Frases sobre oídas

Una colección de frases y citas sobre el tema del oídas, ojos, palabra, ser.

Frases sobre oídas

Zenón de Citio Foto

“Recordad que la naturaleza nos ha dado dos oídos y una boca para enseñarnos que vale más oír que hablar.”

Zenón de Citio (-334–-263 a.C.) filósofo de la antigua Grecia, fundador del estoicismo

Fuente: Lucrecio de Crescenzo. El estoicismo antiguo. Zenon de Citio. http://www.paginasobrefilosofia.com/html/teoriaseticas/eticaestoica/zenon.html Introducción.

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“Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música, que, para mí, es la palabra del pueblo argentino.”

Juan Domingo Perón (1895–1974) vigésimo séptimo presidente de la Nación Argentina, entre 1946-1952, 1952-1958 y 1973-1977
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“Bien está dos veces encerrada la lengua y dos veces abiertos los oídos, porque el oír ha de ser el doble que el hablar.”

Baltasar Gracián (1601–1658) escritor y filósofo jesuita español

Sin fuentes

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“A palabras necias y vacías oídos ausentes”

ZPU (1981) MC español

Tan Solo, Hombre De Oro, 2006

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“Porque no todas las verdades son para todos los oídos, ni todas las mentiras pueden ser reconocidas como tales por cualquier alma piadosa”

El nombre de la rosa
Variante: no todas las verdades son para todos los oídos, ni todas las mentiras pueden ser reconocidas como tales por cualquier alma piadosa

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“Hay que taparse los ojos y cerrar los oídos”

Manuel Rosales (1952) político venezolano

Durante la Concentración Opositora por el No, Valera Domingo 8 de febrero de 2009 http://www.youtube.com/watch?v=SPE1eMPSEVw

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“Así juró; pero de veras dicen que aquellos juramentos dados en el amor no alcanzan los oídos de los dioses.”

Calímaco de Cirene (-310–-240 a.C.)

Fuente: Epigramas XXV. Libro Himnos y Epigramas. Autores Calímaco, Jordi Redondo. Traducido por Jordi Redondo. Ediciones AKAL, 1999. ISBN 9788446009863. Página 137. https://books.google.es/books?id=4VYkymtlhvUC&pg=PA137&dq=Juramentos+de+amor+no+entran+en+el+o%C3%ADdo+de+los+dioses&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwiHlojUnaXgAhWZD2MBHTd3BA4Q6AEILjAB#v=onepage&q=Juramentos%20de%20amor%20no%20entran%20en%20el%20o%C3%ADdo%20de%20los%20dioses&f=false

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“Incluso el discípulo sirve para algo. Él está de pie tras nuestro trono, y en el momento de nuestra victoria susurra a nuestros oídos que, a fin de cuentas, somos inmortales.”

Oscar Wilde (1854–1900) escritor irlandés

Fuente: Algunas máximas para la enseñanza de los supereducados, 1894.

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“Y aunque a pares tengo ojos, tengo oídos, sin ti pierden sentido el sonido y el color”

Amaia Montero (1976) Cantautora española

Xabi SanMartin, "V.O.S."
Guapa

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“Te ruego que recites el pasaje tal como te lo he declamado yo, con soltura y naturalidad, pues si lo haces a voz en grito, como acostumbran muchos de nuestros actores, valdría más que diera mis versos a que los voceara el pregonero.

Guardate también de aserrar demasiado el aire, así con la mano.

Moderación en todo, pues hasta en medio del mismo torrente, tempestad y aún podría decir to torbellino de tu pasión, debes tener y mostrar aquella templanza que hace suave y elegante la expresión.

¡Oh! me hiere el alma oir desgarrar una pasión hasta convertirla en jirones y verdaderos guiñapos, hediendo los oídos de los "mosqueteros" que por lo general, son incapaces apreciar otra cosa que incomprensibles pantomimas y barullo.

De buena gana mandaría azotar a ese energúmeno por exagerar el tipo de Termagante….¡¡Esto es ser más herodista que Herodes…!¡ Evitalo tú, por favor!
No seas tampoco demasiado tímido; en ésto tu propia discreción debe guiarte.

Que la acción corresponda a la palabra y la palabra a la acción, poniendo un especial cuidado en no traspasar los límites de la sencillez de la naturaleza, porque todo lo que a ella se opone, se aparta igualmente del propio fin del arte dramático, cuyo objeto, tanto en su origen como en los tiempos que corren, ha sido y es, presentar, por decirlo así, un espejo a la Humanidad;

Mostrar a la virtud sus propios rasgos, al vicio su verdadera imgen y a cadaedad y generación su fisonomía y sello caraterístico.

De donde resulta que si se carga la expresión o si esta languidece, por más que ello haga reir a los ignorantes, no podrá menos de disgustar a los discretos, cuyo dictamen, aunque se trate de un solo hombre, debe pesar más en vuestra estima que el de todo un público compuesto de los otros.

¡Oh! cómicos hay a quienes he visto representar y a los que he oído elogiar, y en alto grado, que, por no decirlo en malos términos, no teniendo ni acento ni traza de cristianos, de gentiles, ni tan siquiera de hombres, se pavoneaban y vociferaban de tal modo que llegué a pensar si proponiéndose algún mal artífice de la Naturaleza formar tal casta de hombres, le resultaron unos engendros:

¡Tan abominablemente imitaban la Humanidad!
¡Oh! Corregidlo del todo! y no permitáis que los que hacen de graciosos ejecuten más de lo que les esté indicado, porque alguno de ellos empiezan a dar risotadas para hacer reir a unos cuantos espectadores imbéciles, aún cuando en aquel preciso momento algún punto esencial de la pieza reclame la atención.

Esto es indigno, y revela en los insensatos que lo practican la más estúpida pretensión. Id a prepararos”

Hamlet

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“El mundo es un conjunto de ojos, oídos y bocas, que se cierran para lo bueno y se abren para lo malo gustosísimas.”

Emilia Pardo Bazán (1851–1921) escritora y crítica literaria española

Un viaje de novios

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“Hay palabras que se retraen, que se niegan, porque tienen demasiado significado para nuestros oídos cansados de palabras.”

José Saramago (1922–2010) escritor, novelista, poeta, periodista y dramaturgo portugués

Citas ordenadas

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“Las palabras sin afectos, nunca llegarán a oídos de Dios.”

William Shakespeare (1564–1616) escritor inglés

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“No hay oídos para lo que no se tiene acceso desde la vivencia.”

Ecce homo. Cómo se llega a ser lo que se es (1889)

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“Todo lo que nos sucede, todo lo que hablamos o nos es relatado, cuanto vemos con nuestros propios ojos o sale de nuestra lengua o entra por nuestros oídos, todo aquello a lo que asistimos (y de lo cual, por tanto somos algo responsables), ha de tener un destinatario fuera de nosotros mismos, y a ese destinatario lo vamos seleccionando en función de lo que acontece o nos dicen o bien decimos nosotros”

Javier Marías (1951) escritor español

Todas las Almas (1989)
Variante: Todo lo que nos sucede, todo lo que hablamos o nos es relatado, cuanto vemos con nuestros propios ojos o sale de nuestra lengua o entra por nuestros oídos, todo aquello a lo que asistimos (y de lo cual, por tanto, somos algo responsables), ha de tener un destinatario fuera de nosotros mismos, y a ese destinatario lo vamos seleccionando en función de lo que acontece o nos dicen o bien decimos nosotros.

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“Seamos libres, ciudadanos: gocemos de la libertad, pero recordemos que la libertad se asienta sobre el escabel de las armas, de los impuestos y de la virtud, y que no se puede fundar una República sin combatir, sin sacrificios y sin grandes virtudes. En el brillo y alegría de vuestras miradas veo ¡oh jóvenes! vuestro entusiasmo por la libertad; pero oid los consejos de un hombre encanecido, mas por el pensamiento de la patria y por los sufrimientos pasados en las cárceles, que por los años: corred á las armas y guardad en ellas severa disciplina. Todas las virtudes son necesarias a la República; pero la mas espléndida se muestra en los campos de batalla. La ciencia y la elocuencia hacen progresar al Estado; pero el valor guerrero lo conserva. Las repúblicas de los pueblos primitivos, porque el sistema republicano fue el primero rigió la sociedades humanas, eran groseras é ignorantes; pero su sostuvieron por las armas. Las repúblicas cultas, pero corrompidas, pronto caen, aunque abunden en buenas leyes y estatutos, en oradores y hombres de ingenio: por eso en vosotros mas que en nosotros se funda la esperanza de esta República: el gobierno provisional, legítimamente constituido, atiende desde este momento á sus deberes: atended vosotros al vuestro ¡oh jóvenes! corriendo á alistaros en la bandera republicana, para sostener bien alto la bandera tricolor.”

Francesco Mario Pagano (1748–1799)

Discurso de Mario Pagano después del establecimiento de la República Partenopea.
Fuente: Fernando Garrido, Historia de las persecuciones políticas y religiosas ocurridas en Europa: tomo 5, Imprenta y librería de Salvador Manero, 1865

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“Mr. Kennedy habla para oídos inquietos.”

Héctor del Mar (1942–2019) locutor de radio y televisión español de origen argentino
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Heráclito Foto

“Los ojos son testigos más exactos que los oídos.”

Heráclito (-535) filósofo presocrático

Según Mondolfo "existiendo, pues, en nosotros por naturaleza dos órganos — en tanto tenemos algunos mediante los cuales podemos aprender las cosas e informarnos de todas — , el oído y la vista, y siendo no poco más veraz la vista, de acuerdo con Heráclito" «los ojos, pues, son testigos más exactos».
Fuente: Citado en Platón. La República. Ediciones AKAL, 2009. ISBN 9788446023784. p. 447.
Fuente: Fragmento 101a según Diels-Kranz.
Fuente: Citado en Mondolfo, Rodolfo. Heráclito: textos y problemas de su interpretación. Edición reimpresa. Editorial Siglo XXI, 1981. ISBN 9789682302770. p. 42.

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“He aprendido a hablar murmurando en tus oídos.”

Alejandro Jodorowsky (1929) escritor y director de cine chileno-francés, de ascendencia judeo-ucraniana
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“Cerrar los ojos… no va a cambiar nada. Nada va a desaparecer simplemente por no ver lo que está pasando. De hecho, las cosas serán aún peor la próxima vez que los abras. Sólo un cobarde cierra los ojos. Cerrar los ojos y taparse los oidos no va a hacer que el tiempo se detenga.”

Haruki Murakami (1949) escritor y traductor japonés

Johnny Walken
"Kafka en la orilla"
Variante: Cerrar los ojos no va a cambiar nada. Nada va a desaparecer simplemente por no ver lo que está pasando. De hecho, las cosas serán aún peor la próxima vez que los abras. Sólo un cobarde cierra los ojos. Cerrar los ojos y taparse los oidos no va a hacer que el tiempo se detenga.

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“Yo no hago música para los ojos. Hago música para los oídos.”

Adele (1988) cantautora británica

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Variante: Yo no hago música para los ojos, hago música para los oídos.

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“Sabemos que faltan asignaturas pendientes, estamos conduciendo, pero tenemos que mejorar las neuronas del estado, que sea eficiente y transparente, tenemos en claro cuales son las asignaturas pendientes, lo importante es tener los ojos y los oídos bien abiertos.”

Néstor Kirchner (1950–2010) cuatrigésimo octavo presidente de la Nación Argentina, entre 2003 y 2007

Discurso en Plaza de Mayo http://www.lacapital.com.ar/contenidos/2008/07/15/noticia_0038.html

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“Cuando amas a alguien, se convierte en una parte de ti. Está en todo lo que haces. Está en el aire que respiras, en el agua que bebes; su voz permanece en tus oídos y sus ideas en tu cabeza. conoces sus sueños porque sus pesadillas se clavan en tu corazón, y sus sueños bueno son también los tuyos. Y no crees que es perfecto, sino que conoces sis defectos, la autentica verdad de sus defectos y la sombra de todos sus secretos, y eso no te hace alejarte; de hecho, lo amas más por eso, porque no quieres que sea perfecto. Tu quieres a ese alguien. Quieres…”

Lady Midnight
Variante: Cuando amas a alguien, se convierte en una parte de ti. Está en todo lo que haces. Está en el aire que respiras, en el agua que bebes; su voz permanece en tus oídos y sus ideas en tu cabeza. conoces sus sueños porque sus pesadillas se clavan en tu corazón, y sus sueños bueno son también los tuyos. Y no crees que es perfecto, sino que conoces sis defectos, la autentica verdad de sus defectos y la sombra de todos sus secretos, y eso no te hace alejarte; de hecho, lo amas más por eso, porque no quieres que sea perfecto. Tu quieres a ese alguien. Quieres..." Julian Blackthorn

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“Ante la Ley hay un guardián. Hasta ese guardián llega un campesino y le ruega que le permita entrar a la Ley. Pero el guardián responde que en ese momento no le puede franquear el acceso. El hombre reflexiona y luego pregunta si es que podrá entrar más tarde. —Es posible —dice el guardián—, pero ahora, no. Las puertas de la Ley están abiertas, como siempre, y el guardián se ha hecho a un lado, de modo que el hombre se inclina para atisbar el interior. Cuando el guardián lo advierte, ríe y dice: —Si tanto te atrae, intenta entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda esto: yo soy poderoso. Y yo soy sólo el último de los guardianes. De sala en sala irás encontrando guardianes cada vez más poderosos. Ni siquiera yo puedo soportar la sola vista del tercero. El campesino no había previsto semejantes dificultades. Después de todo, la Ley debería ser accesible a todos y en todo momento, piensa. Pero cuando mira con más detenimiento al guardián, con su largo abrigo de pieles, su gran nariz puntiaguda, la larga y negra barba de tártaro, se decide a esperar hasta que él le conceda el permiso para entrar. El guardián le da un banquillo y le permite sentarse al lado de la puerta. Allí permanece el hombre días y años. Muchas veces intenta entrar e importuna al guardián con sus ruegos. El guardián le formula, con frecuencia, pequeños interrogatorios. Le pregunta acerca de su terruño y de muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y al final le repite siempre que aún no lo puede dejar entrar. El hombre, que estaba bien provisto para el viaje, invierte todo —hasta lo más valioso— en sobornar al guardián. Este acepta todo, pero siempre repite lo mismo: —Lo acepto para que no creas que has omitido algún esfuerzo. Durante todos esos años, el hombre observa ininterrumpidamente al guardián. Olvida a todos los demás guardianes y aquél le parece ser el único obstáculo que se opone a su acceso a la Ley. Durante los primeros años maldice su suerte en voz alta, sin reparar en nada; cuando envejece, ya sólo murmura como para sí. Se vuelve pueril, y como en esos años que ha consagrado al estudio del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de pieles, también suplica a las pulgas que lo ayuden a persuadir al guardián. Finalmente su vista se debilita y ya no sabe si en la realidad está oscureciendo a su alrededor o si lo engañan los ojos. Pero en aquellas penumbras descubre un resplandor inextinguible que emerge de las puertas de la Ley. Ya no le resta mucha vida. Antes de morir resume todas las experiencias de aquellos años en una pregunta, que nunca había formulado al guardián. Le hace una seña para que se aproxime, pues su cuerpo rígido ya no le permite incorporarse. El guardián se ve obligado a inclinarse mucho, porque las diferencias de estatura se han acentuado señaladamente con el tiempo, en desmedro del campesino. —¿Qué quieres saber ahora? –pregunta el guardián—. Eres insaciable. —Todos buscan la Ley –dice el hombre—. ¿Y cómo es que en todos los años que llevo aquí, nadie más que yo ha solicitado permiso para llegar a ella? El guardián comprende que el hombre está a punto de expirar y le grita, para que sus oídos debilitados perciban las palabras. —Nadie más podía entrar por aquí, porque esta entrada estaba destinada a ti solamente. Ahora cerraré.”

Ante la ley

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“A decir verdad, Jackson nunca había compartido totalmente el culto fálico de sus pares. Cuando tenía más o menos ocho años, una niña lo sorprendió mientras él meaba entre los arbustos, y chilló casi con el mismo espíritu de horror reflexivo con que lo acababa de hacer Carol. Es de suponer que aquella niña nunca había visto un pene, y que no le causó buena impresión. «Puaj, qué basto eres. ¿Qué es esa cosa? ¡Es repugnante!», gritó al salir corriendo. Y después aquella otra vez, en el gimnasio del colegio donde cursó los primeros años de secundaria. Jackson apenas había entrado en la pubertad; todavía mojado tras pasar por la ducha, sintió frío. No obstante, un chico mucho más corpulento que él se burló: Parece que estés envolviendo una zanahoria baby y un par de habichuelas. A partir de ese día los chicos lo apodaron «el Vegetariano», mote tan inocente a oídos de los profesores que protegía a sus compañeros de un posible castigo por acoso escolar. En realidad, la palabra «pene» siempre había sonado algo tonta y banal, y a poca cosa. Desde que tenía memoria, su quinto apéndice le había parecido algo sutilmente ajeno a él, algo aparte y capaz de traicionarlo. Y fue la sensación de que eso que le sobresalía no era del todo parte de su cuerpo lo que pudo permitirle experimentar con ella.

El experimento había fallado. Es posible que Jackson nunca hubiera comprendido muy bien por qué a las mujeres un pene podía resultarles atractivo, con su piel como apergaminada y demasiado fina, los testículos colgantes y esas matas de vello, el sombrerete en la punta, como si fuese un hongo… Podía decirse que, en cierto modo, no era una forma que la carne humana debiera asumir. Cuando estaba en posición de descanso parecía asustado y deprimido; en estado de alerta, impertinente, aunque inseguro, moviéndose de un lado para el otro e intentando llamar la atención como un fanfarrón que quisiera hacer una demostración de sus habilidades.”

Lionel Shriver (1957) escritora estadounidense

So Much for That

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“Escuchar es lo más peligroso. Es saber, estar al tanto. Los oídos carecen de párpados que puedan cerrarse instintivamente a lo pronunciado, no pueden guardarse de lo que se presiente que va a escucharse, siempre es demasiado tarde".”

Corazón tan blanco
Variante: Escuchar es lo más peligroso’, pensé, ‘es saber, es estar enterado y estar al tanto, los oídos carecen de párpados que puedan cerrarse instintivamente a lo pronunciado, no pueden guardarse de lo que se presiente que va a escucharse, siempre es demasiado tarde.

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“En cuanto al fin que nos proponen Plinio y Cicerón, la gloria, estoy muy lejos de tenerla en cuenta. La inclinación más contraria al retiro es la ambición. La gloria y el reposo no pueden alojarse en el mismo albergue. Por lo que veo, estos sólo tienen los brazos y las piernas fuera de la multitud; su alma y su intención continúan, más que nunca, atadas a ella: b | Tun’ uetule auriculis alienis colligis escas? [Entonces, viejo, ¿trabajas sólo para alimentar los oídos ajenos? ] a | Se han echado atrás solo para saltar mejor, y para, con un movimiento más fuerte, penetrar más vivamente en la muchedumbre. ¿Queréis ver cómo se quedan cortos por un pelo?
Comparemos las opiniones de dos filósofos [Epicuro y Séneca], y de dos escuelas muy diferentes, uno escribiendo a Idomeneo, otro a Lucillo, amigos suyos, para apartarlos de la administración de los negocios y de las grandezas, y dirigirlos hacia la soledad. Hasta ahora has vivido —dicen— nadando y flotando; ven a morir al puerto. Has entregado el resto de tu vida a la luz, entrega esta parte a la sombra. Es imposible abandonar las tareas si no renuncias a su fruto; así pues, deshazte de toda preocupación por el nombre y por la gloria. Existe el peligro de que el brillo de tus acciones pasadas te ilumine en exceso, y te siga hasta el interior de tu guarida. Abandona, junto a los demás placeres, el que brinda la aprobación ajena; y, en cuanto a tu ciencia y capacidad, no te importe: no perderán su eficacia porque tú valgas más que ellas. Acuérdate de aquel que, cuando le preguntaron para qué se esforzaba tanto en un arte que no podía ser conocido por mucha gente, respondió: «Me basta con pocos, me basta con uno, me basta con ninguno». Tenía razón. Tú y un compañero sois teatro de sobra suficiente el uno para el otro, o tú para ti mismo. Que el pueblo sea para ti uno solo, y que uno solo sea para ti todo el pueblo. Es una ambición cobarde pretender obtener gloria de la ociosidad y del ocultamiento. Tenemos que hacer como los animales, que borran su rastro a la entrada de su guarida. No has de buscar más que el mundo hable de ti, sino cómo has de hablarte a ti mismo. Retírate en tu interior, pero primero prepárate para acogerte; sería una locura confiarte a ti mismo si no te sabes gobernar. Uno puede equivocarse tanto en la soledad como en la compañía. Hasta que no te hayas vuelto tal que no oses tropezar ante ti, y hasta que no sientas vergüenza y respeto por ti mismo, c | obuersentur species honestae animo [que se ofrezcan imágenes honestas al espíritu], a | represéntate siempre en la imaginación a Catón, Foción y Aristides, ante los cuales aun los locos ocultarían sus faltas, y establécelos como censores de todas tus intenciones. Si estas se desvían, la reverencia por ellos te devolverá al camino. Te retendrán en la vía de contentarte contigo mismo, de no tomar nada en préstamo sino de ti, de detener y fijar el alma en unos pensamientos definidos y limitados donde pueda complacerse; y, tras haber entendido los verdaderos bienes, que se gozan a medida que se entienden, de contentarse con ellos, sin ansias de prolongar la vida ni el nombre. Este es el consejo de la verdadera y genuina filosofía, no de una filosofía ostentosa y verbal, como es la de los dos primeros.”

Michel De Montaigne (1533–1592) biografía, filósofo y político francés del Renacimiento

The Complete Essays

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“Por consiguiente, no solo tenemos que vigilar a los poetas y obligarles o a representar en sus obras modelos de buen carácter o a no divulgarlas entre nosotros, sino que también hay que ejercer inspección sobre los demás artistas e impedirles que copien la maldad, intemperancia, vileza o fealdad en sus imitaciones de seres vivos o en las edificaciones o en cualquier otro objeto de su arte; y al que no sea capaz de ello no se le dejará producir entre nosotros, para que no crezcan nuestros guardianes rodeados de imágenes del vicio, alimentándose, por así decirlo, de este modo con una mala hierba que recogieran y pacieran día tras día, en pequeñas cantidades, pero tomadas estas de muchos lugares distintos, con lo cual introducirían, sin darse plena cuenta de ello, una enorme fuente de corrupción en sus almas. Hay que buscar, en cambio, a aquellos artistas cuyas dotes naturales les guían al encuentro de todo lo bello y agraciado; de este modo, los jóvenes vivirán como en un lugar sano donde no desperdiciarán ni un solo de los efluvios de la belleza que, procedentes de todas partes, lleguen a sus ojos y oídos, como si les aportara de lugares saludables un aura vivificadora que les indujera desde su niñez a imitar, obrar y amar de acuerdo con la idea de belleza. ¿No es así?”

Los personajes debaten en este diálogo sobre la educación de los niños.
Fuente: La República, Los límites del estado.