Frases sobre parte
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“No se estudia, por consiguiente, la Historia para no recordar sus enseñanzas, cuando llega la hora de aplicarlas prácticamente, o para pensar que las cosas ahora son diferentes y que, por tanto, sus verdades no son aplicables. Se aprende de ella justamente la enseñanza útil para el presente. Quien no consiga eso, no debe tener la pretensión de ser un Jefe político; será en realidad un ser superficial, aunque muy convencido, y toda su buena voluntad no le disculpará su incapacidad práctica. El arte de todos los grandes conductores de pueblos, en todas las épocas, consiste, en primer lugar, en no dispersar la atención de un pueblo y sí en concentrarla contra un único adversario. Cuanto más concentrada esté la voluntad combativa de un pueblo, tanto mayor será la atracción magnética de un Movimiento y más formidable el ímpetu del golpe. Forma parte de la genialidad de un gran conductor hacer que parezcan pertenecer a una sola categoría incluso adversarios diferentes, por cuanto el reconocimiento de varios enemigos fácilmente conduce a la duda sobre el derecho de su propia causa. Después que la masa vacilante se ve en lucha contra muchos enemigos, surge inmediatamente la objetividad y la pregunta de sí realmente todos están equivocados o sólo el propio pueblo o el propio Movimiento es el que tiene la razón. Con esto aparece el primer colapso de la propia fuerza. de ahí que sea necesario que una mayoría de adversarios sea siempre considerada en bloque, de manera que la masa de los propios adeptos estime que la lucha se dirige contra un enemigo único. Esto fortalece la fe en la propia causa y aumenta la indignación contra el enemigo.”

Adolf Hitler (1889–1945) Führer y Canciller Imperial de Alemania. Líder del Partido Nazi

Mi Lucha

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“Nieva sobre Edimburgo el 16 de abril de 1874. Un frío gélido azota la ciudad. Los viejos especulan que podría tratarse del día más frío de la historia. Diríase que el sol ha desaparecido para siempre. El viento es cortante; los copos de nieve son más ligeros que el aire.
¡Blanco! ¡Blanco! ¡Blanco!
Explosión sorda. No se ve más que eso. Las casas parecen locomotoras de vapor, sus chimeneas desprenden un humo grisáceo que hace crepitar el cielo de acero. Las pequeñas callejuelas de Edimburgo se metamorfosean. Las fuentes se transforman en jarrones helados que sujetan ramilletes de hielo. El viejo río se ha disfrazado de lago de azúcar glaseado y se extiende hasta el mar. Las olas resuenan como cristales rotos. La escarcha cae cubriendo de lentejuelas a los gatos. Los árboles parecen grandes hadas que visten camisón blanco, estiran sus ramas, bostezan a la luna y observan cómo derrapan los coches de caballos sobre los adoquines. El frío es tan intenso que los pájaros se congelan en pleno vuelo antes de caer estrellados contra el suelo. El sonido que emiten al fallecer es dulce, a pesar de que se trata del ruido de la muerte. Es el día más frío de la historia. Y hoy es el día de mi nacimiento. […]
Fuera nieva con auténtica ferocidad. La hiedra plateada trepa hasta esconderse bajo los tejados. Las rosas translúcidas se inclinan hacia las ventanas, sonrojando las avenidas, los gatos se transforman en gárgolas, con las garras afiladas. En el río, los peces se detienen con una mueca de sorpresa. Todo el mundo está encantado por la mano de un soplador de vidrio que congela la ciudad, expirando un frío que mordisquea las orejas. En escasos segundos, los pocos valientes que salen al exterior se encuentran paralizados, como si un dios cualquiera acabara de tomarles una foto. Los transeúntes, llevados por el impulso de su trote, se deslizan por el hielo a modo de baile. Son figuras hermosas, cada una en su estilo, ángeles retorcidos con bufandas suspendidas en el aire, bailarinas de caja de música en sus compases finales, perdiendo velocidad al ritmo de su ultimísimo suspiro.
Por todas partes, paseantes congelados o en proceso de estarlo se quedan atrapados. Solo los relojes siguen haciendo batir el corazón de la ciudad como si nada ocurriera.”

Mathias Malzieu (1974) obras
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“Supón que eres en parte hipócrita y en parte incauto, y no estarás muy equivocado.”

Idries Shah (1924–1996)

Aprender a aprender

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“La muerte no existe en contraposición a la vida sino como parte de ella.”

Haruki Murakami (1949) escritor y traductor japonés

"Tokio Blues"
Variante: La muerte no existe en contraposición a la vida sino como parte de ella.

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“El núcleo del problema racial, tal como yo lo veo, es este: el negro (y también otros grupos raciales, pero el negro sobre
todo) resulta víctima de los conflictos psicológicos y sociales que ahora forman parte de una civilización blanca que teme una disgregación inminente y no tiene una comprensión madura de la realidad de la crisis. La sociedad blanca es pura y simplemente incapaz de aceptar realmente al negro y asimilarle, porque los blancos no pueden hacer frente a sus propios impulsos, no pueden defenderse contra sus propias emociones, que son extremadamente inestables en una sociedad sobreestimulada y rápidamente cambiante.
Para minimizar la sensación de riesgo y desastre siempre latente en sí mismos, los blancos tienen que proyectar sus miedos en algún objeto exterior a ellos mismos. Claro que la Guerra Fría ofrece amplias oportunidades, y cuanto más inseguros están los hombres, en un bando o en otro, más recurren a paranoicas acusaciones de «comunismo» o «imperialismo», según sea el caso. Las acusaciones no carecen de base, pero siguen siendo patológicas.
Aprisionado en este ineludible síndrome queda el negro, que tiene la desgracia de hacerse visible, con su presencia, su desgracia, sus propios conflictos y su propia división, precisamente en el momento en que la sociedad blanca está menos preparada para arreglárselas con un peso extra de riesgo.
¿Cuál es el resultado? Por un lado, la ternura de los «liberales» se precipita, de modo patético pero comprensible, a dar la bienvenida y a conciliar esa pena trágica. Por otro lado, los inseguros se endurecen de modo enconadamente patológico, se tensan las resistencias, y se confirman en el temor y el odio aquellos que (conservadores o no) están decididos a echar la culpa a otro de sus propias deformidades interiores.
La increíble inhumanidad de esta negativa a escuchar por un momento al negro, de algún modo, y de esta decisión de mantenerle oprimido a toda costa, me parece que proporcionará casi con seguridad una situación revolucionaria desesperanzadamente caótica y violenta. Cada vez más, la animosidad,
la suspicacia y el miedo que sienten esos blancos (y que en su raíz sigue siendo un miedo a su propia miseria interior, que probablemente no pueden sentir tal como es) llegan a hacerse una profecía que se cumple a sí misma. El odio del racista blanco al negro (lo repito, odio, porque aún es una palabra muy suave para indicar lo que hay en los corazones de esa agitada gente) se le hace aceptable cuando lo presenta como un odio del negro a los blancos, fomentado y estimulado por el comunismo. ¡La Guerra Fría y los miedos racistas se ensamblan en una sola unidad! ¡Qué sencillo es todo!
Al negro, claramente, se le invita a una sola reacción. Ha tenido innumerables razones para odiar al hombre blanco. Ahora se reúnen y se confirman sólidamente. Aunque no tenga nada que ganar por la violencia, tampoco tiene nada que perder. ¡Y por lo menos la violencia será un modo decisivo de decir lo que piensa de la sociedad blanca!
El resultado, sin duda, será muy desagradable, y la culpa caerá de lleno en las espaldas de la América blanca, con su inmadurez emocional, cultural y política, y su lamentable negativa a comprender.”

Thomas Merton (1915–1968)

Conjeturas de un espectador culpable

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“La muerte podía estar en una bolsa de cacahuetes, en un trozo de carne que se te atravesara, en el siguiente paquete de cigarrillos. Siempre te andaba rondando, de guardia en todas las estaciones de control entre lo mortal y lo eterno. Agujas infectadas, insectos venenosos, cables mal aislados, incendios forestales. Patines que lanzaban a intrépidos chiquillos a cruces muy transitados. Cada vez que te metes en la bañera para darte una ducha, Oz te acompaña: ducha para dos.

Cada vez que subes a un avión, Oz lleva tu misma tarjeta de embarque. Está en el agua que bebes y en la comida que comes. «¿Quién anda ahí?», gritas en la oscuridad cuando estás solo y asustado, y es él quien te responde: Tranquilo, soy yo. Eh, ¿cómo va eso? Tienes un cáncer en el vientre, qué lata, chico, sí que lo siento. ¡Cólera! ¡Septicemia! ¡Leucemia! ¡Arteriosclerosis! ¡Trombosis coronaria! ¡Encefalitis! ¡Osteomielitis! ¡Ajajá, vamos allá!

Un chorizo en un portal, con una navaja en la mano. Una llamada telefónica a medianoche. Sangre que hierve con ácido de la batería en una rampa de salida de una autopista de Carolina del Norte. Puñados de píldoras: anda, traga. Ese tono azulado de las uñas que sigue a la muerte por asfixia; en su último esfuerzo por aferrarse a la vida, el cerebro absorbe todo el oxígeno que queda en el cuerpo, incluso el de las células vivas que están debajo de las uñas.

Hola, chicos, me llamo Oz el Ggande y Teggible, pero podéis llamarme Oz a secas. Al fin y al cabo, somos viejos amigos. Pasaba por aquí y he entrado un momento para traerte este pequeño infarto, este derrame cerebral, etcétera; lo siento, no puedo quedarme, tengo un parto con hemorragia y, luego, inhalación de humo tóxico en Omaha.


Y la vocecita sigue gritando: «¡Te quiero, Tigger, te quiero! ¡Creo en ti, Tigger! ¡Siempre te querré y creeré en ti, y seguiré siendo niña, y el único Oz que habitará en mi corazón será ese simpático impostor de Nebraska! Te quiero…».


Vamos patrullando, mi hijo y yo…, porque lo que importa no es el sexo ni la guerra, sino la noble y terrible batalla sin esperanza contra Oz, el Ggande y Teggible.”

Pet Sematary

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“A decir verdad, Jackson nunca había compartido totalmente el culto fálico de sus pares. Cuando tenía más o menos ocho años, una niña lo sorprendió mientras él meaba entre los arbustos, y chilló casi con el mismo espíritu de horror reflexivo con que lo acababa de hacer Carol. Es de suponer que aquella niña nunca había visto un pene, y que no le causó buena impresión. «Puaj, qué basto eres. ¿Qué es esa cosa? ¡Es repugnante!», gritó al salir corriendo. Y después aquella otra vez, en el gimnasio del colegio donde cursó los primeros años de secundaria. Jackson apenas había entrado en la pubertad; todavía mojado tras pasar por la ducha, sintió frío. No obstante, un chico mucho más corpulento que él se burló: Parece que estés envolviendo una zanahoria baby y un par de habichuelas. A partir de ese día los chicos lo apodaron «el Vegetariano», mote tan inocente a oídos de los profesores que protegía a sus compañeros de un posible castigo por acoso escolar. En realidad, la palabra «pene» siempre había sonado algo tonta y banal, y a poca cosa. Desde que tenía memoria, su quinto apéndice le había parecido algo sutilmente ajeno a él, algo aparte y capaz de traicionarlo. Y fue la sensación de que eso que le sobresalía no era del todo parte de su cuerpo lo que pudo permitirle experimentar con ella.

El experimento había fallado. Es posible que Jackson nunca hubiera comprendido muy bien por qué a las mujeres un pene podía resultarles atractivo, con su piel como apergaminada y demasiado fina, los testículos colgantes y esas matas de vello, el sombrerete en la punta, como si fuese un hongo… Podía decirse que, en cierto modo, no era una forma que la carne humana debiera asumir. Cuando estaba en posición de descanso parecía asustado y deprimido; en estado de alerta, impertinente, aunque inseguro, moviéndose de un lado para el otro e intentando llamar la atención como un fanfarrón que quisiera hacer una demostración de sus habilidades.”

Lionel Shriver (1957) escritora estadounidense

So Much for That

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“Cuando todo en mi derredor estaba en orden, cuando estaba contento con todo lo que me rodeaba y con la esfera en la que tenía que vivir, la llenaba con mis afectos. Mi alma expansiva se extendía sobre otros objetos, y atraída sin cesar lejos de mí por gustos de mil especies, por vínculos amables que sin cesar ocupaban mi corazón, me olvidaba en cierta manera de mí mismo, participaba por entero de lo que me era extraño y sentía en la continua agitación de mi corazón toda la vicisitud de las cosas humanas. Esta tortuosa vida no me dejaba ni paz en los adentros, ni reposo fuera. En apariencia dichoso, `no tenía un solo sentimiento que pudiera soportar la prueba de la reflexión y en el que pudiera deleitarme verdaderamente. Nunca estaba totalmente contento, ni de otro ni de mí mismo. El tumulto del mundo me aturdía, la soledad me hastiaba, tenía continuamente necesidad de cambiar de sitio y no esta bien en ninguna parte. Sin embargo, era agasajado, muy estimado, bien recibido, acariciado por doquier. No tenía un solo enemigo, ni malqueriente ni envidioso. Como no se buscaba sino complacerme, con frecuencia yo mismo tenía el placer de complacer a mucha gente, y sin bienes, sin empleo, sin fautores, sin grandes talentos bien desarrollados ni bien conocidos, gozaba de las ventajas añadidas a todo aquello y no veía a nadie en estado alguno cuya suerte pareciérame preferible a la mía. ¿Que me faltaba entonces para ser feliz? Lo ignoro; pero sé que no lo era.”

Jean Jacques Rousseau (1712–1778) escritor, filósofo y músico franco-helvético definido como un ilustrado

Reveries of the Solitary Walker

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“Para acabar con el ajedrez
Correspondencia


Metí la pata. Perdóneme. El hecho de que usted no se percatara de que faltaba una carta indica igualmente cierto despiste por su parte, que yo, por la mía, atribuyo a su impaciencia, pero Dios sabe que todos cometemos errores. Así es la vida. Y el ajedrez”

Without Feathers
Variante: Metí la pata. Perdóneme. El hecho de que usted no se percatara de que faltaba una carta indica igualmente cierto despiste por su parte, que yo, por la mía, atribuyo a su impaciencia, pero Dios sabe que todos cometemos errores. Así es la vida. Y el ajedrez.

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“Cualquier escrito que haya influido en la vida y el pensamiento de generaciones innumerables, es siempre importante. En la actualidad, hay millones de seres en las sectas y las Iglesias que sienten más la orden 'gobiérnale a el', y ponen todo su peso de esta parte y en la obediencia a ella. Y hay otros millones que intuyen la predestinación del 'tu lo dominarás'. Nada de lo que puedan hacer puede impedir lo que será. Pero el 'tu podrás' hace al hombre grande, esto lo pone al lado de los dioses, porque a pesar de su debilidad, de su cieno y de haber dado muerte a su hermano, todavía le queda la gran libertad de escoger. Puede escoger su camino, luchar para seguirlo y vencer.”

East of Eden
Variante: Cualquier escrito que haya influido en la vida y el pensamiento de generaciones innumerables, es siempre importante. En la actualidad, hay millones de seres en las sectas y las Iglesias que sienten más la orden <>, y ponen todo su peso de esta parte y en la obediencia a ella. Y hay otros millones que intuyen la predestinación del <>. Nada de lo que puedan hacer puede impedir lo que será. Pero el <> hace al hombre grande, esto lo pone al lado de los dioses, porque a pesar de su debilidad, de su cieno y de haber dado muerte a su hermano, todavía le queda la gran libertad de escoger. Puede escoger su camino, luchar para seguirlo y vencer.

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“Díjele que entre nosotros existía una sociedad de hombres educados desde su juventud en el arte de probar con palabras multiplicadas al efecto que lo blanco es negro y lo negro es blanco, según para lo que se les paga. El resto de las gentes son esclavas de esta sociedad. Por ejemplo: si mi vecino quiere mi vaca, asalaria un abogado que pruebe que debe quitarme la vaca. Entonces yo tengo que asalariar otro para que defienda mi derecho, pues va contra todas las reglas de la ley que se permita a nadie hablar por si mismo. Ahora bien; en este caso, yo, que soy el propietario legítimo, tengo dos desventajas. La primera es que, como mi abogado se ha ejercitado casi desde su cuna en defender la falsedad, cuando quiere abogar por la justicia -oficio que no le es natural- lo hace siempre con gran torpeza, si no con mala fe. La segunda desventaja es que mi abogado debe proceder con gran precaución, pues de otro modo le reprenderán los jueces y le aborrecerán sus colegas, como a quien degrada el ejercicio de la ley. No tengo, pues, sino dos medios para defender mi vaca. El primero es ganarme al abogado de mi adversario con un estipendio doble, que le haga traicionar a su cliente insinuando que la justicia está de su parte. El segundo procedimiento es que mi abogado dé a mi causa tanta apariencia de injusticia como le sea posible, reconociendo que la vaca pertenece a mi adversario; y esto, si se hace diestramente, conquistará sin duda, el favor del tribunal. Ahora debe saber su señoría que estos jueces son las personas designadas para decidir en todos los litigios sobre propiedad, así como para entender en todas las acusaciones contra criminales, y que se los saca de entre los abogados más hábiles cuando se han hecho viejos o perezosos; y como durante toda su vida se han inclinado en contra de la verdad y de la equidad, es para ellos tan necesario favorecer el fraude, el perjurio y la vejación, que yo he sabido de varios que prefirieron rechazar un pingüe soborno de la parte a que asistía la justicia a injuriar a la Facultad haciendo cosa impropia de la naturaleza de su oficio.

Es máxima entre estos abogados que cualquier cosa que se haya hecho ya antes puede volver a hacerse legalmente, y, por lo tanto, tienen cuidado especial en guardar memoria de todas las determinaciones anteriormente tomadas contra la justicia común y contra la razón corriente de la Humanidad. Las exhiben, bajo el nombre de precedentes, como autoridades para justificar las opiniones más inicuas, y los jueces no dejan nunca de fallar de conformidad con ellas.
Cuando defienden una causa evitan diligentemente todo lo que sea entrar en los fundamentos de ella; pero se detienen, alborotadores, violentos y fatigosos, sobre todas las circunstancias que no hacen al caso. En el antes mencionado, por ejemplo, no procurarán nunca averiguar qué derechos o títulos tiene mi adversario sobre mi vaca; pero discutirán si dicha vaca es colorada o negra, si tiene los cuernos largos o cortos, si el campo donde la llevo a pastar es redondo o cuadrado, si se la ordeña dentro o fuera de casa, a qué enfermedades está sujeta y otros puntos análogos. Después de lo cual consultarán precedentes, aplazarán la causa una vez y otra, y a los diez, o los veinte, o los treinta años, se llegará a la conclusión.
Asimismo debe consignarse que esta sociedad tiene una jerigonza y jerga particular para su uso, que ninguno de los demás mortales puede entender, y en la cual están escritas todas las leyes, que los abogados se cuidan muy especialmente de multiplicar. Con lo que han conseguido confundir totalmente la esencia misma de la verdad y la mentira, la razón y la sinrazón, de tal modo que se tardará treinta años en decidir si el campo que me han dejado mis antecesores de seis generaciones me pertenece a mí o pertenece a un extraño que está a trescientas millas de distancia.”

Los viajes de Gulliver

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“Una bala soberana Por ejemplo, el 20 de abril de 2001, la Fuerza Aérea del Perú derribó un avión misionero al confundirlo con un transporte de drogas. En el aeroplano estaban el piloto Kevin Donaldson y una familia misionera: Jim y Verónica Bowers y sus dos hijos, Charity de siete meses y Cory de seis años de edad. Verónica tenía sentada a Charity en su regazo en la parte trasera del Cessna 185. Cuando las balas rociaron la avioneta, una de ellas entró por la espalda de Verónica, atravesándola a ella y a su bebita. Ambas murieron. El piloto, con las rodillas destrozadas, logró estrellar el aeroplano contra un río, y los otros tres ocupantes sobrevivieron. Siete días después en el funeral en Fruitport, Michigan, Jim Bowers ofreció este testimonio y explicó por qué la soberanía de Dios en las muertes de su esposa y su hija era la roca debajo de sus pies. Por encima de todo, quiero dar gracias a Dios. Él es un Dios soberano. Ahora me doy más cuenta de eso… Algunos de ustedes se podrían preguntar: «¿Por qué agradecer a Dios?»… ¿Podría esto ser realmente el plan de Dios para Roni y Charity; ¿el plan divino para Cory, nuestra familia y yo? Me gustaría decirles por qué lo creo. [4] Jim siguió dando quince razones. En ese contexto, afirmó: «Roni y Charity murieron al instante a causa de la misma bala. (¿Diría usted que esa es una bala perdida?). No alcanzó a Kevin, quien estaba enfrente de Charity; se alojó en Charity. Esa fue una bala soberana». Sin embargo, ¿qué pasó con los pilotos peruanos de combate? ¿No tenían ellos voluntad? ¿No cometieron equivocaciones o, quizás, hasta pecaron contra una inocente familia misionera? Jim Bowers afirmó: «Aquellas personas que hicieron eso simplemente fueron usadas por Dios. Créanlo o no, yo lo creo. Ellos fueron usados por Él, por el Señor, para lograr el propósito divino en esto, quizás”

John Piper (1946) escritor estadounidense

Bajo las alas de Dios

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“Y sin darle tiempo al pánico se liberó de la materia turbia que le impedía vivir. Le confesó que no tenía un instante sin pensar en ella, que cuanto comía y bebía tenía el sabor a ella, que la vida era ella a toda hora y en todas partes, como sólo Dios tenía el derecho y el poder de serlo, y que el gozo supremo de su corazón sería morirse con ella. Siguió hablándole sin mirarla, con la misma fluidez y el calor con que recitaba, hasta que tuvo la impresión de que Sierva María se había dormido. Pero estaba despierta, fijos en él sus ojos de cierva azorada. Apenas se atrevió a preguntar:
"¿Y ahora?"
"Ahora nada", dijo él. "Me basta con que lo sepas".”

Gabriel García Márquez (1927–2014) modelo de bigotes

Variante: Cayetano tomó la mano de Sierva María y la puso sobre su corazón. Ella sintió dentro el fragor de su tormenta.
<>, dijo él.
Y sin darle tiempo al pánico se liberó de la materia turbia que le impedía vivir. Le confesó que no tenía un instante sin pensar en ella, que cuanto comía y bebía tenía el sabor de ella, que la vida era ella a toda hora y en todas partes, como sólo Dios tenía el derecho y el poder de serlo, y que el gozo supremo de su corazón sería morirse con ella. Siguió hablándole sin mirarla, con la misma fluidez, y el calor con que recitaba, hasta tuvo la impresión de que Sierva María, se había dormido. Pero estaba despierta, fijos en él sus ojos de cierva azorada. Apenas se atrevió a preguntar:
<<¿Y ahora?>>
<>, dijo él. <>.

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“entender que el fracaso forma parte de la vida».”

Ken Robinson (1950) Escritor Inglés

El elemento: Prologado por Eduardo Punset

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“Mientras tanto empecé a ver mi cuerpo desde una nueva luz. Por primera vez concebía los montecillos de mi pecho como tetas para que los pequeños chuparan, y su semejanza física con las ubres de las vacas o las colgantes distensiones de piel a las que se asían los cachorrillos lactantes pronto resultó algo inevitable. Es curioso ver que hasta las mujeres olvidan para qué son los pechos.

También se transformó la raja entre mis piernas. Perdió parte de su carácter vergonzoso, de su obscenidad, o adquirió una obscenidad de otra clase. Sus labios no se abrían ya a un angosto y oscuro callejón, sino a una especie de profundo abismo. El propio pasadizo pasó a ser un camino hacia algún otro lugar, un lugar real, y no meramente un lugar sombrío en mi mente. El colgante de carne de su frente asumió un aspecto equívoco, y empezó a parecerme un tentador anzuelo, una píldora para endulzar la pesada carga de la especie, como las piruletas que me daban de niña en el dentista.

En suma, que todo cuanto me hacía bella era algo intrínseco a la maternidad, y hasta mi deseo de que los hombres me encontraran atractiva era la estratagema de un cuerpo diseñado para expulsar a su propio recambio. No voy a presumir de ser la primera mujer que descubrió que los niños no vienen de París. Pero todo aquello era nuevo para mí. Y, francamente, no estaba muy segura al respecto. Me sentía prescindible, desechable tragada por un gran proyecto biológico que no había iniciado ni elegido, que me daba presencia pública, pero que también me marcaba y me escupía. Me sentía utilizada.”

We Need to Talk About Kevin

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“Era, por otra parte, uno de esos hombres a los que les gusta _asistir_ su propia vida, considerando impropia cualquier ambición de _vivirla_.”

Silk
Variante: Era, por otra parte, uno de esos hombres a los que les gusta asistir su propia vida, considerando impropia cualquier ambición de vivirla.

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