Frases sobre aquel

Una colección de frases y citas sobre el tema del aquel, hombre, hombro, ser.

Frases sobre aquel

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“Un buen gobierno es aquel donde buenas leyes hacen felices a buenos ciudadanos.”

José Joaquín de Olmedo (1780–1847) Abogado, escritor y político guayaquileño. (Guayaquil, 20 de marzo de 1780 - ibídem, 19 de febrero de 1847)

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“«El mejor juego es aquel en el que no te das cuenta de que estás jugando»”

John Katzenbach (1950) escritor estadounidense

El psicoanalista
Variante: El mejor juego es aquel en el que no te das cuenta de que estas jugando.

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“Como si aquel instante fuera a ser el primero, del resto de sus vidas…”

Enrique Bunbury (1967) músico español

Días de borrasca (Víspera de resplandores), Héroes del Silencio.
Con Héroes del Silencio, Avalancha

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“Ni siquiera tenía certeza de que sobreviviría aquel día.”

Rosa Parks (1913–2005) figura importante del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos

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Tras preguntarle si sabía que su acto tendría tal impacto.

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“Yo quisiera perderme en la miel de aquel pincel que dibujo tus curvas.”

Rapsusklei (1980) Rapero de Zaragoza

De cuajetón

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“… Y así después de esperar tanto, un día como cualquier otro decidí triunfar… decidí no esperar a las oportunidades sino yo mismo buscarlas, decidí ver cada problema como la oportunidad de encontrar una solución, decidí ver cada desierto como la oportunidad de encontrar un oasis, decidí ver cada noche como un misterio a resolver, decidí ver cada día como una nueva oportunidad de ser feliz.
Aquel día descubrí que mi único rival no eran más que mis propias debilidades, y que en éstas, está la única y mejor forma de superarnos. Aquel día dejé de temer a perder y empecé a temer a no ganar, descubrí que no era yo el mejor y que quizás nunca lo fui., Me dejó de importar quién ganara o perdiera; ahora me importa simplemente saberme mejor que ayer.
Aprendí que lo difícil no es llegar a la cima, sino jamás dejar de subir. Aprendí que el mejor triunfo que puedo tener, es tener el derecho de llamar a alguien «Amigo».
Descubrí que el amor es más que un simple estado de enamoramiento, «el amor es una filosofía de vida». Aquel día dejé de ser un reflejo de mis escasos triunfos pasados y empecé a ser mi propia tenue luz de este presente; aprendí que de nada sirve ser luz si no vas a iluminar el camino de los demás.
Aquel día decidí cambiar tantas cosas… Aquel día aprendí que los sueños son solamente para hacerse realidad.
Desde aquel día ya no duermo para descansar… ahora simplemente duermo para soñar.”

Walt Disney (1901–1966) Empresario, productor, director, guionista y animador estadounidense
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“(…) Vivimos en una sociedad sombría. Lograr el éxito, ésta es la enseñanza que, gota a gota, cae de la corrupción a plomo sobre nosotros.

Digamos, sin embargo, que eso que se llama éxito es algo bastante feo. Su falso parecido con el mérito engaña a los hombres. Para la muchedumbre, el triunfo tiene casi el mismo aspecto que la supremacía. El éxito, este artificio del talento, tiene una víctima a quien engañar: la historia. Juvenal y Tácito son los únicos que protestan. En nuestros días, ha entrado como sirviente en casa del éxito una filosofía casi oficial, que lleva la librea de su amo y le rinde homenaje en la antecámara. Hay que tener éxito: ésa es la teoría. La prosperidad supone capacidad. Ganen la lotería y ya serán capaces. El que triunfa es objeto de veneración. Todo consiste en nacer de pie. Tengan suerte, lo demás ya llegará; sean felices, y los considerarán grandes. Fuera de cinco o seis excepciones importantes, que constituyen la luz de un siglo, la admiración contemporánea no es más que miopía. Lo dorado es considerado oro. No importa ser un cualquiera, si se llega el primero. El vulgo es un viejo Narciso que se adora a sí mismo y que celebra todo lo vulgar. Esa facultad enorme, por la cual el hombre se convierte en Moisés, Esquilo, Dante, Migue Ángel o Napoleón, la multitud la concede por unanimidad y por aclamación a quien logra su objetivo, sea quien fuere. Que un notario se transforme en diputado; que un falso Corneille haga el Tiridate; que un eunuco llegue a poseer un harén; que un militar adocenado gane por casualidad la batalla decisiva de una época; que un boticario invente las suelas de cartón para el ejército del Sambre-et-Meuse y obtenga, con aquel cartón vendido como cuero, una renta de cuatrocientos mil francos; que un buhonero contraiga matrimonio con la usura, y tenga de ella por hijos siete y ocho millones, de los cuales él es el padre y ella, la madre; que un predicador llegue a obispo por la gracia de ser gangoso; que un intendente de buena casa, al dejar el servicio, sea tan rico que lo nombren ministro de Hacienda; no importa: los hombres llaman a eso Genio, tal como Belleza a la figura de Mousqueton, y Majestad al talante de Claudio, confundiendo así con las constelaciones del abismo las huellas estrelladas que dejan en el lodo blando las patas de los gansos.”

Les Misérables

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“«¿Sufre más el que espera siempre que aquel que nunca esperó a nadie?»”

Pablo Neruda (1904–1973) poeta

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Variante: Sufre más el que espera siempre
Que aquel que nunca esperó a nadie?

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“Aquel que tú crees que ha muerto, no ha hecho más que adelantarse en el camino.”

Lucio Anneo Seneca (-4–65 a.C.) filósofo, político, orador y escritor romano

Fuente: [Vigil], Mercedes. El alquimista de la Rambla Wilson: la historia de Humberto Pittamiglio. Edición ilustrada. Editorial Fin de Siglo, 2001, p. 145.

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“Nunca reconoceremos por gobierno legitimo de nuestra patria, sino aquel que sea elegido por la libre y espontánea voluntad del pueblo; y siendo el sistema republicano el mas adaptable al gobierno de las Américas, propondremos, por cuantos medios estén a nuestro alcance, a que los pueblos se decidan por él.”

Francisco de Miranda (1750–1816) político, militar, diplomático, escritor, humanista e ideólogo venezolano

La Gran Reunión Americana de Londres / Logia de los Caballeros Racionales / Logia Lautaro -extracto- (1.797)

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“La autoridad del Estado no puede ser un fin en sí misma, porque ello significaría consagrar la inviolabilidad de toda tiranía en el mundo. Si por los medios que están al alcance de un gobierno se precipita una nacionalidad en la ruina, entonces la rebelión no es sólo un derecho, sino un deber para cada uno de los hijos de ese pueblo. La pregunta: "¿cuándo se presenta este caso?", no se resuelve mediante disertaciones teóricas, sino por la acción y por el éxito. Como todo gobierno, por malo que sea y aún cuando haya traicionado una y mil veces los intereses de una nacionalidad, reclama para sí el deber que tiene de mantener la autoridad del Estado, el instinto de conservación nacional en lucha contra un gobierno semejante tendrá que servirse, para lograr su libertad o su independencia, de las mismas armas que aquél emplea para mantenerse en al mando. Según esto, la lucha será sostenida por medios "legales" mientras el poder que se combate no utilice otros; pero no habrá que vacilar ante el recurso de medios ilegales si es que el opresor mismo se sirve de ellos. En general, no debe olvidarse que la finalidad suprema de la razón de ser de los hombres no reside en el mantenimiento de un Estado o de un gobierno: su misión es conservar su Raza. Y si esta misma se hallase en peligro de ser oprimida o hasta eliminada, la cuestión de la legalidad pasa a un plano secundario. Entonces poco importará ya que el poder imperante aplique en su acción los mil veces llamados medios "legales"; el instinto de conservación de los oprimidos podrá siempre justificar en grado superlativo el empleo de todo recurso. Sólo así se explican en la Historia ejemplos edificantes de luchas libertarias contra la esclavitud (interna o externa) de los pueblos. En este caso el derecho humano se impone sobre el derecho político. Si un pueblo sucumbe sin luchar por los derechos del hombre, es porque al haber sido pesado en la balanza del Destino resultó demasiado débil para tener la suerte de seguir subsistiendo en el mundo terrenal. Porque quien no está dispuesto a luchar por su existencia o no se siente capaz de ello es que ya está predestinado a desaparecer, y esto por la justicia eterna de la Providencia. ¡El mundo no se ha hecho para los pueblos cobardes!”

Adolf Hitler (1889–1945) Führer y Canciller Imperial de Alemania. Líder del Partido Nazi

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“Aquel que es demasiado precavido realiza muy poco en la vida.”

Friedrich Schiller (1759–1805) poeta, dramaturgo, filósofo e historiador alemán

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“Querido hermano: Recibo atónito tu carta y me asombro de los sanos consejos que en ella me das.
Tienes formado muy mal concepto de las fuerzas republicanas y excesivamente bueno de las monárquicas y de lo que representa el trono.
Siguiendo la monarquía en España, ya conoces el rumbo de la nación. La nobleza, que se considera casta superior, en su mayoría descendientes bastardos de otros nobles, viviendo a costa del país al amparo de la monarquía, con delegaciones regias, negocios dudosos, puestos políticos influyentes, y escarneciendo a las clases inferiores -más morales cuanto más inferiores- con sus desenfrenos de todos conocidos.
El alto clero y las congregaciones, que tienen su principal apoyo en la dinastía reinante, asfixiando las libertades públicas con sus demandas y desafueros, llevándose en forma directa o indirecta un buen trozo del presupuesto, mientras el país languidece y la incultura perdura por falta de escuelas y elementos de enseñanza, pues en los presupuestos no queda dinero para tan perentorias atenciones.
Los príncipes, infantes y demás parientes más o menos cercanos al trono, hacen truculentos negocios con el amparo que les presta el poder.
El ejército, que debiera ser servidor de la nación, hoy sólo sirve al trono y, para proteger a éste, se atreve a ametrallar al pueblo ansioso de recuperar su soberanía, atropellada y escarnecida por la dictadura borbónica.
Mientras, el ejército se apropia el oficio de verdugo de la nación, descuida su eficiencia guerrera y es tan sólo una caricatura de lo que debiera ser.
En cambio, se lleva la tercera parte de los presupuestos nacionales.
La vieja política, desacreditada, dando origen al golpe de Estado del año 23, llegó a aquel punto de descrédito, gobernando, o mejor dicho, desgobernando las clases monárquicas en cooperación con el poder moderador - por no llamarle absoluto - de ese trono que tanto defiendes.
En la monarquía no aparecen valores nuevos. Las mismas causas de antaño producirán los mismos efectos.
Tras una nueva etapa de desgobierno, funesta, desde luego, vendrá otra etapa de dictadura, que completará la labor de la dictadura anterior, terminando de ahogar todo espíritu liberal y ciudadano y convirtiéndonos en lo que son hoy algunas repúblicas americanas.
Los pocos ciudadanos que pueden, para no morir a manos reaccionarias tendrán que emigrar, perdiéndose para España los valores que ellos representan.
Los generales -incapaces- que hoy se agrupan en torno del trono para defenderlo, no llevan otras miras que evitar la llegada de un orden nuevo, en el que por su incapacidad no tendrían puesto decoroso; y para salvar su actual posición privilegiada, defienden a su señor con instinto y dote de esclavos, tratando de poner una vez más el ejército enfrente del pueblo.
Esto, que sucedió otras veces, ya no lo conseguirán, y el soldado y el oficial se pondrán al lado de aquél para ayudarle a sacudir sus yugos legendarios y hacer justicia, su justicia, la verdadera justicia, la justicia popular.
El pueblo paga al ejército y al trono para que le sirvan y no para que lo tiranicen, y cuando se cansa de pagar servidores desleales, está en su legítimo derecho a prescindir de ellos.
El trono rompió la constitución, que es el pacto que tenía con el pueblo; roto el pacto, al pueblo, sólo al pueblo, corresponde rehacerlo o elegir el régimen de gobierno que le ofrezca más sólida garantía de progreso y bienestar.
Un régimen que por evoluciones parlamentarias y no por revoluciones sangrientas consiga que no sea un mito el significado de las tres palabras "Libertad, Igualdad, Fraternidad".
Ese régimen no puede ser ya la monarquía, puesto que ha demostrado cumplidamente que sólo satisface sus egoísmos, sin importarle un ardite las necesidades del país.
El mundo en pocos años ha evolucionado rápidamente. Casi todas las naciones de Europa están hoy constituidas en repúblicas, lo están todas las de América. Los que sentimos el culto de la patria, debemos quererla republicana, única forma de que progrese y se coloque al nivel del resto de Europa, respecto al cual vamos atrasados muchos años.
Una república moderada sería la solución al actual estado de cosas.
Ella atraería a la gobernación del país a las clases privilegiadas sin espantarlas ni ponerles enfrente, como sucedería con el establecimiento de una república radical.
Los elementos más radicales la respetarían, porque verían siempre en ella la posibilidad de evolucionar hacia sus ideales, tratando de ganar puestos en los comicios con su conducta, sus programas y una adecuada propaganda.
El país se gobernaría en definitiva como quisiera y evitaríamos la llegada de una revolución que camina con pasos de gigante y que cuanto más tarde más violenta ha de ser.
Dices en tu carta con un profundo desconocimiento que las izquierdas son averiada mercancía. ¡Mercancía y bien averiada son las derechas! ¡Ya hemos visto cómo se vendían o alquilaban! Lo poco bueno que en ellas quedaban, se ha marchado a la república, por no convivir con tanto profesional de la indignidad y de la falta de decoro. Los partidos monárquicos ¡¡ésos sí que son averiada mercancía!!”

Francisco Franco (1892–1975) general y dictador español

Carta de Ramón Franco a su hermano
Fuente: "Autobiografía del general Franco" de Manuel Vázquez Montalbán.

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“En aquel tiempo, en mi ingenuidad de joven, creí poder evidenciar los errores de su doctrina. En el pequeño círculo en el que me desenvolvía, me esforzaba, por todos los medios a mi alcance, de convencerlos de lo pernicioso de los errores del marxismo y pensaba lograr ese objetivo; pero lo contrario es lo que siempre acontecía. Parecía que el examen cada vez más profundo de la actuación desmoralizadora de las teorías marxistas en sus aplicaciones prácticas, servía sólo para volver cada vez más firmes las decisiones de los judíos. Cuanto más discutía con ellos, mejor aprendía su dialéctica. Partían éstos de la creencia en la estupidez de sus adversarios, y cuando eso no daba resultados, se hacían pasar ellos mismos por estúpidos. Si fallaban ambos recursos, rehusaban entender lo que se les decía y, de repente, cambiaban de tema, saliendo con argumentos que, una vez aceptados, trataban de aplicar a casos completamente diferentes. Entonces, cuando de nuevo eran alcanzados en el propio terreno, que les era familiar, fingían debilidad y alegaban no tener suficientes conocimientos sobre el particular. Por donde quiera que se golpease a estos apóstoles, ellos se escabullían como anguilas en manos de los adversarios; cuando alguna vez se lograba reducir a uno de ellos, porque, observado por los presentes, no le había ya quedado otro recurso que asentir, grande debía ser la sorpresa que al día siguiente se experimentaba al constatar que ese mismo judío no recordaba ni lo más mínimo de lo acontecido la víspera y seguía repitiendo los dislates de siempre, como si nada, absolutamente nada, hubiera acontecido. Se fingía encolerizado, sorprendido y, sobre todo, desmemoriado por completo, excepto que el debate había terminado por evidenciar la verdad de sus afirmaciones. Muchas veces quedé atónito.”

Adolf Hitler (1889–1945) Führer y Canciller Imperial de Alemania. Líder del Partido Nazi

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“Un amigo es aquel que te da la libertad de ser tú mismo.”

Jim Morrison (1943–1971) cantante, compositor y poeta estadounidense
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“¡Aquel tiempo feliz en que éramos tan desgraciados!”

Alexandre Dumas (padre) (1802–1870) novelista y dramaturgo francés

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“Aquel que te perdona un pecado que no has cometido, se perdona a sí mismo su propio crimen.”

Gibran Jalil Gibran (1883–1931) poeta libanés

Fuente: Dichos espirituales, "Dichos", 1963 (póstuma).

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“El mal presupone una determinación moral, intención y cierto pensamiento. El imbécil o cafre no se para a pensar ni a razonar. Actúa por instinto, como bestia de establo, convencido de que hace el bien, de que siempre tiene la razón y orgulloso de ir jodiendo, con perdón, a todo aquel que se le antoja diferente a é mismo, bien sea por color, por creencia, por idioma, por nacionalidad o, como en el caso de don Federico, por sus hábitos de ocio. Lo que hace falta en el mundo es más gente mala de verdad y menos cazurros limítrofes.”

The Shadow of the Wind
Variante: «Es que la gente es mala...» «Mala no; imbécil, que no es lo mismo. El mal presupone una determinación moral, intención y cierto pensamiento. El imbécil o cafre no se para a pensar ni a razonar. Actúa por instinto, como bestia del establo, convencido de que hace el bien, de que siempre tiene la razón y orgulloso de ir jodiendo, con perdón, a todo aquel que se le antoja diferente a él mismo, bien sea por el color, por creencia, por idioma, por nacionalidad, o por sus hábitos de ocio. Lo que hace falta en el mundo es más gente mala de verdad y menos cazurros limítrofes.»

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“Aquel que no puede guardar sus pensamientos dentro de sí nunca llevará a cabo grandes cosas.”

Thomas Carlyle (1795–1881)

Fuente: [Cantú Garza], Miqueas. «En la opinión.» 24 de mayo de 2015. http://www.laprensa.mx/notas.asp?id=362577 La Prensa. Consultado el 22 de febrero de 2019.

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“Aquel tipo tenía un tic, pero le faltaba un tac; por eso no era un reloj.”

Ramón Gómez De La Serna (1888–1963) escritor y periodista español

Greguerías, En Greguerías: Selección 1910-1960
Fuente: Página 96.

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“El buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su patria un poder que pretenda hacerse superior a las leyes.”

Cicerón (-106–-43 a.C.) jurista, político, filósofo, escritor y orador romano

Fuente: Grases, Pedro. Estudios bolivarianos. Volumen 4 de Obras de Pedro Grases. Editorial Seix Barral, 1981. p. 96.

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“Perfecta es la humildad de aquel que nunca olvida que la luz viene de lo Alto y no de él, y que no viene solo para él, sino para toda sombra y toda pena.”

Alberto Masferrer (1868–1932) diplomático salvadoreño

Fuente: Alberto Masferrer (1976), Las Siete Cuerdas de la Lira, San Salvador: Dirección de Publicaciones.

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“La vida es un libro útil para aquel que puede comprender. Tengo confianza en la balanza que inclina mi parecer.”

Miguel Abuelo (1946–1988) músico de rock de Argentina

Fuente: El Fuego Que Nos Encandila. Autor De la Horra, Gustavo Adrián. Editorial Dunken, 2013. ISBN 9789870268635. p. 46. https://books.google.es/books?id=LU0RAgAAQBAJ&pg=PA46&dq=La+vida+es+un+libro+%C3%BAtil+para+aquel+que+puede+comprender.+Tengo+confianza+en+la+balanza+que+inclina+mi+parecer.+Miguel+Abuelo&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwjpkJfKlYfhAhXNAGMBHXRbCxkQ6AEIKDAA#v=onepage&q=La%20vida%20es%20un%20libro%20%C3%BAtil%20para%20aquel%20que%20puede%20comprender.%20Tengo%20confianza%20en%20la%20balanza%20que%20inclina%20mi%20parecer.%20Miguel%20Abuelo&f=false

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“Alma: ¿Dónde está el oro aquel que viste?
Todo ha cambiado cuando estuvo enfrente;
Mis ojos tocan realidad tan triste
Que digo: es el presente.”

Citas de poemas
Variante: Alma: ¿Dónde está el oro aquel que viste? Todo ha cambiado cuando estuvo enfrente; mis ojos tocan realidad tan triste que digo: es el presente.
Fuente: Languidez.

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“Lo que más me preocupó en la cuestión del parlamentarismo fue la notoria falta de un elemento responsable. Por funestas que pudieran ser las consecuencias de una ley sancionada por el Parlamento, nadie lleva la responsabilidad ni a nadie le es posible exigirle cuentas. ¿O es que puede llamarse asumir responsabilidad el hecho de que después de un fiasco sin precedentes dimita el gobierno culpable, o cambie la coalición existente, o, por último, se disuelva el Parlamento? ¿Puede acaso hacerse responsable a una vacilante mayoría? ¿No es cierto que la idea de responsabilidad presupone la idea de la personalidad? ¿Puede prácticamente hacerse responsable al dirigente de un gobierno por hechos cuya gestión y ejecución obedecen exclusivamente a la voluntad y al arbitrio de una pluralidad de individuos? ¿O es que la misión del gobernante - en lugar de radicar en la concepción de ideas constructivas y planes- consiste más bien en la habilidad con que éste se empeñe en hacer comprensible a un hato de borregos lo genial de sus proyectos, para después tener que mendigar de ellos mismos una bondadosa aprobación? ¿Cabe en el criterio del hombre de Estado poseer en el mismo grado el arte de la persuasión, por un lado, y por otro la perspicacia política necesaria para adoptar directivas o tomar grandes decisiones? ¿Prueba acaso la incapacidad de un Führer el solo hecho de no haber podido ganar en favor de una determinada idea el voto de mayoría de un conglomerado resultante de manejos más o menos honestos? ¿Fue acaso alguna vez capaz ese conglomerado de comprender una idea, antes de que el éxito obtenido por la misma revelara la grandiosidad de ella? ¿No es en este mundo toda acción genial una palpable protesta del genio contra la indolencia de la masa? ¿Qué debe hacer el gobernante que no logra granjearse el favor de aquel conglomerado para la consecución de sus planes? ¿Deberá sobornar? ¿O bien, tomando en cuenta la estulticia de sus conciudadanos, tendrá que renunciar a la realización de medidas reconocidas como vitales, dejando el gobierno, o quedarse en él a pesar de todo? ¿No es cierto que en un caso tal el hombre de verdadero carácter se coloca frente a un conflicto insoluble entre su comprensión de la necesidad y su rectitud de criterio o, mejor dicho, su honradez? ¿Dónde acaba aquí el límite entre la noción del deber para la colectividad y la noción del deber para la propia dignidad personal? ¿No debe todo Führer de verdad rehusar que de ese modo se le degrade a la categoría de traficante político? ¿O es que, inversamente, todo traficante deberá sentirse predestinado a "especular" en política, puesto que la suprema responsabilidad jamás pesará sobre él, sino sobre un anónimo e inaprensible conglomerado de gentes? Sobre todo, ¿no conducirá el principio de la mayoría parlamentaria a la demolición de la Idea-Führer? Pero, ¿es que aún cabe admitir que el progreso del mundo se debe a la mentalidad de las mayorías y no al cerebro de unos cuantos? ¿O es que se cree que tal vez en el futuro se podría prescindir de esta condición previa, inherente a la cultura humana? ¿No parece, por el contrario, que ella es hoy más necesaria que nunca?”

Adolf Hitler (1889–1945) Führer y Canciller Imperial de Alemania. Líder del Partido Nazi

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“También el hombre que haya llegado a los 30 años tendrá aún mucho que aprender en el curso de su vida, pero esto únicamente a manera de una complementación dentro del marco determinado por la concepción ideológica adoptada en principio. Los nuevos conocimientos que adquiera no significarán una innovación de lo ya aprendido, sino más bien un proceso de acrecentamiento de su saber, de tal modo que sus adeptos jamás tendrán la decepcionante impresión de haber sido mal orientados; por el contrario, el visible desarrollo de la personalidad del Jefe provocará complacencia en la convicción de que el perfeccionamiento de éste refluye en favor de la propia doctrina. Ante sus ojos, esto constituye una prueba de la certeza del criterio hasta aquel momento sostenido. Un Jefe que se vea obligado a abandonar la plataforma de su ideología general por haberse dado cuenta que ésta era falsa, obrará honradamente sólo cuando, reconociendo lo erróneo de su criterio, se halle dispuesto a asumir todas las consecuencias. En tal caso deberá por lo menos renunciar a toda actuación política ulterior, pues, habiendo errado ya una vez en puntos de vista fundamentales, está expuesto por una segunda vez al mismo peligro. De todos modos ha perdido ya el derecho de recurrir, y menos aun de exigir la confianza de sus conciudadanos. El grado de corrupción de la plebe, que por ahora se siente habilitada para "hacer" política, evidencia cuán rara vez se sabe responder en los tiempos actuales a una prueba tal de decoro personal.”

Adolf Hitler (1889–1945) Führer y Canciller Imperial de Alemania. Líder del Partido Nazi

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“Es inútil. El vacío auténtico, como un blindaje, acoraza su vida. Se detiene junto a una silla, la toma por el respaldar, hace ruido con ella golpeando las patas contra el piso; pero este ruido es insuficiente para desteñir el vacío teñido de gris. Deliberadamente hace pasar ante sus ojos paisajes anteriores, recuerdos, sucesos; pero su deseo no puede engarfiar en ellos, resbalan como los dedos de un hombre extenuado por los golpes de agua, en la superficie de una bola de piedra. Los brazos se le caen a lo largo del cuerpo, la mandíbula se le afloja. Es inútil cuanto haga para sentir remordimiento o para encontrar paz. Igual que las fieras enjauladas, va y viene por su cubil frente a la indestructible reja de su incoherencia. Necesita obrar, mas no sabe en qué dirección. Piensa que si tuviera la suerte de encontrarse en el centro de una rueda formada por hombres desdichados, en el pastizal de una llanura o en el sombrío declive de una montaña, él les contaría su tragedia. Soplaría el vien­to doblando los espinos, pero él hablaría sin reparar en las estrellas que empezaban a ser visibles en lo negro. Está seguro que aquel círculo de vagabundos comprendería su desgracia; pero allí, en el corazón de una ciudad, en una pieza perfectamente cúbica y sometida a disposiciones del digesto municipal, es ab­surdo pensar en una confesión. ¿Y si lo viera a un sacerdote y se confiara a él? Mas, ¿qué puede decirle un señor afeitado, con sotana y un inmenso aburri­miento empotrado en el caletre? Está perdido, ésa es la verdad; perdido para sí mismo.”

Los lanzallamas

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Esta traducción está esperando su revisión. ¿Es correcto?
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