprendió a devorarlo todo, y a no tener para devorar más que estas cosas. En ese momento de la existencia en que el hombre tiene necesidad de orgullo, porque tiene necesidad de amor, se vio despreciado, porque iba mal vestido, y se sintió ridículo, porque era pobre. A la edad en que la juventud hincha el corazón con imperial altivez, posó más de una vez los ojos en las botas agujereadas y conoció las injustas afrentas, el punzante bochorno de la miseria. Admirable y terrible prueba, de la cual los débiles salen infames y los fuertes, sublimes. Crisol donde el destino arroja a un hombre muchas veces, cuando quiere hacer de él un ser despreciable o un semidiós.

Porque hay muchas acciones grandes en estas pequeñas luchas. El valor tenaz e ignorado, que se defiende palmo a palmo en la sombra, contra la fatal invasión de las necesidades y de la ignominia. Nobles y misteriosos triunfos que ninguna mirada ve, que ninguna fama recompensa, que ningún aplauso saluda. La vida, la desgracia, el aislamiento, el abandono, y la pobreza son campos de batalla que tienen sus héroes, héroes oscuros, es verdad, pero a veces más grandes que los héroes ilustres.

Hay naturalezas firmes y raras, que han sido creadas así; la miseria, casi siempre madrastra, es algunas veces madre, la desnudez engendra en ocasiones el vigor del alma y del corazón; la miseria suele ser nodriza de la grandeza; la desgracia es una buena leche para los magnánimos.”

Les Misérables

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